Cada miércoles un cuento en El Estafador

lunes, 3 de marzo de 2008

La excusa habitual

Hay psicólogos que sostienen que ciertas mentiras se dicen para ser descubiertos. Cuando alguien es infiel suele ir dejando pistas inconscientemente para ser descubierto. De esa manera no tendrá más opción que afrontar la situación y ver lo que pasa. A veces somos cobardes para ser valientes.

En el instituto era hasta cierto punto habitual que alguien llegara a clase con un moratón en el cuello. Me he dado un golpe con la puerta, decía ella con casquibana caída de ojos. Siempre era la puerta y es casi imposible darse un golpe con una puerta y hacerse el mismo moratón que produce un chupetón del novio. Y lo digo yo que hice un par de intentos de confirmar lo anterior. Lo que en realidad decían era: tengo novio, nos besamos y hasta nos hacemos chupetones. Chincha rabia.

En una versión más dramática del asunto, puede aparecer una mujer o un niño con un ojo morado y decir que se ha dado un golpe con la mesita de noche. Si en el caso anterior era la puerta, aquí suele ser la mesita de noche. Recurrir a una mentira habitual y común es casi lo mismo que decir la verdad. En este caso: mi pareja me ha pegado o mi padre me ha pegado. La mentira oculta un callado grito de socorro que los demás nos negamos a oir. Y si lo oímos no sabemos qué hacer.

De veinticuatro horas que tiene el día, pasaré despierto unas dieciocho y de ellas, al menos durante dieciséis me siento tan impotente. Si no en las dieciocho.

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