Cada miércoles un cuento en El Estafador

miércoles, 8 de febrero de 2012

Las increíbles aventuras de Niño Sónico y Niño Catódico: Reapertura (tercera parte)

Alcalde había vuelto a sentirse feliz. El dinero no fluía tanto como en la época de vacas gordas pero, ya se sabe, el dinero no lo es todo en la vida. Encendió un puro de los carísimos para celebrar el buen humor con el que se había levantado esa mañana. Preocupado en amasar billetes, había olvidado la dicha que encontraba en provocar el mal. Afortunadamente, la crisis había hecho que los constructores, especuladores, banqueros y demás alimañas corrieran a esconderse en los rincones oscuros que suelen habitar. Ya no le molestaban con recalificaciones o con planes para aparcamientos mastodóndicos en medio de la ciudad. Había llegado la hora de los recortes, de la supresión de derechos, de la persecución del ciudadano. Y lo estaba disfrutando.


Unos golpes respetuosos sonaron al otro lado de la puerta. Ayuda de cámara pidió permiso para entrar.


-Señor -dijo-, la prensa del día. Ya aparecen las primeras quejas por el cierre de bibliotecas municipales.


-Bien, bien -respondió Alcalde sonriendo y dando una larga calada a su puro carísimo.


*   *   *


-¡Esperad un momento! -gritó Fede.


-¿Qué pasa ahora? -preguntó Mercedes.


-¿Vamos a salir a la calle así?


-¿Así cómo?


-Sin protección visual. Peluche Diabólico debería pasar desapercibido, no podemos salir a la calle con un oso gigante andando y hablando como si tal cosa. No sé, Niño Catódico debería crear un poco de nieve para que no lo vean bien.


-Papá -dijo Juan-, eres un antiguo. Lo de la nieve era con la tele analógica, ahora hay que pixelar. ¿Pixelo al oso, mamá?


-No. Ha llegado el momento de actuar sin miramientos de ningún tipo.


Mercedes salió a la calle. Peluche Diabólico, algo aturdido por el empuje de la mujer, la siguió. Niño Sónico y Niño Catódico sonrieron felices, iban a pasar cosas divertidas. Fede quiso seguir poniendo pegas pero era inútil. Resignado, empezó a andar detrás de la lideresa del grupo.


Cuando entraron al centro cultural, se dirigieron al piso de arriba sin mediar palabra. El ordenanza les iba a decir que no se podía subir, que la biblioteca estaba cerrada, pero la sonrisa llena a rebosar de colmillos de lo que parecía un muñeco con vida propia, lo disuadió. Iban a ser ciertas todas esas historias que se contaban de aquella extraña familia.


En la puerta de la biblioteca seguía el infame cartel del cierre.


-¿Quién quiere abrir la puerta? -preguntó Mercedes.


-¡Yo, yo! -gritó Darío- ¿Le lanzo un rayo de sonido sólido?


-¡No, yo, yo, yo! -gritó Juan-. Mis ondas de impacto catódico son más chulas.


-Venga, dejaros llevar -sugirió Mercedes.


Entre estallidos de luces multicolores y sonidos de película de ciencia ficción, la puerta estalló en mil pedazos.


-Hala, ya está abierta la biblioteca -anunció Mercedes.


-Pero, ¿no haría falta un bibliotecario? -preguntó Peluche Diabólico.


-Ya lo había pensado -dijo la indómita lideresa-. Y vas a serlo tú.



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