Las recomendaciones de ciertas personas son palabras mayores. Por ejemplo, si Joserra me dice que me compre un disco, me falta tiempo para salir echando chispas a la tienda. Algo parecido me sucede si Biblioactiva me recomienda un libro. Que fue lo que pasó con "Un vikingo en el jardín". Y es lo que yo voy a hacer ahora.
Un amigo me preguntó qué le regalaba a Juan para su último cumple. Yo le dije que "Un vikingo en mi jardín". Me llamó desde la tienda y me dijo que si estaba seguro de que sólo quería eso. Somos de hacernos regalos de cierta entidad. Le dije que sí, que sabía que era un libro barato (siete u ocho euros) pero que estaba seguro de que nos iba a gustar mucho. Digo, le iba a gustar mucho.
Y así está siendo. Todavía no lo hemos terminado. Cada noche leemos cuatro o cinco páginas y algunas veces tengo que dejar de leer porque me asaltan auténticos ataques de risa. Como cuando Sof agarra a las dos vecinas impertinentes de Tía Patente y las lanza contra las flores del jardín. Troncharse es la palabra.
Pero comenzaré por el principio. Tía Patente, una mujer decente que vive en un barrio decente y todo lo demás decente, decide plantar unos perales en su jardín trasero. Empieza a excavar y encuentra un antiguo jarrón al que no da mucha importancia. De hecho, se deshace de él. Pero esa misma noche, un vikingo hecho y derecho aparece en su casa dispuesto a recuperar el jarrón que, en realidad, era una urna de sacrificios.
En ese momento empieza un carrusel de disparates que incluye un gallo muerto a flechazos en un jardín trasero, señoras volando sobre los parterres, el Movimientos de Impulsivos, robos a medianoche y no sé cuántas cosas más.
El texto tiene la cantidad justa de palabras, no le sobra ninguna. Es más, algunas, especialmente los adjetivos y algunas interjeciones, están colocadas de forma estratégicas. Parecen uno de esos rayos láseres que al pisarlos se dispara la alarma, solo que en este caso lo que se dispara es la risa.
Un ejemplo: El notario Nop y el señor De Vries salieron de la tienda donde se alquilaban disfraces. Siguiendo los consejos de sus respectivas mujeres (las lanzadas sobre el césped), habían decidido ponerse unos cuernos y una piel de animal.
Vamos por algo más de la mitad. El vikingo y Tía Patente están huyendo de la policía e irrumpen en pleno recital de un virtuoso del violonchelo. Espero que Sof, así se llama el vikingo, pueda recuperar la urna y volver al Valhala. Aunque algo me da que la vida de Tía Patente será muy aburrida si Sof se marcha.
La autora es Anni M. G. Schmidt. Incluye ilustraciones de Teresa Novoa. Está publicado por El Barco de Vapor.
PD: He visto que en algunas páginas muestran dos resúmenes del libro. Uno para niños y otro para adultos. Si fuera capaz de incluirme en alguna de esas dos categorías, sospecharía y daría por hecho que el mejor resumen es el de los otros. Y que me ocultan algo.
1 comentario:
Te he hecho caso y lo he pillado para el mayor.
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