Cada miércoles un cuento en El Estafador

lunes, 9 de febrero de 2009

Bestiario del hombre ama de casa: El cerdo




Un profesor de Genética que tuvo el hombre ama de casa decía que dios nos había castigado con el pecado original pero que, a cambio, nos había regalado el cerdo. Así es dios, cruel pero con remordimientos (esto lo dice el hombre ama de casa no el profesor de Genética). El cerdo será un animal estupendo del que se aprovecha todo pero huele muy mal. Si uno visita una granja de cerdos, la peste se le quedará impregnada en la pituitaria y no se irá en un montón de días, por mucho que se lave y frote y frote y frote. Hay quien dice que la culpa es de las condiciones de explotación a las que son sometidos, que el cerdo de suyo es muy limpio y aseado. Habría que verlo.
El cerdo huele mal vivo y huele mal cuando se le quema en el matadero. Después de acabar con su vida por medios incruentos, preferiblemente con una pistola de bala cautiva (con las que los chicos y chicas de CSI no tendrían nada que hacer) se le pasa por un soplete para depilarlo bien depilado. Este olor también merecería un lugar destacado en la galería de olores inaguantables.

Cuando el hombre ama de casa, la hormiga reina y el cachorro humano se cambiaron de casa, tuvieron que decidir cómo querían la cocina. Después de tres años en un apartamento de lo más coqueto en el centro de la ciudad con una cocina eléctrica, tenían claro que querían una cocina de fuego. Nada de vitrocerámica, inducción o tonterías por el estilo. Fuego, fuego. Que se pudiera ver la llama, oler el gas, sentir el calor.

Con lo que no contaba el hombre ama de casa era con su manía de guardar mecheros casi agotados en el cajón de los cubiertos con los que encender el fuego. Como la piedra ya está gastada hay que darle varias veces y en ese tiempo ha salido el gas suficiente como para provocar una pequeña bola de fuego al contacto con la llama del mechero. Y, hala, otra vez todos los pelos de la mano chamuscado. Huele a cerdo quemado, dirá la hormiga reina al volver a casa. Vas a tener que hacer algo con tus mecheros gastados antes de que haya una desgracia. Luego no me digas que no te lo advertí.

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