Cada miércoles un cuento en El Estafador

martes, 10 de febrero de 2009

En la biblioteca


Esta mañana hemos estado Darío y yo en la Bilioteca Regional. A Mercedes se le había olvidado devolver un CD de canciones infantiles y me ha pedido que lo hiciera yo. Es que de joven... a ver, no quiero decir que ahora no sea joven, que sí que lo es y además está muy fresca y moderna, me refería a que hace un montón de años... bueno, tampoco un montón, solo unos pocos... mejor empiezo la frase. Es que en su más tierna infancia vio mucho "El orgullo del tercer mundo" y temía que la metieran en el calabozo de la biblioteca y como en casa no leemos a Kirkegard no tendría forma de librarse (yo hojeé una vez un libro pensando que era suyo pero resultó ser de Schopenhauer.)



Lo primero que pienso cada vez que entro a la Biblioteca y la veo llena de estudiantes desocupados es que para una sala de estudio no hacía falta molestarse tanto. Estos seres llegan media hora antes de que se abran las puertas, luego entran corriendo para coger los mejores sitios. Pero no se sientan, dejan sus bártulos de estudios, esos con los que han salido ostensiblemente de casa para que mamá se crea que de verdad van a estudiar, y se bajan corriendo a sacarse un café de la maquina y charlar con los amigotes. Para eso bien podrían irse a un bar.

Aprovechando la visita, hemos pasado un buen rato en la sala infantil. Darío está en esa edad en que los libros interesan más como objetos comestibles que de lectura. Mientras yo me empeñaba en leerle algo, él se empeñaba en comérselo. Hemos jugado un rato con un libro de pop-up y en un descuido lo ha roto. Lo primero que se me ha ocurrido era hacer como que no pasaba nada y dejar el libro donde estaba. Pero al final, carcomido por la culpa, he tenido que ir a la bibliotecaria a darle las explicaciones. Maldita educación judeo-cristiana.

Debo reconocer que los libros infantiles tienen mucho vicio. Me los compraría todos.

Al salir, hemos intentado cruzar la Avenida Juan Carlos I con el semáforo en verde y no ha sido tan fácil. El dichoso semáforo solo se pone en verde cada cinco minutos y eso es mucho tiempo. ¿Que no? Intentad estar alguna vez cinco minutos de reloj delante de un semáforo en rojo mientras todo el mundo cruza y tú pones cara de póker y miras de reojo por si se trata de alguna broma y hay cámaras ocultas.

Y así, entre unas cosas y otras, se nos ha pasado la mañana tan ricamente.

6 comentarios:

owachy dijo...

Lamento si alguien se molesta con este comentario (realizado además en tierra ajena; amiga, pero ajena a fin de cuentas): en las bibliotecas no se estudia; algunos a lo sumo leen, y sí que se prestan muchos libros.
Hermano, tú y yo que podemos presumir de excelentes expedientes académicos lo sabemos bien, y nunca hemos necesitado de esos lugares, salva para satisfacer nuestra ansia de conocimiento sin destrozar el bolsillo.
Madres y padres, aviso a navegantes: si sus hijos les dicen que para estudiar van a la biblioteca mejor rásquense el bolsillo y digan a sus hijos que se vayan al bar (como bien apunta FML).
En las temporadas que no estudiaba y sólo me dedicaba a escribir recuerdo haber ido a buscar a Elena a la biblioteca (ella decía que allí se estudiaba mejor, y yo le decía que para las notas que sacaba igual daba cualquier sitio-con amor de novio) y sólo me topaba con una panda de holgazanes que engañaban a sus padres y, lo peor, trataban de engañarse a sí mismos.
Un abrazo!!

Anónimo dijo...

Esta mañana era yo uno de esos estudiantes desocupados de la Biblioteca Regional, y tengo ganas de pegaros por cuestionar mis métodos

elhombreamadecasa dijo...

Emilio, tienes que entenderme, escribo desde el rencor. Cuando tenía que estudiar como un bruto para sacarme una asignatura me daba mucha rabia ver a los otros entretenidos y divirtiéndose mientras yo me dejaba los codos en carne viva. Y ahora los miro con envidia, tan jóvenes y despreocupados. En todo caso, tu propuesta me parece bien, pásate un día por casa y nos liamos a mamporros, rollo "El club de la lucha", peliculón.

Hablando de métodos cuestionable, y aun a riesgo de hacerme repetitivo, ¡DEVUÉLVEME DE UNA VEZ MI DK2!

Srta. Aristas dijo...

Yo soy uan de esas jóvenes de la biblioteca, y lo reconozco, estudiar... se estudia lo mismo que en casa, pero es más divertido, porque ahí lo haces con tus amigos, preguntas dudas, hablas, te riés, dejas notas... ( sí, lo reconozco, una vez dejé una nota a un chico, el pobre flipó y sus amigos más, pq los miré muy fijamente al dejar la nota diciéndoles que no dijeran que había sido yo) En, fin, que parte de razón, por no decir mucho, tienes.
PD: croe que la biblioteca de mi facultad es una de las mas ruidosas que hay, no nos callamos mucho, y si no, salta la alarma...

elhombreamadecasa dijo...

Lo de las notas es tan romántico y tan de este día de San Valantain. Me acuerdo que en el cole unas amigas para hacer una broma (cruel) me dejaron una nota de amor en la libreta. Me pasé dias en las nubes, fantaseando con mi amor secreto. Cuando me lo contaron, tuve que poner esa cara de "pues si yo ya lo sabía, es que estaba disimulando para no fastidiaros la broma". Malditas.

Anónimo dijo...

Ay, prometo devolverlo cuando eso...