Cada miércoles un cuento en El Estafador

domingo, 15 de noviembre de 2009

De concierto con Juan




Creo que esto ya lo he dicho pero no importa repetir las cosas importantes: me encantan Klaus&Kinski. Tengo sus dos discos (originales) y los he escuchado tanto que hasta entiendo lo que canta Marina con esa voz desfallecida que apenas se oye. El jueves actuaban en el River Sounds, un ciclo de conciertos acústicos que se hacen en el museo de Los molinos del río, en Murcia. Más que acústicos, son conciertos de pequeño formato, la verdad.

Íbamos a ir Mercedes y yo pero uno de los hijos tuvo que ponerse malo y así da palo dejárselo a alguien. Otro concierto al que me toca ir solo, pensé (a Mercedes no le hacen mucha gracia los Klaus&Kinski , así que estaba claro que ella se quedaba y yo me iba).

Me iba a ir ya a mi trabajo, cuando Juan se empeñó en que me lo llevara. Es muy amigo de una de las niñas del barrio y le encanta ir a jugar con ella. Entre que Darío estaba malo y que era mi última tarde en el barrio, decidí llevármelo. Pero a cambio luego te vienes al concierto conmigo y te portas bien, le dije. (Me tenía que escapar un poco antes del trabajo para ir al concierto y no me daba tiempo a dejar a Juan en casa.)

A eso de las ocho y media, con el retraso de rigor, estábamos ya sentados esperando a que empezara el concierto. Al acabar la segunda canción, Juan me dijo que se quería ir a casa. Aguanta un poco más, anda, que hemos hecho un trato. Al acabar la tercera canción, Juan volvió a decir que quería irse a casa. Juan, te has pasado toda la tarde jugando con T. que era lo que querías, ahora me toca a mí disfrutar un poco del concierto. Al acabar la cuarta canción, Juan dijo que se moría de sed y que quería agua. Había cometido un fallo de principiante al no llevar agua. Por ahí me había pillado bien. Volví a pedirle que se aguantara un poco. Es que si nos acercábamos a los baños a beber agua, los popis se abalanzarían hacia nuestros asientos y debería seguir viendo el concierto de pie y con Juan en brazos. Al acabar la quinta canción, Juan no dijo nada. Y eso me hizo sospechar. Mi instinto de padre, un rollo parecido al sentido arácnico, empezó a vibrar como un loco. ¿Y si se estaba poniendo malo como su hermano? Empecé a imaginarme que vomitaba como él suele hacerlo. Estábamos todos muy juntos y según mis cálculos más benévolos, pringaría a no menos de dos indies, sin contarme a mí. Lo más probable es que se armara un revuelo enorme, que el concierto se suspendiera y que tuviéramos que salir de allí abochornados y con protección policial. Lo mejor era largarse cuanto antes, por mucho que me fastidiara. Al acabar la sexta canción, nos levantamos y nos fuimos. Menos mal que ya habían tocado mis favoritas: Por qué no me das tu dinero, Nunca estás a la altura, El cristo del perdón y Crucifixión, la solución.

Poco después de llegar a casa, Juan vomitó.


1 comentario:

MissManjolita dijo...

eres un valiente llevandote a juan a un concierto! menos mal q te dio tiempo a llegar a casa...