Cada miércoles un cuento en El Estafador

martes, 29 de enero de 2013

(Yo creo en) Bruce Lee



Muchos años después, en otro lugar y con otros protagonistas, he vuelto a asistir a una conversación que ya escuché y que, en su momento, puse por escrito:



De pie junto a un banco, vio a El Cuevas. Estaba con dos chavales y parecían discutir airadamente. Al acercarse, pudo oír la conversación:
            ―Brus li está muerto. El mejor es Yaqui Chan ―decía José Manuel.
            ―¿Y eso qué más da? Brus li es una leyenda y le da mil vueltas a Yaqui Chan, al Van Dam y a ése que dices tú ―dijo El Cuevas.
            ―Yet li ―aclaró Jesús.
            ―El Van Dam sí que es un mierda. Una vez se encontraron por la calle Van Dam y Yet Li. Se miraron y empezaron a pelearse. El Yet Li hinchó al Van Dame. Así: fa´… fa´… ―José Manuel acompañó sus palabras de movimientos espasmódicos de brazos y pies, como si hiciera kung fu.
            ―Me da igual lo que digáis, Brus Li es el mejor ―El Cuevas defendía su postura con pasión.
            ―Ya me estás enrritando, compare, con el mierda de Brus Li. Pero si está muerto. Si ahora pelearan Brus Li y Yaqui Chan, ganaría Yaqui Chan.
            ―Claro, pichica, porque Brus Li está muerto.
            Manuel sintió ganas de intervenir pero se contuvo, pensó que no estaría a la altura de la conversación.
            ―Eres un comemierda ―le dijo José a El Cuevas―. Yaqui Chan tiene el récord del KO más rápido. Hace fa´… fa´ y te deja KO ―José Manuel repitió los movimientos espasmódicos dirigiendo los de los brazos contra el defensor de Bruce Lee.
            ―Como saque el espíritu de Brus Li te reviento a hostias.
            ―Eres un fantasma, te vas a comer toas mis mierdas por tu boca.
La conversación se movía por los derroteros habituales.
―Si Brus Li estuviera vivo sería el mejor ―terció Jesús―, pero como está muerto el mejor es Yaqui Chan. ¿Sabéis que mi papa le dio la mano a Brus Li?
―¿Qué dices? ―preguntó El Cuevas emocionado.
―Mi papa conoce a muchos famosos. La noche antes de que muriera el Torete,  mi padre estuvo de fiesta con él y se emborracharon juntos.
―Me estás vacilando.
―Que no, que es verdad ―dijo José Manuel―. Su papa ha viajao mucho, lo que pasa es que ahora ha acabao en Archipiélago.
            La conversación se fue apagando hasta que los dos chavales decidieron largarse. El Cuevas quiso decir la última palabra y les gritó:
―¡Brus li es el mejor!
―¡Comemierdas! ―le respondieron los otros dos desde lejos.
―Joder, Cuevas ―le dijo Manuel―, ¿cómo te metes en estos líos?
―Porque hay que defender en lo que uno cree y yo creo en Brus Li.


(Sigue aquí, por cierto).

miércoles, 9 de enero de 2013

Monitoras de comedor desalienándose


Según el “Diccionario político” de Haro Tecglen, alienación es un fenómeno por el cual el hombre se convierte en el extranjero de sí mismo, en ajeno a sí mismo... [para que esto se produzca] es preciso que ciertas fuerzas invisibles lo impulsen a este estado fuera de su naturaleza y de sus intereses hacia otros que no son los suyos, pero que ellos creen que lo son. Véase a la cajera del Mercadona enfrentándose a los compañeros del SAT que estaban expropiando carros llenos de comida.

El concepto de alineación presupone la existencia de una naturaleza humana, una forma de ser primigenia de la que nos arrancan a la fuerza. La naturaleza tiene mala prensa, huele a reacción. Pero hagamos una enumeración rápida de las virtudes de la infancia: espontaneidad, sinceridad, juego, imaginación, presencia, hegemonía de los deseos, rechazo al control... Todas ellas virtudes incompatibles con el estado de cosas de la Dominación. Y, hay que decirlo, virtudes muy respetables. Por eso la alienación se da desde el comienzo y en todas partes. Tiqqun lo dice así:

Cada cuerpo, para llegar a ser sujeto político en el seno del Estado moderno, debe pasar por el proceso de fabricación que lo convertirá en tal: debe comenzar por dejar de lado esas pasiones, impresentables, sus gestos, irrisorios, sus inclinaciones, contingentes, y debe dotarse en lugar de esto de intereses, que son con certeza más presentables y hasta representables. Es así por tanto que cada cuerpo, para llegar a ser sujeto político, debe empezar por proceder a su autocastración en sujeto económico.

De tal forma que, extirpadas las gónadas, como dijo Guy Debord, en ninguna parte existe el adulto dueño de su vida. De nuevo la cajera de Mercadona.

Fue Marx el que popularizó el término de alineación. Para Marx, el quid de la cuestión estaba en el trabajo y, en concreto, en la división del mismo. Al encargarse de una parte del trabajo, la persona deja de participar de la actividad total de la sociedad. La sociedad pierde su carácter humano pero no porque el trabajo esté dividido sino por la mera existencia del trabajo. No hay que trabajar. Hay que negarse a realizar las tareas que otros nos asignan: recordemos al niño peleando como gato panza arriba para no madrugar o para no hacer los deberes.

Pero, en fin, las cosas son como son y hay que trabajar. Hay que dar gracias si tienes un trabajo es la nueva frase de moda. El colmo de la alienación es desear un trabajo a toda costa, sean cuales sean las condiciones. Sin embargo, hay vida ahí fuera. Que se lo digan si no a las monitoras de comedor deAragón, que están dando un ejemplo emocionantísimo con su huelgaindefinida.

Las monitoras han abucheado a la consejera de Educación, Dolores Serrat

Las monitoras de comedor suelen responder a dos perfiles: chicas jóvenes que están terminando la carrera o madres de familia que trabajan algunas horas a la semana para sacarse un dinero. Se trata de un trabajo complicado y poco valorado. Hacer que los 15 ó 20 niños a tu cargo se coman toda la comida y no armen mucho revuelo es misión casi imposible. Cobran un sueldo ridículo y deben soportar que otras madres les exijan que consigan lo que ellas no pueden: que sus hijos se coman la verdura, el pescado, la fruta... Tienen contratos precarios y viven en la cuerda floja laboral. Sobre el papel, no son un colectivo con muchas papeletas para llevar a cabo una huelga indefinida. Pero ahí están, dándole en los morros a tanto trabajador pusilánime que hay por ahí suelto. De hecho, le están echando tanto valor que hasta están desobedeciendo los servicios mínimos. Tal vez estén formulando un nuevo lema a tener en cuenta: Lucho por un trabajo mejor porque el trabajo que tengo es tan horrible que no me importa perderlo. Dignidad es la palabra.

PD: La excusa más habitual para no ir a la huelga es el dinero. Enmarquemos este argumento en un par de citas. La primera es de Marx: La necesidad del dinero es pues la verdadera necesidad producida por la economía política, y la única necesidad que ella produce. Autocastrados, aceptamos trabajo a sueldo de quien se tercie porque nos han metido a fuego en el cerebro que el dinero es imprescindible y por ese mismo dinero asumimos cualquier imposición laboral. Algunos círculos no serán perfectos pero les falta poco. La segunda cita es de Hegel, al que recurren los franceses de Tiqqun para decir que el dinero es la vida de lo que está muerto, moviéndose en sí misma. Las monitoras de comedor de esta historia podrán acabar en el paro o ganar la batalla pero, sea como sea, están vivas, por fin.

lunes, 7 de enero de 2013

Cuestión de corbatas


En una entrevista radiofónica, dijo José Saramago que, en cuestión de corbatas, era implacable. Gran frase, sí señor. Pero hay que mostrarse reticente con el escritor portugués. Sus simpatías hacia el Partido Comunistas eran algo antipáticas. El PC, cualquiera que fuera su tercera sigla, B de Bolivia, E de España, F de Francia, etcétera, ha sido siempre un partido templado, pactista, ávido de poder, contrarrevolucionario a fin de cuentas y, por tanto, de derechas. Saramago, como escritor, tiene algo de todo eso. Forzó un poco el estilo al introducir los diálogos en el mismo párrafo de la narración, acabó, felizmente, con los guiones de las conversaciones entre personajes. Pero nada más. Con ese solo efecto especial, con una sola innovación, se sintió satisfecho y la repitió hasta el aburrimiento total. Sus libros acabaron pareciéndose demasiado los unos a los otros. Pero respetaba las corbatas y eso habla bien de él.



Mayakovsky, futurista ruso, poeta, pintor, soldado de la revolución, también apreciaba el valor de las corbatas. En sus memorias escribe: Por lo tanto, lo más notable y más hermoso de un hombre es su corbata. Él se hizo una con una cinta amarilla de su hermana. Me gustaría dedicarle un post al ruso, así que no diré mucho más. En todo caso, es interesante señalar que si bien Mayakovsky participó en la revolución rusa, con versos y balas, acabó peleando contra el estalinismo y su burocracia inhumana. Su última obra de teatro estrenada, “El baño”, va de eso.



Durante el siglo XIX, el dandi era un francotirador, un tipo que abofeteaba a la sociedad conjuntando prendas de forma inaudita, caminado con altivez, despreciando el trabajo asalariado... Elegancia e individualidad contra sumisión y abovinamiento. Pero a las personas les gusta juntarse entre ellas. El amor está en el aire. La bohemia, borracha pero bien vestida, aunó subjetividad y grupo. Ahí está, sin ir más lejos, Julio Camba.



A los 16 años se escapó de casa para no ingresar en el seminario, se escondió en un barco atracado en Vigo y acabó en Buenos Aires, tratando con grupos subersivos. Allí conoció a un tal Orsini, pero no el de las bombas sino el de las corbatas. 



Orsini era un anarquista italiano, barbudo, gordo y jovial que puesto que tenía apellido de terrorífico, no le quedó más remedio que hacerse anarquista. Su padre era un burgués cualquiera empeñado en que su hijo fuera un hombre de provecho. Le puso una tienda de comestible y, en cierta ocasión, le hizo llegar un paquete de corbatas rojas, todas iguales, para que las vendiera y se ganara el jornal. Orsini las repartió entre sus amigos. La policía creyó que se trataba de algún tipo de contraseña entre ellos. Más de uno, anarquista o no, fue detenido e interrogado por llevar una elegante corbata roja.


Con Dadá, el dandismo dejó ser cosa de solitarios, y se convirtió en consigna de la banda (o movimiento supraindividual). Dadá pretendía acabar con todo y estaba dispuesto a rellenar su arsenal con lo que hiciera falta, ya fuera una letra, un fonema, una máscara o una corbata (Dadá es la conciencia del mundo y la conciencia del mundo recurre a cualquier forma para asestar sus golpes). Así lo dice Richard Huelsenbeck en su “Avant Dadá”: El dadaísta ha retirado su mirada de la lejanía y le importa poseer unos zapatos bien ajustados y un traje impecable.



La revolución irá bien vestida o no será.