Cada miércoles un cuento en El Estafador

jueves, 19 de enero de 2012

Las increíbles aventuras de Niño Sónico y Niño Catódico: Reapertura (primera parte)

-¿Lo tenéis todo?


-Solo falta el libro de Peluche Diabólico -dijo Juan.


-¿Por qué le seguís llamando así?


-Porque es su nombre -respondió Darío.


-Pues va a hacer falta buscarle un nuevo nombre.


-Él te llama a ti Calvo -dijo Juan.


-¡Yo no estoy calvo!


-En la coronilla no tienes pelo -puntualizó Darío.


-Ni por delante -añadió Juan.


-Es por vuestra culpa, no paráis de darme problemas.


-Creo que entiendo lo de los nombres. Sería como yo, que a veces me llamo Juan y otras veces Niño Catódico. Y Darío, que a veces es Niño Fónico.


-¡Es Niño Sónico!


-¡Niño Fónico! ¡Niño Fón -Juan no pudo seguir chinchando a su hermano porque Darío había anulado el sonido de su voz.


-Darío, déjalo. Y, tú, Juan, devuelve a Chuck Norris a la tele. Qué manía tienes con materializar a Chuck Norris. Será que no hay personajes en la tele... ¡Parad!Ya sabéis que Mercedes no quiere que uséis vuestros poderes en casa.


-Vaaale -aceptó Darío y devolvió la voz de su hermano a la normalidad.


-¡Niño Fónico! ¡Niño Fónico!


-¡Juan! -gritó Fede-. Lo que no entiendo es cómo me sigue quedando pelo. Entonces, ¿qué pasa con el libro de Peluche Diabólico?


-Dice que todavía no lo ha leído -informó Darío- y que lo devolverá más tarde.


Fede fue a la habitación de los niños a ver qué pasaba con Peluche Diabólico. El oso estaba tumbado en una de las camas, con un libro muy cerca y leía, despacio, en voz alta. Mercedes le estaba enseñando a leer. Formaba parte del proceso de reeducación al que había sometido a su antiguo Némesis. Estaba convencida de que podía transformarlo de feroz enemigo a imprescindible aliado. Fede no lo tenía claro. Le dijo a Peluche Diabólico que se iban a la biblioteca a devolver los libros y a sacar unos nuevos y le invitó a acompañarlos. Peluche Diabólico dijo que prefería quedarse leyendo. Cuando Fede salió de la habitación, escuchó al oso leer en voz alta:


-So... pla... ré y sopla... ré y tu cas... a de... de... rrrrri... ba... ré.


-Nos vamos a la biblio -informó a Mercedes-.Peluche Diabólico está leyendo "Los tres cerditos".


-Lo sé. ¿A que es una monería?


-Dice que no lo quiere devolver y el plazo se acaba hoy.


-Bueno, por dos o tres días de sanción no va a pasar nada.


-Es que lo saqué con mi carné.


-¿No te ibas? 


-Sí, claro. Nos vamos ya. Solo una cosa más. Creo que deberíamos controlar lo que lee.


-¿Y eso por qué, Torquemada?


-Está claro. Hace apenas unos días, quería matarnos. Esos cuentos infantiles son muy violentos. ¿Y si empatiza con el Lobo y decide que lo mejor es devorarnos?


-Eres un histérico. A Peluche Diabólico solo le pasaba que estaba falto de cariño.


-No es el único.


-¿Quieres decirme algo?


-No, cielo mío. Nos vamos.


-Tardad todo lo que podáis en volver.


Fede dejó a Mercedes. Suspiró y se echó mano a la cabeza. Fijo que acababa de perder varias docenas de pelos en apenas unos minutos. 


De camino a la biblioteca, hicieron planes.


-¿Qué os vais a sacar?


-Yo quiero una peli de Pippi -dijo Darío.


-Pero si las tienes todas -recordó Fede.


-¡QUIERO UNA PELI DE PIPPI!


-Está bien, está bien, pero no hagas que el sonido retumbe en mi cabeza. Es de lo más desagradable. ¿Y tú, Juan?


-No lo sé. ¿Hay tebeos de Tintín?


-Está la colección entera.


-Pues un tebeo de Tintín.


En seguida llegaron a la biblioteca. La tenían a poco más de cien metros de casa. Eran unos privilegiados. Entraron al centro cultural, subieron al primer piso y, entonces, se encontraron con el horror:






Continuará...



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