jueves, 30 de junio de 2011
Érase una vez en Espinardo
Esta tarde hago un cuentacuentos en las fiestas de mi pueblo (que en sentido estricto es barrio). Hablar en público es atractivo pero, al menos para mí, también muy angustioso. Los días antes me los paso con un nudo en el estómago y una tensión que me agota. A veces me gustaría no tener que hacerlo nunca. Pero, qué diantres, la vida es riesgo. Como diría Spanky (ver foto): ¿Qué somos, hombres o ratones?
Este cuentacuentos me tiene especialmente nervioso porque es un escenario distinto. Todos los que he hecho hasta ahora han sido en aulas o salas cerradas. Pero el de esta tarde es en mitad de un parque y con micro. Y cualquier novedad se me hace muy difícil.
He preparado un repertorio con Rodari, los hermanos Grimm y un par de cuentos populares. Tampoco faltará Filomena. He pensado que la mejor forma de conseguir la atención del respetable es buscar un poco de escándalo y provocación. Por eso contaré cuentos de una moza que acaba convertida/o en rey, de un niño que va perdiendo partes de su cuerpo al caminar distraído, de un edificio que se entrega a unos niños para que lo destrocen y cosas por el estilo. Hay que asumir riesgos y nada mejor que empezar con el siguiente cuento de Franz Hohler: Había una vez un enano que medía un metro ochenta de alto. Espero que no me tiren tomates.
Anoche estaba como cuando uno ha preparado la comida para un montón de invitados y le entra el pánico pensando que se quedarán con hambre. Así que me puse a buscar cuentos por aquí y por allá. A ver qué sale.
PD muy importante: Me vuelve a escribir Estefanía, la lectora que me contó lo de Habiba y me dice que madre e hija vuelven a estar juntas. Es una gran noticia. Estoy convencido que ha sido gracias al empeño de gente como ella que han peleado mucho para que eso pasara.
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miércoles, 29 de junio de 2011
Masticar
Darío se ha levantado con ganas de ver una peli de Parchís. Hemos encedido la tele y estaba puesta La Sexta2. Mercedes estuvo viendo anoche el debate Al Rojo Vivo. No me gusta ese debate, van de serios pero acaban chillando como verduleras. Es como los debates del corazón de Tele5 pero con otros protagonistas. Al moderador se ve que le va el rollo tabernario y lleva siempre a uno o dos tertulianos dignos de Intereconomía para que cabreen al resto. Además, nunca les corta la palabra y les deja comportarse como auténticos maleducados. Pero a lo que iba. Mientras poníamos la peli, hemos visto unos segundos del programa de Txumari Alfaro. Yo estaba muy cerca de la tele y lo veía, casi en escorzo, señalarme con el dedo índice y decirme, amenazador, que estaba cavando mi propia tamba por no masticar treinta veces cada alimento. Los pueblos más inteligentes lo son porque mastican treinta veces. Está bien, he pensado, masticaré treinta veces, quiero ser inteligente. Pero es que luego ha dicho que los líquidos también había que masticarlos. ¡Los líquidos! Y yo por ahí no paso. Antes muerto que masticar un buen trago de agua o de cerveza.
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martes, 28 de junio de 2011
El fin de un mito
Predata. Los chistes sobre el calor ya no hacen gracia. Desafortunadamente, salen solos. Ayer, a eso de las cinco de la tarde, salí al exterior a tender la ropa. Voy a tender, les dije a mis hijos, si veis que no vuelvo, ¡vengad mi muerte!
Justificación. Podría no contar lo que pasó. Nadie lo sabría. Pero mi compromiso con la Verdad y la Justicia no conocen límites. Sean cuales sean las consecuencias.
El desastre. En cuanto abrí la lavadora y vi el calcetín blanco ligeramente teñido de rojo, me preparé para lo peor. Repasé mentalmente el contenido de la lavadora y suspiré aliviado: no había puesto ninguna de mis camisas caras. Luego comprobé el botón de la temperatura. Estaba en frío. ¿Cómo había podido pasar? Fui sacando una a una las prendas en busca de la culpable. Dos camisas de Mercedes y un pantalón de Darío fueron los principales sospechosos. Pero eso no anulaba el terrible hecho de que el blanco de la ropa se había vuelto rosa. Un desastre. Años de trabajo y una hoja de servicios impoluta se habían ido al traste. Afortunadamente, el sudor camufló mis lágrimas.
La secuela. He perdido confianza en mí mismo. Ya no sé quién soy ni cómo saldré de esta. Me siento perdido. He tenido pesadillas llenas de lavadoras antropófagas y manchas gigantes de tinta roja. Es probable que no vuelva a levantar cabeza.
Justificación. Podría no contar lo que pasó. Nadie lo sabría. Pero mi compromiso con la Verdad y la Justicia no conocen límites. Sean cuales sean las consecuencias.
El desastre. En cuanto abrí la lavadora y vi el calcetín blanco ligeramente teñido de rojo, me preparé para lo peor. Repasé mentalmente el contenido de la lavadora y suspiré aliviado: no había puesto ninguna de mis camisas caras. Luego comprobé el botón de la temperatura. Estaba en frío. ¿Cómo había podido pasar? Fui sacando una a una las prendas en busca de la culpable. Dos camisas de Mercedes y un pantalón de Darío fueron los principales sospechosos. Pero eso no anulaba el terrible hecho de que el blanco de la ropa se había vuelto rosa. Un desastre. Años de trabajo y una hoja de servicios impoluta se habían ido al traste. Afortunadamente, el sudor camufló mis lágrimas.
La secuela. He perdido confianza en mí mismo. Ya no sé quién soy ni cómo saldré de esta. Me siento perdido. He tenido pesadillas llenas de lavadoras antropófagas y manchas gigantes de tinta roja. Es probable que no vuelva a levantar cabeza.
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lunes, 27 de junio de 2011
Juan Madrid
Hace tiempo, me leí una novela de Juan Madrid. No recuerdo mucho de ella. Entorno los ojos y pongo esa esxpresión de esfuerzo difuso que se pone al pensar con fuerza y solo me llegan extraños recuerdos de un aeropuerto. Supongo que la leí en uno de ellos. Que esto no llame a engaño. Se pueden contar con los dedos de las manos las veces que he volado en avión y solo he ido tres veces a recoger a alguien a un aeropuerto. En fin, que es lo de menos dónde la leí. Me gustó pero nada más.
Público ha empezado a vender una colección de novela negra los sábados y la primera entrega era "Adiós, Princesa" de Juan Madrid. Y esta no solo me gusto, también me sacudió el estómago con el vértido de los grandes descubrimientos. No superé las pruebas para entrar en la tripulación del Enterprise porque me mareo hasta andando pero no me hace falta para hacer grandes descubrimientos. De vez en cuando, doy con un músico, un dibujante o un escritor que no conocía y me siento como el Capitán Kirk ante una nueva frontera.
"Adiós, Princesa" es una novela de dos personajes habituales de Juan Madrid, el exboxeador yex policía Toni Romano y el escritor Juan Delforo que es algo así como un trasunto del propio autor. Madrid consigue algo sumamente difícil, escribir género con casi todos los elementos obligatorios pero dotarlos de personalidad. El tipo sabe de lo que escribe. Y hace honor a su apellido porque la ciudad es una de las protagonistas de la novela. Me atrevería a decir que Juan Madrid es a la capital del reino lo que Vázquez Montalbán a Barcelona. El respeto por los personajes que aparecen en sus historias también es algo que tienen ambos autores en común. Me gusta que el autor respete a sus personajes, que sean buenos, malos, asesinos, banqueros, prostitutas pero que tengan todas esas aristas propias de las personas.
El título de la novela se debe a que la asesinada es una periodista que cuenta en su diario que era la novia del Príncipe de Asturias. El morbo es inevitable. Salen varios de los resortes del poder: la Moncloa, la Iglesia, los ricos a los que no les cabe tanto dinero... De uno de los malos se dice lo siguiente: Era sabido que en su despacho tenía dos retratos enmarcados: uno de Hitler y otro de Franco. En 1974, había retirado los retratos de esos personajes de su despacho y comenzado a coquetear con la derecha moderada. Se convirtió en editor de libros de texto para escuelas y en un demócrata centrista... No es un secreto para nadie que posee el diario de máxima difusión en España, canales de TV, editoriales, fundaciones culturales y cadenas de radio. Um, ¿de qué me suena a mí esto?
No suelo leer dos novelas seguidos de un mismo autor. Pero al acabar "Adiós, Princesa", salí corriendo a una librería a conseguir más cosas de Juan Madrid. Sólo encontré dos libros y me acordé del párrafo anterior. Supongo que escribir cosas así, se paga. Por suerte, conseguí el primer volumen de la edición en forma de novela de los guiones de la serie de TV Brigada Central, de la que Juan Madrid fue guionista único (publicada por Ediciones B). Esta serie fue censurada en su momento, gobernada el PSOE. Luego fue censurada una película que pensaba rodar, gobernada el PP. Cuenta el propio Madrid que las series y pelis en las que se usan símbolos de la policía deben contar con su visto bueno.
Brigada Central es una pasada. El protagonista es un inspector jefe llamado Manuel Flores. Es gitano. Manejar a un personaje gitano es difícil porque lo previsible es que la mente del lector esté llena de estereotipos y prejuicios sobre el mismo. Madrid, sin embargo, los sortea todos sin renegar a ciertos lugares comunes. Brillante.
Vaya un rollo que he soltado, ¿no? Creo que la razón es que me da rabia que autores como Madrid no tengan el reconocimiento que mereces y otro, que no son mejores ni por asomo, vendan tanto y tanto.
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viernes, 24 de junio de 2011
Juan sobrevive
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Juan y Darío preguntan
miércoles, 22 de junio de 2011
Fiesta fin de curso (pelos y abanicos)
La fiesta fin de curso en el cole de los niños ya no es lo que era pero no me quiero meter en eso, que me lío. Hoy hemos tenido baile y graduación en infantil. Darío bailaba y tenía que llevarlo peinado con tupé o con "pelo pincho". Esta mañana me he levantado nervioso porque en todo lo relativo a los pelos soy de una especial torpeza. En la fiesta de Navidad, Juan tenía que ir con el "pelo pincho", muy socorrido en festivales infantiles. Usé medio tubo de gomina infantil y llegué al cole satisfechísimo por lo que había conseguido. Pero varias madres se escandalizaron y fueron corriendo a colocarle el pelo a Juan de forma correcta. Con eso en la memoria, he pasado un buen rato con la gomina y el peine hasta que he dejado a Darío más o menos bien. Para mi fortuna, baila tan bien que por mal que pueda peinarlo, no se notaría.
Me he acordado de varias cosas relacionadas con el pelo. Por ejemplo, con mi hermana pequeña hice las practicas de crianza y lo hacía todo bien menos cuando llegaba el momento de secarle el pelo y desenrredarle su larga melena. Luego pasé unos meses terribles porque, entre otras cosas, trabajé de peluquero de perros. Cada dos por tres, una clienta salía de la clínica con cara de espanto y tardaba centésimas de segundo en llamar a mi jefa a darle las quejas. A veces me llevaban gatos que, una vez pelados, resultaban ser ratas. Muy mal todo.
Una compi de Juan llevaba un moño estupendo. Cuando se lo he dicho, me ha explicado que su madre se lo había hecho con dos calcetines. Por la tarde, en el parque, nos ha explicado cómo se hace. Y me he alegrado de no tener hijas. Papá, papá, quiero que me hagas un moño como el de Andrea... Me muero.
La "fiesta" se ha hecho en el salón de actos, donde no hay aire acondicionado y sí mucho calor. Varias mujeres se abanicaban. Diría que, en verano al menos, el abanico es una de las mejores cosas que puede salir de un bolso. El abanico tiene su propio lenguaje. Y conviene saberlo. Quién sabe, a lo mejor una muchacha se está insinuando pero uno no se entera porque no sabe leer "abanico". O, por error, una puede decirle que odia al amor de su vida y romperle el corazón. Aquí van unas pequeñas indicaciones, por si las moscas, sacadas de "El secretario de los amantes":
Me he acordado de varias cosas relacionadas con el pelo. Por ejemplo, con mi hermana pequeña hice las practicas de crianza y lo hacía todo bien menos cuando llegaba el momento de secarle el pelo y desenrredarle su larga melena. Luego pasé unos meses terribles porque, entre otras cosas, trabajé de peluquero de perros. Cada dos por tres, una clienta salía de la clínica con cara de espanto y tardaba centésimas de segundo en llamar a mi jefa a darle las quejas. A veces me llevaban gatos que, una vez pelados, resultaban ser ratas. Muy mal todo.
Una compi de Juan llevaba un moño estupendo. Cuando se lo he dicho, me ha explicado que su madre se lo había hecho con dos calcetines. Por la tarde, en el parque, nos ha explicado cómo se hace. Y me he alegrado de no tener hijas. Papá, papá, quiero que me hagas un moño como el de Andrea... Me muero.
La "fiesta" se ha hecho en el salón de actos, donde no hay aire acondicionado y sí mucho calor. Varias mujeres se abanicaban. Diría que, en verano al menos, el abanico es una de las mejores cosas que puede salir de un bolso. El abanico tiene su propio lenguaje. Y conviene saberlo. Quién sabe, a lo mejor una muchacha se está insinuando pero uno no se entera porque no sabe leer "abanico". O, por error, una puede decirle que odia al amor de su vida y romperle el corazón. Aquí van unas pequeñas indicaciones, por si las moscas, sacadas de "El secretario de los amantes":
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martes, 21 de junio de 2011
Música y hogar (celebrando el Día de la Música)
Hoy se celebra el Día de la Música y como este blog tiene el título que tiene, voy a escribir una entrada sobre música y hogar. Ahí va.
Crianza. En el último número de Rockdelux, Nando Cruz entrevista a Ron Sexsmith, un músico canadiense. Casi todas las preguntas giran alrededor de su trabajo de músico y sus responsabilidades de padre. Resulta que cuando Ron decidió dedicarse a la música, ya tenía un churumbel de dos años. Durante mucho tiempo, mantuvo un desagradable trabajo de repartidor. Quería tener un mal trabajo para no acomodarse y seguir luchando por ser músico. Lo consiguió pero le supuso una serie de sacrificios que le siguen pesando.
Habla de lo que le suponía como pareja: Cada vez que me salía una gira tenía miedo de decírselo (a Jocelyne). Los dos teníamos un gran sentimiento de pavor una semana antes. Yo me sentía mal y a ella también le cambiaba el carácter. Sexsmith señala también los inconvenientes de la presión de conseguir dinero para mantener a la familia y la distancia con los hijos. Y dice una frase que me ha recordado a lo mucho que me cuesta ponerme a escribir en serio: Llevaba a los chicos al colegio y luego me ponía a escribir, pero entonces la secadora se paraba tenía que sacar la ropa...
Cocina. Ah, la cocina, la habitación de la casa que más trabajo da y en la que mejor se está. Haruki Murakami cuenta que sus primeras novelas las escribió allí, sentado en una silla normal y corriente y escribiendo a mano. Dos artistas de la música sienten predilección por la cocina. Ni más ni menos que Neko Case y Lucinda Williams. La primera, en otra entrevista en Rockdelux, responde cuando le pregunta por su forma de trabajar: Me inspiro fregando los platos; cuando el cuerpo está ocupado en una actividad fisica es cuando el subconsciente vuela. Habrá que ir jubilando los lavavajillas.
La segunda, que ha sacado uno de los discos mejores del año, si no de la década, compone y ensaya en la cocina. De hecho, ese último disco, tiene una edición de lujo con un CD que incluye las maquetas grabadas en la cocina y que, claro, se llama "Kitchen Tapes". Si solo os vais a comprar un disco este año, que sea ese (y cuidado con la canción del vídeo, es peligrosa).
Electrodomésticos. Pero toda cara tiene su cruz y la cocina es el lugar idóneo para un Matrix o Terminator versión minúscula. Lo cantaban Alaska y Los Pegamoides en su "Rebelión de los electrodomésticos":
Me da miedo entrar en la cocina,
me da miedo lo que pueda ver,
la tostadora se ha vuelto asesina,
el lavaplatos no me puede ver.
Se han rebelado todos a la vez.
La Turmix, la plancha y la moulinex.
Se han vuelto locos de repente.
La aspiradora se niega a aspirar,
dice que no, que no ni hablar.
Y la nevera esta leyendo a Marx
y me dice que la deje en paz.
Se han rebelado todos a la vez
la Minipimer se ha unido también
me han dicho que no me preocupe
me soltarán... ¡dentro de un mes!
Y ya, que me tengo que ir a recoger a los niños.
Crianza. En el último número de Rockdelux, Nando Cruz entrevista a Ron Sexsmith, un músico canadiense. Casi todas las preguntas giran alrededor de su trabajo de músico y sus responsabilidades de padre. Resulta que cuando Ron decidió dedicarse a la música, ya tenía un churumbel de dos años. Durante mucho tiempo, mantuvo un desagradable trabajo de repartidor. Quería tener un mal trabajo para no acomodarse y seguir luchando por ser músico. Lo consiguió pero le supuso una serie de sacrificios que le siguen pesando.
Habla de lo que le suponía como pareja: Cada vez que me salía una gira tenía miedo de decírselo (a Jocelyne). Los dos teníamos un gran sentimiento de pavor una semana antes. Yo me sentía mal y a ella también le cambiaba el carácter. Sexsmith señala también los inconvenientes de la presión de conseguir dinero para mantener a la familia y la distancia con los hijos. Y dice una frase que me ha recordado a lo mucho que me cuesta ponerme a escribir en serio: Llevaba a los chicos al colegio y luego me ponía a escribir, pero entonces la secadora se paraba tenía que sacar la ropa...
Cocina. Ah, la cocina, la habitación de la casa que más trabajo da y en la que mejor se está. Haruki Murakami cuenta que sus primeras novelas las escribió allí, sentado en una silla normal y corriente y escribiendo a mano. Dos artistas de la música sienten predilección por la cocina. Ni más ni menos que Neko Case y Lucinda Williams. La primera, en otra entrevista en Rockdelux, responde cuando le pregunta por su forma de trabajar: Me inspiro fregando los platos; cuando el cuerpo está ocupado en una actividad fisica es cuando el subconsciente vuela. Habrá que ir jubilando los lavavajillas.
La segunda, que ha sacado uno de los discos mejores del año, si no de la década, compone y ensaya en la cocina. De hecho, ese último disco, tiene una edición de lujo con un CD que incluye las maquetas grabadas en la cocina y que, claro, se llama "Kitchen Tapes". Si solo os vais a comprar un disco este año, que sea ese (y cuidado con la canción del vídeo, es peligrosa).
Electrodomésticos. Pero toda cara tiene su cruz y la cocina es el lugar idóneo para un Matrix o Terminator versión minúscula. Lo cantaban Alaska y Los Pegamoides en su "Rebelión de los electrodomésticos":
Me da miedo entrar en la cocina,
me da miedo lo que pueda ver,
la tostadora se ha vuelto asesina,
el lavaplatos no me puede ver.
Se han rebelado todos a la vez.
La Turmix, la plancha y la moulinex.
Se han vuelto locos de repente.
La aspiradora se niega a aspirar,
dice que no, que no ni hablar.
Y la nevera esta leyendo a Marx
y me dice que la deje en paz.
Se han rebelado todos a la vez
la Minipimer se ha unido también
me han dicho que no me preocupe
me soltarán... ¡dentro de un mes!
Y ya, que me tengo que ir a recoger a los niños.
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lunes, 20 de junio de 2011
Sin ton ni son
Esta mañana he puesto unas pechugas en leche, huevo batido y perejil picado. Cuando acabe de escribir esto, las empanaré y freiré. A la carne así preparada, mi abuea (materna) le llamaba bisteles. Y a Darío le llamaba Adiro, como una de las pastillas que se tomaba. Una vecina de la calle todavía le llama así.
Sacar una puertas de su sitio es más o menos fácil. Volver a ponerlas no tanto.Especialmente si las bisagras tienen más de medio siglo y cada una mira para un sitio. Ayer por la tarde pasamos momentos de verdadera zozobra. Pero conseguimos triunfar y tres puertas recién pintadas de blanco (gracias a Mercedes) lucen en nuestra casa.
El otro día tuve que bajar una escalera mecánica que estaba parada. Casi me caigo varias veces. Qué sensación tan extraña.
Me he acordado de esta canción:
Sacar una puertas de su sitio es más o menos fácil. Volver a ponerlas no tanto.Especialmente si las bisagras tienen más de medio siglo y cada una mira para un sitio. Ayer por la tarde pasamos momentos de verdadera zozobra. Pero conseguimos triunfar y tres puertas recién pintadas de blanco (gracias a Mercedes) lucen en nuestra casa.
El otro día tuve que bajar una escalera mecánica que estaba parada. Casi me caigo varias veces. Qué sensación tan extraña.
Me he acordado de esta canción:
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sábado, 18 de junio de 2011
Habiba
Hace unos días recibí un correo de una lectora. Me contaba el caso de Habiba, el nombre ficticio de una madre a la que han separado a la fuerza de su hija. Los responsables de esta canalalda no son unos secuestradores, ni los miembros de ningín grupo terrorista. Son una serie de personas que se creen muy listas porque han estudiado en la universidad y que viven muy felices porque cobran un sueldo público que pagamos todos y todas. Se trata del Insituto Madrileño del Menor y la Familia.
Habida acudió a un centro de mujeres sin recursos, según cuenta El País. Allí esas personas tan listas le explicaron que lo sabían todo sobre la crianza porque tenían El Programa de Habilidades Maternales. Al parecer, en ese Programa las mujeres pobres, alteradas mentalmente (si es por culpa de la violencia de género es lo de menos) y empeñadas en dar el pecho, a pesar de que la criatura tenga ya 15 meses, tienen todas las papeletas para ser malas madres. Seguro qeu hicieron todo lo posible para conducir a Habida por el camino de la correción pero pasados 10 días, una eternidad, vieron que no había nada que hacer y por el bien superior de la niña, separaron a la madre de la hija.
Lo dice el sentido común y me lo confirman años de experiencia laboral: no hay violencia insitucional más cruel y brutal que la separación de hijos y padres. Hay muchos técnicos por ahí sueltos que se merecerían pasar uno o dos años en algún centro de reeducación.
Al principio se puso el foco en la lactancia. Pero el IMMF se apresuró a negarlo y afirmó que la separación se debía a que la madre presenta cierta inestabilidad mental, problemas de adaptación en el centro y carece de las habilidades necesarias para cuidar de su hija. ¿En qué mundo vivimos cuando esos argumentos justifican el secuestro insitucional de una niña de poco más de un año? Efectivamente, en un mundo de mierda.
El bien superior de la niña exige que sea devuelta con la madre. El bien de la madre no será superior pero, si cuenta para algo, también exige que sea devuelta con su hija. Si Habiba tiene secuelas de la violencia que ha sufrido, debe ser atendida en condiciones, no ser sometida a más violencia, en este caso oficial, como dice la lectora. Si no tiene recursos, que se le consigan. Y si no sabe cuidar de su hija, cosa que, la verdad, dudo mucho, que se le dé tiempo para aprender.
Se puede firmar para que se le devuelva la custodia de la niña a Habiba aquí:
http://actuable.es/peticiones/dile-al-instituto-madrileno-del-menor-y-familia-reuna-a
Hay un blog:
http://www.blogger.com/ http://todossomoshabiba.blogspot.com/
Y un facebook:
Habida acudió a un centro de mujeres sin recursos, según cuenta El País. Allí esas personas tan listas le explicaron que lo sabían todo sobre la crianza porque tenían El Programa de Habilidades Maternales. Al parecer, en ese Programa las mujeres pobres, alteradas mentalmente (si es por culpa de la violencia de género es lo de menos) y empeñadas en dar el pecho, a pesar de que la criatura tenga ya 15 meses, tienen todas las papeletas para ser malas madres. Seguro qeu hicieron todo lo posible para conducir a Habida por el camino de la correción pero pasados 10 días, una eternidad, vieron que no había nada que hacer y por el bien superior de la niña, separaron a la madre de la hija.
Lo dice el sentido común y me lo confirman años de experiencia laboral: no hay violencia insitucional más cruel y brutal que la separación de hijos y padres. Hay muchos técnicos por ahí sueltos que se merecerían pasar uno o dos años en algún centro de reeducación.
Al principio se puso el foco en la lactancia. Pero el IMMF se apresuró a negarlo y afirmó que la separación se debía a que la madre presenta cierta inestabilidad mental, problemas de adaptación en el centro y carece de las habilidades necesarias para cuidar de su hija. ¿En qué mundo vivimos cuando esos argumentos justifican el secuestro insitucional de una niña de poco más de un año? Efectivamente, en un mundo de mierda.
El bien superior de la niña exige que sea devuelta con la madre. El bien de la madre no será superior pero, si cuenta para algo, también exige que sea devuelta con su hija. Si Habiba tiene secuelas de la violencia que ha sufrido, debe ser atendida en condiciones, no ser sometida a más violencia, en este caso oficial, como dice la lectora. Si no tiene recursos, que se le consigan. Y si no sabe cuidar de su hija, cosa que, la verdad, dudo mucho, que se le dé tiempo para aprender.
Se puede firmar para que se le devuelva la custodia de la niña a Habiba aquí:
http://actuable.es/peticiones/dile-al-instituto-madrileno-del-menor-y-familia-reuna-a
Hay un blog:
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viernes, 17 de junio de 2011
Darío indignado con su padre (2 de 3)
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Juan y Darío preguntan
jueves, 16 de junio de 2011
¿Majestuosa?
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miércoles, 15 de junio de 2011
Este es un trabajo para...
Lavarse la cara por la mañana no asegura que se despeguen los párpados. Con los ojos todavía entreabiertos, me serví el café, la leche y me preparé las tostadas. Mientras masticaba, notaba un malestar creciente. ¿Estaría mala la mermelada de melocotón? ¿Alguna pesadilla residual? ¿Demasiado calor para las ocho de la mañana? Entonces descubrí lo que sucedía. Era la camiseta de Mercedes, ¡estaba arrugada!
Interrumpí el desayuno y, veloz como una bala, desplegué la tabla de planchar, llené la plancha con agua perfumada, le pedí a Mercedes que se quitara la camiseta y se la planché lo mejor que pude (que a fuerza de dedicarle horas a la plancha ya es bastante).
No podía consentir algo así por, al menos, tres motivos.
HONOR. Mi función en el Universo es cuidar de mi casa y de mi familIA. Y debo hacerlo lo mejor que pueda. ¿Qué es eso de dejar una camisa sin planchar? Inaceptable.
JUSTICIA. Mercedes, guapa y elegante hasta extremos insospechados, no podía salir a la calle con una camisa arrugada por un descuido sin precedentes.
FAMA. Sé que hay muchos ojos obervándome y deseando que cometa un error para criticarme desaforadamanete. Pero no lo voy a consentir. No les pienso dar ese gusto. Que hay mucha arpía y arpío sueltos.
PD: El título de hoy empieza a ser recurrente, lo sé. Pero cómo resistirse a una frase así. Ya la usé aquí. También hice unas pegatinas de autobombo con la imagen de Superman:
Interrumpí el desayuno y, veloz como una bala, desplegué la tabla de planchar, llené la plancha con agua perfumada, le pedí a Mercedes que se quitara la camiseta y se la planché lo mejor que pude (que a fuerza de dedicarle horas a la plancha ya es bastante).
No podía consentir algo así por, al menos, tres motivos.
HONOR. Mi función en el Universo es cuidar de mi casa y de mi familIA. Y debo hacerlo lo mejor que pueda. ¿Qué es eso de dejar una camisa sin planchar? Inaceptable.
JUSTICIA. Mercedes, guapa y elegante hasta extremos insospechados, no podía salir a la calle con una camisa arrugada por un descuido sin precedentes.
FAMA. Sé que hay muchos ojos obervándome y deseando que cometa un error para criticarme desaforadamanete. Pero no lo voy a consentir. No les pienso dar ese gusto. Que hay mucha arpía y arpío sueltos.
PD: El título de hoy empieza a ser recurrente, lo sé. Pero cómo resistirse a una frase así. Ya la usé aquí. También hice unas pegatinas de autobombo con la imagen de Superman:
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martes, 14 de junio de 2011
Novedades Morsa
Editorial Morsa se ha soltado la melena y ha publicado de golpe tres novedades y dos reediciones.
Morsa es una editorial de Barcelona especializada en libros ilustrados para adultos. Tienen muy buen gusto (la publicación de este libro así lo demuestra) y cada una de sus novedades merece la pena. Las tres últimas tienen en común que el autor lo hace todo: textos e ilustraciones.
Mi favorita es "El Calamor y otros mitos de la intimidad" porque se parece a un bestiario y habla del amor, un tema que me gusta mucho. Las ilustraciones, inquietantes y minuciosas, resultan fascinantes. Su autor, Euripidis Sabatis, es músico y participa en un proyecto muy interesante llamado Minimúsica (¡muerte al cantajuegos!). Aquí su web.
La segunda novedad es de un autor que repite con Morsa, Javier Cejas. Es un libro dedicado a los estereotipos de este país y escrito en inglés. Algunas páginas son desternillantes. Y el prólogo es de Juanjo Sáez (cantera Morsa).
Una de las reediciones es también de Javier Cejas. Se trata de su best seller Gin Tonic, un libro que enseña a elaborar los mejores cócteles (lo he mirado y se puede escribir así) a la vez que te ilustra sobre sus orígenes. Ideal para beber con clase.
La tercera novedad es de Elena Kuroda y se llama Nico & Sebastian, un zorro y un mapache que se las traen. Pongo solo la portada porque el interior es algo subido de tono y este blog es para todos los públicos. De todas formas, como pone la contraportada, "las guarradas siempre tuvieron su gracia". Al final del libro, hay un glosario que sirve para aprender mucho.
Los libros los podéis encontrar en la Fnac o pedirlos en vuestras librerías favoritas. También se pueden comprar en la web de la editorial (incluida la versión electrónica). Otra opción es pedirlos en la biblioteca pública que os pille más cerca o en la que os dé la gana. En ese caso, espero que tengáis más suerte que yo con vuestras desideratas.
Morsa es una editorial de Barcelona especializada en libros ilustrados para adultos. Tienen muy buen gusto (la publicación de este libro así lo demuestra) y cada una de sus novedades merece la pena. Las tres últimas tienen en común que el autor lo hace todo: textos e ilustraciones.
Mi favorita es "El Calamor y otros mitos de la intimidad" porque se parece a un bestiario y habla del amor, un tema que me gusta mucho. Las ilustraciones, inquietantes y minuciosas, resultan fascinantes. Su autor, Euripidis Sabatis, es músico y participa en un proyecto muy interesante llamado Minimúsica (¡muerte al cantajuegos!). Aquí su web.
La segunda novedad es de un autor que repite con Morsa, Javier Cejas. Es un libro dedicado a los estereotipos de este país y escrito en inglés. Algunas páginas son desternillantes. Y el prólogo es de Juanjo Sáez (cantera Morsa).
Una de las reediciones es también de Javier Cejas. Se trata de su best seller Gin Tonic, un libro que enseña a elaborar los mejores cócteles (lo he mirado y se puede escribir así) a la vez que te ilustra sobre sus orígenes. Ideal para beber con clase.
La tercera novedad es de Elena Kuroda y se llama Nico & Sebastian, un zorro y un mapache que se las traen. Pongo solo la portada porque el interior es algo subido de tono y este blog es para todos los públicos. De todas formas, como pone la contraportada, "las guarradas siempre tuvieron su gracia". Al final del libro, hay un glosario que sirve para aprender mucho.
Los libros los podéis encontrar en la Fnac o pedirlos en vuestras librerías favoritas. También se pueden comprar en la web de la editorial (incluida la versión electrónica). Otra opción es pedirlos en la biblioteca pública que os pille más cerca o en la que os dé la gana. En ese caso, espero que tengáis más suerte que yo con vuestras desideratas.
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lunes, 13 de junio de 2011
Soñando en el paritorio
Anoche soñé que trabajaba en Maternidad de la Arrixaca asistiendo los partos. Era una especie de MIR y la experta era la seño de Darío. En mi turno había un montón de mujeres en dilatación pero yo, como era el primer día que iba a entrar solo a los paritorios sin la ayuda de la seño de Darío, tenía los dedos cruzados para que ninguna se pusiera a dar a luz hasta que se hubiera pasado mi turno. Cuando estaba a punto de acabarse, las matronas empezaron a estimuar a las mujeres y se ponían todas a parir al mismo tiempo. Me llamaron para entrar en acción y estaba muerto de miedo. Solo quería que no se me notara. Como suelo hacer, me movía muy despacio para disimular los nervios. Entonces, como en las mejores pesadillas, me desperté. Afortunadamente para las mujeres cuyos partos debía asistir, dicho sea de paso.
Este sueño me ha traído recuerdos de mi etapa como veterinario. Cuando me licencié, los únicos puntos de sutura que había dado fueron a una gomaespuma. Y la mayoría de las prácticas habían consistido en ver diapositivas y aprender a distinguir a simple vista si la radiografía era de un perro o un gato. Algo cuya utilidad nunca entendí. La universidad te soltaba al mundo laboral sin preparación práctica alguna.
Primero trabaje con cabras, lo he contado algunas veces. A los pocos días, me llamó a casa una compañera y me dijo que a la mañana siguiente, muy temprano, debía ir a la explotación tal y cual a hacerle una cesárea a una cabra. Ni que decir tiene que yo no había hecho una cesárea en la vida. Empezó a explicarme cómo hacerla por teléfono. O sea, que me explicaba por teléfono cómo hacerlo no a hacer una cesárea a través del teléfono. Tienes que poner una anestesia regional pinchando el anestésico a la altura de las vértebras... En ese momento, el pánico ya me había ensordecido. Dejé de escuchar y me tuve que sentar para no caer redondo cual damisela. Como en las mejores pesadillas, cuando llegué, la cabra ya había muerto. Eso me ahorró ser el responsable de su muerte por negligencia veterinaria.
Unos meses después, estaba haciendo la guardia de fin de semana en una clínica de Guardamar. A eso de las dos de la mañana de un sábado, llegó una pareja con una perra que se había puesto de parto. Era de una de esas razas que tienen dificultades obstétricas, que paren mal, vamos. También era de esas razas muy caras lo que me había temer que, a pesar de la simpatía de la pareja, me matarían si a la perra le pasaba algo. Habían ido a la clínica para estar ya allí si había complicaciones. Me moví muy despacio para que no se me notaran los nervios y deseé ser creyente para poder rezar a quien fuera suplicando para que todo fuera bien. Al final, como en las peores pesadillas, eso fue lo que pasó. No hizo falta mi intervención. Inexplicablemente, no le pusieron mi nombre a ninguno de los cachorrillos.
Cuando llegó la pareja con la perra deforme, tenía puesto un disco de Janis Joplin en modo bucle. A las tres horas de sonar las mismas canciones una y otra vez, me suplicaron que lo quitara. Cosa que, como el cliente siempre tiene la razón, hice.
Este sueño me ha traído recuerdos de mi etapa como veterinario. Cuando me licencié, los únicos puntos de sutura que había dado fueron a una gomaespuma. Y la mayoría de las prácticas habían consistido en ver diapositivas y aprender a distinguir a simple vista si la radiografía era de un perro o un gato. Algo cuya utilidad nunca entendí. La universidad te soltaba al mundo laboral sin preparación práctica alguna.
Primero trabaje con cabras, lo he contado algunas veces. A los pocos días, me llamó a casa una compañera y me dijo que a la mañana siguiente, muy temprano, debía ir a la explotación tal y cual a hacerle una cesárea a una cabra. Ni que decir tiene que yo no había hecho una cesárea en la vida. Empezó a explicarme cómo hacerla por teléfono. O sea, que me explicaba por teléfono cómo hacerlo no a hacer una cesárea a través del teléfono. Tienes que poner una anestesia regional pinchando el anestésico a la altura de las vértebras... En ese momento, el pánico ya me había ensordecido. Dejé de escuchar y me tuve que sentar para no caer redondo cual damisela. Como en las mejores pesadillas, cuando llegué, la cabra ya había muerto. Eso me ahorró ser el responsable de su muerte por negligencia veterinaria.
Unos meses después, estaba haciendo la guardia de fin de semana en una clínica de Guardamar. A eso de las dos de la mañana de un sábado, llegó una pareja con una perra que se había puesto de parto. Era de una de esas razas que tienen dificultades obstétricas, que paren mal, vamos. También era de esas razas muy caras lo que me había temer que, a pesar de la simpatía de la pareja, me matarían si a la perra le pasaba algo. Habían ido a la clínica para estar ya allí si había complicaciones. Me moví muy despacio para que no se me notaran los nervios y deseé ser creyente para poder rezar a quien fuera suplicando para que todo fuera bien. Al final, como en las peores pesadillas, eso fue lo que pasó. No hizo falta mi intervención. Inexplicablemente, no le pusieron mi nombre a ninguno de los cachorrillos.
Cuando llegó la pareja con la perra deforme, tenía puesto un disco de Janis Joplin en modo bucle. A las tres horas de sonar las mismas canciones una y otra vez, me suplicaron que lo quitara. Cosa que, como el cliente siempre tiene la razón, hice.
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domingo, 12 de junio de 2011
¡Alcalde...!
Pues sí. Ayer me fui, un indignado más, a la puerta del ayuntamiento de Murcia a vitorear a los nuevos concejales. La cosa fue más o menos así:
No hubo muchacha turgente pero sí una señora, es un decir, muy maleducada que hizo lo siguiente:
La imagen está sacada de un vídeo de La Verdad. En este vídeo, curiosamente, se ven primero las imágenes de un indignado sacando dos dedos muy enfadado y después a esta señora, es un decir. Curioso montaje porque las cosas sucedieron exactamente al revés. Empezó ella, que dirían mis chiquillos.
En la noticia que acompaña al vídeo no se dice nada de esta señora, es un decir. Si alguien la reconoce, estaría bien que dejara su nombre en un comentario.
No hubo muchacha turgente pero sí una señora, es un decir, muy maleducada que hizo lo siguiente:
La imagen está sacada de un vídeo de La Verdad. En este vídeo, curiosamente, se ven primero las imágenes de un indignado sacando dos dedos muy enfadado y después a esta señora, es un decir. Curioso montaje porque las cosas sucedieron exactamente al revés. Empezó ella, que dirían mis chiquillos.
En la noticia que acompaña al vídeo no se dice nada de esta señora, es un decir. Si alguien la reconoce, estaría bien que dejara su nombre en un comentario.
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viernes, 10 de junio de 2011
Darío indignado, con su padre (1 de 3)
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Juan y Darío preguntan
jueves, 9 de junio de 2011
Paranoico, cosas de padres
En mi opinión, todas las teorías de la conspiración son ciertas y la foto de arriba es un montaje. Esa credulidad, curiosamente, me vuelve profundamente incrédulo ante las versiones oficiales, especialmente cuando se trata de nuevas pandemias que solo sirven para que las farmaceuticas vuelvan a forrarse.
No me la dieron con la Gripe Aviar (o Aviaria, al final no supe cómo se decía). Con la Gripe A me liaron un poco porque metieron el tema de las vacunas de los niños y ahí me pillan con las defensas bajas. Algunos periodistas están ya locos con la nueva E. Coli y la venden como el próximo fin del mundo. Ya están otra vez, me digo cuando los oigo.
Ah, pero anoche uno de los niños se me puso malo del estómago. Hemos pasado una noche toledana. Cuando me he dado cuenta, serían las cuatro o las cinco de la mañana, estaba repasando al detalle el menú de los últimos días. Maldito programa escolar que fomenta el consumo de frutas y verduras, Seguro que le han dado tomate crudo. ¿Por qué me empeñé en que probaran la lechuga si no les gusta?
Las cabezas de los padres barra madres no funcionan nada bien cuando se enferman sus hijos barra as.
Por suerte, y tras un día de dieta estricta, todo vuelve a estar bien.
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miércoles, 8 de junio de 2011
martes, 7 de junio de 2011
Día del Orgullo Perroflauta
El sábado pasado se organizó en Acampadamurcia una acción que tuvo varios nombres, entre ellos el del título. Se hicieron varias actividades organizadas por el Partido de la Banca, un partido que, como dice su lema: Gobierne quien gobierne, nunca pierde. Hubo alfombra roja, canapés, banderitas de España, cava de ese que no lleva alcohol, sevillanas y lectura de manifiesto. Había que ir de etiqueta y nos faltó tiempo para sacar los corbatines del cajón.
Allí que nos plantamos los cuatro de punta en blanco. Estuvimos un rato con la muchachada paseando por las calles de Murcia y coreando lemas como "Fuera los hippies de la Glorieta" o "No nos mires, hipotécate". Las criaturas no habían empezado a ver televisión cuando se retiró La Bola de Cristal. Así que Mercedes, más joven que nadie, eso sí, les enseñó el clásico "Viva el mal, viva el capital".
El humor y la ironía son armas divertidas y eficaces. Pero yo me quedé preocupado. Los niños no se entienden muy bien con la ironía y a pesar de que dediqué un tiempo prudencial a explicar por qué cantábamos esas consignas, me temo que Juan y Darío se las hayan tomado al pie de la letra. ¿Me saldrán neoliberales por mi culpa? ¿Banqueros, tal vez? Ay, qué sin vivir.
Y ahora una formidable canción de Chucho sobre el tema. La letra incluye una cita de Los Diarios de Tolstoi: Ladrón no es aquel que ha tomado algo que necesita, sino aquel que retiene, sin dar a los demás, lo que para él no es necesario y para los otros es indispensable. También hace un guiño a esas enseñanzas capitalistas que incluyen algunas canciones infantiles. El título es bastante explícito: "La mente del monstruo".
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lunes, 6 de junio de 2011
(No tan) metaguay
Me había quedado muy contento con el final que le había dado a la serie "Anónimo". Reconozco que cuando la empecé no sabía por dónde salir. Al final recurrí al típico truco de lo metaliterario, que me gusta tanto. Esto viene a ser lo que en teatro se llama romper la cuarta pared. En ese caso, el actor se dirige al público. En el otro, el narrador se dirige a quien lo lee. De vez en cuando recurro a esto y me hace sentir muy satisfecho y feliz de haberme conocido.
Pero el sábado acabé de leer "Octeto" de David Foster Wallace y algo cambió para siempre. Como lector / escritor, Foster Wallace me resulta completamente cautivador. Como lector me quedo hipnotizado en cada no de sus cuentos y artículos y devoro hasta la última letra y signos de puntuación de la nota a pie de página de la nota a pie de página. Construye frases interminables y redundantes por las que, sorprendentemente, se avanza con toda facilidad. Como si se nadara en unas arenas movedizas ligeras y en calma. Como escritor, alucino con las cosas que se le ocurre y me tengo que retener para no salir corriendo a plagiarle.
"Octeto" es una colección de cuentos que él mismo afirma que son difíciles de catalogar y que lo que intentan es interrogar perentoriamente a quien los lee y saber lo que piensa sobre las situaciones planteadas. Los textos se titulan "Acertijo Pop" y van numerados. El último es un ejercicio metaliterario en el que explica cómo los fue creando y todos los problemas que le provocaron. Al tiempo que lo hace, cuestiona el método. Dice que en los noventa la autorreferencialidad ya parecía pobre, gastada y fácil. Lo "meta" puede parecer algo honesto, al reconocer el autor ante quien lee que todo es un artificio. Pero se trata más bien de una honestidad falsa que pretende que el autor caiga bien al redordar que todo es mentira, como si la persona que lee necesitara que le recordaran algo que es obvio como si fuera un niño miope. Los autores "meta" dice Foster Wallace, se parecen a esa clase de personas del mundo real que intentan manipularte para caerte bien insistiendo todo el tiempo en que son unos tíos muy sinceros, honestos y nada manipuladores.
DFW me ha descubierto y ha puesto las cartas encima de la mesa. Me reconozco culpable y lo que es peor, seguiré recurriendo a los trucos "meta" porque son ya un tic del que nunca me podré desprender. Yo solo quiero caeros bien.
Pero el sábado acabé de leer "Octeto" de David Foster Wallace y algo cambió para siempre. Como lector / escritor, Foster Wallace me resulta completamente cautivador. Como lector me quedo hipnotizado en cada no de sus cuentos y artículos y devoro hasta la última letra y signos de puntuación de la nota a pie de página de la nota a pie de página. Construye frases interminables y redundantes por las que, sorprendentemente, se avanza con toda facilidad. Como si se nadara en unas arenas movedizas ligeras y en calma. Como escritor, alucino con las cosas que se le ocurre y me tengo que retener para no salir corriendo a plagiarle.
"Octeto" es una colección de cuentos que él mismo afirma que son difíciles de catalogar y que lo que intentan es interrogar perentoriamente a quien los lee y saber lo que piensa sobre las situaciones planteadas. Los textos se titulan "Acertijo Pop" y van numerados. El último es un ejercicio metaliterario en el que explica cómo los fue creando y todos los problemas que le provocaron. Al tiempo que lo hace, cuestiona el método. Dice que en los noventa la autorreferencialidad ya parecía pobre, gastada y fácil. Lo "meta" puede parecer algo honesto, al reconocer el autor ante quien lee que todo es un artificio. Pero se trata más bien de una honestidad falsa que pretende que el autor caiga bien al redordar que todo es mentira, como si la persona que lee necesitara que le recordaran algo que es obvio como si fuera un niño miope. Los autores "meta" dice Foster Wallace, se parecen a esa clase de personas del mundo real que intentan manipularte para caerte bien insistiendo todo el tiempo en que son unos tíos muy sinceros, honestos y nada manipuladores.
DFW me ha descubierto y ha puesto las cartas encima de la mesa. Me reconozco culpable y lo que es peor, seguiré recurriendo a los trucos "meta" porque son ya un tic del que nunca me podré desprender. Yo solo quiero caeros bien.
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domingo, 5 de junio de 2011
Bestiario de elhombreamadecasa: El Trangoloptus
Guión y dibujo: Juan.
El Trangoloptus, a pesar de lo que pueda parecer en el dibujo, es mitad gigante mitad del tamaño de un colibrí. Vive en madrigueras de conejo. Echa a los conejos que vivían en ellas y se acomoda a su gusto. Es que es un monstruo malo.
No tiene piernas, solo alas. Dos en casa lado. Hay quien afirma que sus alas están llenas de plumas pero son escamas. (Bueno, en realidad sí tiene piernas pero son tan pequeñas que no se ven).
Se alimenta especialmente de animales, dinosaurios, carne y pescado. La fruta no le gusta mucho y la verdura se la come si no hay otro remedio.
Se lleva muy mal con el ciervo. Antes eran muy amigos pero se pelearon. El ciervo dijo que se iba a no sé dónde para siempre. El Trangoloptus le pidió que no lo hiciera. El ciervo dijo que sí, que se iba. Y por una tontería como esa, echaron a perder una amistad que venía de muchos años atrás.
Tiene ojos de leopardo.
Le pirran los patitos pequeños. Primero les araña el cuerpo, después se los zampa de un bocado. Sí que es malo el Trangoloptus.
Le gusta dormir por el día y estar despierto por la noche. Una vez, se supo de uno que durmió 489.000 años seguidos.
El Trangoloptus, a pesar de lo que pueda parecer en el dibujo, es mitad gigante mitad del tamaño de un colibrí. Vive en madrigueras de conejo. Echa a los conejos que vivían en ellas y se acomoda a su gusto. Es que es un monstruo malo.
No tiene piernas, solo alas. Dos en casa lado. Hay quien afirma que sus alas están llenas de plumas pero son escamas. (Bueno, en realidad sí tiene piernas pero son tan pequeñas que no se ven).
Se alimenta especialmente de animales, dinosaurios, carne y pescado. La fruta no le gusta mucho y la verdura se la come si no hay otro remedio.
Se lleva muy mal con el ciervo. Antes eran muy amigos pero se pelearon. El ciervo dijo que se iba a no sé dónde para siempre. El Trangoloptus le pidió que no lo hiciera. El ciervo dijo que sí, que se iba. Y por una tontería como esa, echaron a perder una amistad que venía de muchos años atrás.
Tiene ojos de leopardo.
Le pirran los patitos pequeños. Primero les araña el cuerpo, después se los zampa de un bocado. Sí que es malo el Trangoloptus.
Le gusta dormir por el día y estar despierto por la noche. Una vez, se supo de uno que durmió 489.000 años seguidos.
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viernes, 3 de junio de 2011
Juan pregunta
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Juan y Darío preguntan
jueves, 2 de junio de 2011
Anónimo (3 de 3)
Mercedes usó la excusa habitual de que tenía a alguien que atender y me colgó el teléfono. Yo me quedé paralizado mirando avanzar las manecillas del reloj. Era como el conejo que se queda deslumbrado por los faros del coche que está a punto de atropellarle. Pero llegaron las doce y cuarto y, sorprendementemente, no pasó nada. Pensé que me había precipitado. Tal vez, el reloj indicaba las doce y cuarto de la noche, no del mediodía. Así que pasé el resto del día con el estómago encogido, intentando cerrar todos los asuntos pendientes antes de que mi tiempo se acabara. Si debo ser sincero, no encontré ningún asunto pendiente que cerrar lo que me hizo dudar entre (1) soy muy ordenado y lo llevo todo al día y (2) mi vida está tan vacía que ni siquiera tengo asuntos pendientes.
El caso es que se hizo de noche. Me senté en mi sillón del estudio y, en silencio, esperé a que llegara el final. Pero tampoco llegó. Los anónimos empezaban a ser poco de fiar. Mitad aliviado mitad decepcionado, me fui a la cama. ¿Y qué encontré al levantar la colcha? Efectivamente, un nuevo anónimo:
Un escalofrío recorrió mi espina dorsal. Debía prepararme para un ataque ectoplásmico. Pensé en despertar a Mercedes para que me defendiera de los fantasmas que iban a venir a por mí, pero podría enfadarse si lo hacía y sería peor el remedio que la enfermedad. Me dispuse a ser valiente y atendí a cualquier ruido que advirtiera del peligro. La noche está llena de ellos. Un gato que camina sobre el tejado, un armario que cruje, una rama que mece el viento... A los pocos minutos abandoné todo conato de valentía y me cubrí por completo con la sábana. Sudé la gota gorda hasta que amaneció.
-Tienes peor aspecto del habitual -me dijo Mercedes cuando me vio aparecer en la cocina.
-No he podido pegar ojo.
-¿Ha sido el anónimo fantasma?
-¿Cómo lo sabes? -pregunté suspicaz.
-No te montes ninguna película, lo he visto esta mañana al levantarme. Por cierto, tengo mi propia teoría.
-Dímela, por dios -dije perdiendo el control, nuevamente.
-Ahora no puedo, se me hace tarde. Y no te molestes en llamarme, tengo mucho trabajo y no podré atenderte.
Me derrumbé en la silla y apenas pude desayunar. No podía seguir así. Había llegado el momento de pasar a la acción.
* * *
Mercedes volvió del trabajo antes de lo previsto y desbarató mis planes. Cuando entró a la habitación, no le gustó nada lo que vio. La persiana estaba bajada y la luz apagada. Los niños, que seguían siendo mis principales sospechosos, estaban sentados en sus sillitas Mamut y la luz del flexo se dirigía hacia sus ojos. Yo estaba llevando a cabo un minucioso e inteligente interrogatorio que estaba a punto de dar sus frutos.
-¡¿Estás fumando delante de los niños?!
-No, ¿por quién me tomas? Es un cigarro electrónico de esos que solo echan vapor de agua.
-No me digas que te has gastado un dineral en esa cosa.
-Debía crear el ambiente propicio para que se derrumbaran y lo confesaran todo. Era necesario.
-Lo que es necesario es que salgas echando chispas de aquí y vayas ya mismo a devolver el cigarro electrónico o como se llame.
-Pero estaban a punto de cantar...
-Sí -dijo darío-. Yo iba a cantar "Un domingo de sol".
-Lo haremos de otra manera. Me iré yo.
Mercedes salió de la habitación pero el clima se había roto y los interrogados se me volvieron a desmadrar.
Esa misma tarde, Mercedes me preguntó cuánto tiempo pensaba seguir con el paripé de los anónimos.
-¿Paripé? Han intentado matarme tres veces.
-Está bien. Te haré un favor y acabaré yo con este asunto. Lo vi todo claro cuando encontré el segundo anónimo en el escáner...
-Es que debía dejar constancia de los anónimos para cuando llame a la policía.
-No merece la pena que te defiendas. Ni Juan ni yo escribimos con faltas de ortografía. Darío todavía no escribe las consonantes. Así que solo hay una persona en casa que haya podido escribir los anónimos.
-No doy crédito a lo que oigo. ¿Me estás acusando? ¿Diriges tu dedo acusatorio hacia la víctima?
-¿Tienes que hablar así?
-Perdón, me sale sin querer.
-Lo único que no tengo claro es por qué lo has hecho.
Descubierto, me vine abajo y confesé.
-Es que... verás... temí estar poniéndome muy pesado en el blog con el 15M y no quería espantar a los lectores. Me debo a mi público y...
-Fede, por favor. ¿Te estás tomando la medicación?
-Sí. Si quieres te enseño la caja. Aunque seguro que piensas que tiro las pastillas en vez de tragármelas. Debes saber que yo soy el primer interesado en mi salud mental.
-Tú no estás bien.
-Y tú lo solucionas todo con esa frase.
-Es que no estás bien.
-¿No puedes decir otra cosa?
-De acuerdo. Creo que te conviene buscar un trabajo fuera de casa.
-Prefiero lo de que no estoy bien.
-Anda, corre y di en el blog que todo era mentira. A ver si se van a pensar que nuestros hijos son unos parricidas, con lo dulces y cariñosos que son.
El caso es que se hizo de noche. Me senté en mi sillón del estudio y, en silencio, esperé a que llegara el final. Pero tampoco llegó. Los anónimos empezaban a ser poco de fiar. Mitad aliviado mitad decepcionado, me fui a la cama. ¿Y qué encontré al levantar la colcha? Efectivamente, un nuevo anónimo:
Un escalofrío recorrió mi espina dorsal. Debía prepararme para un ataque ectoplásmico. Pensé en despertar a Mercedes para que me defendiera de los fantasmas que iban a venir a por mí, pero podría enfadarse si lo hacía y sería peor el remedio que la enfermedad. Me dispuse a ser valiente y atendí a cualquier ruido que advirtiera del peligro. La noche está llena de ellos. Un gato que camina sobre el tejado, un armario que cruje, una rama que mece el viento... A los pocos minutos abandoné todo conato de valentía y me cubrí por completo con la sábana. Sudé la gota gorda hasta que amaneció.
-Tienes peor aspecto del habitual -me dijo Mercedes cuando me vio aparecer en la cocina.
-No he podido pegar ojo.
-¿Ha sido el anónimo fantasma?
-¿Cómo lo sabes? -pregunté suspicaz.
-No te montes ninguna película, lo he visto esta mañana al levantarme. Por cierto, tengo mi propia teoría.
-Dímela, por dios -dije perdiendo el control, nuevamente.
-Ahora no puedo, se me hace tarde. Y no te molestes en llamarme, tengo mucho trabajo y no podré atenderte.
Me derrumbé en la silla y apenas pude desayunar. No podía seguir así. Había llegado el momento de pasar a la acción.
* * *
Mercedes volvió del trabajo antes de lo previsto y desbarató mis planes. Cuando entró a la habitación, no le gustó nada lo que vio. La persiana estaba bajada y la luz apagada. Los niños, que seguían siendo mis principales sospechosos, estaban sentados en sus sillitas Mamut y la luz del flexo se dirigía hacia sus ojos. Yo estaba llevando a cabo un minucioso e inteligente interrogatorio que estaba a punto de dar sus frutos.
-¡¿Estás fumando delante de los niños?!
-No, ¿por quién me tomas? Es un cigarro electrónico de esos que solo echan vapor de agua.
-No me digas que te has gastado un dineral en esa cosa.
-Debía crear el ambiente propicio para que se derrumbaran y lo confesaran todo. Era necesario.
-Lo que es necesario es que salgas echando chispas de aquí y vayas ya mismo a devolver el cigarro electrónico o como se llame.
-Pero estaban a punto de cantar...
-Sí -dijo darío-. Yo iba a cantar "Un domingo de sol".
-Lo haremos de otra manera. Me iré yo.
Mercedes salió de la habitación pero el clima se había roto y los interrogados se me volvieron a desmadrar.
Esa misma tarde, Mercedes me preguntó cuánto tiempo pensaba seguir con el paripé de los anónimos.
-¿Paripé? Han intentado matarme tres veces.
-Está bien. Te haré un favor y acabaré yo con este asunto. Lo vi todo claro cuando encontré el segundo anónimo en el escáner...
-Es que debía dejar constancia de los anónimos para cuando llame a la policía.
-No merece la pena que te defiendas. Ni Juan ni yo escribimos con faltas de ortografía. Darío todavía no escribe las consonantes. Así que solo hay una persona en casa que haya podido escribir los anónimos.
-No doy crédito a lo que oigo. ¿Me estás acusando? ¿Diriges tu dedo acusatorio hacia la víctima?
-¿Tienes que hablar así?
-Perdón, me sale sin querer.
-Lo único que no tengo claro es por qué lo has hecho.
Descubierto, me vine abajo y confesé.
-Es que... verás... temí estar poniéndome muy pesado en el blog con el 15M y no quería espantar a los lectores. Me debo a mi público y...
-Fede, por favor. ¿Te estás tomando la medicación?
-Sí. Si quieres te enseño la caja. Aunque seguro que piensas que tiro las pastillas en vez de tragármelas. Debes saber que yo soy el primer interesado en mi salud mental.
-Tú no estás bien.
-Y tú lo solucionas todo con esa frase.
-Es que no estás bien.
-¿No puedes decir otra cosa?
-De acuerdo. Creo que te conviene buscar un trabajo fuera de casa.
-Prefiero lo de que no estoy bien.
-Anda, corre y di en el blog que todo era mentira. A ver si se van a pensar que nuestros hijos son unos parricidas, con lo dulces y cariñosos que son.
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miércoles, 1 de junio de 2011
Anónimo (2 de 3)
Fue leer el anónimo y lanzarme al suelo, cuerpo a tierra.
-¿Qué haces? -me preguntó Mercedes que seguía cosiendo, impasible.
-Me protejo de la explosión de la bomba -respondí con los brazos en cruz cubriendo mi cara.
-No es una bomba de verdad. Es una bomba dibujada en un papel. Hay cierta diferencia -y humedeció un hilo marrón para enhebrarlo con mayor facilidad.
Me levanté del suelo y me sacudí la tierra, no había limpiado el patio tan bien como me creía. Me defendí:
-Has perdido el Pensamiento Mágico. Me das pena.
Me metí a la casa para ver qué hacían los dos principales sospechosos. Estaban dibujando en silencio dentro de su casa construida con cojines, ropa, sábanas y la colcha de nuestra cama. Un momento...
-¿Pero no os he dicho que no cogierais nuestra colcha de la cama?
-Papá -dijo uno de ellos-, no nos molestes que estamos dibujando.
-¿No habréis dibujado una nota con unos numeritos y una bomba?
-Yo no. ¿Y tú, Darío?
-Yo tampoco.
-Papá, ya que estás, ¿puedes traernos un poco de limonada?
-La mía con dos hielitos.
-La mía también.
Refunfuñé un poco y obedecí. Debería seguir investigando la autoría del terrible anónimo.
* * *
A la mañana siguiente, cuando salí de la ducha, después de mi severa sesión de ejercicios y carrera continua, lo que sea para mantener el cuerpo sano ya que la cabeza está como está, vi un papel que me llamó la atención. Me acerqué a leerlo:
Histérico, corrí al teléfono y marqué el número del trabajo de Mercedes.
-Dime -escuche que me decía después de un rato de hacerme esperar.
-¡Ha llegado un nuevo anónimo! -grité al borde del ataque de nervios.
-(Es mi pareja-escuché que le decía a alguien en voz baja-. No se encuentra bien. Debo atenderle un momento, lo siento.) No creo que sea para tanto.
-Sí que lo es. Pone que mi tiempo se está acabando y un reloj marca las doce y cuarto.
-¿Y qué?
¿Cómo que y qué? ¡Que son las doce y catorce!
(Continuará.)
-¿Qué haces? -me preguntó Mercedes que seguía cosiendo, impasible.
-Me protejo de la explosión de la bomba -respondí con los brazos en cruz cubriendo mi cara.
-No es una bomba de verdad. Es una bomba dibujada en un papel. Hay cierta diferencia -y humedeció un hilo marrón para enhebrarlo con mayor facilidad.
Me levanté del suelo y me sacudí la tierra, no había limpiado el patio tan bien como me creía. Me defendí:
-Has perdido el Pensamiento Mágico. Me das pena.
Me metí a la casa para ver qué hacían los dos principales sospechosos. Estaban dibujando en silencio dentro de su casa construida con cojines, ropa, sábanas y la colcha de nuestra cama. Un momento...
-¿Pero no os he dicho que no cogierais nuestra colcha de la cama?
-Papá -dijo uno de ellos-, no nos molestes que estamos dibujando.
-¿No habréis dibujado una nota con unos numeritos y una bomba?
-Yo no. ¿Y tú, Darío?
-Yo tampoco.
-Papá, ya que estás, ¿puedes traernos un poco de limonada?
-La mía con dos hielitos.
-La mía también.
Refunfuñé un poco y obedecí. Debería seguir investigando la autoría del terrible anónimo.
* * *
A la mañana siguiente, cuando salí de la ducha, después de mi severa sesión de ejercicios y carrera continua, lo que sea para mantener el cuerpo sano ya que la cabeza está como está, vi un papel que me llamó la atención. Me acerqué a leerlo:
Histérico, corrí al teléfono y marqué el número del trabajo de Mercedes.
-Dime -escuche que me decía después de un rato de hacerme esperar.
-¡Ha llegado un nuevo anónimo! -grité al borde del ataque de nervios.
-(Es mi pareja-escuché que le decía a alguien en voz baja-. No se encuentra bien. Debo atenderle un momento, lo siento.) No creo que sea para tanto.
-Sí que lo es. Pone que mi tiempo se está acabando y un reloj marca las doce y cuarto.
-¿Y qué?
¿Cómo que y qué? ¡Que son las doce y catorce!
(Continuará.)
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elhombreamadecasa
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