Cada miércoles un cuento en El Estafador

sábado, 31 de octubre de 2009

Solemne inauguración de la temporada de resfriados

El jueves me fui a la cama con la garganta convertida en papel de lija. Me desperté todavía peor. La garganta había sido sustituida por un campo de minas y el cuerpo se había pegado a la cama de una forma extraordinaria. Jugué a hacer combinaciones de 28+1 elementos tomados de dos en dos: Gripe M, Gripe W, Gripe H... (¿cuando llegue la gripe H, la anunciarán como una nueva hecatombre nuclear?). Conseguí despegarme de la cama. Dejé a Juan en el cole y a Darío con la nanny (Nanny es una palabra complicada. Por un lado tiene una sonoridad de lo más entrañable y a mí me recuerda a la serie de Los pequeñecos. Por el otro lado lo que tiene es un rollo elitista de lo más chungo. Es casi imposible decir "voy a dejar al niño con la nanny" sin sonar como un señoritingo.)


ssssssssssssssssssssssssssssssssssLa nanny de los pequeñecos no tenía cabeza.


Me fui al trabajo y tuve una reunión que no me apetecía, en la que tuve que escuchar cosas que no me apetecían y en la que tuve que decir cosas que no me apetecían. En resumen: una reunión poco apetecible. De hecho no tenía ganas de hablar, nada de nada, porque me dolía al hacerlo. Bebí tanta agua que interrumpía la reunión cada dos por tres para ir al excusado (esta palabra también tiene lo suyo).

En el café fui mendigando como un yonqui de barrio. Es duro de pedir pero más duro es de robar, dadme un paracetamol de 1 g. antes de que cometa una barbaridad.

Por la tarde habíamos quedado en el parque con un amigo de Juan con el que se ve muy poco pero que se quieren un montón. Como hacía mucho que no veía a la madre, tuvimos que contarnos muchas cosas. Cuando subimos al coche para volver a casa, mi garganta había sido ya arrasada por la Nada, la misma que de vez en cuando amenaza con liquidar Fantasía.

Juan y Darío empezaron a discutir y tuve que levantar la voz para tratar de imponer mi pobre autoridad. En vez de un grito me salió un gallo ridículo que les hizo mucha gracia. Al menos había conseguido que se dejaran de pelear para reírse de mí.

El caso es que estaba tan absorto en mis propios malestares que no me di cuenta de que no era el único enfermo. Maldito ombliguismo. Bañé a mis criaturas y les preparé la cena. Cuando fui a llamarlos, me encontré a Darío sentado en uno de los sillones del estudio. Quieto. Sin saltar, sin toquetear mis tebeos, sin chinchar a su hermano, sin pintar las paredes. Aquello no era nada bueno. De hecho, tenía más de 38º, el pobre.

Cuando vino su madre, intentamos darle un antipirético que, por supuesto, no toma voluntariamente. Así que tenemos que aplicar el protocolo que aprendimos en la carrera para administrar medicamentos a pequeños felinos. Pero igual que entra, sale. Y precisamente ese primer vómito del otoño es el hecho que da inicio a una nueva temporada de resfriados.

PD: Se me está poniendo voz a lo Barry White:



jueves, 29 de octubre de 2009

Servicio público: Spotify



Spotify es una radio en streaming de la que todo el mundo habla maravillas, algunos incluso afirman que es la nueva forma de escuchar música. Toda una revolución, al parecer. Quise apuntarme al invento pero en la página de acceso te pedían pagar o tener una invitación. Como lo mío solo era curiosidad, decidí no pagar y dejar mi correo electrónico a la espera de que me mandaran una invitación. Está claro que todo este tipo de accesos restringidos tienen una puerta de atrás. Yo era antes más de toquetear, de probar por aquí y por allá. De haberlo hecho, hubiera conseguido pronto una invitación. Pero, no sé, me conformé y no hice nada hasta ayer, después de que un amigo me diera la pista.

Si queréis apuntaros a Spotify es tan fácil como seguir los consejos que ponen aquí (de hecho, basta con pinchar en el primer enlace y no hacer toda la serie de pasos que ponen después).

Por lo que he podido ver, Spotify mola. Sí, como Lulú (ver comentario al post FF)empleo la palabra "mola", casi tanto como "guay".

miércoles, 28 de octubre de 2009

Cabreos dominicales


Vale. Los domingos toca comprar el periódico. Se supone que eso es algo agradable. Pero estoy en una fase en la que todo es motivo de enfado, incluidos los periódicos de los domingos. Público me cabrea ya de entrada con ese precio especial del último día de la semana para justificar que dan “gratis” un libro, un DVD o lo que sea. Y El País me enfada por tantas cosas… Lo que más son las casas de ensueño que muestran en su dominical. ¿Pero quién puede tener una de esas mansiones? Por no hablar de las recetas que ponen. Para encontrar alguno de los ingredientes debería patearme media ciudad de tienda en tienda.

Este domingo vendían el primer número de una colección de cocina. Fue Mercedes la que se despertó primero y salió a comprar los periódicos. Y se me olvidó pedirle que no comprara el libro de cocina. Mientras desayunaba, cometí el error de (h)ojearlo y por poco se me indigesta el cruasán. El tema era “invitados por sorpresa” y las recetas que uno debía improvisar si se plantaban en casa unos amigos o familiares inesperados incluían ingredientes como yogues búlgaros, salmonetes limpios y sin espinas, marrons glacés, palitos de chocolate con naranja o setas de cardo confitadas. En serio ¿quién tiene estas cosas como fondo de frigorífico o despensa?

He estado pensando y creo que debería dejar de leer El País. Más que nada porque creo que no soy el tipo de lector que ellos esperan que sea y no quisiera defraudarlos.

PD: Esta mañana me he salido a la puerta de casa a fumarme un cigar. Ya he contado que mi casa es una casa en bajo situada en los confines del mundo civilizado, o sea, Espinardo. Al borde mismo de la puerta hay una carretera y un poco más abajo, otra con bastante tráfico. Después de la primera calada he sentido una extraña sensación. La causa era que no veía coches circular. Y así ha sido durante por lo menos medio minuto interminable. En la ciudad, la falta de circulación lo convierte todo en un escenario inquietante, de miedo, como si estuviera a punto de llegar el fin del mundo. (También he visto un montón de pájaros posados en unos cables de alta tensión. Creo que durante mucho tiempo estuve convencido de que no les pasaba nada porque la electricidad les entraba por una pata, les recorría el cuerpo y les salía por la otra parte como si nada. Qué cosas.)
Y para que no todo sean gruñidos, la fórmula mágica para combatir los siete males:

martes, 27 de octubre de 2009

El lapsus y la decisión


Le doy alguna que otra vuelta en la cabeza y cuando tengo pensado más o menos qué voy a decir y cómo, me pongo a escribir a lo loco. Mi escritura es como de guerrillas: cuando el campo está despejado, asalto por sorpresa el ordenador, escribo rápidamente y vuelvo a desaparecer entre la espesura de la vida diaria. Apenas puedo releer lo que escribo para corregir errores. Ayer en un lapsus que pone en evidencia alguna que otra cosa, escribí:

Tengo que tomar una decisión muy importante en mi trabajo. Básicamente se trata de seguir en unas condiciones muy desfavorables (casi intolerables) o seguir a pesar de todo porque el proyecto merece la pena.

Cuando tenía que haber escrito:

Tengo que tomar una decisión muy importante en mi trabajo. Básicamente se trata de seguir en unas condiciones muy desfavorables (casi intolerables) porque el proyecto merece la pena o no seguir porque lo que se nos exige es demasiado.

La decisión era seguir o no seguir y yo había escrito que la decisión era seguir o seguir.

El caso es que ya sé el final del sueño que conté ayer. Como suele pasar en estos cosas, Mercedes ya no era Mercedes sino A., mi compañera de trabajo. Resulta que no era la primera vez que el panadero intentaba colarnos una barra mordida. De hecho, llevaba cinco años haciéndolo. Demasiado. Así que le dijimos lo que pensábamos del asunto y nos marchamos de allí sin comprar el pan. (La metáfora deja mucho que desear porque no explica ni mucho menos cómo han pasado las cosas, pero es lo que hay).

PD (que podría titularse "Más vale sola que mal acompañada"): Esta mañana, después de otra reunión fallida con las madres en el cole (de las más de veinte que había convocado para ver si encontrábamos una solución al tema de las actividades extraescolares, hemos ido cuatro o tres y yo, como prefiráis), nos hemos ido Darío y yo a un parque. Hemos visto pasar a un grupo de tres mujeres y un hombre. Una de ellas se ha tenido que parar a vomitar. Al parecer estaba embarazada y las nauseas estaban haciendo de las suyas. El hombre (quizás el padre de la futura criatura) se ha mantenido a una distancia prudencial, cincuenta metros, como si la cosa no fuera con él. De vez en cuenta decía alguna tontería en voz alta del tipo: Sujetadle la cabeza. Las otras dos mujeres tampoco ayudaban mucho: Si es que te has tomado un cruasán entero, qué esperabas; Anda, hija, que te vas a quedar a gusto...

lunes, 26 de octubre de 2009

La barra de pan, la decisión y la imposible vuelta a la infancia


Nunca me han gustado los intentos de expresar artísticamente los sueños. Creo que en el camino se pierden muchos matices oníricos imposibles de representar en pintura, relatos o tebeos. También se nota que el autor debe forzarse en rellenar los huecos en la narración del sueño. Por ejemplo, "La ascensión del gran mal" (reeditado después con el título menor de "Epiléptico", ver dibujo de arriba) es un tebeo genial pero los momentos en los que David B. contaba sus sueños me aburrían. ¿Y qué voy a hacer yo ahora? Pues contar un sueño que tuve añoche. Hala, otra muestra más de incongruencia.

Mercedes y yo íbamos a comprar el pan. Nos daban la última barra que quedaba, tenía una pinta estupenda pero le faltaba un trozo. En realidad me daba igual que le faltara un trozo pero me parecía intolerable que nos quisieran vender una barra ya mordida. Me enfadaba mucho y entonces bajaba el tono y esperaba a que Mercedes tomara la decisión. Ella empezaba a dar razones a favor y en contra de la compra. Y en ese momento me desperté, con lo bien que me hubiera venido que Mercedes decidiera si la comprábamos o no.

Interpreto el sueño de dos maneras.

La primera. Tengo que tomar una decisión muy importante en mi trabajo. Básicamente se trata de seguir en unas condiciones muy desfavorables (casi intolerables) o seguir a pesar de todo porque el proyecto merece la pena. A mí las decisiones me paralizan y desearía que alguien decidiera por mí, por ejemplo Mercedes. Sé que no está bien delegar en estos casos pero me empantano y me aterran las consecuencias negativas de ambas decisiones. Ojalá hubiera terminado el sueño. Así sabría qué hacer.

La segunda. Deseo volver a mi infancia, a esa época en la que podías correr a casa y buscar el refugio de papá y mamá. Por la casa de mis padres pasaba un panadero. Cuando no había nadie, dejaba una bolsa con las barras de pan colgando del pomo de la puerta. Y algunas veces, nos encontrábamos con las barras empezadas porque alguien les había dado un pellizco aprovechando que nadie miraba. (Mi hermana pequeña llamaba "panana" al panadero. Es curioso cómo las palabras infantiles, en un imperfección, son tan dulces y entrañables.)

Una canción que habla de sueños:



domingo, 25 de octubre de 2009

Primicia mundial

Tengo la satisfacción de anunciar al Planeta Tierra que este humilde blog (¿qué estaréis pensando que sigue a continuación? Por bueno que sea, lo mío es mejor, seguid leyendo)... ¡acaba de adquirir los derechos para publicar el primer cómic de Juan! Ha sido un negocio de lo más ventajoso porque he conseguido dichos derechos a cambio de los gastos de manutención del artista. El guión, el dibujo y el color son suyos y la madre se está encargando de la rotulación. Lo único que me preocupa son los plazos de entrega. Juan se toma su tiempo para trabajar y temo que su primer cómic acabe tan inconcluso como el Planetary de Ellis y Cassaday

Os dejo la portada para poneros los dientes largos:




PD: Esta mañana ha sonado el teléfono. Odio el teléfono porque cada vez que suena es para dar problemas. Bueno, no siempre. Era mi madre, que si queríamos comer en casa y dejarle los gremlins para irnos al cine. Hemos tardado en decir que sí. Como Malditos bastardos la echaban solo en pase nocturno, hemos ido a ver la última de Woddy Allen. Yo soy talifan de Allen y me lo he pasado fenomenal. (Un año hacía que no íbamos Mercedes y yo al cine a ver una película no infantil.)

sábado, 24 de octubre de 2009

Bailando



Nos diferenciamos de los animales en un montón de cosas. Reímos, lloramos, hacemos planes de futuro, inventamos historias... y bailamos. Los animales no bailan, tienen algunas danzas rituales que no pasan de ser movimientos mecánicos ordenados por ancestrales dictados genéticos (acaban ustedes de leer un ejemplo de frase innecesaria y cargante, no hagáis esto en casa, niños y niñas).

Ya conté la atracción vertiginosa que siento al ver bailar a Ian Curtis, el de Joy Division. Y que de mayor quiero bailar como Jarvis Cocker. Creo que también conté que estaba ensayando la coreografía de este tremendo vídeo pero Mercedes me amenazó con el divorcio express si me atrevía a hacerla delante de ella. No me importaría bailar a lo Northern Soul como en el vídeo de Duffy que ya subí aquí y que volvería a hacerlo pero la inserción está inactivada por solicitud (¿de quién?) . Aunque me temo que no estoy preparado para hacer esos pasos tremendos. Quizás sí podría imitar el estilo de Bobby Farrel. ¿Que quién es Bobby Farrel? Quizás el nombre no os diga nada (yo lo he buscado en la Wikipedia) pero lo que sigue sí (las mozas también bailan bien, tal vez algo taxativas):




viernes, 23 de octubre de 2009

miércoles, 21 de octubre de 2009

FF


He empezado a ver una nueva serie que están echando por la tele: "Flashforward". Había escuchado de qué iba y ya iba necesitando aficionarme a algún continuará. La cuarta temporada de "Mujeres desesperadas" acabó indigestándonos y pasamos de adorar la serie a olvidar que hay una quinta temporada. Lo intentamos con "Los Soprano". Mercedes me regaló la primera temporada en mi santo y todavía (tres meses después) no hemos podido ni abrirla. Antes, con los tebeos cubría de sobra mi dosis mensual de continuarás. Pero no sé si es que los guionistas se han vuelto tontos o me lo he vuelto yo (esto último parece más fácil, más que nada porque afecta a menos gente) pero ya no me gustan las coleciones mensuales tanto como antes (muerte a "Invasión secreta"). Así que necesitaba esa emoción que hace más llevadera el paso del tiempo y le da un sentido concreto a que llegue el martes (día de emisión) o mediados de mes (fecha de publicación).

"Flashforward" va de que la humanidad se queda en trance durante un par de minutos y en ese tiempo todos ven el futuro. La cosa es chunga y un agente del FBI se pone a investigar como un loco.

Es curiosa la relación con las historias de ficción. No tengo problema en aceptar que la humanidad se ponga a dormir de golpe y vean el futuro pero me saca de mis casillas (por increíble) que sea cual sea el dato que busquen en Internet lo encuentren. Por ejemplo, a los dos días del suceso, ya estaban actualizados los censos de cuervos a nivel mundial. Venga, hombre. También me pongo quisquilloso con el argumento. Vale, durante dos minutos todos vieron el futuro. Al despertar solo recuerdan lo que hacían durante esos dos minutos pero esto es absurdo porque al recordar esos dos minutos del futuro deberían recordar también los recuerdos que tuvieron entonces por lo que podían saber qué había pasado durante los seis meses que separan el desmayo universal y las visiones futuristas.

El tema del futuro da mucho de sí. Por ejemplo, la fatalidad. Todos los personajes debaten si una vez visto el futuro no habrá más remedio que llegar a él o existe alguna forma de cambiarlo. De niños jugábamos a la ouija, como todo el mundo. El vaso se movía por sí mismo, por supuesto, y cuando preguntamos sobre nuestro futuro me dijo que yo sería radiólogo. Pasé algunos días super afectado porque por aquel entonces yo quería ser veterinario-zoólogo-genetista pero no radiólogo. Me resistiré al destino, grité, y seré lo que quiero ser y no lo que diga un espíritu de pacotilla. Al final me licencié en Veterinaria. Lo curioso es que ejerciendo llegué a hacer alguna que otra radiografía y a analizarlas.

El futuro y el amor también es una mezcla muy generosa. Una de las protagonistas de la serie se ve en el futuro acostada con otro hombre distinto a su marido. Un hombre desconocido al que conoce al día siguiente. Desde ese momento huye de él pero no se le va de la cabeza. Cuando salíamos un grupo de amigos y amigas a diario, dos de ellos se empeñaron en que una de ellas me gustaba. No era así pero a fuerza de decírmelo caí enamorado. Diría que esto es bastante habitual.

En fin, menudo rollo. Es que he tenido un momento tonto en el trabajo y me he dicho: se van a enterar. Sea como sea, estoy enganchadísismo y no veo el momento de que llegue el martes que viene. Y de eso se trataba, de buscar un aliciente al lento avanzar de los días.

PD destinada a editores ávidos de nuevos talentos: En mi segunda novela, que de forma totalmente increíble sigue todavía inédita, cada capítulo empieza por un flashforward. Además hay sexo, drogas, asesinatos, secuestros, adulterio y muchas cosas más. Interesados escribid al correo del blog, con ofertas trillonarias, a ser posible.

martes, 20 de octubre de 2009

(Sin título)


A Darío le encanta ponerse cosas en la cabeza. Bolsas de plástico (super recomendable a su edad), sombreros infantiles, cacerolas, el cubo rojo de agua... También le encanta que nosotros nos pongamos las mismas cosas que él se pone en la cabeza. Ayer se empeñó en que me colocara el cubo de agua. Y fue ponérmelo y escuchar el efecto reverb que le daba a mi voz y no poder resistirme. Tuve que decir: YO SOY TU PADRE. (Si queréis saber lo que respondió Darío, dadle al play.)




PD: Hoy, una semana después del incidente con el perro, recogemos el Altea del taller. Uno no se da cuenta de lo importante que es el cierre centralizado cuando se tiene hijos hasta que te quedas sin él.

lunes, 19 de octubre de 2009

Embarazos


Este post podría ser más largo y detallado de lo que va a ser porque lo formarán una serie de ideas que dan mucho de sí. Pero ya sabéis: es que no tengo tiempo para nada, tengo que hacerlo todo con prisas, cuánta pena doy y bla-bla-bla.

Cuando Mercedes se quedó embarazada de Juan y lo fuimos contando por ahí, la gente se arremolinaba alrededor suyo preguntándole cómo estaba, felicitándola y esas cosas. Yo me quedaba apartado, nadie me hacía caso, como si no existiera. Y me daba una rabia. Aparte de que me fastidiara en lo personal, sostengo que es un error ignorar al padre de esa manera. No es mi intención, ni mucho menos, buscar excusas para los padres incompetentes, pero si queremos que la crianza sea algo compartido al 50% habría que empezar por cosas tan fáciles como preguntarle al futuro padre cómo está.

(No me quejo de vicio. Mientras escribía lo anterior, Darío, que me había pedido que le pusiera su canción favorita, "Hyde Park" de Cooper, ha tirado el tocadiscos y lo ha roto. Ay. ¿Cómo voy a escuchar ahora mis discos de vinilo? Estos hijos no respetan nada. Son como los hunos.)

Ya de novios, cuando lo de ser padres era solo un plan que iba y venía, le propuse a Mercedes que a nuestros futuros hijos les cambiáramos el orden de los apellidos para que llevaran primero el suyo y segundo el mío. No era una concesión a la madre sino un pequeño gesto de rebeldía contra lo establecido. Lo hablamos mucho y al final decidimos dejarlo como estaba. Hicimos lo que hace todo el mundo pero lo decidimos nosotros. Unos amigos nuestros sí lo hicieron, y sus hijos llevan primero el apellido de la madre y después el del padre. Como diría la voz en off de Pocoyo: Bravo por Pato, Bravo por Eli, Bravo por mis amigos.

La baja por maternidad es ridícula, 16 semanas no dan para nada. La de paternidad es de risa. Al padre de un compi de Juan le dijo su jefe, y amigo por aquel entonces, cuando tuvo su segundo hijo que no se le ocurriera tomarse las dos semanas que le correspondían después del parto. Le advirtió de que en caso de hacerlo lo despediría. Él se tomó la baja y el otro le despidió. Esto tiene una solución muy fácil: la baja por maternidad/paternidad debería ser obligatoria. De esa forma se protegería al trabajador/a de abusos empresariales.

La gente se empeña en predecir el parto en función de datos absurdos: que si la barriga está muy baja, que si hay luna llena... El dato definitivo que anuncia la llegada inminente del bebé es que la madre empiece a hacer el nido. Si se pone a planchar ropa que no ha planchado en la vida y a ordenar cajones olvidados de la mano de dios es que se va a poner de parto ya mismo.

La paternidad está llena de mitos. Lo de la llamada de la sangre es un camelo. Uno no quiere a nadie por el simple hecho de que sea su padre, su hija o su sobrina. El cariño se hace, poco a poco y desde el principio. Siempre cuento que lo primero que sentí al ver a Juan fue extrañeza, ese era mi hijo como podría serlo cualquier otro bebé. El amor empezó de cero y desde ese mismo momento no hizo otra cosa que crecer. Y crece porque estamos juntos, le llevo al cole, discutimos, nos contamos cosas, jugamos a la play y etcétera. Al cabo de muy poco tiempo les quieres tanto que cuando te rompen el tocadiscos no te enfadas con ellos (bueno, te enfadas pero no tanto).

Y ahora, con vuestro permiso, me voy a poner a llorar mientras recojo los trozos de mi querido tocadiscos.

sábado, 17 de octubre de 2009

El peor padre del mundo


Ya conté que han empezado a mandarle deberes a Juan. Los viernes vuelve a casa con dos o tres fichas para hacer durante el fin de semana. Este jueves por la noche tuvo unas decimillas de fiebre y al día siguiente no lo llevamos al cole. No era grave pero vimos mejor que se quedara en casa. Además, venían los abuelos de Albacete. Al irme a trabajar, lo dejé tumbado en el sofá, bien tapadito y viendo los dibujos de ClanTV. Ah, quién fuera pequeño para ponerse malo y dejarse mimar.

El caso es que al volver del trabajo no tuve mejor cosa que hacer que pasarme por el cole para recoger sus deberes. ¿Qué os parece? Y eso que, hasta donde yo sé, estoy en contra de los mismos. Mis hijos son víctimas de mis propias contradicciones. ¿Hasta dónde vamos a llegar?

martes, 13 de octubre de 2009

Petición de ayuda y un par de postdatas

Petición de ayuda. En uno de los grupos de jóvenes con el que trabajamos en mi barrio, vamos a repetir el Taller de cocina fría que hicimos el año pasado. Lo malo es que ya agoté las ideas para hacer comida sin usar fuego, horno, parrilla... Lo de cocina fría es literal. Sé que algunas lectoras de este blog tienen el suyo de cocina. Y alguién más tendrá recetas interesantes. Por favor, por favor, por favor, compartidlas conmigo. Decidme qué pueden cocinar diez muchachas no muy diestras es estas lides y sin fuente de calor alguna (nota: se recomienda no incluir cerdo en las recetas).

Postdata al post sobre las manchas de chicle. El otro día, me contó una amiga que iba en el coche con sus dos hijos. El mayor le pidió algo que ella no pudo hacer al estar conduciendo. Él, en justa venganza, se sacó el chicle que llevaba en la boca y se lo restregó por todo el pantalón. Mi amiga paró el coche, dio la vuelta y, enfadadísima, suspendió la salida y volvió a casa donde quitó el chicle del pantalón limpiándolo con leche.

Postadata, por llamar al párrafo que sigue de alguna manera. Esta mañana me he cortado el pelo. Casi al final, la peluquera ha dicho: Ay que ver, el pelo se cae de donde debe estar y sale donde no debe estar. ¿Era necesaria esa afirmación? Y más importante ¿a qué se estaba refiriendo?

lunes, 12 de octubre de 2009

Solos en casa (y VI)


Odio a la realidad. La odio con todas mis fuerzas. La odio con el odio con el que Donald Pierce o Bolivar Trask odiaban a los mutantes. Como el agente Smith odiaba a Neo. Como el Capitán Garfio a Peter Pan. Etcétera.

Había considerado que dos días de diario/crónica eran sufiecientes y decidí darle un giro dramático a los acontecimientos de este puente contando que Juan y Darío se habían transformado en Gremlins malignos por un descuido mío. Luego iba a copiar el pasaje de El señor de los anillos en el que Frodo & Cia. leen el diario de Minas Tirith que relataba cómo, atrapados, esperaban la llegada de los orcos. Cada vez que veía esa escena en la peli de dibujos se me erizaba el cabello. (¿Por qué no continuarían esa película con lo buena que era?). Todavía no había pensado el final pero debía ser espectacular. Y entonces llegó la realidad, demostrando que es más lista que yo. ¿He dicho ya que la odio?

La gente no suele llamar al timbre de casa. Llaman con los nudillos. No sé por qué me molesté en poner un timbre bueno y bien chulo. Solo llaman al timbre las personas que van pidiendo o cuando ha pasado algo fuera de lo normal. Así que cuando lo escuché pensé en una de esas dos opciones.

Era una vecina. Un perro se ha metido debajo de tu coche, me dijo. En la calle se lleva mucho el perro tipo ratonero por lo que no entendí la necesidad de comunicarme tal cosa. Entonces empecé a escuchar unos ruidos formidables y supe que algo raro estaba pasando. El perro que se había metido debajo de mi coche era un pit bull enorme y me lo estaba destrozando. Guardé a los niños bajo siete llaves y llamé a la policía (últimamente, y para mi pesar, hablo mucho con el 092). Pero ya lo cantaban Pet Shop Boys: Where´s a policeman / When you need one.

No sabía qué hacer. Pensé en meterme en el coche y ponerlo en marcha pero imaginaba que el perro me arrancaba el tobillo un segundo antes de cerrar la puerta. Este tipo de perros me dan pánico. Así que tuve la genial idea de sacar la manguera del patio por la ventana de la salita y espantar a la bestia con un buen chorro de agua fría a presión (vivo en una casa en bajo y el coche está aparcado en la misma puerta). El perro no solo no se espantó sino que aprovechó la ducha para refrescarse. Fue como aquella vez cuando en un examen de Parásitos escribí que la mejor forma para prevenir la presencia de pulgas en un corral era poner una tela mosquitera. Siempre tan brillante.

El perro se fue cuando se cansó y entonces hicimos cónclave de vecinos. Según algunos, unos críos estaban apaleando al perro y se refugió debajo de mi coche. Según otros, el que se había refugiado en mi coche era un gato y el perro estaba intentando atraparlo. En la punta de la calle aparecieron dos críos que parecían saber algo del asunto. Intenté hablar con ellos pero no hubo forma. Mis vecinos tienden a usar mucho las palabras chusma y escoria, lo que dificulta enormemente las conversaciones.

Quizás deba añadir que en Espinardo, según todos los rumores, se pelean perros y es posible que el de este relato, que, por supuesto, no llevaba collar fuese uno de ellos.

Miré debajo del coche, había piezas grandes y pequeñas por todas partes. Inútil intentar arrancarla. Está liquidado.

Sobre la incompetencia manifiesta de la policía local no diré mucho. Acabé dandole, en muy mal tono, las gracias por nada a la telefonista (después de tres llamadas). No es que pensara poner ninguna denuncia pero si estuvieron en la puerta de mi casa y la telefonista me había dicho que les esperara que me llamarían, no acabo a entender que se fueran sin decirme nada. Solo tenían que pulsar el puñetero timbre.

Total, que el coche está fatal y hasta el martes no lo podré llevar al taller. Afortunadamente, la fuerza de la inercia está muy presente en mi vida y el seguro a todo riesgo que se hace a un coche nuevo lo hemos ido renovando por pereza de cambiarlo.

Con todo lo anterior se me han quitado las ganas de inventar nada más. Mis hijos no se han convertido en gremlins malignos, al menos no del todo. Estoy cansado pero no he perdido el control. El desorden del estudio no llega a la categoría de barricada. En cuanto saque un rato, tenderé una lavadora de color. Mercedes volverá esta noche. Mañana será día laborable y recuperaremos el ritmo habitual. Y la realidad seguirá ahí, agazapada, abrasándonos de aburrimiento hasta que decida demostrar que es la auténtica y verdadera señora de todo y se invente una historia mucho mejor que las mías.

Al menos he sacado una conclusión de todo esto. Ya sé por qué escribo. Se trata de un combate contra la realidad. Un combate a muerte.

PD: Ya escribí un cuento pop sobre esto hace mucho tiempo. Lo subo a su blog, aquí está el link. (Releyéndolo por encima, acabo de descubrir que este cuento es el origen del blog elhombreamadecasa.com)

domingo, 11 de octubre de 2009

Solos en casa (V)


Día3. No sé qué ha podido pasar, iba todo tan bien. Me he visto obligado a atrincherarme en el estudio. Lamento más que nunca no haber puesto una puerta. La miserable cortina que separa el estudio del pasillo no los contendrá. He hecho una barricada con los sillones y algunas cajas. Pero no servirá de nada cuando decidan venir.

He controlado los niveles de ingesta de glucosa, incluso he reducido la dosis habitual. Las bebidas con cafeína han estado fuera de su alcance. No he abusado de la televisión ni de la videoconsola. Les ha dado el aire fresco y han jugado con otros niños. Repaso meticulosamente lo que hemos hecho estos días y no encuentro la razón de este desastre. Oh, no, no. ¿Cómo ha podido pasar? Ahora me lo explico todo. ¿En qué estaría pensando para olvidar que no podía alimentarlos pasadas las doce de la noche?

sábado, 10 de octubre de 2009

Solos en casa (IV)


Día 2. ¿Pues no que me ha llamado Mercedes para que le busque por Internet la dirección de un par de bares de Oviedo a los que van a ir esta noche? Esto es el colmo. Al parecer, se ha producido un cisma dentro del grupo y una parte ha dejado la casa rural rumbo a Oviedo. En fin, ya que estoy en plan generoso y buen rollo (tampoco os penséis que soy así todos los días, no quiero dar una imagen equivocada) le haré lo que me pide aunque, no sé, quizás falsee alguna de las direcciones.

Las lentejas me han salido razonablemente bien. Cuando era pequeño las odiaba. Después les fui cogiendo el gusto pero desde que vivimos Mercedes y yo juntos, son un plato proscrito porque ella es alérgica. Aprovechando su escapada, he cocinado lentejas, improvisando la receta. Se podían comer.

Ayer llamé a P., un amigo del que no sabía nada desde hace meses. También tiene dos niños y cada vez que pensaba en llamar era en mala hora, que si estarán con la comida, que si es el momento del baño, los niños dormirán ya... Me contestó S. y, sin mala intención por mi parte, le conté lo del puente de Mercedes. Cuando se puso P. me dijo que eso no se hacía. ¿El qué? pregunté. Pues decirle a S. lo del puente, ya está en la puerta de casa con el bolso en la mano. Entre bomberos no se pisan la manguera, me ilustró.

Esa misma tarde, estuve con G. y D. (tampoco, otra vez, os penséis que tengo mucha vida social, a veces las cosas pueden pasar por lo que no son según se cuenten). Volví a contar lo del puente de Mercedes, tema del que creo que estoy empezando a abusar, y al ver la cara de una y de otro, me di cuenta de que había vuelto a hacerlo. Miré al suelo y vi mis pies pisando una nueva manguera.

Acaba el segundo día y los niños duermen. Sus amenzas de no pegar ojo en todo el puente solo han durado 36 horas. Ya se sabe: perro ladrador, poco mordedor.

Solos en casa (III)


Día 2. Mercedes llegó bien. La primera noche ha pasado sin mayor novedad (por nuestra parte, desconozco qué tal les ha ido en la casa rural... una casa rural para el puente, hay que tener valor, pudiéndose ir a bailar a algún club en el que pongan buen soul). Hace calor. El plumero mágico Hacendado no será mágico pero, pardiez, facilita mucho el trabajo.

No nos ponemos de acuerdo sobre qué hacer. Mi propuesta de pasar el puente durmiendo fue recibido con pitidos y abucheos, hasta hubo un conato de agresión. ¡Aquí no se duerme! fue el grito de guerra con el que me respondieron. Ni que esto fuera un viaje de estudios. Darío propuso un maratón de 100 horas viendo capítulos de Pippi Calzaslargas y Juan volver a pasarnos los juegos de Wall-E, Madagascar2 y Bolt. El consenso ha sido imposible. Así que, ahora Juan está jugando a la Play y en cuanto acabe de escribir esto le pondré a Darío algún capítulo de Pippi en el ordenador del estudio.

Ayer por la tarde estuvimos en el parque jugando con L. y V. De repente llegó Juan gritando: Me he torcido un tobillo, papá. Vaya si se lo había torcido. Y no uno sino los dos. Tuve que sentarlo en el tobogán y cambiarle los zapatos, que se habían quedado al revés después de la doble torcedura.

viernes, 9 de octubre de 2009

Solos en casa (II)


Día 1. Casi las cinco de la tarde. Darío duerme. Juan ve la tele. La cocina recogida y el lavavajillas a toda máquina. Las camas de los gremlins sin hacer. Café. Tabaco. (Escribir mientras se fuma, o viceversa, es dificilísimo, una de esas cosas que quedan mejor en las pelis que en la realidad). Seguimos sin noticias de Mercedes. Ni un miserable SMS.

Todavía no doy crédito. Pues no que se han ido a pasar el puente a una casa rural habiendo ciudades estupendas llenas de luces de neón, tiendas, bares, paseos marítimos... Y encima a Asturias que está tan lejos. Para pasarse cuatro días jugando al trivial y bebiendo infusiones ya podrían haber elegido algún sitio más cercano. Ellos sabrán.

Hoy le han mandado deberes a Juan. Sus primeros deberes. Qué rápido crecen. Sigo estando en contra de los deberes, otra de esas causas que me veo defendiendo yo solo. Pero como en el fondo he sido educado en la sumisión a la autoridad los haremos puntualmente.

Una vez más, y van tropecientas, no tengo ni idea de quién es la premio Nobel de Literatura. Y respecto a Obama como premio Nobel de la Paz solo tengo una cosa que decir: ¡Venga ya!

Solos en casa (I)


Día 1. Todavía no son las ocho de la mañana. Los niños duermen pero no debo confiarme, Darío se despertará en cualquier momento volviendo a demostrar que el mal humor matutino se hereda vía cromosoma Y. Me he duchado y no sé cuándo podré volver a hacerlo. Van a ser días muy intensos.

Oigo pasos. Una voz infantil llamando a su madre. Ya está aquí. Se acerca. Increíble, ha visto que no era su madre y ¡se ha dado la vuelta! Lo que tiene uno que aguantar. He ido a por el él, lo tengo en el regazo. Quizás tenga que acortar el post.

Mercedes se ha ido a las cinco de la mañana. Parece que tenía prisa por salir. La noticia de su marcha ha corrido como la pólvora. Reconozco que he tenido algo que ver con eso. Tu mujer se va de puente ¿eh? me dijo ayer una madre en el cole sin acabar de dar crédito. Sí, le respondí, se va con cuatro amigos y en este caso no se trata de un masculino plural genérico sino de cuatro masculinos singulares específicos. ¿Se va con cuatro hombres? ¿Y la dejas? fueron las siguientes preguntas. Siempre me ha hecho gracia el uso del verbo "dejar" en relación con la pareja. Quizás el dato de que se va con cuatro hombres precisaría alguna aclaración pero, bah, es más divertido así. Si entre las madres del cole causó revuelo, no quiero ni pensar lo que va a provocar entre las vecinas de la calle.

Bueno, y ahora, a vestir niños, dar desayunos y esas cosas de por la mañana.

jueves, 8 de octubre de 2009

Servicio público: quitar los chicles de la ropa


En mayo leí un post en el blog de la Señorita Aristas del que me acordé varias veces este verano. Hablaba de los chicles tirados por el suelo y de la rabia que daba pisarlos. También da mucha rabia que se te peguen en el pelo, que te levanten la funda de una muela al masticarlos, que se te peguen en la ropa, que los coja del suelo tu chiquillo cuando está jugando en el parque, etcétera.

Hace poco, en casa de mi madre, descubrí un libro titulado "Pequeño diccionario de astuacias" de un tal Paule Vani. En la entrada "Chicle" pone lo siguiente:

La única posibilidad de despegar un chicle sin que la tela corra riesgo alguno está en enfriarlo al máximo. Bastará con pasar un cubito de hielo sobre el chicle hasta que se endurezca para poder sacarlo sin dificultad.

miércoles, 7 de octubre de 2009

El amor duradero


Al principio de ser novios, Mercedes y yo nos llamábamos mucho por teléfono. Ella estaba en Albacete y yo en Murcia. Eran tiempos de cabinas telefónicas y de sorprendentes trucos para poder llamar sin dinero (usábamos uno muy rocambolesco y que servía para los teléfonos verdes que había en algunos bares, qué pena que no me acuerde bien de cómo era). Una vez estuvieron a punto de lincharme en una cabina de la playa porque alargué la conversación mucho más allá de lo que la docena de personas que hacían cola estaban dispuestas a tolerar. Nos contábamos muchas cosas y hablábamos mucho de amor.

Ahora las llamadas son más breves y domésticas, del tipo: ¿Voy a poner una lavadora de color, te echo los pantalones blancos? (En realidad no son blancos del todo, son crema claro, de ahí mi duda.)

Puede parecer que el amor no está presente en la anterior pregunta. Pero sí. De hecho dentro de dicha interrogación se esconde el auténtico amor duradero. Al menos esa es mi teoría. Que ahora no tengo tiempo de exponer en detalle.

PD: Durante un tiempo fui microexperto en amor romántico, ver aquí. Lo del ensayo (que habréis visto reseñado a doble página en la edición murciana, albaceteña y alicantina del periódico La Verdad si habéis pinchando en el link) salió fatal, ver aquí. Por esa razón lo envío gratis y por correo electrónico a quien quiera (podéis darme la dirección a la que mandarlo escribiendo al correo del blog). A ver si aprendo cómo y lo subo a alguna de esas páginas de rapidshare y similares.

martes, 6 de octubre de 2009

Espinardo-Pozuelo-Madrid-Pozuelo-Espinardo


La semana empezó como una más. Ninguna novedad en el horizonte (si exceptuamos el hecho de que Mercedes se va a ir de puente, tema sobre el que volveré). Nada hacía sospechar que a eso de las nueve de la noche estaríamos adentrándonos, algo asustados, en pleno Pozuelo de Alarcón, territorio comanche. Pero una llamada telefónica, una serie de contracciones regulares, intensas y dolorosas, y tres kilos cien gramos de vida reciente y encantadora nos alborotaron a todos (Mercedes, Darío, Juan, mi hermana pequeña y moi) y nos hicieron abalanzarnos al coche rumbo a la capital del reino (¿muchas y para una sola frase?).

Con este son tres o cuatro los arrebatos por los que me he dejado llevar (que recuerde bien, es el segundo pero quiero creer que alguna locura más habré hecho en mi vida). No teníamos pensado ir a Madrid hasta el fin de semana pero cuando el hecho fue inminente, cambiamos de planes y nos largamos dejando trabajos y colegios suspendidos por un par de días. (Si alguien piensa que esta es una locura menor, que haga un viaje repentino Murcia-Madrid con dos bárbaros en el asiento de atrás).

Como era de esperar, nos perdimos a la entrada de Madrid. Había tomado notas desde el Google maps en una hojilla medio usada, todo iba bien pero basta un segundo de duda para acabar al lado del Palacio Real, que no es donde queríamos estar. Media hora más tarde de lo que tocaba, aparcamos en Pozuelo. Bajamos del coche atemorizados por la Kale Burberry. Lo primero que vimos fue a un grupo de jóvenes pijos haciendo botellón (¡en lunes!) y, con las piernas temblorosas, quisimos meternos corriendo en el coche y volver a nuestro barrio lleno de lumpen conocido y menos agresivo que el de Pozuelo. Pero nos armamos de valor y llegamos a nuestro destino.

Lo que pasó allí forma parte de la intimidad de otras personas y no lo contaré. Lo que no puedo evitar escribir es que el viaje mereció la pena. Qué cosa tan bonica.

La noche la pasamos en una casa estupenda con unas vistas fabulosas (ver foto más arriba). Había un Mac y estuve varios minutos buscando la CPU para enchufarlo hasta que deduje que no había CPU, que todo estaba en el monitor. Cuando lo conté al día seguiente la gente se rio mucho, incluso alguno amenazó con retirarme la palabra, pero no es un chiste. Es un hecho verídico.

Algo me está pasando, lo noto. Por la mañana, mi madre y mi hermana se quedaron con los chiquillos y Mercedes y yo nos fuimos a dar un pequeño paseo. Y no me compré nada. Ni un vinilo, ni una camisa, nada. Me siento desganado.

Suspiramos aliviados al volver al coche y ver que no nos lo habían quemado ni reventado. No estaba dispuesto a perderme saliendo de Madrid. Así que, cual Luke Skywalker frente a la Estrella de la muerte, apagué el GPS (que no tenemos) y me dejé guiar por la fuerza. Ni que decir tiene que llegamos a la A3 a la primera.

Y ya estamos de vuelta en Espinardo empeñados en sacar parecidos, que si los ojos los ha sacado a su madre, que si el color del pelo es del padre, que si esto, que si lo otro.
PD: Me he quejado (y me quejaré) mucho del calor de Murcia pero vaya un calor que hizo el lunes en Madrid. Menuda noche pasamos.

domingo, 4 de octubre de 2009

Las increíbles aventuras del niño catódico. Hoy: El alcahuete


Anteriormente: Al final de las vacaciones, una tele de las grandes y antiguas cayó encima de Juan. Todos pensaban que el accidente había quedado en un simple susto. Pero no fue así. Cosas extrañas empezaron a suceder.

* * *

-Oye, ¿tú sabes por qué mi esponja está llena de pelos? -preguntó Fede.

-Sí, pero te recuerdo que cada vez que alguien habla de tu caída del cabello te deprimes -respondió Mercedes.

-Pero es que estos pelos no son míos -dijo él enseñando la esponja.

-Pues tienes razón, no parecen tuyos. Pregúntale a Juan.

-Tampoco parecen de Juan.

-Ya lo sé. Te digo que le preguntes por si él sabe algo.

-A saber con qué sale esta vez. ¡Juaaaaaaan! ¿¡Tú sabes por qué mi esponja está llena de pelos raros!?

Al escuchar la pregunta, Darío dejó lo que estaba haciendo y corrió hacia la cocina. Juan se hizo el sordo.

-Mono Nilson -respondió Darío a su padre.

-Darío, no te puedes pasar el día viendo Pippi Calzaslargas.

-Mono Nilson -insitió Darío-. Ponja mono Nilson.

Fede y Mercedes se miraron extrañados.

-¿El mono Nilson ha estado con mi esponja?

-Siiií -dijo Darío.

-¿Se ha bañado con mi esponja? ¿El mono Nilson?

-Siiií, papá.

-Pasas demasiado tiempo con tu hermano -dijo Fede antes de marcharse resignado a ducharse con una esponha llena de pelos sospechosos.

* * *

Las tardes en casa de Juan y Darío se hacen largas, en concreto se hacen largas para Mercedes. A veces los planes se agotan y no sabe qué ofrecer a los dos pequeños e insaciables gremlins. ¿Qué puedo hacer ahora para divertirme? es la pregunta más temida. Una tarde, se sentaron los tres delante del ordenador y estuvieron viendo videos en el Youtube de Pippi Calzaslargas. No es nada raro. Mercedes les pone de vez en cuando series y dibujos de cuando ella era pequeña. Pero algo había en Pippi que dejó cautivado a Darío. Las pecas, las coletas, el ritmo pausado de las escenas (imposible en la actualidad), Señor Nilson, el caballo Pequeño Tío, Anika, Tomy... Sea como sea, Darío cayó perdidamente enamorado de la serie televisiva de Pippi Calzaslargas. Desde aquel momento no consintió ver nada más en la tele. Provocando no pocas peleas con su hermano, el niño catódico.

* * *

-¡¡ESSE NO PIPPI!! ¡¡ESSE NO PIPPI!!

-Ya le ha vuelto a quitar Pippi -dijo Mercedes que escuchaba los gritos de Darío desde la cocina.

-Imposible. Le he dado al botón ese de bloquear los otros botones y he escondido el mando.

-¡¡ESSE NO PIPPI!! ¡¡ESSE NO PIPPI!!

-Pues ya me dirás -dijo Mercedes mientras se dirigía hacia la salita-. Juan ¿qué has hecho?

-Yo no he hecho nada... con las manos.

-¿Con las manos?

-He puesto ClanTV con el poder de mi mente.

-Ya claro -dijo Mercedes buscando el mando para desbloquear los botones y haciendo planes en secreto para quemar los tebeos de Fede.

-¡¡ESSE NO PIPPI!! ¡¡ESSE NO PIPPI!!

-¿Y por qué no usas el poder de la mente para volver a poner Pippi?

-Es que van a echar Spiderman.

-Lo que tengo que aguantar -suspiró Mercedes-. ¡¡¡Fede!!! ¡¿Dónde has puesto el mando?!

* * *

Pero no todo son peleas entre hermanos, también hay complicidad. Y después de ver un capítulo de Spiderman y escuchar al recuerdo de Tío Ben decir aquello de un gran poder conlleva una gran responsabilidad, Juan decidió emplear sus poderes catódicos para hacer el bien, hacia sí mismo casi siempre y hacia su hermano pequeño de vez en cuando. Como aquella vez en la que materializó al Señor Nilson y lo bañaron con la esponja de su padre.

* * *

-Hoy no queremos que nos duermas, papá -dijo Juan.

-Papá no, Titi -dijo Darío

Fede dudó. No dormirlos era un regalo pero después de los pelos de mono en su esponja, eso era muy raro.

-¿Por qué no queréis que os duerma?

-Porque no.

Juan no hablaría. Parecía entrenado por el Mossad para mantener la boca cerrada. Habría que intentarlo con el más débil.

-Darío ¿quieres que te duerma papá?

-Papá no. Titi.

-¿Titi? ¿Es que quieres ver otro capítulo de Pippi?

-Papá, nos tenemos que ir a dormir ya. Es tarde.

Esos niños tramaban algo. Estaba claro.

-¿Vais a dormiros solos?

-Titi, papá. Ani-ka, papá. Tomi, papá.

-Bueno, mira, haced lo que queráis. Yo me voy.

-Venga, Darío, cierra la puerta y sube a la cama.

Mercedes se sorprendió al ver aparecer a Fede por el estudio.

-¿Ya se han dormido?

-Me han echado, dicen que quieren dormir solos.

-¿Solos?

-En realidad, creo que van a dormir con Pippi, Anika y Tommy. Tal vez también aparezca Pequeño Tío.

-Venga ya.

-Han cerrado la puerta.

-Quizás deberíamos ir a ver.

-Yo paso.

-La verdad es que yo también.

Fede buscó algún disco que poner. Mercedes ordenó las facturas, alguien tenía que hacerlo. Y cinco niños jugaron a no tocar el suelo durante un buen rato, hasta que el sueño les venció y se fueron a dormir.