La Autobiografía del General Franco, de Manuel Vázquez Montalbán, empieza con un epígrafe sobre el ruido en la comunicación. Si tuviera la novela a mano la copiaría pero no sé si ya he dicho que estoy de vacaciones en Gijón. A la vuelta la copio. El caso es que mi cabeza siempre está produciendo ruido. A veces me gustaría que se quedara en silencio, en blanco, sin pensamientos. Si yo hubiera estado en el final de Los cazafantasmas no hubiera sido capaz de dejar la mente en blanco. De hecho, desde que la vi, repito el ejercicio de no pensar en nada y nunca lo consigo. Ni os cuento la de cosas que podrían aparecer para destrozar la ciudad. El monstruo gigante de los marshmallow sería la menor de vuestras preocupaciones.
El ruido no cesa y es muy molesto. Por suerte, a veces se desvía hacia cuestiones sin importancia y hasta divertidas. Como esta mañana en que pensando pensando he descubierto que la afición de Stewie Griffin por los monólogos y los chistes tiene un antecedente claro en el oso Fozzie de los teleñecos. ¿Por qué la gallina cruzó la calle?... Para ir al otro lado.
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