Mercedes usó la excusa habitual de que tenía a alguien que atender y me colgó el teléfono. Yo me quedé paralizado mirando avanzar las manecillas del reloj. Era como el conejo que se queda deslumbrado por los faros del coche que está a punto de atropellarle. Pero llegaron las doce y cuarto y, sorprendementemente, no pasó nada. Pensé que me había precipitado. Tal vez, el reloj indicaba las doce y cuarto de la noche, no del mediodía. Así que pasé el resto del día con el estómago encogido, intentando cerrar todos los asuntos pendientes antes de que mi tiempo se acabara. Si debo ser sincero, no encontré ningún asunto pendiente que cerrar lo que me hizo dudar entre (1) soy muy ordenado y lo llevo todo al día y (2) mi vida está tan vacía que ni siquiera tengo asuntos pendientes.
El caso es que se hizo de noche. Me senté en mi sillón del estudio y, en silencio, esperé a que llegara el final. Pero tampoco llegó. Los anónimos empezaban a ser poco de fiar. Mitad aliviado mitad decepcionado, me fui a la cama. ¿Y qué encontré al levantar la colcha? Efectivamente, un nuevo anónimo:
Un escalofrío recorrió mi espina dorsal. Debía prepararme para un ataque ectoplásmico. Pensé en despertar a Mercedes para que me defendiera de los fantasmas que iban a venir a por mí, pero podría enfadarse si lo hacía y sería peor el remedio que la enfermedad. Me dispuse a ser valiente y atendí a cualquier ruido que advirtiera del peligro. La noche está llena de ellos. Un gato que camina sobre el tejado, un armario que cruje, una rama que mece el viento... A los pocos minutos abandoné todo conato de valentía y me cubrí por completo con la sábana. Sudé la gota gorda hasta que amaneció.
-Tienes peor aspecto del habitual -me dijo Mercedes cuando me vio aparecer en la cocina.
-No he podido pegar ojo.
-¿Ha sido el anónimo fantasma?
-¿Cómo lo sabes? -pregunté suspicaz.
-No te montes ninguna película, lo he visto esta mañana al levantarme. Por cierto, tengo mi propia teoría.
-Dímela, por dios -dije perdiendo el control, nuevamente.
-Ahora no puedo, se me hace tarde. Y no te molestes en llamarme, tengo mucho trabajo y no podré atenderte.
Me derrumbé en la silla y apenas pude desayunar. No podía seguir así. Había llegado el momento de pasar a la acción.
* * *
Mercedes volvió del trabajo antes de lo previsto y desbarató mis planes. Cuando entró a la habitación, no le gustó nada lo que vio. La persiana estaba bajada y la luz apagada. Los niños, que seguían siendo mis principales sospechosos, estaban sentados en sus sillitas Mamut y la luz del flexo se dirigía hacia sus ojos. Yo estaba llevando a cabo un minucioso e inteligente interrogatorio que estaba a punto de dar sus frutos.
-¡¿Estás fumando delante de los niños?!
-No, ¿por quién me tomas? Es un cigarro electrónico de esos que solo echan vapor de agua.
-No me digas que te has gastado un dineral en esa cosa.
-Debía crear el ambiente propicio para que se derrumbaran y lo confesaran todo. Era necesario.
-Lo que es necesario es que salgas echando chispas de aquí y vayas ya mismo a devolver el cigarro electrónico o como se llame.
-Pero estaban a punto de cantar...
-Sí -dijo darío-. Yo iba a cantar "Un domingo de sol".
-Lo haremos de otra manera. Me iré yo.
Mercedes salió de la habitación pero el clima se había roto y los interrogados se me volvieron a desmadrar.
Esa misma tarde, Mercedes me preguntó cuánto tiempo pensaba seguir con el paripé de los anónimos.
-¿Paripé? Han intentado matarme tres veces.
-Está bien. Te haré un favor y acabaré yo con este asunto. Lo vi todo claro cuando encontré el segundo anónimo en el escáner...
-Es que debía dejar constancia de los anónimos para cuando llame a la policía.
-No merece la pena que te defiendas. Ni Juan ni yo escribimos con faltas de ortografía. Darío todavía no escribe las consonantes. Así que solo hay una persona en casa que haya podido escribir los anónimos.
-No doy crédito a lo que oigo. ¿Me estás acusando? ¿Diriges tu dedo acusatorio hacia la víctima?
-¿Tienes que hablar así?
-Perdón, me sale sin querer.
-Lo único que no tengo claro es por qué lo has hecho.
Descubierto, me vine abajo y confesé.
-Es que... verás... temí estar poniéndome muy pesado en el blog con el 15M y no quería espantar a los lectores. Me debo a mi público y...
-Fede, por favor. ¿Te estás tomando la medicación?
-Sí. Si quieres te enseño la caja. Aunque seguro que piensas que tiro las pastillas en vez de tragármelas. Debes saber que yo soy el primer interesado en mi salud mental.
-Tú no estás bien.
-Y tú lo solucionas todo con esa frase.
-Es que no estás bien.
-¿No puedes decir otra cosa?
-De acuerdo. Creo que te conviene buscar un trabajo fuera de casa.
-Prefiero lo de que no estoy bien.
-Anda, corre y di en el blog que todo era mentira. A ver si se van a pensar que nuestros hijos son unos parricidas, con lo dulces y cariñosos que son.
5 comentarios:
¡Hola! Llevo tiempo muy liada con mis propias invenciones y no te he seguido últimamente pero al entrar hoy en el blog me he quedado perpleja. ¡No es posible! me he dicho. Este chico no está bien. A ver si de tanto pensar y poco dormir vas a acabar peor que D.Quijoe. ¿Por qué no vienes a tomar un café antes del día 27?
Jajaja, anda que tienes unas ideas....
Jajaja nunca me esperé este final para la historia, así que me ha gustado mucho por sorprendente y desequilibrado.. me he reído bastante
Esto confirma la teoría de las mujeres de mi familia:los hombres nunca crecen,solo se hacen mayores,
me lo he pasado tan bien XD
Jajajajjaaj opino lo mismo que Andrea.... Sabes q esperaba ansiosa la ultima entrega.... Y no me lo esperaba de verdad.... Mea encantao y en mi casa todos me pregunta de que me río... Jajajajaj graciasss
Veronica
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