Que la canción del post anterior es algo melancólica, así que pongo otra más animada para acabar el año con buen rollo. Como dice Darío: ¡A bailar!
PD: ¿Quién le diría a Tina que el pelo cardado y el cuero le sentaban bien? ¡Malditos asesores de imagen!
jueves, 31 de diciembre de 2009
Otra canción
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elhombreamadecasa
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miércoles, 30 de diciembre de 2009
Nochebuena, etcétera
Una de mis hermanas es supermegahiperextrarrequeteoptimista. Si, por ejemplo, alguien le dice que le ha gustado un poco alguno de mis escritos, me llama corriendo para decirme que la gente, así en general, está enloquecida con lo bien que escribo y que es probable que la nominación para el Nobel esté al caer. Así es ella.
A mí lo del optimismo no me sale pero puedo exagerar como el que más. Por ejemplo, un primo, y a la sazón [Interludio: pues no que me pongo a escribir después de un montón de días sin hacerlo aprovechando que los niños ya estaban acostados y a medio post escucho unos pasitos que vienen corriendo al estudio y son de Darío que viene a pedirme que le haga un biberón... Ay, ahora vuelvo]
Ya estoy aquí y si no cuento lo que he visto reviento. Así que [Interludio II: Darío tiene un móvil viejo con el que juega que llama a Pippi. La mayor parte de las veces nos pasa el teléfono y tenemos que hablar nosotros. Cuando he ido a llevarle el biberón, Mercedes les estaba contando un cuento a los dos niños y ¡a Pippi por el teléfono! Vamos a acabar todos como regaderas]
A ver si consigo coger el hilo de nuevo. Decía que iba a exagerar y que un primo mío, y a la sazón lector habitual de este blog, me ha dicho un par de veces, la última algo decepcionado, que esperaba ver la versión escrita de la última Nochebuena en familia. Pues bien, POR ACLAMACIÓN POPULAR, rompo mi autoimpuesta orden de alejamiento del ordenador hasta después de Reyes y ahí va una versión, algo resumida, de la Nochebuena de los López.
Desde tiempos inmemoriales (¿se escribe así?) hemos pasado la Nochebuena en casa de mis abuelos maternos. Mi abuela se encargaba de todo y salían unas cenas tremebundas. En los últimos años, ya estaba muy pachucha y mi madre tomó un poco el relevo. Pero como en esas fechas tienen mucho trabajo en el Multiprecio (las tienas antes conocidas como Todo100) echábamos una mano mi tía, mis primos y servidor.
El año pasado, las cosas como son, la cena fue bastante normalilla, sin nada especial, aparte de que nos juntamos todos. Mi madre sabía que yo me había quejado de eso y el domingo 20 me preguntó si quería hacer yo este año la cena. Eso por hablar. Ni que decir tiene que dije que sí. Además, me puse en plan gallito y dije que lo hacía con la condición de que yo me encargaba de todo. Y cuando digo todo, quiero decir TODO, aclaré.
Por suerte, llevaba casi un año pensando en un menú fetén para el día de Navidad. Lo malo es que lo había pensado para seis personas (madre, hermanas, amantísima esposa e hijos que no comen) y ahora tenía que extenderlo a 15 personas. Así que tuve que añadir más entrantes y cambiar el confite de pato por solomillo de cerdo.
Esto me duele reconocerlo pero debo ser fiel a la verdad: la mayor parte de las cosas las compré en... Hipercor. Sí, lo sé, es una traición miserable a Mercadona pero es que allí no tienen algunos de los ingredientes que necesitaba. Por cierto, he notado, como dice el eslogan, que en Hipercor está la palabra "precio" y vaya precios. Casi seis euros por una bandeja de tres endivias, por favor.
La noche antes me dediqué a hacer pruebas con la salsa de castañas y manzanas reinetas que acompañarían al solomillo. Y al día siguiente, a las diez de la mañana, ya estaba manos a la obra. Por cierto, Mercedes me había dicho que el 24 no trabajaría y, sospechósamente, el 23 cambió de opinión y sí fue a trabajar. Por suerte, vinieron mis hermanas a entretener a los gremlins.
No voy a enrollarme mucho más con el menú, solo diré que tuve los típicos momentos de pánico al pensar que faltaría comida y que la receta del suflé de patatas con queso Cheddar la saqué de un libro infantil ilustrado. Y ya que estoy, voy a contar lo del postre. Todo era muy elaborado y solo me permití algo de comodidad en el postre. Iba a ser una fondue de chocolate, de esas que solo hay que meter en el microondas un minuto, acompañada de frutas. Pero el microondas falló. Chicos, chicas, si os pasa esto, tirar la fondue directamente y no intentéis calentarla en un cazo. De verdad, no lo hagáis.
Ah, y una de las recetas que usé, me la envió una amiga por correo cuando pedí ayuda para lo del taller de cocina fría. Unas trufas de queso con frutos secos que son mi perdición.
Algunos de los comensales tienen fama de delicados y de no comer según qué cosas, pero solo es fama. Se lo comieron todo y disfrutaron de lo lindo. Yo el que más, la verdad. Fui un poco de mártir y tal pero me lo pasé muy bien. Dan gusto estas cosas que salen netamente bien, sin grises, todo blanco.
Luego estuvimos cantando villancicos. Faltaba mi hermana mayor, la de la primera frase, y eso hizo que se rompiera una tradición que consiste en que ella y una de mis tías cantan villancicos con una voz agudísima que ni Ymac Sumac. Pero no faltó una tradición más sorprendente aún y es que hacemos unos medleys entre villancicos populares y las canciones del primer álbum de Extremoduro. Habéis leído bien.
También nos dio por aclamar a todo el que fuera. Incluso cuando nos hicimos una foto de familia, vitoreamos hasta quedarnos afónicos al disparador automático de la cámara. No se ha visto en otra el cacharrete.
Nos fuimos a las tantas a la cama sin tener noticias de Papá Noel. Yo andaba algo preocupado después de lo que pasó con Juan y me costó conciliar el sueño. Me dormí poco antes de que los gritos de Darío y Juan me despertaran. Debajo del árbol de Navidad habían aparecido un montón de regalos. Miré con desinterés fingido si había alguno con mi nombre, dispuesto a decir que yo pasaba de esas chorradas si no había ninguno, pero no hizo falta. ¡Había un regalo para mí! Un montón de discos de Elefant Records, casualmente los que pedí por correo hace poco. Los de Elefant se enrollan un montón y aparte de lo que yo pedí, incluyeron algún regalito extra. Por ejemplo, un siete pulgadas de un tipo que se llama Greg Murray. No lo conocía pero hace una música muy emocionante. Tan emocionate que si os pilla desprevenidos estás perdidos. Avisados quedáis:
PDI: Feliz año a todo el mundo. Que seáis muy felices en 2010.
PDII: Y gracias a una lectora (firma como Lapatachunga) que se ha leído el blog de pe a pa dejando un montón de comentarios.
PDIII: Ya hemos empezado con las votaciones para los premios Electrodomésticos 2009. Aquí podéis ver los resultados de 2008.
A mí lo del optimismo no me sale pero puedo exagerar como el que más. Por ejemplo, un primo, y a la sazón [Interludio: pues no que me pongo a escribir después de un montón de días sin hacerlo aprovechando que los niños ya estaban acostados y a medio post escucho unos pasitos que vienen corriendo al estudio y son de Darío que viene a pedirme que le haga un biberón... Ay, ahora vuelvo]
Ya estoy aquí y si no cuento lo que he visto reviento. Así que [Interludio II: Darío tiene un móvil viejo con el que juega que llama a Pippi. La mayor parte de las veces nos pasa el teléfono y tenemos que hablar nosotros. Cuando he ido a llevarle el biberón, Mercedes les estaba contando un cuento a los dos niños y ¡a Pippi por el teléfono! Vamos a acabar todos como regaderas]
A ver si consigo coger el hilo de nuevo. Decía que iba a exagerar y que un primo mío, y a la sazón lector habitual de este blog, me ha dicho un par de veces, la última algo decepcionado, que esperaba ver la versión escrita de la última Nochebuena en familia. Pues bien, POR ACLAMACIÓN POPULAR, rompo mi autoimpuesta orden de alejamiento del ordenador hasta después de Reyes y ahí va una versión, algo resumida, de la Nochebuena de los López.
Desde tiempos inmemoriales (¿se escribe así?) hemos pasado la Nochebuena en casa de mis abuelos maternos. Mi abuela se encargaba de todo y salían unas cenas tremebundas. En los últimos años, ya estaba muy pachucha y mi madre tomó un poco el relevo. Pero como en esas fechas tienen mucho trabajo en el Multiprecio (las tienas antes conocidas como Todo100) echábamos una mano mi tía, mis primos y servidor.
El año pasado, las cosas como son, la cena fue bastante normalilla, sin nada especial, aparte de que nos juntamos todos. Mi madre sabía que yo me había quejado de eso y el domingo 20 me preguntó si quería hacer yo este año la cena. Eso por hablar. Ni que decir tiene que dije que sí. Además, me puse en plan gallito y dije que lo hacía con la condición de que yo me encargaba de todo. Y cuando digo todo, quiero decir TODO, aclaré.
Por suerte, llevaba casi un año pensando en un menú fetén para el día de Navidad. Lo malo es que lo había pensado para seis personas (madre, hermanas, amantísima esposa e hijos que no comen) y ahora tenía que extenderlo a 15 personas. Así que tuve que añadir más entrantes y cambiar el confite de pato por solomillo de cerdo.
Esto me duele reconocerlo pero debo ser fiel a la verdad: la mayor parte de las cosas las compré en... Hipercor. Sí, lo sé, es una traición miserable a Mercadona pero es que allí no tienen algunos de los ingredientes que necesitaba. Por cierto, he notado, como dice el eslogan, que en Hipercor está la palabra "precio" y vaya precios. Casi seis euros por una bandeja de tres endivias, por favor.
La noche antes me dediqué a hacer pruebas con la salsa de castañas y manzanas reinetas que acompañarían al solomillo. Y al día siguiente, a las diez de la mañana, ya estaba manos a la obra. Por cierto, Mercedes me había dicho que el 24 no trabajaría y, sospechósamente, el 23 cambió de opinión y sí fue a trabajar. Por suerte, vinieron mis hermanas a entretener a los gremlins.
No voy a enrollarme mucho más con el menú, solo diré que tuve los típicos momentos de pánico al pensar que faltaría comida y que la receta del suflé de patatas con queso Cheddar la saqué de un libro infantil ilustrado. Y ya que estoy, voy a contar lo del postre. Todo era muy elaborado y solo me permití algo de comodidad en el postre. Iba a ser una fondue de chocolate, de esas que solo hay que meter en el microondas un minuto, acompañada de frutas. Pero el microondas falló. Chicos, chicas, si os pasa esto, tirar la fondue directamente y no intentéis calentarla en un cazo. De verdad, no lo hagáis.
Ah, y una de las recetas que usé, me la envió una amiga por correo cuando pedí ayuda para lo del taller de cocina fría. Unas trufas de queso con frutos secos que son mi perdición.
Algunos de los comensales tienen fama de delicados y de no comer según qué cosas, pero solo es fama. Se lo comieron todo y disfrutaron de lo lindo. Yo el que más, la verdad. Fui un poco de mártir y tal pero me lo pasé muy bien. Dan gusto estas cosas que salen netamente bien, sin grises, todo blanco.
Luego estuvimos cantando villancicos. Faltaba mi hermana mayor, la de la primera frase, y eso hizo que se rompiera una tradición que consiste en que ella y una de mis tías cantan villancicos con una voz agudísima que ni Ymac Sumac. Pero no faltó una tradición más sorprendente aún y es que hacemos unos medleys entre villancicos populares y las canciones del primer álbum de Extremoduro. Habéis leído bien.
También nos dio por aclamar a todo el que fuera. Incluso cuando nos hicimos una foto de familia, vitoreamos hasta quedarnos afónicos al disparador automático de la cámara. No se ha visto en otra el cacharrete.
Nos fuimos a las tantas a la cama sin tener noticias de Papá Noel. Yo andaba algo preocupado después de lo que pasó con Juan y me costó conciliar el sueño. Me dormí poco antes de que los gritos de Darío y Juan me despertaran. Debajo del árbol de Navidad habían aparecido un montón de regalos. Miré con desinterés fingido si había alguno con mi nombre, dispuesto a decir que yo pasaba de esas chorradas si no había ninguno, pero no hizo falta. ¡Había un regalo para mí! Un montón de discos de Elefant Records, casualmente los que pedí por correo hace poco. Los de Elefant se enrollan un montón y aparte de lo que yo pedí, incluyeron algún regalito extra. Por ejemplo, un siete pulgadas de un tipo que se llama Greg Murray. No lo conocía pero hace una música muy emocionante. Tan emocionate que si os pilla desprevenidos estás perdidos. Avisados quedáis:
PDI: Feliz año a todo el mundo. Que seáis muy felices en 2010.
PDII: Y gracias a una lectora (firma como Lapatachunga) que se ha leído el blog de pe a pa dejando un montón de comentarios.
PDIII: Ya hemos empezado con las votaciones para los premios Electrodomésticos 2009. Aquí podéis ver los resultados de 2008.
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jueves, 24 de diciembre de 2009
Juan canta
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Juan pregunta,
Juan y Darío preguntan
Mensaje navideño
Me he automedicado unos días de descanso y alejamiento del ordenador. Ya está bien de mirar el correo electrónico o el contador de visitas cada cinco minutos. Volveré algún día de estos, después de Reyes como muy tarde. Espero qeu lo paséis muy bien y que os traigan muchos regalos. Felices fiestas.
PD: Sin saber por qué, llevo un par de días sin parar de escuchar el "Never Mind The Bollocks" de The Sex Pistols. Me han liado para que haga la cena de Nochebuena y no dejo de oír el "God Save The Queen" y el "Anarchy In The UK" mientras preparo el suflé de patatas y queso Cheddar y apaño la salsa de castañas. ¿Tendrá esto algún tipo de consecuencias? ¿Saldremos después de cenar a cantar villancicos con voz ronca y actitud punki? ¿Espantaremos ancianitas y quemaremos contenedores coincidienco con la Misa del Gallo? No future for me, No future for you, la la la...
PD: Sin saber por qué, llevo un par de días sin parar de escuchar el "Never Mind The Bollocks" de The Sex Pistols. Me han liado para que haga la cena de Nochebuena y no dejo de oír el "God Save The Queen" y el "Anarchy In The UK" mientras preparo el suflé de patatas y queso Cheddar y apaño la salsa de castañas. ¿Tendrá esto algún tipo de consecuencias? ¿Saldremos después de cenar a cantar villancicos con voz ronca y actitud punki? ¿Espantaremos ancianitas y quemaremos contenedores coincidienco con la Misa del Gallo? No future for me, No future for you, la la la...
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martes, 22 de diciembre de 2009
Experiencias mediáticas (y II)
Como iba diciendo, llegué a la tele sin perderme y sin ningún problema. Al poco llegó Jam Albarracín, el periodista que me iba a entrevistar. Se había retrasado no sé qué cosa y salimos fuera a echar unos cigars. Estuvimos hablando de música, de la Navidad, de ropa... Un poco más y le cuento mi secreto de benshermanshop.com. Por suerte me pude contener y no se lo dije, así la ropa que me compre allí seguirá siendo exclusiva y nadie más vestirá como yo (¿a que al final de esta frase le vendrían bien unas risas de malvado?).
Cuando volvimos a entrar, nos quitamos los abrigos y descubrimos horrorizados, al menos yo, que llevábamos el mismo jersey. Por suerte, esto no es del todo cierto, un poco como lo del GPS de la primera parte. Él llevaba la versión chaleco y yo la versión con mangas. Por lo demás, todo igual. Al final no se notó mucho, aunque el programa podría haber estado patrocinado por la marca en cuestión. Si me vuelven a llamar para la tele, le preguntaré primero al presentador qué se piensa poner (esto me recuerdo a mis hermanas y sus amigas).
Es curioso, hasta el momento, los tres periodistas que me han entrevistado me han tratado muy bien. Lo cual me lleva a preguntarme: ¿qué harán mis nervios cuando no sea así? No quiero ni saber la respuesta.
Un poco antes de entrar a plató, fui cundido por el pánico. Noté que me temblaban algunos músculos desconocidos y que no obedecían mis órdenes de parar. Como si de un cuento pop se tratara, busqué azúcar desesperadamente. Había una máquina de aperitivos y dulces pero descubrí que llevaba muy poca calderilla y billetes que no aceptaba la máquina. Me pareció super cutre pedir dinero. Por suerte, al lado había una máquina de café para la que sí me llegaba. Me pedí un capuchino descafeinado y le di a tope al dispensador de azúcar. Pero o la máquina estaba rota o el símbolo "más" quería decir en realidad "menos" porque aquello estaba amargo a más no poder. Al final del vaso encontré un poco de azúcar que repelé con el palito ese de plástico.
Unos minutos antes de empezar, creí que no sería capaz y que saldría huyendo del plató como en esos programas del corazón que siempre en los que siempre se va alguien dando el espectáculo. Por suerte, me pude contener y conseguí contener los temblores lo suficiente para que no se vieran en cámara.
La tele es muy sacrificada.
Tres. Al día siguiente, sábado, sin tiempo para recuperar el aliento, fue la presentación en Historietas. En la columna de la derecha hay un link a su página web y lo titulé "Mi tienda favorita". Y es verdad. Llevo comprando allí tebeos desde ni me acuerdo. Así que me hizo mucha ilusión presentar allí el libro. Enrique, el dueño, se portó fenomenal y preparó una merienda navideña para los asistentes. Tengo que decir que fue una tarde de frío total y que el acto coincidió con una manifestación a la que fueron muchos amigas. Incluso así, salió muy bien.
Pasaron muchas cosas emocionantes:
Y hasta aquí. De momento.
Cuando volvimos a entrar, nos quitamos los abrigos y descubrimos horrorizados, al menos yo, que llevábamos el mismo jersey. Por suerte, esto no es del todo cierto, un poco como lo del GPS de la primera parte. Él llevaba la versión chaleco y yo la versión con mangas. Por lo demás, todo igual. Al final no se notó mucho, aunque el programa podría haber estado patrocinado por la marca en cuestión. Si me vuelven a llamar para la tele, le preguntaré primero al presentador qué se piensa poner (esto me recuerdo a mis hermanas y sus amigas).
Es curioso, hasta el momento, los tres periodistas que me han entrevistado me han tratado muy bien. Lo cual me lleva a preguntarme: ¿qué harán mis nervios cuando no sea así? No quiero ni saber la respuesta.
Un poco antes de entrar a plató, fui cundido por el pánico. Noté que me temblaban algunos músculos desconocidos y que no obedecían mis órdenes de parar. Como si de un cuento pop se tratara, busqué azúcar desesperadamente. Había una máquina de aperitivos y dulces pero descubrí que llevaba muy poca calderilla y billetes que no aceptaba la máquina. Me pareció super cutre pedir dinero. Por suerte, al lado había una máquina de café para la que sí me llegaba. Me pedí un capuchino descafeinado y le di a tope al dispensador de azúcar. Pero o la máquina estaba rota o el símbolo "más" quería decir en realidad "menos" porque aquello estaba amargo a más no poder. Al final del vaso encontré un poco de azúcar que repelé con el palito ese de plástico.
Unos minutos antes de empezar, creí que no sería capaz y que saldría huyendo del plató como en esos programas del corazón que siempre en los que siempre se va alguien dando el espectáculo. Por suerte, me pude contener y conseguí contener los temblores lo suficiente para que no se vieran en cámara.
La tele es muy sacrificada.
Tres. Al día siguiente, sábado, sin tiempo para recuperar el aliento, fue la presentación en Historietas. En la columna de la derecha hay un link a su página web y lo titulé "Mi tienda favorita". Y es verdad. Llevo comprando allí tebeos desde ni me acuerdo. Así que me hizo mucha ilusión presentar allí el libro. Enrique, el dueño, se portó fenomenal y preparó una merienda navideña para los asistentes. Tengo que decir que fue una tarde de frío total y que el acto coincidió con una manifestación a la que fueron muchos amigas. Incluso así, salió muy bien.
Pasaron muchas cosas emocionantes:
- Fueron amigas, amigos y familiares de varios tipos. Qué importantes son.
- Juan y Darío se portaron bien y no hizo falta suspender la presentación para arreglar algún desaguisado.
- Conocí a un lector y a una lectora del blog. Esto me resultó especialmente emocionante.
- Conocí a Román, bajista de Los Marañones, uno de los grupos que han inspirado un cuento y una de mis bandas favoritas. Le firmé un libro y él a mí un disco.
- Pasé un buen rato firmando libros.
- No me morí ni me desmayé como una damisela (qué mal se conjuga el verbo "morir" en la primera persona de singular).
- Se vendieron 17 libros.
Y hasta aquí. De momento.
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lunes, 21 de diciembre de 2009
Ultimátum en la lista de la compra
Leo en la lista de la compra que esta mañana me ha dejado Mercedes sobre la mesa de la cocina: "Tu última oportunidad: ¡¡Aguafuerte!! No amoniaco". Esta mujer tiene un carácter... Total, solo me he equivocado dos veces y he comprado amoniaco en lugar de aguafuerte. Además, la última vez compré amoniaco perfumado.
Mis nervios siguen de punta y el mensaje de la lista de la compra no ha ayudado a calmarme. Decididamente, no es la mejor manera de empezar la semana.
Después de la fiesta de Navidad en el cole de Juan, me he ido a Mercadona. Lo primero que he hecho ha sido ir al pasillo de limpieza de hogar. No sabía qué me pasaría si no atinaba a comprar agua fuerte y esa incertidumbre me angustiaba más si cabe. He mirado y remirado sin ver nada. ¿Dónde están los dependientes de Mercadona cuando los necesitas? Ya está, me he dicho, mentiré como un bellaco y diré que no había. Pero Mercedes me conoce y sabe cuándo miento.
Estaba a punto de gritar pidiendo auxilio cuando lo he visto: aguafuerte, también llamado salfumán. Supongo que ese ha sido mi milagro navideño.
PD: Mercadona da lugar a ciertos momentos embarazosos cuando te encuentras con algún conocido/a. Te paras, saludas, cuentas algo y te despides. Pero después te lo vuelves a encontrar cada dos por tres y ya no sabes si pararte de nuevo, si decir "hola", si decir "adiós", si hacer algún gestito con la mano...
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domingo, 20 de diciembre de 2009
Experiencias mediáticas (I)
Una. El jueves volví a la radio, esta vez invitado por Jacinto Nicolás. Llegué a las nueve y cuarto de la noche, puntual como un reloj suizo. La puerta estaba cerrada. Llamé al timbre de la entrada y alguien abrió sin preguntar quién era. El hall estaba desierto y en penumbra. Estuve un rato esperando a que apareciera alguna persona pero nada. Por un momento me dejé llevar y pensé que todo aquello empezaba a parecer una película de misterio. Decidí avanzar. El pasillo se alargaba sin que nadie apareciera. Por fin vi a alguien. Pero era un periodista en antena y un técnico trabajando. No les podía preguntar nada. Avancé un poco más y llegué a la redacción. Había luz y gente con la que poder hablar. La peli de misterio había resultado ser muy corta.
Pregunté por Jacinto Nicolás y en un visto y no visto me habían metido al estudio. Estábamos en el aire y yo con unas ganas locas de toser. Si llegan a poner los anuncios un segundo más tarde me hubiera dado un ataque de tos en directo. La entrevista estuvo muy bien. Pasamos un buen rato comentando los cuentos. Una cosa curiosa: el periodista conocía a una vecina mía que cito en uno de los cuentos. Qué cosas.
El ambiente de un estudio de radio por la noche es increíble. Siento mucha cercanía y atracción por ese paisaje. Por un lado porque soy un oyente asiduo de radio. Por otro, porque me recuerda a mi hermana, periodista de radio aunque ahora esté en la tele, y a mi padre. Hace muchísimos años, mi padre... [Interludio: A veces, doy por hecho que Mercedes está con los hijos. A veces, ella, al mismo tiempo, da por hecho que el que está con los hijos soy yo. Entonces pasan cosas. Después de notar que algo raro estaba ocurriendo, he corrido a la cocina. Darío estaba de pie encima de la mesa. Juan, después de limpiar los cristales con agua y lavavajillas, iba a limpiar la mesa con la fregona. De hecho, lo ha hecho, valga la redundancia. Supongo que lo que cuenta es la intención.] Decía que mi padre tuvo un programa de radio hace un montón de años. No recuerdo cómo se llamaba ni la emisora que era. De lo que sí me acuerdo es de que al final siempre hacían que a él le pasaba alguna desgracia al ir a dejar el estudio. Después, durante algunos veranos, colaboró con una emisora del pueblo en el que veraneábamos con un programa de música negra. De noche, jugábamos a las cartas con mi tío mientras escuchábamos la música de Stax, Atlantic o Motown que mi padre pinchaba. Todavía tengo algunos de los discos que usaba.
Dos. El viernes por la mañana fui a la tele. Para llegar al estudio usé el típico truco de apagar el GPS y dejarme llevar por la fuerza. Bueno, vale, no hice eso. No tengo GPS, así que no lo puedo apagar. Lo que sí hice fue dejarme llevar por la fuerza. Y llegué por un camino que improvisé, olvidando los consejos que me había dado el Google Maps.
Y sigo mañana (no os perdáis el momento de terror al descubrir que llevaba el mismo jersey que el presentador o cómo conseguí no salir huyendo del plató víctima de un ataque de pánico).
Pregunté por Jacinto Nicolás y en un visto y no visto me habían metido al estudio. Estábamos en el aire y yo con unas ganas locas de toser. Si llegan a poner los anuncios un segundo más tarde me hubiera dado un ataque de tos en directo. La entrevista estuvo muy bien. Pasamos un buen rato comentando los cuentos. Una cosa curiosa: el periodista conocía a una vecina mía que cito en uno de los cuentos. Qué cosas.
El ambiente de un estudio de radio por la noche es increíble. Siento mucha cercanía y atracción por ese paisaje. Por un lado porque soy un oyente asiduo de radio. Por otro, porque me recuerda a mi hermana, periodista de radio aunque ahora esté en la tele, y a mi padre. Hace muchísimos años, mi padre... [Interludio: A veces, doy por hecho que Mercedes está con los hijos. A veces, ella, al mismo tiempo, da por hecho que el que está con los hijos soy yo. Entonces pasan cosas. Después de notar que algo raro estaba ocurriendo, he corrido a la cocina. Darío estaba de pie encima de la mesa. Juan, después de limpiar los cristales con agua y lavavajillas, iba a limpiar la mesa con la fregona. De hecho, lo ha hecho, valga la redundancia. Supongo que lo que cuenta es la intención.] Decía que mi padre tuvo un programa de radio hace un montón de años. No recuerdo cómo se llamaba ni la emisora que era. De lo que sí me acuerdo es de que al final siempre hacían que a él le pasaba alguna desgracia al ir a dejar el estudio. Después, durante algunos veranos, colaboró con una emisora del pueblo en el que veraneábamos con un programa de música negra. De noche, jugábamos a las cartas con mi tío mientras escuchábamos la música de Stax, Atlantic o Motown que mi padre pinchaba. Todavía tengo algunos de los discos que usaba.
Dos. El viernes por la mañana fui a la tele. Para llegar al estudio usé el típico truco de apagar el GPS y dejarme llevar por la fuerza. Bueno, vale, no hice eso. No tengo GPS, así que no lo puedo apagar. Lo que sí hice fue dejarme llevar por la fuerza. Y llegué por un camino que improvisé, olvidando los consejos que me había dado el Google Maps.
Y sigo mañana (no os perdáis el momento de terror al descubrir que llevaba el mismo jersey que el presentador o cómo conseguí no salir huyendo del plató víctima de un ataque de pánico).
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viernes, 18 de diciembre de 2009
En los papeles II
La entrevista en La Opinión se puede leer aquí.
En La Verdad también ha salido una nota sobre la entrevista de esta noche y la presentación de mañana. Está aquí. Tiene su gracia porque en el pie de foto (que no se ve en la edición digital y sí en la de papel) llaman a las ilustraciones de Casanovas "caricaturas". Y después llaman "historietas" a los cuentos. Lo de historietas podría tener un pase pero lo de caricaturas más bien no. También ponen un "del" entre "Cuentos" y "pop". (Por cierto, ninguna de esas tres licencias tienen nada que ver con Jam Albarracín, que firma el texto, sino con la persona que ha montado la noticia).
En La Verdad también ha salido una nota sobre la entrevista de esta noche y la presentación de mañana. Está aquí. Tiene su gracia porque en el pie de foto (que no se ve en la edición digital y sí en la de papel) llaman a las ilustraciones de Casanovas "caricaturas". Y después llaman "historietas" a los cuentos. Lo de historietas podría tener un pase pero lo de caricaturas más bien no. También ponen un "del" entre "Cuentos" y "pop". (Por cierto, ninguna de esas tres licencias tienen nada que ver con Jam Albarracín, que firma el texto, sino con la persona que ha montado la noticia).
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Juan pregunta
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Juan pregunta,
Juan y Darío preguntan
jueves, 17 de diciembre de 2009
En los papeles y en las pantallas
Me dice Ángel Sopena que mañana viernes escribirá en el periódico murciano La Opinión sobre los "Cuentos pop". Da mucho gustico que periodistas consagrados como él o Jam Albarracín se interesen por uno.
Hacía falta una foto. Las que tengo medio posando son de cuando tenía barba y muchos más kilos que ahora. Así que las he descartado. Como las fotos suelo hacerlas yo, casi nunca salgo, lógicamente. Y en las que hace Mercedes siempre se me ve la coronilla, cada vez más despejada. Si tuviéramos un consejero matrimonial debería exponerle este asunto porque seguro que encierra algún mensaje. Por suerte he encontrado una foto que me hizo Juan este verano en Gijón. Tiene un enfoque algo raro pero salgo bien.
No sé si el artículo saldrá en la versión digital del periódico. Si fuera así, pondré el enlace.
Y también saldré a las once de la noche en el Canal 6, en la Jam Evasión. Es un canal local pero algunas cosas las emiten en su web. Los nervios siguen a tope. Si hago el ánimo, mañana o pasado cuento algo más de estas experienciastraumáticas mediáticas (dejo el tachado porque ha sido un lapsus en toda regla). De momento solo adelantaré un dato. El perspirex, infalible hasta el momento, está fallando frente a mis nervios. Lo nunca visto.
Hacía falta una foto. Las que tengo medio posando son de cuando tenía barba y muchos más kilos que ahora. Así que las he descartado. Como las fotos suelo hacerlas yo, casi nunca salgo, lógicamente. Y en las que hace Mercedes siempre se me ve la coronilla, cada vez más despejada. Si tuviéramos un consejero matrimonial debería exponerle este asunto porque seguro que encierra algún mensaje. Por suerte he encontrado una foto que me hizo Juan este verano en Gijón. Tiene un enfoque algo raro pero salgo bien.
No sé si el artículo saldrá en la versión digital del periódico. Si fuera así, pondré el enlace.
Y también saldré a las once de la noche en el Canal 6, en la Jam Evasión. Es un canal local pero algunas cosas las emiten en su web. Los nervios siguen a tope. Si hago el ánimo, mañana o pasado cuento algo más de estas experiencias
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miércoles, 16 de diciembre de 2009
The Times They Are A-Changin´
Mi madre cuenta que cuando éramos pequeños nos encantaba el arroz y habichuelas. Cada vez que una vecina hacía eso de comer, le daba un plato a las otras porque era una carta ganadora. Ese día no tocaba pelea a la hora de comer. Pasaba lo mismo cuando ella era pequeña. Pero ahora no es así. Ni a Juan ni a Darío les gusta el arroz y habichuelas. A pesar de eso, hago esa comida de vez en cuando.
El otro día, a medio hacerla, me di cuenta de que me faltaba arroz. Fui a la casa de una vecina a pedirle un vasico de arroz. Momentazo ama de casa, no me lo negaréis. Le conté lo que estaba haciendo de comer y me dijo que a sus nietos tampoco les gustaba. Definitivamente, concluimos, los tiempos están cambiando.
ARROZ Y HABICHUELAS (según receta de mi abuela materna)
INGREDIENTES (para cuatro personas... o así)
Un vaso de arroz
Un tarro grande de habichuelas de las que ya van cocidas (si tuviera por fin el tan deseado patrocinio de Mercadona, diría que un tarro de habichuelas Hacendado, pero como no lo tengo, no lo digo.)
Tres o cuatro vasos de agua (según se quiera con más caldo o con menos)
Un manojo (en Murcia se dice "garba") de ajos tiernos
Un buen puñado de habas frescas
Cuatro alcachofas
Uno o dos tomates
(Se puede poner también nabo, aunque yo nunca lo he hecho, dato, por otra parte, bastante irrelevante)
PREPARACIÓN
Se trocean los ajos tiernos. Se pelan un poco las alcachofas y se parten en cuatro (se les restriega con un poco de limón para que no se oscurezcan). Se pela y se trocea el tomate.
Se fríen los ajos, las habas frescas, las alcachofas y el tomate. (El orden en que se iban echando al aceite era muy importante pero lo olvidé; cada vez lo hago de una forma y el resultado final, la verdad, no cambia mucho). Se salan y se echa un poco de pimentón dulce. Se añade el agua y se deja hervir. Entonces se echa el arroz y las habichuelas. Se corrige de sal y se deja cocer unos 15 ó 20 minutos, según el arroz. Como las habas ya están cocidas, se pueden echar después del arroz aunque van a quedar más o menos parecidas.
Conviene comerlo recién hecho porque si no chupa el caldo y se queda apelmazado. Se puede acompañar con un chorro de limón o de vinagre.
PARA ESCUCHAR MIENTRAS SE COCINA:
PD: Me ha faltado una de esas fotos molonas que ponen en blogs de cocina tan fantásticos como los enlazados en la columna de la derecha pero es que no sé cuándo haré arroz y habichuelas. Tampoco sé hacer esos montajes tan chulos que hacen ellas.
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El gran momento
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martes, 15 de diciembre de 2009
Un día ambivalente (o El pozo de los deseos)
No sé muy bien cómo enfocar este post. Tengo dos ideas. La primera es hablar de cómo hay cosas que, al mismo tiempo, atraen y repelen, dan gusto y miedo... Nada nuevo. La otra es citar un capítulo de la serie de dibujos Los Wuzzles en el que salía un pozo de los deseos con la inscripción "Cuidado con lo que deseas, se puede hacer realidad". Nada nuevo tampoco pero aquella vez fue la primera en la que me enfrenté a esa máxima terrible. Si uno tiene que llevar cuidado con lo que desea porque se hace realidad... ¿qué sentido tiene nada? No sé si tuve una de esas crisis de infancia en la que te pasas varios días pensando en la muerte, tuya y de los que te rodean, pero hubiera podido.
De una forma u otra, este domingo me fui a la cama escuchando llover y fantaseando con que, al día siguiente, todo amaneciera nevado. No nevó pero hacía un frío terrible y llovía a cántaros. Un día ideal. Al menos para mí que me encantan los días así. Ah, pero tenía que llevar a Juan al cole y recogerlo. Todo eso con Darío. Así que un día encantador se conviertió en un incordio con tanto entrar y salir del coche.
El lunes tuve la primera entrevista en radio con motivo de los "Cuentos pop". Digamos, sin entrar en muchos detalles, que me manejo mejor con la palabra escrita que con la palabra hablada. La segunda me genera mucha inseguridad y si estoy en un entorno que no controlo me agobio mucho muchísimo y las cosas no me salen como me gustaría. Yo me senté delante de Ángel Sopena, periodista musical de Onda Regional y organizador del Lemon Pop, pensando que estaba tranquilo. Tenía preparada la primera respuesta y aún así empecé a balbucear como un colegial. Empecé con mal pie y ya fui toda la entrevista agobiadísimo. Lo peor fue cuando me hacía preguntas y me quedaba en blanco. ¿Cuál ha sido el último concierto al que has ido? ¿Cuál ha sido el último disco que te has comprado? ¿Qué escritores pop te gustan? Me veía mirando dentro de mi cabeza y sólo encontraba un pasillo largo y vacío (la imagen es real, o sea que la tuve durante la entrevista). He respondido a todas esas preguntas en este blog: el de Francisco Nixon, el pedido después de la carta bomba de Elephant, Murakami, Murakami, Murakami.
Me quedo, en todo caso, con tres lecturas positivas:
1. Lo hice (cosa que en otro tiempo hubiera sido impensable para mí)
2. Si empiezas mal solo puedes ir mejorando.
3. El mensaje llegó, no como yo hubiera quedado pero llegó.
Como, bien o mal, hecho está y no es plan de esconderse: se puede escuchar hoy a las 23 horas en Onda Regional de Murcia.
El viernes voy a la tele y el sábado se presenta el libro en Historietas. Estoy, al mismo tiempo, horrorizado y flipado. Una parte de mí se quiere esconder bajo tierra con El hombre topo y otra no para de pensar qué voy a ponerme. Quiero, a la vez, ser Burial y quiero ser Mick Jagger.
El problema no es que se cumplan los deseos. Eso es un mensaje de mierda. Lo que pasa es que pocas cosas son fáciles y perfectas en la vida. Casi todas llevan aparejadas problemas y complicaciones. Y una de dos: o se resuelven o se deja de tener deseos. Perdón por el momento Coelho. Prometo que no se volverá a repetir.
PD: Acaba de venir a casa El Misino. Es el bodeguero del pueblo y hace reparto a domicilio. No todo iba a ser malo en Espinardo. Pero nos ha dicho que se jubila. Madre mía ¿y ahora qué?
PDII (al día siguiente): Me escuché y tampoco estuvo tan mal la cosa. Por cierto, Muchas gracias a Ángel Sopena por invitarme y por lo bien que me trato.
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domingo, 13 de diciembre de 2009
El cumpleaños de cuento de Darío
Darío no es príncipe, ni falta que le hace. Tampoco es el hijo pequeño de un molinero pobre ni el menor de tres hermanos. Esas condiciones no son del todo necesarias para protagonizar un cuento.
El sábado fue su cumpleaños. El día empezó como todos: a las siete y media, una hora escandalosa para ser sábado, Darío se bajó de la cama y vagó por la casa reclamando el biberón mañanero. Su madre lo llevó a la cama de los papis y le hizo el desayuno. Enseguida se despertó Juan y, los cuatro en la cama, le cantaron cumpleaños feliz.
A pesar de ser sábado y del cumple, Mercedes tenía que trabajar y antes de irse, le dimos el regalo: la serie completa de Pippi Calzaslargas. Lo mejor del regalo fue que en la caja había un botón que al apretarlo sonaba la canción de Pippi. Si no le dio mil veces al botón en todo el día, no le dio ninguna.
Los hombres de la casa nos pusimos guapos y nos fuimos a tomar un aperitivo al bar Avenida para celebrar el cumple. Patatas fritas de bolsa, almendras y zumo de piña. Lo mejor de lo mejor. Al poco llegó Mercedes y nos fuimos a recoger la tarta. Una tarta hecha por encargo según los deseos del cumpleañero: graaaande, graaaade y de fresa. Es que en estas fechas no tenemos fresas, nos dijo el viernes el pastelero. No importa, le respondimos, lo importante es que sea roooosa, rooooosa.
Llegamos a casa. Guardamos la tarta en el frigo y nos pusimos a recoger y limpiar antes de que llegaran los invitados.
Los primeros en llegar fueron la tita M. y el tito (político, vaya adjetivo) S. Venían a comer con nosotros.
A las cuatro en punto de la tarde sonó el timbre por primera vez. Darío corrió como una exhalación a abrir la puerta. Eran el tío (abuelo) A., la tía (abuela) L. y sus dos hijos. Y los correspondientes regalos, claro.
No había subido la primera cafetera cuando sonó de nuevo el timbre. Esta vez eran la abu, la tita L. y la tía (abuela) M.
Pensábamos que ya estábamos todos cuando volvió a sonar el timbre. ¿Quién será? Darío corrió a abrir y ¡qué sorpresa! eran la yaya, el abuelo P. M. (Darío lo llama siempre por el nombre y el apellido), el tito J. con L., el tito J. con A. y la tita M. con su amigo A. Vaya, vaya, la familia al completo solo faltaba... un momento, suena el timbre otra vez. Pero bueno, qué sorpresón, recién llegada de la tele estaba en nuestra puerta la tita C. con T. y la primita M. (la niña más guapa de la Galaxia).
Apenas habíamos cerrado la puerta, otro timbrazo. Desde Gijón, utopía hecha realidad, había llegado el abuelo F.
Los regalos ya no cabían en la casa y tuvimos que pedir sillas prestadas a las vecinas.
Y cuando pensábamos que no vendría nadie más, de nuevo el timbre. Darío se puso como loco cuando abrió la puerta y vio a Pippi, Tommy y Anika subidos en Pequeño Tío. También venía el Señor Nilsson. Aparcamos a Pequeño Tío en el patio y rezamos, los padres somos así, para que Pippi no incitara a los niños a comerse una sopa de clavos o a disparar armas de fuego.
Empezábamos a estar como en el camarote de los Hermanos Marx cuando volvió a sonar el timbre. Explosión de felicidad: eran Pocoyó (Darío le llama Pocoyoyo), Eli, Pato, Lula, Pajaroto, Valentina y Pulpo.
Íbamos a cerrar la puerta cuando escuchamos gritar ¡PEDO! Miramos y venía el conejito Pipí Caca con el lobo, detrás también iban las tres gallinas del cuento favorito de Darío y la gatita Hello Kitty.
A partir de ahí perdí la cuenta. Sé que siguió sonando el timbre y que la fiesta duró hasta las tantas. Tuve que salir corriendo a la pastelería para rogarle al pastelero que me hicieran de urgencias una nueva tarta graaaaaaaaaaande, graaaaaaaaaade y rooooooosa, roooooooosa. También tengo que decir que todos fueron unos invitados ejemplares y que dejaron la casa más limpia y ordenada de lo que se la encontraron.
Un día perfecto.
El sábado fue su cumpleaños. El día empezó como todos: a las siete y media, una hora escandalosa para ser sábado, Darío se bajó de la cama y vagó por la casa reclamando el biberón mañanero. Su madre lo llevó a la cama de los papis y le hizo el desayuno. Enseguida se despertó Juan y, los cuatro en la cama, le cantaron cumpleaños feliz.
A pesar de ser sábado y del cumple, Mercedes tenía que trabajar y antes de irse, le dimos el regalo: la serie completa de Pippi Calzaslargas. Lo mejor del regalo fue que en la caja había un botón que al apretarlo sonaba la canción de Pippi. Si no le dio mil veces al botón en todo el día, no le dio ninguna.
Los hombres de la casa nos pusimos guapos y nos fuimos a tomar un aperitivo al bar Avenida para celebrar el cumple. Patatas fritas de bolsa, almendras y zumo de piña. Lo mejor de lo mejor. Al poco llegó Mercedes y nos fuimos a recoger la tarta. Una tarta hecha por encargo según los deseos del cumpleañero: graaaande, graaaade y de fresa. Es que en estas fechas no tenemos fresas, nos dijo el viernes el pastelero. No importa, le respondimos, lo importante es que sea roooosa, rooooosa.
Llegamos a casa. Guardamos la tarta en el frigo y nos pusimos a recoger y limpiar antes de que llegaran los invitados.
Los primeros en llegar fueron la tita M. y el tito (político, vaya adjetivo) S. Venían a comer con nosotros.
A las cuatro en punto de la tarde sonó el timbre por primera vez. Darío corrió como una exhalación a abrir la puerta. Eran el tío (abuelo) A., la tía (abuela) L. y sus dos hijos. Y los correspondientes regalos, claro.
No había subido la primera cafetera cuando sonó de nuevo el timbre. Esta vez eran la abu, la tita L. y la tía (abuela) M.
Pensábamos que ya estábamos todos cuando volvió a sonar el timbre. ¿Quién será? Darío corrió a abrir y ¡qué sorpresa! eran la yaya, el abuelo P. M. (Darío lo llama siempre por el nombre y el apellido), el tito J. con L., el tito J. con A. y la tita M. con su amigo A. Vaya, vaya, la familia al completo solo faltaba... un momento, suena el timbre otra vez. Pero bueno, qué sorpresón, recién llegada de la tele estaba en nuestra puerta la tita C. con T. y la primita M. (la niña más guapa de la Galaxia).
Apenas habíamos cerrado la puerta, otro timbrazo. Desde Gijón, utopía hecha realidad, había llegado el abuelo F.
Los regalos ya no cabían en la casa y tuvimos que pedir sillas prestadas a las vecinas.
Y cuando pensábamos que no vendría nadie más, de nuevo el timbre. Darío se puso como loco cuando abrió la puerta y vio a Pippi, Tommy y Anika subidos en Pequeño Tío. También venía el Señor Nilsson. Aparcamos a Pequeño Tío en el patio y rezamos, los padres somos así, para que Pippi no incitara a los niños a comerse una sopa de clavos o a disparar armas de fuego.
Empezábamos a estar como en el camarote de los Hermanos Marx cuando volvió a sonar el timbre. Explosión de felicidad: eran Pocoyó (Darío le llama Pocoyoyo), Eli, Pato, Lula, Pajaroto, Valentina y Pulpo.
Íbamos a cerrar la puerta cuando escuchamos gritar ¡PEDO! Miramos y venía el conejito Pipí Caca con el lobo, detrás también iban las tres gallinas del cuento favorito de Darío y la gatita Hello Kitty.
A partir de ahí perdí la cuenta. Sé que siguió sonando el timbre y que la fiesta duró hasta las tantas. Tuve que salir corriendo a la pastelería para rogarle al pastelero que me hicieran de urgencias una nueva tarta graaaaaaaaaaande, graaaaaaaaaade y rooooooosa, roooooooosa. También tengo que decir que todos fueron unos invitados ejemplares y que dejaron la casa más limpia y ordenada de lo que se la encontraron.
Un día perfecto.
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viernes, 11 de diciembre de 2009
Juan pregunta
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Juan y Darío preguntan
jueves, 10 de diciembre de 2009
Apocalipsis (Belenes) (Post autodestruido)
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miércoles, 9 de diciembre de 2009
Carta de no recomendación
El martes por la mañana, mientras paseábamos por Albacete, tuvo lugar una conversación que voy a contar a continuación. Voy a hacerlo tipo obra de teatro que creo que no he usado hasta ahora este truquito. Podría acabar con algún comentario o incluso algún juicio de valor, pero mejor no lo hago. Ahí va:
Exterior. Día. Cuatro personas caminan contra un decorado que recuerda la Avenida de España de Albacete. La mujer empuja un carricoche con un niño dentro. El hombre intenta caminar con un niño de la mano. Hace un agradable frío de Otoño. Todos van muy abrigados, quizás excesivamente abrigados.
Hombre (impostando la voz): Juan, ya verás, vamos a hacer un juego. Voy a hacer que soy Papá Noel y tú me vas respondiendo. ¿Vale?
Niño mayor: Vale.
Hombre: Pero tienes que decir la verdad porque a lo mejor Papá Noel nos está escuchando y los Reyes Magos y lo que digas lo van a apuntar.
Niño mayor: Que vale.
Hombre: Jo, jo, jo. Hola, Juan.
La mujer sonríe, mitad de verdad, mitad de compromiso.
Niño mayor (con voz nerviosa, como si por un momento creyera de verdad que quien le habla es Papá Noel): Hola.
Hombre: Estoy recogiendo cierta información sobre tu padre, ya sabes, para ver el tema este de los regalos. Dime, ¿cómo se ha portado?
Niño mayor: Mal.
Hombre (sorprendido y asustado): ¿Mal?
Niño mayor: Sí, mal.
Hombre: Pero, ¿muy mal?
Niño mayor: Sí, muy mal.
Hombre: Entonces, según tú, ¿se merece que le traiga regalos?
Niño mayor: No.
Hombre (conteniendo el llanto): Bueno, bueno. Tomaré nota.
Mujer: Eso te pasa por preguntar.
Las cuatro personas siguen caminando. El niño mayor da algunos tirones de la mano de su padre. El padre se lleva la mano libre a la cartera, como si quisiera calcular si va a tener dinero para comprarse él mismo los regalos que este año, al parecer, no se ha ganado. Cae el telón.
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lunes, 7 de diciembre de 2009
Cuerdas y dedos
Le han regalado a Juan una guitarra, al menos eso pone en la caja, que solo tiene cuatro cuerdas. A Seasick Steve le sobra una.
Claro que, por no hacer falta, no hacen falta ni los cinco dedos de una mano para tocar la guitarra. Que se lo digan si no a Django Reinhardt:
Claro que, por no hacer falta, no hacen falta ni los cinco dedos de una mano para tocar la guitarra. Que se lo digan si no a Django Reinhardt:
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domingo, 6 de diciembre de 2009
Kioscos
Estamos pasando el puente en Albacete. Esta mañana he bajado a comprar el periódico y mi dosis mensual de Rockdelux. Da tanto gusto bajar a la calle y encontrarte en medio de la ciudad... Como he aprovechado para fumar, me he tenido que esperar para entrar al kiosco. Bueno, más bien es una de esas droguerías - librerías que, curiosamente, abundan más de lo esperado.
He estado fumando frente al escaparate leyendo los titulares de los periódicos y me he acordado de cuando estuvimos en Cuzco, Perú. Allí era muy habitual encontrarte a un montón de personas paradas delante de los kioscos. Al principio nos llamaba mucho la atención y nos preguntábamos ¿qué estarán haciendo? La respuesta era fácil: estaban leyendo las portadas de los periódicos, demasiado caros para las economías de subsistencia. Me he acordado también de que allí, en las mantas, más que vender CDs y DVDs pirateados, vendían libros fotocopiados. ¿Llegará eso aquí?
PDI: En Albacete hace un frío que ni en el Polo Norte. Antes de lo que he contado, me he ido a correr. Creo que hacía bajo cero. El frío se lleva bien al poco de estar corriendo pero me he tenido que volver porque con la humedad, se me empañaban las gafas y no veía nada de nada.
PDII: Mientras fumaba delante del escaparate me he acordado de una tercera cosa. Cuando éramos pequeños y hacía mucho frío, aprovechábamos el vaho que salía de nuestras bocas para fingir que fumábamos. ¿Por qué ese empeño en ser mayores antes de tiempo?
PDIII: Tengo la sensación de que ya he contado lo de los periódicos de Cuzco. Este blog empieza a ser como una pareja de larga duración, con la que vas repitiendo conversaciones.
He estado fumando frente al escaparate leyendo los titulares de los periódicos y me he acordado de cuando estuvimos en Cuzco, Perú. Allí era muy habitual encontrarte a un montón de personas paradas delante de los kioscos. Al principio nos llamaba mucho la atención y nos preguntábamos ¿qué estarán haciendo? La respuesta era fácil: estaban leyendo las portadas de los periódicos, demasiado caros para las economías de subsistencia. Me he acordado también de que allí, en las mantas, más que vender CDs y DVDs pirateados, vendían libros fotocopiados. ¿Llegará eso aquí?
PDI: En Albacete hace un frío que ni en el Polo Norte. Antes de lo que he contado, me he ido a correr. Creo que hacía bajo cero. El frío se lleva bien al poco de estar corriendo pero me he tenido que volver porque con la humedad, se me empañaban las gafas y no veía nada de nada.
PDII: Mientras fumaba delante del escaparate me he acordado de una tercera cosa. Cuando éramos pequeños y hacía mucho frío, aprovechábamos el vaho que salía de nuestras bocas para fingir que fumábamos. ¿Por qué ese empeño en ser mayores antes de tiempo?
PDIII: Tengo la sensación de que ya he contado lo de los periódicos de Cuzco. Este blog empieza a ser como una pareja de larga duración, con la que vas repitiendo conversaciones.
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sábado, 5 de diciembre de 2009
Sobre las huelgas de hambre
En cierta ocasión formé parte de un grupo de apoyo a una huelga de hambre. Fue el último recurso, después de semanas de varios encierros en iglesias y una acampada frente a la Delegación de Gobierno. En la asamblea en la que se tomó la decisión, habló una persona y dijo cosas muy emocionantes difíciles de olvidar. Explicó que una huelga de hambre era un acto de violencia que en vez de dirigirse contra el otro, el que había causado el problema, el que se merecía el dolor, se dirigía, en un gesto de gran dignidad, contra uno mismo.
Aquello tuvo un final feliz. Espero que lo de Aminatu Haidar también lo tenga.
Aquello tuvo un final feliz. Espero que lo de Aminatu Haidar también lo tenga.
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viernes, 4 de diciembre de 2009
Juan pregunta
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jueves, 3 de diciembre de 2009
Lluvia
Está lloviendo en Murcia. No llueve a mares pero algo es algo.
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miércoles, 2 de diciembre de 2009
Correo bomba
Habitualmente soy inmune a esos correos que te llegan ofreciendo chollos o pidiendo que compres. Incluso me mantengo impasible cuando quien lo firma es la mismísima esposa del secretario general de las Naciones Unidas diciéndome que me han tocado sacos llenos de euros en no-sé-qué-lotería.
Pero, algunas veces, recibo correos a los que no me puedo resistir. El otro día me llegó uno de la discográfica Elefant con sus ofertas de Navidad. Y he caído. Vaya que si he caído.
Anoche me puse a hacer el pedido y se me fue la cabeza. Por suerte, fui lo suficientemente cabal como para sacar la cuenta antes de darle a enviar. Pasaba de los 160 euros, sin contar con los gastos de envío. Después de contar hasta mil, respirar como le enseñaron a Mercedes en las clases preparto y apretar los dientes hasta hacerlos rechinar, fui capaz de recortar el pedido y dejarlo en algo aceptable.
Pero es que el catálogo de Elefant es taaaaan atractivo. Cómo resistirse al último EP de Cooper (nº1 durante semanas en las listas de ventas gracias a que la última pista es casi todo un concierto). O a un single en vinilo blanco de Cola Jet Set. O a la magia de Nick Garrie. O a esos precios minúsculos y tan ye-yés a los que han puesto los dos discos de Los Soberanos. O a las nuevas canciones en español de Stereo Total, con ese acentazo alemán. Por si todo eso fuera poco, en algunas referencias indicaban que eran los últimos ejemplares. Así que no pude retrasar más la compra de La revolución sexual en vinilo.
He pensado que voy a dejar en Correos el pedido sin recoger y les escribiré una carta de Papá Noel y a Los reyes magos para decirles que mis regalos están allí. Que vayan ellos y se repartan los discos como mejor entiendan. Así el 25 de diciembre tendré la mitad y el 6 de enero la otra mitad. Un plan perfecto.
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martes, 1 de diciembre de 2009
Superpoderes
La crianza nos va dotando poco a poco de superpoderes.
Uno de ellos es la supervelocidad. Recuerdo una vez que Juan tenía menos de un año y estaba sentado en la cocina de la casa de mi madre. Mercedes, mi madre y yo charlábamos. Juan perdió el equilibrio y se cayó hacia atrás. Antes de que nadie supiera lo que estaba pasando, Mercedes se había movido en tiempo-bala y había impedido que la cabeza de Juan se golpeara contra el suelo. Ni Trinity.
Otro superpoder es la precognición (esta palabra es un poco rara pero es la que se usa en los tebeos). Ves la esquina de una mesa, ves a tu hijo moverse de aquí para allá como un loco y ves el futuro chichón. Por suerte este superpoder se puede combinar con el anterior y te da tiempo de poner tu mano entre la mesa y la frente del niño en el proverbial último segundo.
El oído también se desarrolla hasta extremos próximos a Daredevil. El otro día tenía reunión del AMPA por la tarde y me llevé a Juan y a Darío. Muchas madres ponen la excusas de que tienen chiquillos para no ir a las reuniones del AMPA. Pero, claro, si se está en el AMPA es porque tienes hijos. Así que como excusa deja mucho que desear. El caso es que Juan y Darío se quedaron en el patio del colegio con la monitora de una de las actividades extraescolares y yo me quedé dentro haciendo las papeletas de la rifa navideña. Odio las rifas pero es lo que toca. De repente, mi sentido arácnido (otro superpoder) se puso a vibrar. Presté atención y escuché un llanto lejano que nadie más parecía oír. Darío se había caído y lloraba. Salí corriendo a ver qué pasaba. Nada grave.
El último superpoder que he descubierto que tenemos (ya lo sospechaba de anteriores ocasiones) es el poder antitusígeno. Juan es de mucho toser, especialmente de noche. Empieza a hacerlo en otoño y acaba en primavera. Estamos hartos de jarabes. De obligarlo a beber agua. De la leche caliente con miel. Nada sirve. La otra noche, el pobre no dejaba de toser. Estaba desesperado. Nosotros también porque la tos es una cosa que pone muy nervioso. Nos acostamos con él, le hablamos y le dimos besos. Entonces se durmió como un bendito y dejó de toser.
PD: Al final Mercedes cambió la goma del butano. Y no se quemó los dedos.
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lunes, 30 de noviembre de 2009
Marisol
Esta tarde me he enterado de que ha muerto Marisol. Aunque ya no trabajo, los lunes me paso por el barrio y me ponen al día.
Marisol no se llamaba Marisol. O mejor dicho: Marisol tenía dos nombres. Uno con el que la llamaban en el barrio y otro que usaba para el DNI, los papeles de la asistenta, los de la cárcel, de la que entraba y salía cada dos por tres... No sé las razones de esto ni cómo empezó el desdoblamiento. Lo que sí sé es que hay muchos niños que mienten sobre su nombre cuando los conoces por primera vez, como si quisieran proteger su verdadera identidad delante de un intruso. También hay muchos niños que prefieren el mote al nombre, como si quisieran forjarse una nueva identidad.
Los dos nombres de Marisol son muy significativos. Uno le servía para los vecinos, la familia, las amigas. Un nombre para los propios y cercanos. Otro para la Administración. Un nombre para lo extraño y hostil. En el caso de Marisol, como en el de tantas otras personas, las entidades públicas que deberían haber velado por sus derechos han sido más bien las entidades públicas responsables de su vida de exclusión.
No seré yo quien niegue la existencia del libre albedrío, la responsabilidad personal y todas esas cosas. Pero también existe una responsabilidad colectiva de cuidar unos de otros, de pelear por los derechos de los que están peor, de repartir justamente, de liquidar de una vez por todas un sistema profundamente injusto que necesita que existan poblaciones excluidas. Esa responsabilidad colectiva es pequeña. Microscópica tal vez. Marisol podría haber escapado de su destino y de la vida horrible que llevaba, dirá alguien. Era libre. Pero hay que tener en cuenta que la exclusión se hereda y que forma un círculo vicioso difícil de romper y en el que la libertad es una farsa: niña en entorno excluido, falta de estímulos positivos, absentismo-fracaso escolar, droga por todas partes, niña se hace adulta sin haber podido madurar en condiciones, la "adulta" tiene hijos y vuelta a empezar.
En fin. Me hubiera gustado enterarme antes para poder ir al entierro. Sé que la familia valora esos gestos. Por cierto, es posible que con Marisol se haya ido la última usuaria del Walkman (de cinta de casette). No creo que haya ido a ningún sitio (ni ella ni nadie) pero si me equivoco, espero que encuentre por fin ese trabajo de jardinera que tanto deseaba.
Marisol no se llamaba Marisol. O mejor dicho: Marisol tenía dos nombres. Uno con el que la llamaban en el barrio y otro que usaba para el DNI, los papeles de la asistenta, los de la cárcel, de la que entraba y salía cada dos por tres... No sé las razones de esto ni cómo empezó el desdoblamiento. Lo que sí sé es que hay muchos niños que mienten sobre su nombre cuando los conoces por primera vez, como si quisieran proteger su verdadera identidad delante de un intruso. También hay muchos niños que prefieren el mote al nombre, como si quisieran forjarse una nueva identidad.
Los dos nombres de Marisol son muy significativos. Uno le servía para los vecinos, la familia, las amigas. Un nombre para los propios y cercanos. Otro para la Administración. Un nombre para lo extraño y hostil. En el caso de Marisol, como en el de tantas otras personas, las entidades públicas que deberían haber velado por sus derechos han sido más bien las entidades públicas responsables de su vida de exclusión.
No seré yo quien niegue la existencia del libre albedrío, la responsabilidad personal y todas esas cosas. Pero también existe una responsabilidad colectiva de cuidar unos de otros, de pelear por los derechos de los que están peor, de repartir justamente, de liquidar de una vez por todas un sistema profundamente injusto que necesita que existan poblaciones excluidas. Esa responsabilidad colectiva es pequeña. Microscópica tal vez. Marisol podría haber escapado de su destino y de la vida horrible que llevaba, dirá alguien. Era libre. Pero hay que tener en cuenta que la exclusión se hereda y que forma un círculo vicioso difícil de romper y en el que la libertad es una farsa: niña en entorno excluido, falta de estímulos positivos, absentismo-fracaso escolar, droga por todas partes, niña se hace adulta sin haber podido madurar en condiciones, la "adulta" tiene hijos y vuelta a empezar.
En fin. Me hubiera gustado enterarme antes para poder ir al entierro. Sé que la familia valora esos gestos. Por cierto, es posible que con Marisol se haya ido la última usuaria del Walkman (de cinta de casette). No creo que haya ido a ningún sitio (ni ella ni nadie) pero si me equivoco, espero que encuentre por fin ese trabajo de jardinera que tanto deseaba.
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La goma del butano
Son las doce y media pasadas de la noche del lunes, o sea, de la noche del domingo al lunes. Acabamos de ver dos capítulos de Los Soprano y me he venido al ordenador a ver cómo habían ido las visitas al blog. Estaba tan feliz leyendo los comentarios al post anterior cuando Mercedes ha llegado alarmada al estudio. Tenemos caducada la goma del butano, ha dicho. ¿Pero es que esas cosas se caducan? Me ha dado por jurar en el idioma de NewJersey. Que si Jesus Christ, que si fucking goma del butano (no sé cómo se dice goma del butano en New Jersey)... ¿Y ahora qué hacemos? ¿Esas cosas puede cambiarlas uno mismo? ¿Hay que llamar a un especialista para que te cobre 100 euros por el desplazamiento, 100 por la mano de obra y 100 por las piezas? Y más importante todavía ¿cómo hace esta mujer para darse cuenta de esas cosas?
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sábado, 28 de noviembre de 2009
De pedanía a centro ciudad
No sé en otras ciudades, pero en Murcia el centro es El corte inglés. Si vives cerca, estás en el centro. Si vives lejos, no. Cuando mis padres se compraron su casa, estaba al borde mismo de la ciudad. Más allá solo había cañas y acequias. Pero como El corte inglés estaba cerca, daba igual.
Seguro que ya habréis leído en algún otro post que vivo en Espinardo, una pedanía de Murcia. Casi, casi el fin del mundo. Hasta hace un par de días. Y es que el viernes inauguraron un nuevo centro comercial (¿por qué más? ¿qué necesidad había? ¿no he demostrado ya bastante que soy un consumidor compulsivo y que si no compro más es porque no tengo dinero?) en el que está El corte inglés. Y está a menos de quince minutos a pie desde casa. Así que, de un día para otro, he pasado a vivir en el centro de la ciudad.
Aparte de tentaciones consumistas y de que ya no podré quejarme tanto de vivir en los confines del mundo conocido, este centro comercial ha tenido una curiosa repercusión para mí. Llevo cosa de un año haciendo el mismo recorrido cuando salgo a correr. Pasaba por al lado del centro comercial pero solo eran obras oscuras y destartaladas. Pero hoy, todo eran aceras anchas bien iluminadas, llenas de gente y con muchos semáforos, que dan mucho gustico cuando vas corriendo. Correr sorteando civiles es a la vez divertido y agobiante. Ya veré si cambio el recorrido o no.
Por cierto, y ahora que escribo de correr, voy a contar una cosa que me tiene muy intrigado. Cuando empiezo a correr mi olor es neutro o incluso bueno si todavía duran los efectos del desodorante y de la colonia. Pero al cabo de... digamos diez minutos, mi olor ya no es bueno, ni siquiera neutro. De vez en cuando me cruzo con muchachas que también van corriendo y tras de sí, en vez de dejar olor a sudor y esfuerzo, dejan un aroma a gel de baño, colonia, cremas hidratantes... ¿Cómo lo harán?
PD: En este nuevo centro comercial también hay un Hipercor. Pero que no cunda el pánico en Mercadona que seguiré fiel a ellos. Y a ver cuándo llega ese patrocinio...
Seguro que ya habréis leído en algún otro post que vivo en Espinardo, una pedanía de Murcia. Casi, casi el fin del mundo. Hasta hace un par de días. Y es que el viernes inauguraron un nuevo centro comercial (¿por qué más? ¿qué necesidad había? ¿no he demostrado ya bastante que soy un consumidor compulsivo y que si no compro más es porque no tengo dinero?) en el que está El corte inglés. Y está a menos de quince minutos a pie desde casa. Así que, de un día para otro, he pasado a vivir en el centro de la ciudad.
Aparte de tentaciones consumistas y de que ya no podré quejarme tanto de vivir en los confines del mundo conocido, este centro comercial ha tenido una curiosa repercusión para mí. Llevo cosa de un año haciendo el mismo recorrido cuando salgo a correr. Pasaba por al lado del centro comercial pero solo eran obras oscuras y destartaladas. Pero hoy, todo eran aceras anchas bien iluminadas, llenas de gente y con muchos semáforos, que dan mucho gustico cuando vas corriendo. Correr sorteando civiles es a la vez divertido y agobiante. Ya veré si cambio el recorrido o no.
Por cierto, y ahora que escribo de correr, voy a contar una cosa que me tiene muy intrigado. Cuando empiezo a correr mi olor es neutro o incluso bueno si todavía duran los efectos del desodorante y de la colonia. Pero al cabo de... digamos diez minutos, mi olor ya no es bueno, ni siquiera neutro. De vez en cuando me cruzo con muchachas que también van corriendo y tras de sí, en vez de dejar olor a sudor y esfuerzo, dejan un aroma a gel de baño, colonia, cremas hidratantes... ¿Cómo lo harán?
PD: En este nuevo centro comercial también hay un Hipercor. Pero que no cunda el pánico en Mercadona que seguiré fiel a ellos. Y a ver cuándo llega ese patrocinio...
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viernes, 27 de noviembre de 2009
Juan pregunta
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Juan y Darío preguntan
jueves, 26 de noviembre de 2009
La(s) vacuna(s) de la gripe A
Esta mañana he acompañado al centro de salud a una persona que tenía que vacunarse de la Gripe A. Después de consultarlo con su médico, nos ha dicho que le pondría una en concreto. Después nos ha acompañado a la consulta donde las ponían y le ha dado las indicaciones a una enfermera. Cuando le ha tocado el turno, esta primera enfermera le ha dicho a una segunda enfermera que a mi acompañante había que ponerle la vacuna de tal tipo. La segunda enfermera ha puesto cara rara y ha cuestionado la decisión del médico. La primera enfermera ha ido a hablar con el médico, que ha insistido en su decisión. La segunda enfermera se ha resignado y ha puesto el tipo de vacuna que le decían.
Mientras todo eso pasaba, ha entrado una mujer. Acaban de vacunar a mi madre de la otra gripe, ha dicho, y queremos saber cuándo se puede vacunar de la gripe A. Pues ya mismo, ha dicho la primera enfermera. ¿Se pueden poner juntas? Claro, no hay ningún problema, ha respondido la primera enfermera. Pero se ve que se ha arrepentido de la (falsa) seguridad que transmitían sus palabras y ha añadido: O al menos eso es lo que nos han dicho. Al mismo tiempo que decía eso, ha abierto los brazos como diciendo: No tengo ni idea, la verdad, y hago lo que me mandan.
He salido del centro de salud con la misma sensación que tengo cuando voy conduciendo y llego a una cruce de visibilidad reducida del que tengo que salir sin tener claro si vienen otros coches o no. Todos los coches de este ejemplo, por cierto, son de alta gama, carísimos, de millones y millones de euros de dinero público.
Mientras todo eso pasaba, ha entrado una mujer. Acaban de vacunar a mi madre de la otra gripe, ha dicho, y queremos saber cuándo se puede vacunar de la gripe A. Pues ya mismo, ha dicho la primera enfermera. ¿Se pueden poner juntas? Claro, no hay ningún problema, ha respondido la primera enfermera. Pero se ve que se ha arrepentido de la (falsa) seguridad que transmitían sus palabras y ha añadido: O al menos eso es lo que nos han dicho. Al mismo tiempo que decía eso, ha abierto los brazos como diciendo: No tengo ni idea, la verdad, y hago lo que me mandan.
He salido del centro de salud con la misma sensación que tengo cuando voy conduciendo y llego a una cruce de visibilidad reducida del que tengo que salir sin tener claro si vienen otros coches o no. Todos los coches de este ejemplo, por cierto, son de alta gama, carísimos, de millones y millones de euros de dinero público.
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miércoles, 25 de noviembre de 2009
El baile de los abrigos
Mi abuelo materno llevaba un diario imposible. Iba tomando notas en lo primero que pillaba, sin orden ni concierto. La mayoría se ha perdido pero guardamos lo que escribió detrás de unas cartulinas tamaño cuartilla que eran publicidad de un negocio de chapuzas. Cada entrada la empezaba anotando el tiempo que hacía ese día. Si yo hiciera lo mismo, tendría que decir que ha llegado el frío pero solo de ocho a diez de la mañana. Ha llegado un poco de sopetón. El lunes nos pilló desprevenidos y nos helamos al llevar a Juan al cole. Ahora estamos acatarrados los tres, otra vez. Menudo otoñico estamos pasando.
Por las mañanas hace frío pero al rato sale el sol y sobra el abrigo y hasta el jersey. Así que hay que ir cargado de ropa a todas partes. Y si se te ocurre ir de compras o estar entrando y saliendo de sitios, tienes que volver locos a los chiquillos con tanto ponerles y quitarles ropa.
Esta mañana, al salir del coche para ir al cole, le he puesto a Darío una manta de cuadros de esas que "regala" Iberia en sus vuelos. Entre el carricoche y la manta, me ha recordado al profesor Xavier:
Darío también llevaba una braga roja al cuello. Y eso me recordaba a La sombra:
PD: Los Cuentos pop empiezan a moverse por la red. Ya hay una referencia en el blog de Mushroom Pillow y en el facebook de la editorial.
Por las mañanas hace frío pero al rato sale el sol y sobra el abrigo y hasta el jersey. Así que hay que ir cargado de ropa a todas partes. Y si se te ocurre ir de compras o estar entrando y saliendo de sitios, tienes que volver locos a los chiquillos con tanto ponerles y quitarles ropa.
Esta mañana, al salir del coche para ir al cole, le he puesto a Darío una manta de cuadros de esas que "regala" Iberia en sus vuelos. Entre el carricoche y la manta, me ha recordado al profesor Xavier:
Darío también llevaba una braga roja al cuello. Y eso me recordaba a La sombra:
PD: Los Cuentos pop empiezan a moverse por la red. Ya hay una referencia en el blog de Mushroom Pillow y en el facebook de la editorial.
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martes, 24 de noviembre de 2009
Algunos pensamientos volátiles
1. Los vinilos de 12 pulgadas se reproducen a 33 1/3 revoluviones por minuto. Eso quiere decir que en un minuto, el giradiscos da 33,3 vueltas por minuto. No es un número entero porque el decimal es un periodo, o sea, 33,3333333333etcétera. Pero el inifinito es un concepto matemático que no cabe en el mundo real. Necesitamos redondear y al hacerlo dejamos el número sin terminar. En cada minuto queda un pequeño trozo de vuelta por dar. Un giro microscópico que se pierde. ¿Dónde va? Las canciones nos llegan como algo terminado, a veces como obras perfectas, pero si suenan en un tocadiscos una parte de ellas queda perdida en el magma matemático.
2. Cuando uno escribe como narrador omnisciente puede hacerlo de la misma manera una y otra vez, al fin y al cabo es siempre uno mismo. Pero si se escribe en primera persona, debe cuidar de no hacerlo siempre igual. Es más, debería procurar no hacerlo como un escritor omnisciente que escapa de cosas como la repetición y las frases coherentes. Al narrar en primera persona hay que intentar respetar la originalidad del personaje que habla. En ese caso, estaría justificado, por no decir que sería necesario, introducir muletillas y errores en el texto. Habría incluso que escribir voluntariamente mal porque no todas las personas saben escribir bien. (Es que estoy escribiendo un cuento en el que el narrador dice mucho la palabra "huevos".)
3. Un personaje habitual en los cuentos infantiles es el lobo. El lobo es el que se come a los protagonistas. Siempre se los come de un bocado, sin masticar. Esto, en la actualidad, podría ser considerado como una mala influencia porque bien es sabido lo necesario que es masticar bien lo que se come. Pero lo interesante del asunto es que, al final, Caperucita acaba saliendo del cuerpo del lobo sana y salva, generalmente tras un buen tajo, tipo cesárea. ¿No tendrá esto que ver con algún complejo de los que se inventaron el cuento? ¿Un complejo relacionado con la incapacidad del hombre para dar a luz, tal vez?
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lunes, 23 de noviembre de 2009
La vida secreta de Juan
Ayer por la tarde, vinieron a casa mi madre y mi hermana pequeña. Cuando hay visita, los niños se vuelven locos exhibiéndose. Mira lo que hago de Fama, dijo Juan. Y empezó a hacer unos pasos de baile espectaculares. Nos quedamos a cuadros. Pero si Juan solo ve ClanTV. ¿Qué sabe él de Fama? Ese programa en el que todos visten tan mal. ¿No es bastante con que en el recreo aprenda cosas de Pressing Catch? ¿No hay nada que se pueda hacer contra la influencia perniciosa de los iguales?
Y para mantener el delicado equilibrio del ecosistema familiar, contaré algo de Darío y de Mercedes.
Hoy, Darío, después de que Mercedes le contara que cuando éramos pequeños estaba el Plato Chino (filipino), me ha explicado a mí cómo se jugaba a eso porque, según él, yo no sabía nada del asunto y él sí. Creo que debemos ir al pediatra para que le revisen los niveles de Protagonismo. Diría que los tiene muy altos.
Desde que no trabajo, el Astra (a.k.a. Coche viejo) lo usa solo Mercedes. Ahora lo lleva siempre como los chorros del oro. ¡Hasta le ha puesto un ambientador! ¿Por qué no hacía esas cosas cuando lo usábamos los dos?
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sábado, 21 de noviembre de 2009
Ayna vs. New Jersey
Al final le quitamos el plástico a la primera temporada de Los Soprano que Mercedes me regaló por mi santo allá por el lejano mes de Julio. Y nos está gustando un montón.
Ayer nos tocaba ver el último capítulo pero cuando encendimos la tele descubrimos que estaban echando "Amanece que no es poco", probablemente la mejor película de todos los tiempos. La tenemos en DVD y la hemos visto infinidad de veces. A pesar de todo eso, y de las ganas que teníamos de ver el último capítulo de la primera temporada de Los Soprano, nos quedamos embobados viendo el gospel sobre el corazón. Y luego el recibimiento al Alcalde. Y luego el ayuno del cura. Cada escena más divertida que la otra. Cada frase más genial que la anterior. Un día nos encontramos con José Luis Cuerda en un área de descanso y Mercedes le gritó (lo juro): ¡José Luis, todos somos contingentes, pero tú eres necesario!
(Una de las niñas cantoras fue de mi promoción de Veterinaria.)
Al final, en un acto de valor propio de
Mi hermana mayor, sopranista declarada, nos recomendó que la viéramos en versión original subtitulada. Y eso estamos haciendo. Está bien, entre otras cosas, porque hemos aprendido los mil y un uso del verbo To Fuck. Lo malo es que estamos planeando un viaje a Londres para 2011 y no sé si nos entenderán con este acento cerrado de New Jersey que estamos cogiendo.
Uno de los personajes que más juego da, es la madre del protagonista. De hecho, el hilo conductor de la serie son las visitas de este a una psiquiatra, entre otras razones, por los problemas que tiene con su madre. Tony dice con bastante frecuencia: ¿My Mother? Cada vez que escuchamos esto, Mercedes y yo nos morimos de risa porque nos recuerda a otros manchegos geniales:
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viernes, 20 de noviembre de 2009
Juan pregunta
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Juan y Darío preguntan
jueves, 19 de noviembre de 2009
De paseo por Murcia
Había tomado varias fotos con el móvil para ilustrar este post pero no encuentro el cable para descargarlas al ordenador. Os va a tocar imaginarlas.
La otra tarde tenía que ir al dentista, otra vez, y decidí hacerlo en autobús. La movilidad en Murcia se basa en el principio universal de Susto o muerte. Si vas en coche te mueres del asco. Si vas en autobús te asusta que el transporte público funcione tan rematadamente mal. De hecho, más parece transporte de ganado que de personas.
En el autobús iba un grupo de estudiantes universitarios. Es curioso esto de la perspectiva. Tengo el recuerdo nítido de, siendo pequeño, estar en una librería esperando para comprar algo. Delante había unos niños de octavo de EGB y a mí me parecían gigantes. Ahora, los chavales de universidad me parecen hobbits.
Otro principio que rige la movilidad en Murcia es el de Me río por no llorar. Nuestro Ayuntamiento sin igual, harto de que unos cuantos pesados no dejaran de dar la murga con el carril bici, se ha inventado las vías ciclables. Esto, además de ser imposible de pronunciar, es un invento que da mucha risa, por no llorar. En los carriles de servicio y en las aceras anchas han pintado unas líneas rojas y unas bicis blancas dentro y se supone que por ahí pueden ir los ciclistas. [Aquí iba una foto de lo que acabo de describir] Estas vías ciclables aparecen y desaparecen por lo que no sirven para ir a ningún sitio en concreto.
Para que los cambios de nivel no sean un problema, han puesto un pegote de asfalto entre la carretera y los bordillos. La rampa es tan pequeña que tiene una pendiente que ni el Tourmalet. [Aquí iba otra foto del pegote de asfalto]
El tercer principio de la movilidad es el de Yo me paso por el forro la urbanidad y las normas de circulación. Según este principio, no hay mejor sitio para aparcar que un paso de peatones. [Y aquí la tercera y última foto de un coche aparcado en mitad de un paso de cebra impidiendo que se pase por la rampa con carricoche o sillas de ruedas, menos mal que están lo pegotes de asfalto que han puesto para los ciclistas]
La otra tarde tenía que ir al dentista, otra vez, y decidí hacerlo en autobús. La movilidad en Murcia se basa en el principio universal de Susto o muerte. Si vas en coche te mueres del asco. Si vas en autobús te asusta que el transporte público funcione tan rematadamente mal. De hecho, más parece transporte de ganado que de personas.
En el autobús iba un grupo de estudiantes universitarios. Es curioso esto de la perspectiva. Tengo el recuerdo nítido de, siendo pequeño, estar en una librería esperando para comprar algo. Delante había unos niños de octavo de EGB y a mí me parecían gigantes. Ahora, los chavales de universidad me parecen hobbits.
Otro principio que rige la movilidad en Murcia es el de Me río por no llorar. Nuestro Ayuntamiento sin igual, harto de que unos cuantos pesados no dejaran de dar la murga con el carril bici, se ha inventado las vías ciclables. Esto, además de ser imposible de pronunciar, es un invento que da mucha risa, por no llorar. En los carriles de servicio y en las aceras anchas han pintado unas líneas rojas y unas bicis blancas dentro y se supone que por ahí pueden ir los ciclistas. [Aquí iba una foto de lo que acabo de describir] Estas vías ciclables aparecen y desaparecen por lo que no sirven para ir a ningún sitio en concreto.
Para que los cambios de nivel no sean un problema, han puesto un pegote de asfalto entre la carretera y los bordillos. La rampa es tan pequeña que tiene una pendiente que ni el Tourmalet. [Aquí iba otra foto del pegote de asfalto]
El tercer principio de la movilidad es el de Yo me paso por el forro la urbanidad y las normas de circulación. Según este principio, no hay mejor sitio para aparcar que un paso de peatones. [Y aquí la tercera y última foto de un coche aparcado en mitad de un paso de cebra impidiendo que se pase por la rampa con carricoche o sillas de ruedas, menos mal que están lo pegotes de asfalto que han puesto para los ciclistas]
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miércoles, 18 de noviembre de 2009
Regateo
Yo no regateo. No por nada sino porque no me sale. Soy incapaz. Por eso adoro el precio de venta al público. Es tan relajante. Pero esta mañana he descubierto el regateo pasivo y mecánico.
Darío y yo hemos ido a la biblioteca y a la salida se me ha antojado un café de una máquina expendedora. Le he dado al botón del producto que me apeteceía para saber lo que valía y la máquina me ha dicho que 40 céntimos. He echado una moneda de 50. Le he vuelto a dar al botón, en la pantalla ha salido que el nuevo precio era 30 céntimos. Al final me ha devuelto 15 céntimos, por lo que el precio final se ha quedado en 35, ni pa ti ni pa mí. La verdad es que la máquina lo ha hecho todo.
PD: A lo largo de la vida en pareja no dejan de surgir razones tanto para prolongar el amor como para el divorcio exprés. Cada vez que vamos a la biblioteca con Darío hay que sacar un DVD de Pippi Calzaslargas, o ruedan cabezas. Como se pueden sacar dos DVDs por carné y ya tenía uno en casa, solo podía coger uno más. Por suerte Darío ya tiene carné y podía usarlo. Así que hemos cogido un DVD de Pippi, un documental sobre The Who y otro de The Clash. Pero cual ha sido mi sorpresa al descubrir que no podía usar el carné de Darío porque Mercedes se había olvidado de devolver dos libros de la biblioteca de Espinardo. El de Pippi había que sacarlo, así que he tenido que dejar mis documentales musicales con todo el dolor de mi corazón. A punto de divorciarme por SMS he estado. (Vaya un plomazo de postdata me ha salido).
Darío y yo hemos ido a la biblioteca y a la salida se me ha antojado un café de una máquina expendedora. Le he dado al botón del producto que me apeteceía para saber lo que valía y la máquina me ha dicho que 40 céntimos. He echado una moneda de 50. Le he vuelto a dar al botón, en la pantalla ha salido que el nuevo precio era 30 céntimos. Al final me ha devuelto 15 céntimos, por lo que el precio final se ha quedado en 35, ni pa ti ni pa mí. La verdad es que la máquina lo ha hecho todo.
PD: A lo largo de la vida en pareja no dejan de surgir razones tanto para prolongar el amor como para el divorcio exprés. Cada vez que vamos a la biblioteca con Darío hay que sacar un DVD de Pippi Calzaslargas, o ruedan cabezas. Como se pueden sacar dos DVDs por carné y ya tenía uno en casa, solo podía coger uno más. Por suerte Darío ya tiene carné y podía usarlo. Así que hemos cogido un DVD de Pippi, un documental sobre The Who y otro de The Clash. Pero cual ha sido mi sorpresa al descubrir que no podía usar el carné de Darío porque Mercedes se había olvidado de devolver dos libros de la biblioteca de Espinardo. El de Pippi había que sacarlo, así que he tenido que dejar mis documentales musicales con todo el dolor de mi corazón. A punto de divorciarme por SMS he estado. (Vaya un plomazo de postdata me ha salido).
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martes, 17 de noviembre de 2009
Full time
Desde ayer lunes cumplo a rajatabla el nombre de este blog. Lo de ser hombre, si lo reducimos a una simple cuestión genética, para no complicarnos más la vida, podría asegurar sin miedo a equivocarme que lo cumplo. Atendiendo a mi fenotipo, está claro que por ahí dentro tengo un cromosoma X (gracias, mamá) y otro Y (gracias, papá). Y si Juan tuviera que rellenar en el cole una de esas fichas que antes rellenábamos poniendo la profesión del padre y la madre, tendría que poner que yo soy ama de casa. Antes podía haber elegido entre eso y educador social. Ya no. En lo que se refiere a honestidad bloguera estoy a tope.
Si ya me asombré de lo bien que resultó la cita previa en la renovación del DNI, más asombrado me quedé con lo del paro. En las noticias no paran de salir colas kilométricas en las oficinas del INEM. La gente me alarmaba sin parar: Ya verás, tardan tres o cuatro meses en empezar a pagar. Pues yo llegué con mi cita a las 9:45 y salí de allí a las 10:27 con todo resuelto. Me dijeron que en un mes estaría cobrando.
Lo de ir a las oficinas del INEM (SEFCARM, en Murcia) es algo incómodo. Te sientes mal y es difícil sacudirse la sensación de fracaso. Y eso que yo soy de los que piensan que el trabajo no hace al hombre y más que nada es un estorbo.
Esto del paro tiene algo de vacaciones pero a lo bestia. Lo digo porque ya he hecho no sé cuántos planes para estos meses. Lo malo es que también los ha hecho Mercedes. Los dos queremos aprovechar eso de que yo esté en casa por las tardes. El inconveniente es que queremos aprovecharlas por separado. Yo quiero recuperar a Bernadette, dar un último repaso a mi segunda novela, escribir tropecientosmil cuentos... Ella quiere ir a natación, irse sola de paseo, leer más... Sin contar con los planes de Juan y Darío. Nos veo más estresados que nunca.
PD: Me dejé barba para parecer mayor. Cuando me la quité hace poco, todo el mundo me decía que había rejuvenecido diez años. Era una cifra asumible. Pero hoy han venido a casa dos mujeres de alguna de esas religiones de nombre kilométrico y cuando les he abierto la puerta ¡me han preguntado por mis padres! No sé, tal vez tenga que volver a dejarme barba.
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lunes, 16 de noviembre de 2009
Piñata a muerte en Espinardo
Ayer celebramos el quinto cumpleaños de Juan. Todo salió a pedir de boca, entre otras cosas, gracias a la estupenda tarta de galletas maría de mi madre y a que una de mis hermanas nos echó un mano (más bien dos).
En la pregunta de Juan del viernes pasado, lo de "todo el mundo" se refería a "toda su clase". Cada vez que le preguntaba a quién quería invitar de su clase, empezaba a recitar el nombre de todos los niños y niñas. Como no había forma de llegar a un acuerdo, recurrí a preguntárselo muchas veces y acabamos invitando a los niños que salían todas las veces. Entre unas cosas y otras, vinieron una docena de criaturas (se movían tan rápido que no pude contarlos).
El momento más divertido, por llamarlo de alguna manera, del cumple es la piñata. A primera vista puede parecer una costumbre bárbara y nada educativa pero, si se mira con atención, se trata de algo de lo más moderno y útil para el día a día. Al fin y al cabo, ahí fuera reina la ley del más fuerte.
Lo que más nos costó fue que entendieran que en la piñata se cogían solo las cosas que caían de la piñata y que no podían saquear la casa entera. A estos niños les das la mano y se toman el brazo.
Voy a acabar con una de esas frases propias de profesor de universidad con ínfulas de gran intelectual pero que en realidad no tiene ni idea de nada. Ahí va. Pero como todavía nos queda algún resto de humanidad trasnochada, los padres introdujimos a posteriori algún factor de correción en el reparto darwinista de chucherías propio de las piñatas y les dimos golosinas a los niños que no habían cogido muchas. ¿Qué? ¿Cómo se os ha quedado el cuerpo?
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domingo, 15 de noviembre de 2009
De concierto con Juan
Creo que esto ya lo he dicho pero no importa repetir las cosas importantes: me encantan Klaus&Kinski. Tengo sus dos discos (originales) y los he escuchado tanto que hasta entiendo lo que canta Marina con esa voz desfallecida que apenas se oye. El jueves actuaban en el River Sounds, un ciclo de conciertos acústicos que se hacen en el museo de Los molinos del río, en Murcia. Más que acústicos, son conciertos de pequeño formato, la verdad.
Íbamos a ir Mercedes y yo pero uno de los hijos tuvo que ponerse malo y así da palo dejárselo a alguien. Otro concierto al que me toca ir solo, pensé (a Mercedes no le hacen mucha gracia los Klaus&Kinski , así que estaba claro que ella se quedaba y yo me iba).
Me iba a ir ya a mi trabajo, cuando Juan se empeñó en que me lo llevara. Es muy amigo de una de las niñas del barrio y le encanta ir a jugar con ella. Entre que Darío estaba malo y que era mi última tarde en el barrio, decidí llevármelo. Pero a cambio luego te vienes al concierto conmigo y te portas bien, le dije. (Me tenía que escapar un poco antes del trabajo para ir al concierto y no me daba tiempo a dejar a Juan en casa.)
A eso de las ocho y media, con el retraso de rigor, estábamos ya sentados esperando a que empezara el concierto. Al acabar la segunda canción, Juan me dijo que se quería ir a casa. Aguanta un poco más, anda, que hemos hecho un trato. Al acabar la tercera canción, Juan volvió a decir que quería irse a casa. Juan, te has pasado toda la tarde jugando con T. que era lo que querías, ahora me toca a mí disfrutar un poco del concierto. Al acabar la cuarta canción, Juan dijo que se moría de sed y que quería agua. Había cometido un fallo de principiante al no llevar agua. Por ahí me había pillado bien. Volví a pedirle que se aguantara un poco. Es que si nos acercábamos a los baños a beber agua, los popis se abalanzarían hacia nuestros asientos y debería seguir viendo el concierto de pie y con Juan en brazos. Al acabar la quinta canción, Juan no dijo nada. Y eso me hizo sospechar. Mi instinto de padre, un rollo parecido al sentido arácnico, empezó a vibrar como un loco. ¿Y si se estaba poniendo malo como su hermano? Empecé a imaginarme que vomitaba como él suele hacerlo. Estábamos todos muy juntos y según mis cálculos más benévolos, pringaría a no menos de dos indies, sin contarme a mí. Lo más probable es que se armara un revuelo enorme, que el concierto se suspendiera y que tuviéramos que salir de allí abochornados y con protección policial. Lo mejor era largarse cuanto antes, por mucho que me fastidiara. Al acabar la sexta canción, nos levantamos y nos fuimos. Menos mal que ya habían tocado mis favoritas: Por qué no me das tu dinero, Nunca estás a la altura, El cristo del perdón y Crucifixión, la solución.
Poco después de llegar a casa, Juan vomitó.
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viernes, 13 de noviembre de 2009
Juan pregunta
Nota: Al contrario de lo que sucedía la semana pasada, Juan tiene razones para formular la pregunta en negativo ya que en casa decidimos que no se podía invitar a más de 300 personas por celebración.
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miércoles, 11 de noviembre de 2009
Lo nunca visto (en palabras de mi dentista)
Joder, esto no me había pasado en la vida. Rápido, pásame el superdesintegrador omega.
ORC El devastador (a la sazón, mi dentista) después de más de una hora de trajín en mi muela.
La última visita al dentista terminó sorprendentemente bien. Tenía que mascar chicle para que se me fuera soltando la corona de cerámica del implante. Así sería más fácil quitarla hoy. Me las prometía felices pero no duró mucho. A los dos o tres días me dolían tanto las encías que no podía masticar, ni chicle ni nada.
La visita de esta tarde iba a ser rápida. Un tirón, fuera la corona, una vueltecita al tornillo, que se quedara ajustado, poner la corona de nuevo y a casa.
Al decir mi nombre, la ¿enfermera? ha añadido que tenía nombre de escritor. Entonces me he puesto vacilón. No solo el nombre, le he dicho y le he soltado mi currículum literario. Luego le he hablado de la fatalidad y he sostenido que llamándome como me llamo no me quedaba más remedio que escribir. (Un tema interesante, quizás vuelva sobre él algún día.)
Me he sentado en la silla esa espacial de los dentistas y he abierto la boca diligentemente. El plan A era arrancar la corona, ya lo he dicho. No ha sido como en esas dibujos en que se ata la muela mala al pomo de la puerta y se cierra de golpe para arrancarla pero casi. ORC ha cogido un trozo de hilo dental, ha envuelto con él la muela y ha dado varios tirones. Pero aquello no salía. Pasemos al plan B, ha dicho.
El plan B era hacer un pequeño taladro para acceder al tornillo y poder ajustarlo. Luego taparía el agujerito y listo. Así hemos estado más de media hora, al cabo de la cual ha dicho que estaba intentado una solución atraumática pero que no parecía que fuera a salir. Cuando uno escucha eso, se echa a temblar porque si a la palabra "atraumática" le quitas la "a" te queda una solución traumática y después de tres cuartos de hora ahí sentado, con tres dosis de anestesia que hacían el efecto justo, lo que menos te apetece es una solución traumática. Las cosas como son.
Voy a partirla, ha declarado ORC. He supuesto que se refería a la muela. De verdad que algo así no me ha pasado en la vida, ha dicho varias veces. Así soy yo, le he respondido, un ser único.
Al cabo de otro rato eterno de contener el llanto (yo), contener maldiciones (él) y retorcerme disimuladamante de dolor (otra vez yo) ha conseguido quitarme la dichosa muela. Con lo fácil que iba a ser. No lo he pasado peor en mi vida, en lo que se refiera a visitas al dentista.
Cuando me marchaba con cita para la semana que viene (¡yupi!) me ha dado su teléfono móvil. Me quedo más tranquilo si me puedes llamar si te notas algo raro. ¿Algo raro? ¿A qué se refiere exactamente con "raro"? ¿Será que ha pasado algo más ahí dentro y no me lo ha querido contar? ¿Se convertirá el hueco que ha dejado la corona de cerámica en una puerta a la Zona Negativa que me irá absorbiendo poco a poco hasta hacerme desaparecer? ¿De verdad tiene ORC una solución para esto último?
PD: ¿Habéis probado alguna vez a fumar con la boca dormida? Es divertidísimo. Casi más que intentar enjuagarte, menuda he liado en la consulta.
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martes, 10 de noviembre de 2009
Renovado
Como ya lo he renovado lo puedo contar. He estado con el DNI caducado desde junio. Yo es que para esas cosas soy un desastre. Me di cuenta de que se me había pasado la fecha casi un mes después. Quise pedir cita previa pero me daban para después del verano y me desanimé. Si no llega a ser porque me va a hacer falta para el paro y porque Mercedes me pidió cita, todavía lo tendría caducado.
No lo he contado antes por si acaso algún espía del Ministerio del Interior lee este blog y me metían en la cárcel por mal ciudadano. Con la policía uno siempre tiene sentimiento de culpa. Además arrastro cierta paranoia de mis tiempos de militacia (ahora solo milito en las tareas del hogar y del colegio). Mucha de la gente que está en esa lucha, viene de la época de la clandestinidad, incluso algunos conservan el nombre de guerra, y saben lo que es ser vigilado. De hecho, lo siguen haciendo. Había un policía secreta al que mandaban a todas las asambleas, charlas, conferencias... Algunos ponentes hasta le dedicaban unas palabras. Lo de secreta, claro está, es una forma de hablar.
Sospechar que te vigilan da lugar a situaciones muy graciosas, algunas hasta ridículas, así que no las contaré aquí. Recuerdo que en la época que se cuenta aquí (buscar el cuaderno número tres), tuve una conversación con un compañero en que me le hice un análisis muy negativo de nuestra situación. Me obligó a que lo volviera a llamar y le contara todo lo contrario. No dejaba de ser divertido.
Pero volviedo al asunto del DNI, debo decir que sucedió algo espectacular que creería que me moriría sin ver: tenía cita a las diez de la mañana y me llamaron ¡¡a las diez de la mañana!! A las diez y siete minutos ya estaba en la calle con mi nuevo DNI, con su chip y todo. Nada que ver con esas colas kilométricas que hacíamos cuando había que sacarse el DNI deprisa y corriendo para el viaje de estudios a Andorra.
Luego estaba el rollo de la renovación. Por lo visto molaba conservar el primer DNI de tu vida, un fetichismo algo extraño. El consejo que nos dábamos unos a otros era simular un robo poniendo una denuncia y todo (cosa que creo que es delito) porque si decías que lo habías perdido tenías que pagar más.
Y hablando de pagar. Mientras ponía el dedo pulgar en un lector de huellas, el hombre en la mesa de al lado decía algo así como: A mí el DNI no me interesa para nada, el que está interesado es el Ministerio del Interios, así que no entiendo por qué me hacen pagar a mí los diez euros.
Y con tanto hablar de cosas de policías me han dado ganas de escuchar esta canción (que ya puse en otro post pero es que me encanta):
También podría haber puesto esta otra, un clásico en estos casos.
PD: Más importante incluso que saber quién inventa las leyendas urbanas (¿se llamarán así porque en los pueblos no se las creen?) es saber quién es la mala persona que se dedica a desmentirlas y quitarnos las ganas de vivir. El número ese suelto que aparece en el DNI no es el número de personas en Espáña que tienen el mismo nombre y los mismos apellidos que uno. Jo.
No lo he contado antes por si acaso algún espía del Ministerio del Interior lee este blog y me metían en la cárcel por mal ciudadano. Con la policía uno siempre tiene sentimiento de culpa. Además arrastro cierta paranoia de mis tiempos de militacia (ahora solo milito en las tareas del hogar y del colegio). Mucha de la gente que está en esa lucha, viene de la época de la clandestinidad, incluso algunos conservan el nombre de guerra, y saben lo que es ser vigilado. De hecho, lo siguen haciendo. Había un policía secreta al que mandaban a todas las asambleas, charlas, conferencias... Algunos ponentes hasta le dedicaban unas palabras. Lo de secreta, claro está, es una forma de hablar.
Sospechar que te vigilan da lugar a situaciones muy graciosas, algunas hasta ridículas, así que no las contaré aquí. Recuerdo que en la época que se cuenta aquí (buscar el cuaderno número tres), tuve una conversación con un compañero en que me le hice un análisis muy negativo de nuestra situación. Me obligó a que lo volviera a llamar y le contara todo lo contrario. No dejaba de ser divertido.
Pero volviedo al asunto del DNI, debo decir que sucedió algo espectacular que creería que me moriría sin ver: tenía cita a las diez de la mañana y me llamaron ¡¡a las diez de la mañana!! A las diez y siete minutos ya estaba en la calle con mi nuevo DNI, con su chip y todo. Nada que ver con esas colas kilométricas que hacíamos cuando había que sacarse el DNI deprisa y corriendo para el viaje de estudios a Andorra.
Luego estaba el rollo de la renovación. Por lo visto molaba conservar el primer DNI de tu vida, un fetichismo algo extraño. El consejo que nos dábamos unos a otros era simular un robo poniendo una denuncia y todo (cosa que creo que es delito) porque si decías que lo habías perdido tenías que pagar más.
Y hablando de pagar. Mientras ponía el dedo pulgar en un lector de huellas, el hombre en la mesa de al lado decía algo así como: A mí el DNI no me interesa para nada, el que está interesado es el Ministerio del Interios, así que no entiendo por qué me hacen pagar a mí los diez euros.
Y con tanto hablar de cosas de policías me han dado ganas de escuchar esta canción (que ya puse en otro post pero es que me encanta):
También podría haber puesto esta otra, un clásico en estos casos.
PD: Más importante incluso que saber quién inventa las leyendas urbanas (¿se llamarán así porque en los pueblos no se las creen?) es saber quién es la mala persona que se dedica a desmentirlas y quitarnos las ganas de vivir. El número ese suelto que aparece en el DNI no es el número de personas en Espáña que tienen el mismo nombre y los mismos apellidos que uno. Jo.
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elhombreamadecasa
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