
Este mediodía nos hemos salido Juan y yo al patio a charlar. Él comía un yogur de coco, yo fumaba un cigar de liar. Le he contado que una vez nos comimos un coco de verdad después de que una niña lo abriera de un par de certeros machetazos (y después de que nos recuperarámos del pasmo). También le he contado cómo, por las tardes, nos sentábamos en el porche de la casa de M.A a masticar caña de azúcar y a celebrar que los cien hombres armados que iban a venir a quemarle la casa se habían acobardado a última hora. Luego nos contaban historias de paramilitares y guerrillas y escuchábamos canciones como esta:
3 comentarios:
La segunda foto es mundana, lineal... Pero la primera, la primera es fabulosa... Tiene magia, fuerza, simbolismo a raudales y una belleza enigmática que me ha dejado los ojos clavados en ella durante diez minutos.
¡¡Felicidades y gracias por haber captado ese instante asombroso!!
Cuando me puse a mirar fotos del viaje para el post, tuve que comprobar varias beces que la foto de las bicis era de ahí porque me descolocó mucho, y eso que la había tomado yo. Es una imagen tan inesperada. Las cestas de las bicis te hacen pensar en gente despreocupada que ha salido al campo de picnic.
Por esa misma finca pasaba un "farmaceútico" en bici. Llevaba atada una caja en la rueda de atrás con un montón de medicamentos. Él mismo elegía el más adecuado para tu dolencia, mientras tonteaba con la culata de la pistola para que todo el mundo viera que iba armado y se olvidaran de robarle.
Joder...
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