lunes, 12 de octubre de 2009
Solos en casa (y VI)
Odio a la realidad. La odio con todas mis fuerzas. La odio con el odio con el que Donald Pierce o Bolivar Trask odiaban a los mutantes. Como el agente Smith odiaba a Neo. Como el Capitán Garfio a Peter Pan. Etcétera.
Había considerado que dos días de diario/crónica eran sufiecientes y decidí darle un giro dramático a los acontecimientos de este puente contando que Juan y Darío se habían transformado en Gremlins malignos por un descuido mío. Luego iba a copiar el pasaje de El señor de los anillos en el que Frodo & Cia. leen el diario de Minas Tirith que relataba cómo, atrapados, esperaban la llegada de los orcos. Cada vez que veía esa escena en la peli de dibujos se me erizaba el cabello. (¿Por qué no continuarían esa película con lo buena que era?). Todavía no había pensado el final pero debía ser espectacular. Y entonces llegó la realidad, demostrando que es más lista que yo. ¿He dicho ya que la odio?
La gente no suele llamar al timbre de casa. Llaman con los nudillos. No sé por qué me molesté en poner un timbre bueno y bien chulo. Solo llaman al timbre las personas que van pidiendo o cuando ha pasado algo fuera de lo normal. Así que cuando lo escuché pensé en una de esas dos opciones.
Era una vecina. Un perro se ha metido debajo de tu coche, me dijo. En la calle se lleva mucho el perro tipo ratonero por lo que no entendí la necesidad de comunicarme tal cosa. Entonces empecé a escuchar unos ruidos formidables y supe que algo raro estaba pasando. El perro que se había metido debajo de mi coche era un pit bull enorme y me lo estaba destrozando. Guardé a los niños bajo siete llaves y llamé a la policía (últimamente, y para mi pesar, hablo mucho con el 092). Pero ya lo cantaban Pet Shop Boys: Where´s a policeman / When you need one.
No sabía qué hacer. Pensé en meterme en el coche y ponerlo en marcha pero imaginaba que el perro me arrancaba el tobillo un segundo antes de cerrar la puerta. Este tipo de perros me dan pánico. Así que tuve la genial idea de sacar la manguera del patio por la ventana de la salita y espantar a la bestia con un buen chorro de agua fría a presión (vivo en una casa en bajo y el coche está aparcado en la misma puerta). El perro no solo no se espantó sino que aprovechó la ducha para refrescarse. Fue como aquella vez cuando en un examen de Parásitos escribí que la mejor forma para prevenir la presencia de pulgas en un corral era poner una tela mosquitera. Siempre tan brillante.
El perro se fue cuando se cansó y entonces hicimos cónclave de vecinos. Según algunos, unos críos estaban apaleando al perro y se refugió debajo de mi coche. Según otros, el que se había refugiado en mi coche era un gato y el perro estaba intentando atraparlo. En la punta de la calle aparecieron dos críos que parecían saber algo del asunto. Intenté hablar con ellos pero no hubo forma. Mis vecinos tienden a usar mucho las palabras chusma y escoria, lo que dificulta enormemente las conversaciones.
Quizás deba añadir que en Espinardo, según todos los rumores, se pelean perros y es posible que el de este relato, que, por supuesto, no llevaba collar fuese uno de ellos.
Miré debajo del coche, había piezas grandes y pequeñas por todas partes. Inútil intentar arrancarla. Está liquidado.
Sobre la incompetencia manifiesta de la policía local no diré mucho. Acabé dandole, en muy mal tono, las gracias por nada a la telefonista (después de tres llamadas). No es que pensara poner ninguna denuncia pero si estuvieron en la puerta de mi casa y la telefonista me había dicho que les esperara que me llamarían, no acabo a entender que se fueran sin decirme nada. Solo tenían que pulsar el puñetero timbre.
Total, que el coche está fatal y hasta el martes no lo podré llevar al taller. Afortunadamente, la fuerza de la inercia está muy presente en mi vida y el seguro a todo riesgo que se hace a un coche nuevo lo hemos ido renovando por pereza de cambiarlo.
Con todo lo anterior se me han quitado las ganas de inventar nada más. Mis hijos no se han convertido en gremlins malignos, al menos no del todo. Estoy cansado pero no he perdido el control. El desorden del estudio no llega a la categoría de barricada. En cuanto saque un rato, tenderé una lavadora de color. Mercedes volverá esta noche. Mañana será día laborable y recuperaremos el ritmo habitual. Y la realidad seguirá ahí, agazapada, abrasándonos de aburrimiento hasta que decida demostrar que es la auténtica y verdadera señora de todo y se invente una historia mucho mejor que las mías.
Al menos he sacado una conclusión de todo esto. Ya sé por qué escribo. Se trata de un combate contra la realidad. Un combate a muerte.
PD: Ya escribí un cuento pop sobre esto hace mucho tiempo. Lo subo a su blog, aquí está el link. (Releyéndolo por encima, acabo de descubrir que este cuento es el origen del blog elhombreamadecasa.com)
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elhombreamadecasa
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4 comentarios:
¡Paupérrima criatura! Eso te pasa por querer superar la realidad con la invención. Ya sabes que es al revés.
Creo que todos o casi,los que escriben,escribimos,lo hacemos por lo mismo.Una vez contada la realidad y adobada con algún que otro detalle de fantasía, todo parece distinto y nos hemos desahogado.
Espero que el próximo puente te sea más propicio.
De acuerdo completamente con Maria Antonia. Creo que lo que los que escribimos tenemos en común es que nuestra vida no es interesante (o no solo) sino que, además, la contamos con cierta gracia.
De todas maneras, piensa que podía haber sido peor: ahora tus hijos podrían tener un padre cojo y, además, sin coche.
En fin...
Tambores en lo profundo... no podemos salir, hemos trancado la puerta. Ya vienen, ya vienen...
Es mi frase estrella en la semana santa sevillana, que misteriosamente se repite cada mes. Ahora mismo leyendo tu post han empezado los tambores. Te dejo, que he de preparar calderos de aceite hirviendo, afilar la espada, tensar el arco y preparame para la batalla, la noche promete ser larga...
Miguel-On
Mª Antonia, tienes razón, cada vez que releo estos posts, mi vida parece otra.
Paco, el día del perro hubiese querido que mi vida fuese menos interesante. El afectado sigue en el taller y no hay noticias. Creo que esta mañana ha ido el perito a verlo.
Miguel-On, tambores orcos y tambores nazarenos, interesante mezcla.
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