Desde bien pequeño, Darío ha terminado las palabras según un criterio personalísimo e intransferible. Casi antes de decir "papá" y "mamá", ya decía "papayi" y "mamayi". Su hermano ha sido, entre otras cosas, "Juajuayi". Después, ha ido introduciendo múltiples variantes pero en lo que a nosotros se refiere es un poco como esos músicos que hacen su obra maestra en el primer disco. A todo se acostumbre uno pero cada vez que me llama "papayi" noto como si me derritiera.
Su costumbre de usar sufijos da lugar a momentos muy graciosos. Por ejemplo, la bibliotecaria de nuestro pueblo, que es un sol (ella, no el pueblo), se llama Blanca, pero Darío le llama "Blancaca". A su primita, que se llama Martina, le dice Martini, es un sobrenombre de lo más cool.
La cosa no se limita a los sufijos. A veces cambia la terminación de las palabras. Hay una canción de Los Soberanos que se llama "En el desván antiguo de mi abuela" que le gusta mucho y siempre está pidiendo que se la ponga. Al principio, uno de los músicos grita: "All right... ¡Al lío, pollos! Se parte de risa con esa parte y así llama a la canción: Al lío, pollos. Pero ahora le ha dado por cambiar la "o" final por una "a" y en vez de parecer una canción yeyé parece una juerga gay.
PD: Por mi parte, soy más de prefijos. Uno de mis favoritos es "meta" y no pierdo oportunidad para usarlo. La metaevaluación del proyecto ha puesto de manifiesto que las herramientas con las que recogíamos información acerca de la participación de los menores en los talleres no son muy eficaces. Mi último cuento podría calificarse de metaliteratura porque muchos de los personajes que aparecen están sacados de las novelas clásicas del siglo XVII. Esta mañana estoy muy feliz porque puedo aplicar este prefijo a las cuestiones domésticas y es que he comprado un limpiador de lavavajillas. Lavar lo que lava es metalimpieza.
PDII: Acabo de recoger lo papeles para pedirle plaza en el cole a Darío. Me vais a perdonar pero si no lo digo reviento: ay, cómo pasa el tiempo, parece que fue ayer cuando lo tomé en mis brazos en el paritorio y ahora, mirad, a punto de entrar en el cole y blablabla.
7 comentarios:
Ellos crecen y nosotros con ellos... sí, el tiempo pasa más rápido de lo que creemos.
Me he reído porque mi tsunami de 3 años y medio está loco por el Zorro, y a mí, como todavía soy su mujer favorita, con permiso de las abuelas, me dice que yo soy la zorra... ¿Y lo barata que sale la risoterapia infantil?
Ya te digo... Hoy he visto las fotos de Jueves Lardero 2008 (una fiesta que se celebra por aquí y consiste en comer bollos con huevos dentro), cuando mi bicho ni hablaba ni andaba y no resiste la comparación con 2009. La última de la semana pasada es que cuando un compañero en el comedor de la guarde le dijo que tenía la tripa llena porque había comido mucho, la respuesta del mío fue: "Noooo. Lo que te pasa es que tienes un bebé dentro". Toma castaña. Como dice Marta, risoterapia gratis.
Entre padre e hijo hay para una tesis doctoral. Estoy por ponerme a la tarea.
Y de lo otro ¡ay , si yo te contara desde mi provecta edad!
yo, que en fondo soy bastante castellana, nunca he sido ni de sufijos ni de prefijos, pero mis hijas son muy de ponerle el diminutivo a todo, a veces hasta el exceso más absurdo: "grandotito" "manolita" le dicen a la pobre portera... y ella es Manoli, pero para mi hija Sofía es Manolita...
metapapayi, metablancaca, metapoll...
Nada, aquí practicando un poco de léxico dariomontalbanés
Me han encantado esos sufijos, jejeje... Me recuerdan algunos inventos de mi hija mayor. He citado este post en Bebés y más:
http://www.bebesymas.com/bebes-y-mas/blogs-de-papas-y-mamas-i
Saludos!
Qué buena!
Mi hija de 2 1/2 años también le encantan los sufijos en su hablar, al shampú le dice shampapú, y siempre anda diciendo que ella es chiquitita y yo grandeande.
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