
El abogado que no tengo me recomienda que no diga nada de este asunto, que sea prudente y que no meta la pata. Cállate, me dice, mantén la boca cerrada. Pero una de las últimas canciones de Niños mutantes parece dedicada a mí. La canción dice: "Te favorece tanto estar callada", en mi caso callado. Sé que me he metido en más de un problema por hablar pasándome de listo. Por ejemplo, a una de las parejas más sólidas y duraderas que conozco les auguré que no durarían más de dos meses. También soy mucho de lanzarme a decir: venga, va, ya lo hago yo. Y luego voy siempre con la lengua fuera arrepintiéndome de ser tan vocazas. Pero no puedo evitarlo. Me pasa lo mismo con el picante, sé que no me sienta muy bien pero si hay tengo que comer. En todo caso intentaré ser un bocazas prudente, valga el oximoron (¡toma palabra!).
Postdata escrita un día después: Como era sábado, Darío se ha despertado antes que nosotros. Lo hemos echado a la cama y hemos estado un rato ganduleando. A nosotros nos gusta mucho el colecho a pesar de que algún predicador descerebrado diga que tal cosa provoca serias lesiones mentales en los niños. Todo mentira. El caso es que entre bostezo y bostezo hemos estado hablando Mercedes y yo (cosa rara en estos tiempos que corren) y a mí se me ha ocurrido decir lo seguiente: pues parece que Darío no ha salido tan vomitón como Juan. Bien, pues un rato después le he dado el biberón. Conforme le daba el último chupetón a los estupendos 210 mililitros que le había preparado los ha vomitado cual sifón a presión. Lo dicho: para qué hablaré.
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