Casi era la hora de la cena cuando vi a Juan cargando sobre sus hombros a Bambi, atado por una cuerda a la altura de sus cuatro pezuñitas. Rápido, Juan, grité, Bambi ha caído en una trampa, ¡tenemos que salvarlo! Que no, papá, me dijo calmadamente, es que Bambi está muerto. ¿Bambi ha muerto? No me lo podía creer. Mis fantasmas infantiles empezaron a apelotonarse pidiendo paso para salir en estampida y los ojos se me cuajaron de lágrimas. Si no hubo suficiente con la muerte de su madre, ahora esto.
Nos lo vamos a comer, dijo Juan. ¡¿A COMER?! Claro, papá, no ves que está muerto. Ah, sí, parece lógico; en ese caso yo quiero la paletilla. Siéntate, que en un momento está listo, concluyó Juan.
Y, efectivamente, en un momento sacó la bandeja del horno y me sirvió mi paletilla de cervatillo lechal. Exquisita, por cierto. Se deshacía en la boca.
Juan ha visto el filón y está preparando la versión Happy meal del plato, con su fruta y su Danonino y su todo:
5 comentarios:
ESTÁS MUY LOCO
PERO DE LOCURA BUENA. ME RIO MUCHO.GRACIAS
Loco estaría si no me hubiera comida esa carne tan tierna, tan sabrosa, tan bien preparada...
Muy tierno todo, y lo que me he reído. Por cierto, patenta esa versión del Happy Meal o McDonald se aprovechará gratis de ese I+D que tienes por hijo.
jajajajaja te acabo de encontrar esta mañana y la estoy echando aquí en tu blog :)
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