lunes, 23 de marzo de 2009
La última palabra
Nuestros chiquillos me deben a mí el cromosama Y y a su madre el X. Es la ventaja de los niños, está claro qué le deben a cada cual. Lo de deber es una forma de hablar porque a estas alturas ni ella ni yo pensamos reclamarles cromosoma alguno.
No sabemos qué pasará con Darío (yo me lo estoy empezando a temer) pero Juan ha heredado de su madre el gen Yo-tengo-que-tener-la-última-palabra-a-toda-costa-aunque-eso-suponga-
eternizar-la-discusión. Este alelo es dominante y se impone, por tanto, al recesivo Me-voy-a-callar-para-que-tengamos-la-fiesta-en-paz-aunque-podría-
seguir-hablando-si-quisiera, que es el que iba en el cromosoma Y que le pasé yo.
Si lo anterior es el genotipo, lo que no se ve, el fenotipo, lo que sí se ve, está lleno de increíbles momentos. Como aquella vez en la que, no sé muy bien por qué, Juan me atizó una patata (con el talón del pie). Me puse hecho una fiera y le grité que qué era eso de darme una patada. No te he dado una patada, papá, me interrumpió,te he dado una coz.
Publicado por
elhombreamadecasa
Enviar por correo electrónicoEscribe un blogCompartir en XCompartir con FacebookCompartir en Pinterest


Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
1 comentario:
Hombre, es que mira que confundir una coz con una patada... yo también era más de coces, son mucho más seguras que las patadas, porque así no te haces daño en los deditos, jeje.
Juan llegará lejos ;)
Publicar un comentario