Cada miércoles un cuento en El Estafador

jueves, 13 de marzo de 2008

Una mañana perfecta, dentro de lo posible


Me desperté con los primeros acordes de The Eve of the Tiger y después se apagó el móvil. El pobre, estaba hecho polvo y se le acabó la batería. Había estado toda la noche lanzando esa llamada irritante que avisa sobre el fin de la batería pero tenía el sueño tan pesado que no pude hacer nada al respecto.

Juan desayunó sin problemas y se quedó contento en el cole. Algo tan sencillo como lo anterior se agradece, tanto pelear con los hijos es agotador.

Volví caminando a casa y aproveché para comprar una baguette en la panadería.

Tenía que barrer y fregar la casa pero me lo tomé con calma. Antes arreglé las plantas, que falta les hacía. Los geranios están preciosos a pesar de los malos augurios de las vecinas. Al parecer, hace un tiempo hubo una plaga que se llevaba por delante a los geranios. Los datos que manejan son imprecisos, tal vez le pasó a una o dos plantas. Pero suficiente para que en Espinardo se haga toda una superstición sobre el asunto. Yo planté los geranios escuchando de refilón los murmulos de las vecinas que me tachaban de loco. Cada vez que los riego pienso en mi pequeña victoria, que son las únicas a las que puedo aspirar. Sea como sea, los geranios necesitan que de vez en cuando se corten las flores que se van marchitando y afean el conjunto. A eso me dediqué y ya puestos hizo lo mismo con las gerberas y con las margaritas (he buscado gerberas en el diccionario porque no sé sin van con b o con v, pero no las he encontrado). También arranqué la albahaca y la hierba buena que se habían secado y planté nuevas semillas.

Solventada la cuestión botánica, me puse a limpiar. Debo reconocer que no me gusta, para qué fingir. Limpiar el polvo de la habitación de Juan es un tortura china, con tanto bicho, tanto clic y tanto muñeco. Luego pasé la aspiradora por las alfombras (en qué mal momento se me ocurrió tener alfombras e hijos a la vez). Antes de barrer y fregar, aparté los sillones, subí las sillas a las mesas y despejé el terreno. Y luego a fregar. Déjame que friegue que tú no sabes, me decía mi madre. Y yo me enfadaba mucho. Sí que sé, le decía y me empeñaba en seguir haciéndolo. Ahora soy todo un profesional, hasta limpio la fregona al cambiar el agua del cubo (cada pocos metros cuadrados fregados).

Al terminar de fregar pude comprobar que tal vez el estudio que calificaba de equivocado un par de post más atrás tenga algo de cierto.

De comer hice bacalao al ajo arriero, un plato sencillo pero de elaboración algo pesada. Como banda sonora recuperé el doble LP de Madonna, The inmaculate collection. Tened paciencia, prometo que acabaré contando la historia de mi tocadiscos.

Para coronar una mañana perfecta nos fuimos a tomar el aperitivo al Avenida. Un bitter kas y unas almendras. No me pedí ensaladilla porque Mercedes había hecho para la cena.

Y ahora reconocedme que la felicidad y la tranquilidad estarán muy bien pero se llevan fatal con la literatura. Como dirían los críos con los que trabajo: esto no tiene fuste, maestro.

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