Cada miércoles un cuento en El Estafador

lunes, 31 de marzo de 2008

vacuidad

El domingo estuvimos paseando por la feria del libro de Albacete y allí encontré un libro delicioso titulado: "El secretario de los amantes". En el libro, tipo miscelánea, se indica a los amantes cómo mandar mensajes cifrados, a conocer el significado de las flores, a comunicarse con el abanico y se les ofrece una serie de modelos de cartas según lo que se quiera, entre otras cosas.







También se explica la manera de calar al otro según su cara. Para ello se resume el contenido del libro La fisiognomie, de un tal Lavater. Lo importante no es la expresión sino las líneas de la cara: Un buen observador se equivocará raras veces juzgando a las personas por las líneas de la cara, ya que la expresión suele disfrazarse con la máscara de la hipocresía. De todos los ejemplos, me llamó la atención la figura 12, quizás por lo que escribí hace unos días debajo del título del blog. Respecto al dibujo del sujeto referido, se dice: en la figura 12, tenéis la típica expresión de la vacuidad del cerebro; ahí no cabe ni la más simple idea metafísica. El dibujo es éste:





PD: Aquí sigo, comparando el dibujo con mi foto y encontrando cada vez más semejanzas. Me salva que mis ojos no son tan achinados.

jueves, 27 de marzo de 2008

Rodríguez

Me he pasado toda la mañana limpiando y poniendo orden. He empezado por el patio que, con tanto viento, estaba hecho un desastre. Me temo que usé un abono más bien herbicida y a la vuelta de las vacaciones me he encontrado a las gerberas y a las margaritas casi muertas. Si es que las drogas no son buenas, niños.

Después he pasado al estudio. Debía hacer como dos meses que no lo limpiaba y el tamaño de las pelusillas rivalizaba con el del montón de papeles de mi mesa. ¿Cuándo leeré todas las cosas que guardo para leer cuando tenga tiempo si nunca tendré tiempo?

Para hacer más fácil la labor, me he puesto música. Primera el Live, Baby, Live de los australianos INXS. Uno de mis grupos fetiche de hace años. Todavía me sé de memoria la canción Never Tear Us Apart. ¿Me oirán las vecinas cuando canto a voz en grito? Si es que sí ¿desearán hacerme callar a la fuerza? Es lo más probable.





Luego ha sonado el Autobiografía de Duncan Dhu. Dicen que los olores son muy evocadores y también la música. Antes de ponerlo he dudado. No sabía si tenía ganas de recordar pero ¿quién puede negarse a un puñado de recuerdos melancólicos? Corría la nochevieja de 1989 y organizamos una fiesta en el local de una amiga. Como Lidia quería bailar con Ricardo, me dijo que bailara con su hermana Silvia. Bailamos, agarrados, el She´s Like the Wind de éste ¿cómo se llamaba? No me acuerdo, pero la canción formaba parte de la banda sonora de Dirty Dancing. Como no podía ser de otra manera, me enamoré.



Estuve durante buena parte de 2º de BUP y todo 3º de BUP enamorado como un buey de Silvia y justo por aquel entonces publicaron Duncan Dhu el doble LP en cuestión. Me lo ponía a todas horas y como a todas horas pensaba en Silvia, disco y chica quedaron unidos para siempre en mi cabeza.

El último día de curso, conseguí armarme de valor y le pedí salir. Antes se hacía así, formalmente, no sé ahora cómo irá la cosa. La excusa la tuvo fácil. Es que, verás, me voy de campamento y, claro, empezar a salir cuando me voy pues como que no. En fin, me quedó mi consuelo habitual: al menos lo intenté.

miércoles, 26 de marzo de 2008

Informe unotres (y final)

Escribo ya desde casa en un insusual punto y seguido de las vacaciones: Mercedes y los niños se han quedado en Albacete y yo he vuelto para trabajar. Por una vez: ¡Viva el trabajo!


El tiempo lluvioso nos decidió a volver un día antes de lo previsto. El lunes, a las siete y cuarto de la mañana, con el coche cargado hasta el último rincón, iniciamos el retorno. Teníamos un poco de miedo de que nos nevara antes de cruzar el puerto del Huerna (¿se escribe así?) pero tuvimos suerte. Había nevado el día antes, eso sí, y las vistas eran sencillamente impresionantes. Para un habitante nativo de Murcia como yo, pasar por un paisaje de montaña cubierto de nieve es dar todo un salto interdimensional.


En la primera parada nuestros hijos dejaron bien a las claras que han heredado de mí el gen llamado verás-cómo-vomito-cuando-menos-te-lo-esperes, también conocido como sí-aunque-te-parezca-imposible-hoy-también-voy-a-vomitar. (Que conste que, por mi parte, estaba deseando que ninguno de los dos se pareciera a mí en nada). Después de mamar, Darío vomito los excedentes en el hombro de Mercedes. A mí me dio por reírme y, tal vez por eso, un par de minutos después, Juan vomitó sobre mi abrigo. En este caso, el vomito se debió a un bocado demasiado grande al bocadillo. Por suerte, era simple comida masticada, sin esos ácidos que corroen y huelen como mil diablos. Cada vez que mis chiquillos vomitan, al menos una vez al día per cápita, me acuerdo del entrañable Vomitón, ese extraterrestre que llega a la Tierra y cae en manos de Chris Peterson, ya es mala suerte. ¿Qué fue de la mítica serie Búscate la vida?


Juan estaba cansado y durmió buena parte del viaje. Pero en el tramo que fue desde la primera parada y la R3 de Madrid, Darío estuvo despierto. Mercedes conducía, así que me tocó a mí entretenerlo. Estuve haciendo coreografías con las manos y cantando con voz aflautada hasta que los calambres en los dedos me obligaron a parar. Pero el resultado fue tan bueno que estoy barajando seriamente presentarme a la siguiente edición de Tienes talento. Seguro que con mis quirodanzas y cantos de pitufo, arraso.




Por suerte, el destino final no era Murcia sino Albacete, donde viven mis suegros. Estoy por afirmar que de haber tenido que recorrer 150 kilómetros más, hubiéramos muerto en el intento.


Al poco de desembarcar en la casa de los padres de Mercedes, tuvimos una revelación. En un visto y no visto, la entrada se llenó con el carricoche, el patín supletorio de Juan, la silla portabebés... La habitación de mochilas. El salón de juguetes de Juan. La cocina de restos de la merienda. Somos como Atila y los hunos, dijo Mercedes. Y eso que intentamos llevar cuidado.



En fin, que ya estoy en casa. Y antes de llegar he parado, cómo no, en el Mercadona para hacer la compra. Mercadona... donde parece que, últimamente, todo empieza y todo termina.

domingo, 23 de marzo de 2008

Informe unodos


Hoy hemos comido en el Burger King. Sí, estamos en Asturias y hemos comido en el Burger King. En el viaje de estudios de COU (algunas siglas te ponen a las claras que vas teniendo una edad) cenamos en dicha franquicia estando en Roma. Por aquel entonces yo era un joven radical lleno de escrúpulos y estuve echando pestes por aquella cena lo que restó de viaje. Pero la vida me ha ido relajando en según qué cosas. Años después, estando Mercedes y yo en Ciudad de Guatemala como observadores internacionales de Derechos Humanos hicimos una cosa que no hemos contado hasta ahora: comimos en Wendy´s (un sitio de comida rápida al estilo del rey de la hamburguesa). Los compañeros con los que íbamos comían en sitios populares en los que servían guiso de lengua y ubre empanada. Nosotros no fuimos capaces y comimos en un antro del imperio yanqui. También le echábamos a escondidas pastillas potabilizadoras al agua y a las infusiones. No fuimos buenos revolucionarios.



El comisario Montalbano, personaje creado por Andrea Camilleri y que tiene por nombre un homenaje perpetuo a Manuel Vázquez Montalbán, detesta a muerte los bocadillos. Adoro a todo el mundo que sale en la frase anterior, al último hasta lo idolatro. Quisiera ser como ellos pero me gusta la comida rápida. Qué le voy a hacer. No digo que no disfrutara como un crío con el crujiente de bacalao con setas que comimos en El
Mancu hace unos días, pero una hamburguesa con patatas y refresco también tiene lo suyo.


Informe unouno

Los niños sienten fascinación por muchas cosas, especialmente por dos. A saber: (1) las heridas y (2) las cacas. Mi chiquillo mayor exhibe hasta la herida más minúscula y en la entrada y salida del cole se les ve enseñándose arañazos, roces y moratones. A saber qué se enseñarán en el recreo. Las cacas también les interesan mucho. De eso sabe más que nadie Akira Toriyama y su Arale. El otro día estábamos paseando cerca del camping y queríamos ir hacia un sitio al que Juan no quería ir. Entonces Mercedes usó las enseñanzas del genio japonés. Que sí, le dijo a Juan, ya verás: vamos a pasar por un túnel que está lleno de cacas. Fue decir la palabra mágica y el niño salió escopetado hacia donde queríamos nosotros. Por una vez fuimos más listos que él.


Informe unocero

Y venga a granizar.

sábado, 22 de marzo de 2008

informe ceronueve

El día está siendo tan complicado como era de esperar. No hemos podido salir al exterior salvo un ratito por la mañana y otro por la tarde para hacer una compra inevitable. Los metros cuadrados habitables de la casa se van haciendo pequeños, cada vez más pequeños.

Hasta hace poco, me molestaban los partes meteorológicos y pensaba que estabais todos locos cuando escuchaba que eran los programas de más audiencia de la tele y la radio. Y ahora, yo también los escucho con atención. Otra cosa más, y van cinco millones, que me ha cambiado la crianza. Cuando era hombre sin hijos me daba igual el tiempo que fuera a hacer y hasta me gustaba que lloviera. Ahora, con dos hijos a cargo, estoy siempre pendiente del tiempo porque si llueve todo se hace más difícil.



Desde que me fijo en los partes meteorológicos (justo en este momento truena) he podido descubrir con cierta sorpresa analfabeta que aciertan. Los hombres del tiempo son como visionarios que saben adivinar el futuro. En algún sitio (creo que en el
Luther Arkwright de Bryan Talbot) leí que la magia era ciencia por comprender. Si alguien de hace un par de siglos viera cómo se hacen las predicciones del tiempo, pensaría que es cosa de magia. Mi padre tiene un cacharrete (que palabra tan graciosa: cacharrete) que te dice el tiempo que va a hacer dentro de 24 horas. Y siempre acierta. Toda una bola de cristal.

De momento no ha nevado. Sí está granizando bastante y es un incordio. Por un lado me preocupo porque se me estropee mi flamante Seat Altea y por otro me preocupo por preocuparme por el coche. Es un jodido bucle del que no saldré hasta que escampe.

viernes, 21 de marzo de 2008

Informe ceroocho

La Autobiografía del General Franco, de Manuel Vázquez Montalbán, empieza con un epígrafe sobre el ruido en la comunicación. Si tuviera la novela a mano la copiaría pero no sé si ya he dicho que estoy de vacaciones en Gijón. A la vuelta la copio. El caso es que mi cabeza siempre está produciendo ruido. A veces me gustaría que se quedara en silencio, en blanco, sin pensamientos. Si yo hubiera estado en el final de Los cazafantasmas no hubiera sido capaz de dejar la mente en blanco. De hecho, desde que la vi, repito el ejercicio de no pensar en nada y nunca lo consigo. Ni os cuento la de cosas que podrían aparecer para destrozar la ciudad. El monstruo gigante de los marshmallow sería la menor de vuestras preocupaciones.




El ruido no cesa y es muy molesto. Por suerte, a veces se desvía hacia cuestiones sin importancia y hasta divertidas. Como esta mañana en que pensando pensando he descubierto que la afición d
e Stewie Griffin por los monólogos y los chistes tiene un antecedente claro en el oso Fozzie de los teleñecos. ¿Por qué la gallina cruzó la calle?... Para ir al otro lado.


Informe cerosiete

¿Por qué la gente se enfada tanto cuando nos llama y el móvil está apagado, fuera de cobertura o, lo que es peor, no lo cogemos?

Informe ceroseis

Esta mañana me he levantado de mal humor. Qué le voy a hacer, tengo ese carácter. Después de un paseo por una ruta que hay cerca del camping, se me ha pasado el enfado. Es lo que tienen los paisajes abiertos, llenos de tonos de verde, flores, animalillos, un riachuelo. Da mucho gusto que la vista pueda expandirse más allá de los constreñidos paisajes urbanos.

Ayer por la tarde fuimos al cine. Digamos que los planes estaban bien pensados pero el tiempo no ha acompañado. Tanto el acuario como el cine eran alternativas a tardes de lluvia. Sin embargo, las tardes del miércoles y del jueves han sido muy buenas. Y justo las de hoy y mañana, que no tenemos plan B, son las lluviosas. Hasta estamos en alerta por nieve. Esperemos que la casa no se haga un espacio demasiado pequeño.

Fuimos a ver Horton. Los cuatro. Una apuesta arriesgada que nos salió muy bien. Darío muestra ya una verdadera fascinación por las imágenes. A veces hasta deja de mamar para ver la tele. La mitad de la película se la pasó con los ojos muy abiertos mirando a la pantalla y la otra mitad, angelico, durmiendo. El que se lo pasó bomba fue Juan. El comienzo de la película lo recibió con gritos emocionados y abrazado al cubo gigante de palomitas. El cubo le quedaba a la altura de la boca por lo que no tenía que molestarse en usar las manos para comer, le bastaba con agachar un poco la cabeza y abrir la boca, como si estuviera pastando. En los momentos en que la tensión subía y los malos amenazaban a Horton y a los quién, Juan lo pasó fatal, llegando a llorar en varios momentos. Y ahora es cuando yo debo ser coherente con el tono de este blog y reconocer que yo también lloré. Me salva que no lo hice por la trama de la película sino por empatía con Juan. Es que con las lágrimas me pasa lo mismo que con los bostezos: veo a alguien llorar y se me pega. En otro momento contaré lo de aquella tarde en que haciendo zapping lloré primero con Tú a Boston y yo a California y después con Marco.




Lo que más me gustó fue la parte en que la narración se rompe y, como en Kill Bill, la imagen se vuelve manga, convirtiendo a Horton en un héroe a lo japonés. Impagable el momento en el que lanza un kame hame ha.

A Mercedes no le acababa de cuadrar eso de una ciudad en una mota de polvo. Este tipo de resistencias me llaman la atención: la existencia de animales extraños que hablan y piensan no le extrañana pero la mota de polvo sí. ¿Por qué antes de la película Villa Quién estaba tan tranquila en su mota y luego todo son problemas? se preguntaba. Recuerdo cuando fuimos a ver
Delicatessen. Toda la película es bastante increíble pero al salir del cine la agria polémica habitual se estableció alrededor de un váter. Ya al final de la peli, el edificio en el que están los protagonistas se viene abajo y el chico y la chica se salvan porque justo el váter al que se agarran no se cae. Había gente que aquella casualidad le parecía muy forzada y fuera de lugar. ¿Por qué aceptamos toda una historia imposible y nos negamos a creer algún hecho pequeño y casual? A mí me gusta planteame cuestiones que mantengan la coherencia dentro del contexto de ficción. Por ejemplo: ¿No corre Lois Lane el riesgo de ser descuartizada al irse a la cama con Clark Kent, alias Superman?


miércoles, 19 de marzo de 2008

Informe cerocinco

Hoy hemos ido al Acuario de Gijón. Adentrarse en Gijón más allá del parking del Molinón es aventurarse a una gimkana de orientación. Antes de salir, Mercedes y yo nos concentramos y nos metemos en nuestro papel de Carlos Sainz y Luis Moya. Ella es Carlos y yo soy Luis. Menos mal que en el callejero que ahora reparte el Ayuntamiento se indica el sentido de cada una de las calles que si no. Es que en Gijón casi todas las calles son de sentido único, que estará muy bien pero para los de fuera es un lío porque si te equivocas en un giro estás acabado. Puedes aparecer en Luanco, en Mieres o a tomar por saco diréctamente. Mercedes conduce y yo voy diciéndole por dónde ir. Lo malo de eso es que termino mareado como un piojo... como un piojo que se maree mucho, claro. Si tenemos en cuenta las sidras que me había bebido en la comida antes de ir al Acuario, imaginad.


El Acuario está cerca del puerto del Musel. Los puertos me gustan mucho y cuanto más grandes más me gustan. Es curioso cuánto puedo odiar las grúas que invaden Murcia por doquier y cómo pueden gustarme las grúas de los puertos. Tengo esa fascinación de Pessoa por las máquinas viejas y oxidadas. Lo industrial también puede ser muy romántico.

Juan se ha pasado todo el tiempo corriendo de un lado para otro al borde del infarto y gritando:
Mamá corre, vamos a ver más animales, que te los pierdes. Nosotros, como malos adultos, nos hemos empeñado en que fuera despacio y se fijara bien en cada animal. Pero él a lo suyo: Mamá corre, vamos a ver más animales, que te los pierdes. Mi abuelo Fernando contaba siempre la historia de un hombre que había cometido un delito y cuando lo castigaron le dieron a elegir entre algo terrible (que no recuerdo) o hacer durante varios días lo mismo que hiciera un niño pequeño. El hombre eligió la segunda opción y al cabo de unas pocas horas, reventado de imitar cada uno de los movimientos y juegos del niño, suplicó por la primera y terrible opción. Y es que Juan agota sólo de verlo. Puede estar más de doce horas seguidas sin parar un segundo, gritando de emoción ante cada cosa que vé y enlazando un por qué tras otro de forma endiablada. Y si para es porque lo metemos en la cama a la fuerza.

La sensación que me ha dado el acuario ha sido la misma que tuve cuando lo visitamos el verano pasado: algunos animales marinos parecen verdaderos extraterrestres. Por ejemplo las langostas, por no hablar de las medusas.



Las medusas, moviéndose en círculo silenciosas y en masa, son inquietantes, muy inquietantes. Parecen estar a la espera de algo importante. Seguid ahí, humanos, parecen decir, que ya llegará nuestra hora. Una hora que no parece muy lejana a juzgar por las invasiones de medusas que cada verano sacuden nuestro litoral. Esto me recuerda irremediablemente a un cuento que leí hace muchos años. No sé decir ni el título ni el autor, sólo que estaba en un libro que recopilaba una serie de relatos seleccionados por Alfred Hitchcock. Unos investigadores descubren en una selva centroamericana algo que parecen ser los restos de una nave que aterrizó en nuestro planeta hace miles de años. Lo investigan y descubren que los seres que ellos creían que viajaban en la nave seguían vivos todavía. El suspense va en aumento esperando que los extraterrestres les ataquen pero el final es más sorprendente de lo esperado: ¡descubren que esos seres aparentemente alienígenas eran los verdaderos nativos de la Tierra y nosotos los humanos éramos los que llegamos en la misteriosa nave! Un giro genial. Quizás sólo seamos alienígenas invasores y las medusas
terrícolas están esperando el momento de recuperar lo que les pertenece. (Tengo una anécdota con este cuento. El libro en el que estaba no era mío y le perdí la pista. Muchos años después, estando en El Alto (Bolivia) llegó un contenedor enviado desde España con comida, ropa y otras cosas. Entre ésas otras cosas, había una caja de libros incluyendo el citado de Hitchcock. Me hizo mucha gracia la casualidad.)


Darío ha ido toda la visita bien colocado en la mochila portabebés. La está empezando a descubrir y sospecho que nunca más querrá ir en carricoche. Claro, uno descubre lo bueno y se niega a volver a lo malo. Ha estado todo el tiempo en silencio, mirando atentamente todo lo que le rodeaba. Cuando la gente habla de las vocaciones innatas no suelo hacer mucho caso. Mi teoría es que de pequeños recibimos toda clase de estímulos que no podemos procesar racionalmente ni recordar con el paso de los años, y de todos ellos, alguno nos marca de forma especial y define nuestros gustos y vocaciones. Hemos hablado de eso sentados en un mini aniteatro puesto para mirar a los pingüinos. ¿Te imaginas que Darío se queda marcado por los pingüinos y de mayor decide ser pingüinólogo? le he preguntado a Mercedes.

Otra cosa que se pone en evidencia cada vez que hay juntos niños y animales, es la poderosa influencia de Walt Disney. No hay mayor poder que dar nombre a las cosas. Aspirina lo consiguió con las pastillas de ácido acetil-salicílico. Danone con el yogur. Y Walt Disney con casi todos los animales. Ahí es nada. Recuerdo una visita hará cosa de dos años al zoo de Madrid. El tigre no era tigre sino Shere Kan. El oso no era oso sino Baloo. La pantera no era pantera sino Bagheera. Y así sucesivamente. Hoy, el pez payaso era Nemo y las morenas las secuaces de la bruja Úrsula (que nombre tan bonito, dicho sea entre paréntesis).

De vuelta al camping, hemos descubierto atemorizados que varias calles por las que debíamos ir estaban cortadas por obras. Por suerte, Darío dormía como un bendito y Juan ha entendido que debía estar callado mientras papá y mamá encontraban la manera de volver al camping. Gijón es tan maravilloso que hasta ese momento ella-al-volante-y-él-con-el-mapa capaz de acabar con la pareja mejor avenida del mundo sale bien.

Informe cerocuatro

Autocrítica:

Ayer por la tarde, Mercedes sacó un ratillo para l
eer mi blog. Que se note que estamos de vacaciones. A mí esas cosas me emocionan mucho. La espío de reojo para ver sus reacciones y espero con el corazón en un puño para preguntarle ¿qué tal? Como ella es muy manchega, suele responder con un escueto bien. Entonces aprovecho y digo lo que pienso sobre mi propio texto. ¿A que es divertido lo que escribo? le pregunté. Bueno y también es algo melancólico, seguí. Sí, dije, es un poco agridulce. Y concluí: soy como el cerdo.


martes, 18 de marzo de 2008

Informe cerotres

Estábamos disfrutando de un momento idílico: no había nadie en los alrededores de la piscina, el prado verde era salpicado por florecillas blancas y amarillas, a lo lejos se escuchaba el ruido de los coches carretera arriba y abajo, el cielo estaba nublado, hacía un poco de frío pero sólo un poco, Juan se balanceaba en un columpio y yo fumaba tranquilamente.

Entonces Juan, mi primogénito, mi hijo del alma, carne de mi carne y sangre de mi sangre, ha consumado la peor de las traiciones. Se ha acercado a mí y ha canturreado: uno, el brikidans, dos el crusaíto...

Y ahora me voy a echarle un vistazo a la comida que las vacaciones de las amas de casa nunca lo son del todo (estoy haciendo un potaje de garbanzos con espinacas y bacalao que me queda de muerte).

Informe cerodos

Ayer descubrí que tengo el superpoder de la puntería. Flecha Verde y Ojo de Halcón a mi lado unos mindundis. Resulta que mi padre tiene una diana electrónica en su casa y decidimos jugar unas partidas. La primera fue algo tonta y desordenada pero después vino un compañero de mi padre y experto en dardos y nos pusimos a jugar en serio. Optamos por esa modalidad en la que hay que ir cerrrando del 15 al 25 (la diana). Pues bien, en la primera tirada no hice un 20, ni dos, ni tres sino cinco. Sí, sí, cinco Ni que decir tiene que gané la partida de calle. Nadie daba crédito de lo que estaba pasando, incluido yo mismo. Debo apuntar que no había jugado nunca (bueno, alguna vez pero de pequeño). Para mayor gloria mía, gané la partida en muy pocos turnos y con Darío en brazos.

Anuncio ya que he decidido no volver a jugar a los dardos. Hay que saber retirarse a tiempo.



PD inesperadamente romántica: Con el paso de los años uno sabe por qué ama pero suele olvidar de qué se enamoró. Pensamos que nos enamoramos de grandes cualidades y virtudes supremas. Pero no es verdad. Nos enamoramos de cosas pequeñas que sólo la cualidad del amor nos deja ver. Ayer, cuando dijimos de jugar a los dardos, Mercedes se apuntó entre ofendida por no haber contado con ella y emocionada como una niña pequeña. Por cosas así me enamoré de ella.

PD sin más: La acuarela es de Víctor Santos y puede verse en su blog.

lunes, 17 de marzo de 2008

Informe cerouno

Tampoco fue para tanto. Los cazas imperiales no eran tan fieros como los pintaban y los meteoritos brillaron por su ausencia. Quizás se echó en falta la hipervelocidad, quieras que no doce horas de viaje son doce horas de viaje.

Nuestras primeras horas en el planeta Gijón han sido como suelen ser: estupendas. Esta tarde hemos paseado por el parque Isabel la Católica y estoy en disposición de realizar dos afirmaciones de carácter antropológico.

Primera: Los habitantes de este planeta han alcanzado un grado de civilización superior al de los planetas sureños. Tal afirmación se sustenta en el hecho de que hacen cola para subir a los juegos del parque. Si en Murcia pusieran una tirolina o un columpio-cama, las masas de hijos y padres decidirían al montón, y quién sabe si a cuchillo, quién es el siguiente.

Segunda: Los habitantes de este planeta o son impermeables o llevan paraguas de la Capsule Corporation. Yo me inclino por la primera opción aunque debería sistematizar mis observaciones al respecto. La tarde amenazaba lluvia y nosotros hemos salido del camping con abrigos, chubasqueros y paraguas. Sin embargo, las personas con las que nos cruzábamos iban tal cual, sin nada. Al empezar a llover han llamado tranquilamente a los niños y se han alejado despacio, sin cubrirse de la lluvia. Mientras, nosotros corríamos despavoridos hacia el coche.

sábado, 15 de marzo de 2008

Viaje espacial

Los acumuladores de reserva están cargados. El condensador de flujo funciona a un aceptable 78%. El estabilizador de vuelo es nuevo, debería comportarse a la perfección. El piloto automático y el transductor de partículas beta han pasado tres test consecutivos. Es un pena que Chewaca no esté en la ciudad y no nos pueda echar una mano con la dichosa hipervelocidad, habrá que aceptar que el viaje será largo. El convertidor de moléculas de oxígeno está ok. Los partes cósmicos han sido consultados y hay un cierto riesgo de lluvia de meteoritos. Sobre la acumulación de naves en las vías de vuelo interestelar existen informaciones contradictorias. En resumen, tanto la nave como los tripulantes están preparados para el viaje. Nos vamos a Gijón, 850 kilómetros, con un niño de tres años y otro de tres meses. Toda una aventura cósmica. Que la fuerza nos acompañe.




Rompecabezas


A veces me siento como un rompecabezas vacío que se va llenando de piezas poco a poco. La última pelea con Mercedes. Una metedura de pata monumental que molesta a los amigos que quiero. Un artículo superficial en el periódico Público. Un verso de Blanca Varela (ojalá me queden alas para abrirlas cuando a llegue a donde todo acaba). La adolescencia de mi hermana Marina. Una conversación de madres en el patio del colegio. Moby Dick. Una canción de Fernando Alfaro. Un adjetivo brillante. El guión de Joss Whedom y el dibujo de John Cassaday para Astonishing X-Men. Un dolor de oídos. Escribir por primera vez la palabra imborrable. Manuel Vázquez Montalbán y/o Pepe Carvalho. Descubrir que quiero ser como Stewie Griffin. Una descuidada falta de ortografía. Otro problema más en el trabajo y van un millón. La Primera declaración de la selva Lacandona. El miedo de que les pase algo a los hijos. Un destello de maldad. Una tira de Calvin & Hobbes. Herman Melville. El montón de ropa esperando para ser planchada. Qué hago de comer hoy. El llanto de fondo de Darío. El emule.

Miles de piezas pero un rompecabezas al fin y al cabo.

jueves, 13 de marzo de 2008

Buscando problemas



Anoche vimos dos capítulos de la segunda temporada de Mujeres desesperadas, la mejor serie actual de la televisión, sin duda alguna. Retaría a duelo a quien dijera lo contrario (espero no tener que arrpentirme de estas palabras).

En el primer capítulo que vimos, salían dos vecinos de Wisteria Lane comiendo palomitas y viendo la tele. Nos dió envidia e hicimos lo mismo. Ya habíamos cenado y ese exceso de calorías me tiene lleno de remordimientos. Maldita educación judeocristiana.


PD: Me pido ser Lynette.

Una mañana perfecta, dentro de lo posible


Me desperté con los primeros acordes de The Eve of the Tiger y después se apagó el móvil. El pobre, estaba hecho polvo y se le acabó la batería. Había estado toda la noche lanzando esa llamada irritante que avisa sobre el fin de la batería pero tenía el sueño tan pesado que no pude hacer nada al respecto.

Juan desayunó sin problemas y se quedó contento en el cole. Algo tan sencillo como lo anterior se agradece, tanto pelear con los hijos es agotador.

Volví caminando a casa y aproveché para comprar una baguette en la panadería.

Tenía que barrer y fregar la casa pero me lo tomé con calma. Antes arreglé las plantas, que falta les hacía. Los geranios están preciosos a pesar de los malos augurios de las vecinas. Al parecer, hace un tiempo hubo una plaga que se llevaba por delante a los geranios. Los datos que manejan son imprecisos, tal vez le pasó a una o dos plantas. Pero suficiente para que en Espinardo se haga toda una superstición sobre el asunto. Yo planté los geranios escuchando de refilón los murmulos de las vecinas que me tachaban de loco. Cada vez que los riego pienso en mi pequeña victoria, que son las únicas a las que puedo aspirar. Sea como sea, los geranios necesitan que de vez en cuando se corten las flores que se van marchitando y afean el conjunto. A eso me dediqué y ya puestos hizo lo mismo con las gerberas y con las margaritas (he buscado gerberas en el diccionario porque no sé sin van con b o con v, pero no las he encontrado). También arranqué la albahaca y la hierba buena que se habían secado y planté nuevas semillas.

Solventada la cuestión botánica, me puse a limpiar. Debo reconocer que no me gusta, para qué fingir. Limpiar el polvo de la habitación de Juan es un tortura china, con tanto bicho, tanto clic y tanto muñeco. Luego pasé la aspiradora por las alfombras (en qué mal momento se me ocurrió tener alfombras e hijos a la vez). Antes de barrer y fregar, aparté los sillones, subí las sillas a las mesas y despejé el terreno. Y luego a fregar. Déjame que friegue que tú no sabes, me decía mi madre. Y yo me enfadaba mucho. Sí que sé, le decía y me empeñaba en seguir haciéndolo. Ahora soy todo un profesional, hasta limpio la fregona al cambiar el agua del cubo (cada pocos metros cuadrados fregados).

Al terminar de fregar pude comprobar que tal vez el estudio que calificaba de equivocado un par de post más atrás tenga algo de cierto.

De comer hice bacalao al ajo arriero, un plato sencillo pero de elaboración algo pesada. Como banda sonora recuperé el doble LP de Madonna, The inmaculate collection. Tened paciencia, prometo que acabaré contando la historia de mi tocadiscos.

Para coronar una mañana perfecta nos fuimos a tomar el aperitivo al Avenida. Un bitter kas y unas almendras. No me pedí ensaladilla porque Mercedes había hecho para la cena.

Y ahora reconocedme que la felicidad y la tranquilidad estarán muy bien pero se llevan fatal con la literatura. Como dirían los críos con los que trabajo: esto no tiene fuste, maestro.

martes, 11 de marzo de 2008

Microrrelato

Me voy a Marte. Y a tomar todo por culo.




Estudio equivocado

Mientras le echaba un buen chorro de fairy al estropajo salvauñas escuché en la radio que una universidad estadounidense había hecho un estudio que afirmaba que los hombres que fregaban los platos tenían una vida sexual satisfactoria.





Análisis electoral

Conozco a una chica que es de Barcelona y hace unos años se vino a vivir a Murcia. (En mi opinión una locura de ese tipo sólo se hace por amor.) Habíamos quedado el lunes por la tarde pero por la mañana me mandó un sms diciéndome que estaba indispuesta y que me llamaría cuando se encontrara bien. Supongo que comparó los resultados electorales de Barcelona con los de Murcia y se puso enferma.




lunes, 10 de marzo de 2008

Ventajas a cascoporro

El viernes por la noche cenaba en casa de mi madre con mi hermana mayor. O sea, yo soy el mayor pero de mis tres hermanas pequeñas ella es la mayor. El caso es que me dijo que ya tenía decidido tener hijos y yo, sin piedad ni vergüenza, le solté mi discurso machacón y catastrofista sobre el asunto. Que si los hijos no sé qué, que si los hijos no sé cuántos... Estoy hecho todo un llorón, para qué negarlo. Alguna ventaja tendrá que tener, dijo ella agobiada por mis lamentos. En ese momento no le respondí pero ahora voy a hacerlo, en parte para compensar tanta queja. Aquí va un listado desordenado e inconcluso de las ventajas de ser padre o madre:

1. La otra tarde paseábamos por Murcia. Juan caminaba por el borde la acera. Allí las baldosas eran rojas y no quemaban como las baldosas grises del centro. Su madre y yo queríamos que se subiera al patinete que le hemos puesto en el carricoche de Darío. No que me quemó, dijo Juan, trae aquí el carricoche. Le hice caso y de un salto se colocó en el patinete sin quemarse. Su madre resopló y yo empecé a soltar un rollo sobre si Juan estaba empezando a aceptar las normas, a inventarlas, a intentar imponerlas... A mitad de discurso, Juan me soltó un taconazo y me gritó: ¡Yo no hago eso!

2. Algunas veces, cuando lo dejo en el cole, le da pena separarse y, abrazado, me dice: Papá, no te olvides de mí.

3. Está empezando a dibujar y ha desarrollado toda una serie de seres entre extraterrestres y monstruos a los que ha llamado Asen-uats (ver dibujo).





4. Ya se sabe la identidad secreta de Spiderman.

5. Darío está serio, mirando hacia el techo o el borde de la cuna. Se le ve muy reflexivo para tener sólo tres meses. De repente me asomo y se le dibuja una sonrisa de oreja a oreja. Es más, sonríe con todo el cuerpo, con las manitos, con las piernas...

6. Si a Darío le sacas la lengua, él hace lo mismo. Si le dices ajo te responde. Si ronroneas, él te imita. Y así durante el tiempo que haga falta.

7. A veces, cuando por la noche no puedo conciliar el sueño, me voy a la cama de Juan. Me acuesto a su lado y me duermo al instante.

8. Algunas mañanas llegamos al cole con tiempo de sobra. Entonces me paso al asiento de atrás, le suelto las correas de la silleta y nos quedamos un rato hablando.

9. Darío tiene unos mofletes de cuento. Pocas cosas son comparables a estrujárselos.

10. Ya se mira las manos.

11. Tras tres meses de duro entrenamiento, inasequible al desaliento, ya sabe chuparse el pulgar. Cuando por la noche ves cómo se lo mete en la boca y los ojos se le empiezan a cerrar, casi en éxtasis, sientes el alivio incomparable de otro día concluido.

12. Hay que tener preparada la fregona para después del baño de Darío. Patalea como un loco del gusto que le da bañarse y lo llena todo de agua.

13. Ayer estuvimos comiendo en casa de unos amigos que tienen un niño de la edad de Juan. Se pasaron las horas jugando como locos y aunque nosotros sólo los mirábamos era como si compartiéramos su alegría descontrolada. (Bueno, alguna vez también me he dejado llevar, como cuando estábamos de acampada en Sierra Espuña y les reté a un cuerpo a cuerpo sobre un colchín inchable y perdí, claro.)

14. Etcétera.

Cualquier tiempo pasado fue peor


No voy a calificar mi vida, sólo diré que lo más excitante que hago al cabo de la semana es desayunar en IKEA. Y no hablo de las reformas que están haciendo en el Mercadona de mi pubelo. Estoy como loco por descubrir las sorpresas que me tienen preparadas: nuevos expositores para el embutido, productos congelados nunca vistos hasta ahora, una ampliación considerable de la sección de bebidas... Que me voy por donde no es, retomo la senda de la tienda sueca según indica el mapa.





En las dos semanas que estuve con la baja por paternidad íbamos a merendar los viernes por la tarde pero después, no sé muy bien por qué, la verdad, ya no podíamos ir y lo cambiamos por el desayuno un día cualquiera de entresemana.

Estos momentos familiares dan para mucho, quizás algún día cuente aquella vez en que mi chiquillo mayor reclamó la silla en la que estaba sentado yo y, al no ceder a su petición, me soltó tal guantazo que las gafas salieron volando. Y todo el mundo mirando, menudo papelón. La última vez que fuimos, mientras desayunábamos tranquilamente mirando el paisaje que los centros comerciales de Murcia ofrecen, se me ocurrió ojear la factura. Supongo que es esa cosa de leer todo lo que se pone a mi alcance: cajas de galletas, bricks de leche, panfletos tirados por al calle... De repente reconocí el nombre de la cajera que nos había cobrado: E. P. A. No reconocí su cara porque había crecido mucho pero su nombre me hizo recordar épocas de colegio e instituto (¿puede ser que me esté quedando un blog muy melancólico lleno de recuerdos por todas partes?).

La chica en cuestión era la hermana del que en tiempos escolares fuera mi amigo del alma. Éramos tres: Ricardo (por aquel entonces más conocido como Riki), Javi y yo. Pasábamos los recreos juntos, nos quedábamos a dormir unos en casa de otros, quedábamos por las tardes para ir a pasear por El Corte Inglés...

Después pasamos al instituto y las cosas empezaron a cambiar, y como bien advierte la canción: a peor. Ricardo entró en una clase y Javi y yo a otra. Bueno, la peor parte de la separación se la había llevado Riki, aparentemente. Él fue haciendo nuevos amigos y desplegando sus incipientes artes de casanova. Yo seguí con Javi sin darme cuenta de que había empezado a odiarme. Todavía no sé qué pasó. No sé si hice algo mal o fue que se hartó de mí sin mayor razón. Fue distanciándose y haciendo cada vez más evidente su desprecio hacia mí hasta que dejó de hablarme. Sin ninguna explicación. Nada. De verdad que todavía quiero saber qué pasó.

Durante a
ños odié a muerte a U2 porque para mí simbolizaban todo aquello que acabo de contar. Resulta que yo era fan fatal de los Pet Shop Boys (nada hace pensar que haya dejado de serlo) y Javi también. Nos comprábamos la Super Pop, la Popcorn y cualquier otra revista en la que saliera nuestro grupo favorito. Teníamos la habitación forrado con fotos y pósteres de Neil Tennat y Chris Lowe. Hasta que un mal día, Javi proclamó que los Pet Shop Boys no valían tanto, de hecho eran una mierda, y que el mejor grupo del mundo eran U2. Acababan de sacar The Joshua Tree. Siempre pensé que escenificó nuestra ruptura con el grupo irlandés aunque como esta vida es tan absurda tal vez me odió por nuestras diferencias musicales.

En los coletazos de nuestra amistad, Javi se encontró en casa con dos discos de The Joshua Tree, no sé muy bien cómo ni por qué. Y como no qu
ería que su madre lo descubriera, me dio uno a mí escondido dentro del maxi single de Desire. Eran los añorados tiempos del vinilo. Incluso llegué a acompañarlo a ver la película Rattle and Hum. Imaginad cómo me sentí cuando Pet Shop Boys versionaron Where The Streets Have No Name (que suena justo ahora de fondo… otro día contaré cómo conseguí hacer funcionar el viejo tocadiscos de mis suegros).

Si no fuera por la frase del principio que me compromete diría que la vida es un asco.

PD: Javi, si lees esto y quieres tu disco de U2, basta con que me lo digas, yo sólo te lo estoy guardando para que no lo descubra tu madre.

martes, 4 de marzo de 2008

Tres cuestiones nocturnas

1. Me preguntaba la otra noche a las cuatro y cuarto de la madrugada ¿Por qué el insomnio siempre ataca a las cuatro y cuarto de la madrugada o cuando te vas a dormir? Y peor aún: ¿por qué el sueño nos vence apenas media hora o quince minutos antes de que suene el despertador? Podría ser al revés, digo yo.

2. Mi pequeñín sufría cólicos del lactante. Era un dolor terrible que le hacía llorar a lágrima viva y que no tenía remedio alguno que no fuera dejar pasar el tiempo. Una noche lloraba como un descosido y no había forma de consolarlo. Cuando el dolor fue pasando, apagamos la luz y pusimos en marcha el móvil. El cacharro en cuestión empezó a tocar El himno de la alegría en versión bebé 2.0 y a proyectar unas figuras luminosas en el techo. Y allí nos quedamos los tres, Mercedes, Darío y yo, obnubilados por la situación.

3. Quizás por las imágenes surgidas del móvil (una parecía una mariposa o una manzana, no sé, otra era mitad hoja mitad pez...) tuve una noche llena de sueños. A veces los sueños se suceden a lo largo de la noche de forma agotadora y por la mañana amanezco muerto en vida. En éste en concreto, llegué a ver varias portadas de El Jueves sobre las elecciones del 9M. la cosa era muy equilibrada porque la mitad de ellas se metían con el PSOE y la otra mitad con el PP, empate técnico. Lo que me llama la atención es que estoy por jurar que las portadas en cuestión no las había visto previamente. Y eso me hace pensar en la capacidad de creación que tenemos dentro. Y en la cantidad de cosas que habré escrito en sueños y que he perdido para siempre.

Cosmopolitismo, o como se diga

Vivo, por si no lo había dicho antes, en un sitio que se llama Espinardo. Espinardo es una pedanía de Murcia. Y pedanía es un concepto que muchas veces no se conoce fuera de esta recalificada región. Para no extenderme en temas sin interés, diré que una pedanía es una cosa que reúne en sí misma lo peor de una ciudad y lo peor de un pueblo.

Para mucha de la gente que vive en Espinardo, el mundo se reduce a Espinardo. Más allá es poco menos que el extranjero. Por aquellas vueltas que da la vida, he acabado viviendo al lado de mi abuela, puerta con puerta. Ella presume mucho de lo bueno que son todos los vecinos y de lo bien que se llevan unos con otros. Somos como una familia, dice. Nunca matiza si como una familia buena o una familia mala.

Hace poco estaba en mi casa y me volvió a decir qué buenos son todos y que los vecinos de la calle son como una familia. Fíjate, me dijo, siendo cada uno de un lado y lo bien que nos llevamos. Entonces, y por un segundo, pensé que iría a decir: siendo uno de Madrid, otro de Barcelona y otro de Granada. O: siendo uno de Bélgica, otro de Bolivia y otro de Corea del Sur. Pero no. Lo que dijo fue: fíjate lo bien que nos llevamos siendo cada uno de un lado: Guadalupe, el Cabezo, Albatalía.... Vale, el chiste pierde la gracia cuando no se conoce los lugares citados. Al sitio más lejano de los que dijo se puede ir caminando en un relajado paseo. Espinardo el centro del mundo y cualquier pueblo o pedanía, por pegada que esté (mirad si no en Google Earth), otro país.

Así las cosas, no es de extrañar la que se está liando porque la mujer que pasa las noches con mi abuela sea rumana. A la prevención frente al extranjero de quien no se ha distanciado de su casa más que 50 ó 75 kilómetros (la distancia a las playas murcianas) hay que sumarle las noticias confusas y frecuentes sobre robos a casas por parte de bandas de rumanos, búlgaros o cualquier otra procedencia de Europa del Este elegida al azar.

Cómo se te ocurre meter a una extranjera, le reprocha a mi madre un vecino de toda la vida. Lo que tenéis que hacer es meter a una española, sentencia. Otros la llaman a un aparte para pedirle en susurros que la mujer en cuestión no se entere de que van a pasar unos días fuera de casa. Otra ha puesto una alarma bien vistosa en su portal.

Por si fuera poco, en un edificio nuevo de la punta de la calle han entrado a robar. En este caso parece que los ladrones eran árabes. Me sorprende que el superpoder de conocer el origen de una persona por un simple vistazo esté tan extendido. En todo caso, y aprovechando que tengo una teoría insustancial para cada cosa de la que me entero, sostengo que se trata de un robo fingido bien para (1) hacerse el interesante o (2) cobrar el seguro.

Los tiempos cambian que es una barbaridad. Los habitantes de Espinardo siguen moviéndose en un radio de un puñado de kilómetros. Pero ahora el mundo se mueve por ellos y sin salir de su pedanía se cruzan ya por la calle con guineanas, árabes, ecuatorianos, rumanas... Es casi como una de mis fantasías de infancia: imaginaba que si pudiera flotar sobre el suelo, la Tierra seguiría moviéndose y vería pasar el mundo a mis pies.

Xenofobia

¿Qué culpa tengo yo de que hoy haya sido el día de la Comunidad Autónoma de Andalucía, a ver? Esta mañana lo han dicho en la radio: se preveían atascos a lo largo de la jornada porque los de las provincias limítrofes se desplazarían a los centros comerciales de Murcia a comprar, qué si no. La verdad es que no le he hecho mucho caso a la información, me parecía improbable que gente de Granada, Almería o Jaén fueran capaces de venir hasta Murcia sólo a comprar. Pero lo han hecho. Vaya si lo han hecho.

Las carreteras funcionan como los vasos sanguíneos del cuerpo: si uno se obstruye, todo se va a tomar por culo. Igual que esta noche en la A7, que encima no es la de Andalucía. Hace un par de años, para celebrar el Día de la Comunidad Valenciana tardé algo más de una hora en volver del trabajo a casa. Trayecto que suelo recorrer en unos veinte minutos. Una autovía empieza a colapsarse, los coches huyen despavoridos en todas direcciones y el atasco se extiende como un tumor.

Hoy no he tardado tanto como la otra vez pero casi cumplo la hora encerrado en el coche, venga a acordarme de Michael Douglas y de su Día de furia. Odio el coche y odio al resto de conductores que se empeñan en conducir a la misma hora que yo y por las mismas carreteras. No tendrán otra cosa que hacer.

Por si fuera poco, los cristales del parabrisas no dejaban de empañarse y si ponía la calefacción, el golpe de calor me llevaba al borde del vómito. En fin, para qué contar, que es justo lo que he hecho hasta aquí.

En defensa del pobre infeliz que escribió lo de Rajoy


Desde el lunes por la noche todo el mundo hace chuflas con lo del cuento de la niña que leyó Rajoy para cerrar su intervención en el debate. Yo, desde este humilde blog, quiero solidarizarme con su autor, ése que permanece en paradero desconocido y en el más blindado de los anonimatos. Seguro que pensó que era una gran idea acabar con un final almibarado y de protagonista femenina, fijo que leyó y releyó su texto pensando en lo buen escritor que es y ahora estará deseando que se lo trague la tierra viendo la indeseable respuesta del público. Por eso quiero solidarizarme con él, porque me he sentido identificado. Lo ilustraré sólo con un par de ejemplos.

Estábamos en la EGB y teníamos que hacer una redacción sobre algo relacionado con el papel, los árboles o algo por el estilo. Entonces se me ocurrió que lo mejor sería contar la historia de una hoja de papel en primera persona apoyándome en la técnica del pictograma, ya sabéis, eso de hacer dibujitos que sustituyen a determinadas palabras. Yo mismo hice los dibujos, la hoja era de papel de una raya y tenía unos ojos saltones muy graciosos, quizás demasiado parecidos a los de Naranjito. Todavía recuerdo a Ricardo leyendo con mofa y en voz alta algunos de los pasajes de mi texto. Y las risas de los demás, Esperad, esperad, escuchad esto: bla, bla, bla. Y el resto venga a reírse.

Un tiempo después, loco de amor por Mercedes, le regalé un acróstico con su nombre. A los pocos días me contó que se lo había enseñado a sus dos amigos íntimos de la carrera y los tres se rieron a mandíbula batiente de mis versos. Lo peor es que lo enseñó precisamente para eso, para reírse de mí. Todavía no se lo he perdonado.

Hay más ejemplos pero quisiera dejar de autohumillarme. Compañero redactor (los que escribimos ciertas cosas no sé si nos merecemos ser llamados escritores): no cejes en el esfuerzo, algún día nuestro talento será reconocido... o no.

Veinte años no serán nada pero quince son un montón

Sí, ayer vi el debate. Igual que hace quince años. Bueno... igual lo de ver el debate porque todo lo demás es más bien distinto. Recuerdo que nos juntamos Jorge, Miguel Ángel y yo en la casa del primero para ver el cara a cara entre González y Aznar. La madre de Jorge nos preparó una cena estupenda con croquetas, empanadillas y unas delicias de calamar a la romana que, lamentablemente, olvidé preguntar de qué marca eran. Si lo hubiera hecho no habría estado todos estos años intentando dar con ella mientras peregrinaba de supermercado en supermercado (pido al lector y a la lectora comprensión con las hipérboles de este pobre escritor). Después del debate nos enzarzamos en el nuestro propio, muy gratificante. Al día siguiente nos vimos las caras a primera hora, en Anatomía creo, y tan felices. Yo, en realidad, estaba más ocupado en sentarme al lado de ella que en otra cosa.

En el de ayer cené rápidamente, al tener hijos uno aprende a comer a la velocidad de Triki, y me pasé casi todo el debate con riesgo de calambres en el brazo derecho (que era con el que moví de un lado a otro el carricoche de Darío durante varias horas). Mercedes se durmió antes incluso del bloque de economía y no tuve con quién comentar el tema.

(Nota entre paréntesis, como bien indica el paréntesis anterior: Leí hace tiempo, no sé dónde ni a quién que los niños pasan una etapa en la que la amistad es espontánea, intensa y breve. Hablaba de los niños como si los adultos trataran la amistad de forma distinta. Muchos de los amigos de la carrera, que nos creímos inseparables ya en 1º, es como si hubieran dejado de existir.)

No. No voy a dar mi opinión al respecto de quién ganó. Las televisiones ya se encargaron de dar unos sondeos a una velocidad pasmosa. Así es este mundo moderno: rápido, simplón, unidimensional. Entiendo el interés por la corbata y el traje. De verdad que lo entiendo. Por mi parte, si alguno se hubiera presentado con camisa blanca, corbatín negro y traje de tres botones y solapa corta y estrecha, lo hubiera votado. Igual que tengo que decir que el traje de Rajoy parecía haber sido coloreado en un todo cien. Menudo azul. Lo que no entiendo es esta cosa de las prisas y las simplificaciones. Apenas diez minutos después del final, las teles ya daban al ganador. ¿Pero es que nadie necesita pararse a pensar en lo que oyó? ¿Nadie reflexiona? La cultura occidental tiene un fallo de base que es su deseo de hacerlo todo dicotómico, blanco o negro, bueno o malo, ganador o perdedor. Después se encargó de atomizar el conocimiento y ahora nos dan opiniones cerradas a la velocidad de la luz. Pues yo no sé quién ganó. Sé que la primera intervención de Rajoy parecía destinada al público de Barrio Sésamo y que, como dijo Verdú en una radio, Zapatero tenía un aspecto demacrado, como de hecho polvo.

Sobre la perorata final de Rajoy también podría decir algo. Lo de la niña se hizo empalagoso y me recordó a un gag que le vi al Follonero en La Sexta. Se subió a un estrado en un mitin del PSOE y soltó unas cuantas frases que encendieron a la parroquia. Luego hizo lo mismo en un mitin del PP, con las mismas frases, y lo volvieron a vitorear. Da mucha risa y mucha pena. Hace unos años trabajé en un proyecto europeo contratado por una ONG. También participaba el Ayuntamiento de Murcia y la Comunidad Autónoma. Entre las muchas cosas que me tocó hacer, estuvo la de escribir algún que otro discurso para los políticos de turno. Como nunca me ha importado mucho perder los trabajos, y además contaba con la amistad y complicidad de los jefes, escribí el discurso que me dio la gana. Recuerdo la horrible sensación de escuchar a un político del PP recitar mis palabras sin ningún pudor ni vergüenza. Lo primero que pensé es que mi discurso no era tan de izquierdas como me creía. Pero luego me di cuenta del truco: la derecha hace tiempo que planificó fagocitar todos los discursos, todas las palabras y todas las ideas para hacerlas suyas. Muy inteligente. Maligno pero muy inteligente. El discursito final de Rajoy es un claro ejemplo de ello.

Y ya, que en realidad el debate tampoco es tan importante.

De boda

Menos mal que los amigos se casan de vez en cuando, si no no nos veríamos nunca. Hubo un tiempo en que no podíamos vivir los unos sin los otros. Nos fugábamos clase tras clase poniendo en riesgo nuestro futuro con tal de echar una partidita más al mus o al dominó. Salíamos jueves, viernes y sábado, tronara o nevara. Nos íbamos de acampada y compartíamos una tienda de tres entre cinco o seis. En fin, que estábamos juntos a todas horas. Ahora nos vemos de uvas a peras y generalmente en acontecimientos de este tipo.

La boda de hoy ha sido, como debe ser, una boda con todos los elementos propios del rito. Como le dijo mi suegra a mi cuñada en cierta ocasión: si te casas, te casas como debe ser y te pones peineta. Por eso yo me he puesto corbata. Como no sabía hacer el nudo, esta mañana, nada más levantarme he entrado a Internet y he puesto en Google: "cómo hacer nudo de corbata" y me he impreso un diagrama que explicaba cómo hacerlo. Casi media hora después y tras todo mi repertorio de maldiciones e insultos he conseguido hacer un nudo medio pasable. Lo mejor de todo es que, como yo, otros dos amigos han hecho lo mismo. Yo he optado por el nudo simple, últimamente me ha dado por pensar que lo mínimo es elegante, ellos han optado por el nudo doble y todos hemos mirado con deseo el nudo windsor, pero cualquiera se metía en ese fregado.




A los novios se les olvidó el pequeño detalle de incluir un mapa en la invitación que explicara cómo llegar al restaurante. Después de la misa, el hermano del novio nos ha explicado con una seguridad pasmosa cómo llegar. Pero por mucho que se empeñe en la segunda rotonda no había ningún cartel que pusiera Hospital. Menos mal que soy muy tonto y el hecho de que todos nos hayamos perdido me ha consolado.

Por suerte para mí, mi señora esposa está lactante y no puede tomar alcohol, lo que quiere decir que yo sí. No me he puesto borracho del todo, pero sí lo suficiente como para ir abrazando a los amigos y desvelando alguna que otra intimidad. Y aunque esté mal que yo lo diga, debo decir que con corbata y puro en mano tengo un aire de lo más interesante.

Lo bueno de ir con hijos a este tipo de eventos es que puedes echarles la culpa de las manchas. Yo siempre me mancho, poco o mucho pero me mancho, y hoy, como no, he culpado a Juan. Espero que sepa perdonarme y que salte la mancha de la corbata, que encima no es mía.

En un momento dado, ya en el supuesto baile, han puesto un par de canciones de Los Suaves. Hemos hecho el amago de bailar como burros. Pero ya no somos lo que fuimos. Hace años hubiéramos destrozado el local, pero ahora tenemos a pequeñas criaturas correteando entre nuestros pies y no podemos bailar como energúmenos. Tampoco nos sale, la verdad.

Ya de vuelta, Darío estaba inquieto. Pasábamos rotonda tras rotonda en un ejercicio infernal de orientación y el pequeñín se mostraba inquieto. No había dónde parar para darle de mamar o tranquilizarlo. Así que me he dicho: la música amansa a las fieras y me he puesto a cantar, cómo no, a La casa azul. Gracias a ese punto feliz de desinhibición que da el alcholol he cantado mejor que nunca y los dos pequeños se han dormido. Repertorio: Como un fan y la canción que próximamente arrasará en Eurovisión: La revolución sexual. Hasta Mercedes me ha hecho los coros en un momento musical Disney sin igual. De vez en cuando somos tan felices... sólo nos falta el perro para ser una familia perfecta.

Y básicamente eso ha sido todo. Ahora lo que me pregunto es lo siguiente: ¿A quién le interesa todo esto? ¿A mí? ¿A mis improbables lectores? ¿A mi única lectora fiel? Bueno, qué más da. Yo lo escribo y me siento bien.

Por cierto que hacía mucho que no escribía medio borracho. En Murcia circula la leyenda de un amigo que llega borracho a casa y se lee un libro. El resto nos acostamos a dormir la mona. Yo hoy he escrito un post en mi blog. Decididamente corren tiempos extraños.

(El dibujo es de la página http://www.nudo-de-corbata.com/)

VHS

Soy de la generación que ahora habla con añoranza de los antiguos sistemas de video. En mi casa fuimos del VHS desde el principio, mi padre siempre tuvo mucho ojo para estas cosas. Marcelino, el vecino del 4ºA, se compró un video 2000 y sus hijos siempre estaban vacilándonos de cuantísismas horas seguidas podían grabar, hasta se podía dar la vuelta a las cintas reversibles. Nosotros contraatacábamos recordándoles la poca variedad de películas que había en 2000. No recuerdo a nadie en concreto que tuviera un Beta pero sí que nos odiábamos. O eras del VHS o eras del Beta. Al entrar al video club, cada cual se iba a su sección, cuidándonos muy mucho de no acercarnos a las estanterías de las películas del sistema rival. Y mientras elegíamos cuál llevarnos a casa, nos lanzábamos miradas llenas de desdén.

Por cierto que ahora se hacen muchos chistes con el VHS y el Beta pero nadie parece recordar la terrible polémica que durante años hubo entre las cintas de casete normales y las de cromo. Sí, vale, las de cromo sonaban mejor pero te jodían los cabezales del radiocasete si no estaba preparado.


Volviendo a lo que íbamos… Me acuerdo a la perfección del primer video que tuvimos en casa. La noche que lo trajo mi padre, nos dejaron quedarnos despiertos hasta bien tarde. Cuando todos los cables estuvieron en su sitio, vimos Pedro y el dragón Elliot. Al ver mezcladas imágenes reales con dibujos animados nos convencimos de que el futuro había llegado ya adonde quiera que tuviera que ir. Qué pena.

Hace poco, no sé muy bien por qué, me acordé de esa película. Me hice con ella y esta tarde he querido verla con mi hijo mayor (el de tres años). Pero no le ha hecho mucha gracia y hemos estado un rato discutiendo hasta que he acabado por ceder y poner Ice Age I.

Voy a tener que ponerle una tele en su habitación, o en la mía, para que cada cual podamos ver las películas infantiles que nos apetezcan sin tener que discutir.

lunes, 3 de marzo de 2008

¡VOTEMOS TODAS A LA CASA AZUL!

Recuerdo una campaña contra la droga de hace un montón de años. Aparecía una chica o un chico, había dos versiones, escuchando música en unos auriculares y tumbada/o en el césped. De fondo se escuchaban razones para no engancharse. Parecían razones pequeñas pero que resultan definitivas para seguir viviendo: el próximo mundial de fútbol, una bolsa de pipas compartida con los amigos, el estreno de la próxima película de tal o cual director...

Ahora que tengo hijos la perspectiva y la balanza de lo importante ha cambiado pero antes, cuando mis razones para vivir eran bastante vagas, seguí haciéndolo por motivos así. Quizás por eso siempre he sido tan fan de tantas cosas. Todavía hoy, la vida sigue mereciendo la pena a cambio de poder cantar a gritos una canción, poder releer a Calvin & Hobbes, ver por enésima vez cualquier capítulo de La hora chanante o saber cómo acaba la tercera temporada de Mujeres desesperadas. Mi último fanatismo apasionado se lo debo a La casa azul. No sé cuántas veces he escuchado sus discos en las últimas semanas. Por eso estoy como loco desde que sé que se presenta a Eurovisión. He decidido hacer proselitismo y volcar todos mis esfuerzos en apoyar su candidatura.


Podría estar toda la mañana enumerando razones para votar por La casa azul pero voy a escribir sólo una. Como el diablo, la felicidad está en los detalles, en las pequeñas cosas. Y es imposible escuchar "La revolución sexual" y no ser feliz.

Ahí va la página para poder votar:

http://es.myspace.com/eurovision2008

Y el myspace del grupo:

http://www.myspace.com/lacasaazulband

PD: Ana, si lees esto recuerda que si no votas a La casa azul ya no te junto.
PDII: Mientras subo esta noticia, Mercedes, Juan y yo estamos bailando como locos La revolución sexual.

El mono entre rejas

(Basado en hechos reales)

Prólogo: Siempre he visto mal y despacio. Lo de mal creo que no necesita aclaración y lo de despacio se refiere a que, a veces, veo algo y tardo un poco en procesarlo. Como cierta tarde en la que salí del Centro de Acción Comunitaria en el que trabajo para buscar a alguien y me pareció ver un perro trepando agilmente a lo alto de un árbol. Joder, pensé, cómo trepa ese perro. Después me di cuenta de que no era un perro sino un mono. No me sorprendió tal descubrimiento porque hacía tiempo que sabíamos que en el barrio vivía un mono. Llevo tanto tiempo trabajando allí y he visto tantas cosas que uno no se pregunta cómo llega tal animal a un barrio murciano. Algo así se acepta y punto. Lo que en ese momento, con el mono exhibiendo su destreza en lo alto de la morera, no pude sospechar era el trágico final que le esperaba.

En Murcia debe haber tres o cuatro barrios lumpen. Yo trabajo en uno de ellos y vivo muy cerca de otro. Entre los habitantes de ambos hay relaciones de familia y de negocios. Rollo mafia italiana pero en cutre. Rara es la semana que no hay una redada o cerca de mi casa o cerca de mi trabajo. El jueves mismo sin ir más lejos. El despliegue espectacular como siempre: coches, furgonas, helicoptero y decenas de geos de cuerpos imponentes. El delito también el de siempre: narcotráfico.

Al día siguiente la radio informó del suceso y anunció que habían detenido a un hombre, una mujer, un menor... y ¡un mono! Oh, no, me dije al oir la noticia, han detenido al mono. Porque no me cupo la menor duda de que el mono apresado era el que yo había confundido con un perro días atrás.

La noticia me dejó consternado. Qué mala suerte la del mono. Fue pasando de familia en familia (compra-venta mediante) hasta acabar en manos del SEPRONA. Ahora recuerdo haberlo visto alguna tarde melancólica asomado a la ventana con la mirada perdida en el horizonte. Yo sé que él no tenía nada que ver con los turbios negocios de sus dueños. Quizás alguna vez pasó algo o sirvió de transporte pero porque no tuvo más remedio. Incluso me atrevería a afirmar que no sabía que aquello estuviera mal, aunque el desconocimiento del delito no exima de la culpa. En un juicio justo sería puesto en libertad. Pero ya sabemos que en este país nunca hay justicia para los monos.

Llevo desde el viernes intentando saber dónde lo tienen y preguntar si hay régimen de visitas. Quisiera ir a verlo y llevarle un paquete de cigarrillos... seguro que le inculcaron el feo vicio de fumar. Pobre mono.

(La noticia se puede leer en: http://www.laopiniondemurcia.es/secciones/noticia.jsp?pRef=3239_3_92914__Murcia-Tres-narcos-detenidos-relacion-crimen; la foto está sacada de ahí)

Líneas aéreas

Estaba en mi patio fumando cuando he visto pasar una bandada de gaviotas. La primera vez que las vi me pregunté qué harían encima de mi casa si vivimos a más de cincuenta kilómetros del mar. Lo comenté en una reunión de amigos y alguien me dijo que es que iban a un vertedero que no está muy lejos de Espinardo, mi pueblo. Con lo romántico que era ver volar a las gaviotas, soñando con el rumor del océano, y resulta que iban a picotear entre la basura. Y es lo que tienen estos pájaros, por un lado son muy evocadores pero por otro muy miserables. Porque no sólo se alimentan de deshechos, también picotean los ojos de los náufragos y cosas por el estilo. ¿Quién querría a un animal así como símbolo? Hay que estar loco.

Por encima de mi casa pasan también los aviones. Se ve que hay una de esas autopistas aéreas que llaman. Las noches de verano, fumando en la hamaca, veo luces rojas parpadeantes sobrevolándome. Y la imaginación se me llena de viajes y destinos misteriosos. Siempre he querido huir... y quién no.

La excusa habitual

Hay psicólogos que sostienen que ciertas mentiras se dicen para ser descubiertos. Cuando alguien es infiel suele ir dejando pistas inconscientemente para ser descubierto. De esa manera no tendrá más opción que afrontar la situación y ver lo que pasa. A veces somos cobardes para ser valientes.

En el instituto era hasta cierto punto habitual que alguien llegara a clase con un moratón en el cuello. Me he dado un golpe con la puerta, decía ella con casquibana caída de ojos. Siempre era la puerta y es casi imposible darse un golpe con una puerta y hacerse el mismo moratón que produce un chupetón del novio. Y lo digo yo que hice un par de intentos de confirmar lo anterior. Lo que en realidad decían era: tengo novio, nos besamos y hasta nos hacemos chupetones. Chincha rabia.

En una versión más dramática del asunto, puede aparecer una mujer o un niño con un ojo morado y decir que se ha dado un golpe con la mesita de noche. Si en el caso anterior era la puerta, aquí suele ser la mesita de noche. Recurrir a una mentira habitual y común es casi lo mismo que decir la verdad. En este caso: mi pareja me ha pegado o mi padre me ha pegado. La mentira oculta un callado grito de socorro que los demás nos negamos a oir. Y si lo oímos no sabemos qué hacer.

De veinticuatro horas que tiene el día, pasaré despierto unas dieciocho y de ellas, al menos durante dieciséis me siento tan impotente. Si no en las dieciocho.

Despertador

Cuando un bebé llega a una casa, todo se pone patas arriba. Hasta el desorden previo se ve alterado y se transforma en un nuevo y desconocido desorden. Entra las cosas que han cambiado desde la llegada de Darío está el hecho de que ya no me despierto con el radio-despertador sino con la alarma del móvil. Explicar por qué sería algo farragoso, así que no lo voy a hacer. Como resulta que mi móvil es guay puedo elegir la canción con la que quiero que me despierte. Probé con varias pero ninguna acababa de convencerme.

Trasteando en el ordenador de mis hermanas, descurbí que tenían la canción The Eve of the Tiger, de la peli de Rocky. Y me dije a mí mismo: la he encontrado. Desde entonces mis mañanas empiezan con una descarga de energía muy nutritiva.

Con lo que no contaba era con que Silvester Stallone visitara el plató de El hormiguero. Una de las cosas que prepararon, durante la entrevista, fue la presencia de dos chicos muy musculados que oían una música por los auriculares, la bailaban con sus pectorales y Stallone debían acertarla entre cuatro opciones, a, b, c y d. Una de las que bailaron fue precisamente The Eve of the Tiger.

Ahora, todas las mañanas, unos segundos antes de despertarme, mis sueños se llenan de jóvenes pectorales contrayéndose rítmicamente al son de Rocky y yo no sé cómo sentirme.

El plan C

Habitualmente, uno tiene un plan A y, si es previsor, tiene un plan B. Del que no se habla mucho es del plan C, que es ese plan que uno pergeña secretamente en su subconsciente, ese plan perfecto que no nos atrevemos a formular en voz alta porque sabemos que es casi imposible y no queremos que nos tomen por cándidos.

Mi moza se apuntó al CAP algunos meses antes del parto. Por un lado fue cosa de la necesidad y por otro porque es imposible prever el caos que se instala en una casa después de un parto, más si es el segundo. El CAP, por cierto, es el Curso de Adaptación Pedagógica, una especia de sacacuartos por el que tiene que pasar cualquiera que quiera opositar para ser profesor de secundaria. Con el vaso repleto de tareas y obligaciones faltaba el CAP. La gota que lo desborda todo. Es ella quien carga con el marrón de hacerlo pero en casos así, toda la familia se ve alterada. Hay que torear los nervios de la afectada, irnos de casa para dejarla estudiar y cosas así.

Para colmo, esta semana empezaba las prácticas, que consistían en dar seis clases de una asignatura que le tocó casi al azar en un instituto de formación profesional. Pero, claro, el pequeñín toma pecho y cuando le da hambre no hay quien lo distraiga ni lo conforme, salvo el pezón materno. Así que elaboramos el plan A: Ella entraría a dar clase mientras yo me quedaba fuera con la criatura. Si le daba hambre, yo llamaría educadamente a la puerta y diría: perdón, señora profesora, pero aquí su hijo dice que quiere teta. Entonces, o le daría el pecho en mitad de la clase o se saldría fuera, según el nivel de hormonas del alumnado.

El único problema del plan A era que uno de los días que tenía que dar clase era viernes que es justo cuando yo trabajo en turno de mañana (el resto de días lo hago por la tarde). Así que hicimos el plan B: llegaríamos un poco antes de la hora prevista, entraríamos en el Departamento de FOL y ella (aclaración innecesaria) le daría pecho a Darío y pena al profesor tutor del CAP. De esa manera, Mercedes confiaba en convencerlo para que le perdonara la clase de los viernes.

La escena conmovió tanto al tipo que fue el Plan C, ése que se guarda en secreto porque los deseos no se dicen en voz alta porque si no no se cumplen, el que se realizó. Mira, le dijo, si estás dando el pecho y tal... en esa situación no puedes dar clase... yo pensaba que le dabas biberón... yo tengo una nieta que vive en tal sitio y, sí, cuando le da hambre, igual, no hay quien la conforme... lo mejor sería que no vinieras a dar clase... Después llegaron a un acuerdo muy satisfactorio y nos marchamos de allí.

¿Lo tenías planeado? le pregunté ya en el coche. Hombre, me respondió, quería que me perdonara los viernes pero mira, nos ha salido bien la jugada. Vaya, corroboré. Di marcha atrás, me incorporé al tráfico y Darío nos dedicó una sonrisa cómplice.

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