El primero. Últimamente me cuesta salir de las autovías. Una vez dentro es como si mi cabeza desconectara y sigo todo recto. La semana pasada iba al trabajo por la A30 y cuando volví a ser consciente no reconocía el paisaje por el que circulaba. Un poco más y llego a Cartagena. A los pocos días me pasó pero al revés, camino de casa. Ayer se repitió el acto fallido. ¿Será que me gusta conducir y no lo sé? ¿Será que no quiero llegar a ningún sitio? ¿Seré un peligro al volante?
El segundo. De vez en cuando, Mercedes no sujeta bien alguna prenda de ropa al tender. Curiosamente, siempre es una prenda mía. Hace poco, uno de mis calzoncillos salió volando y acabó en el patio de una vecina. Eran unos recién comprados, por suerte. ¿Simple casualidad o hay algún mensaje encerrado? ¿Nos falla la comunicación? ¿No repartimos bien las tareas del hogar?
5 comentarios:
No hay mensajes encerrados, es simple despiste porque el otro día mis novísimos pantalones blancos encontrados en un outlet a precio de ganga apaparecieron tirados por la terraza expuestos a animales domésticos de vecinos sin educación.
El primero: No, no y sí.
El segundo: Mensaje encerrado. Siempre falla. Siempre que te toque algo no están bien repartidas.
Me ha gustado lo de "no quiero llegar a ningún sitio", tiene una profunda carga nihilista y poética.
He recordado el comentario que hiciste en este Blog acerca de lo que tu madre te decía sobre los calzoncillos... al menos estaban recién lavados, jejeje.
si, es lo único bueno de cuando se cae algo del tendedero, que suelen ser cosas limpias...
buen fin de semana!!
Mercedes, no hay testigos de eso que cuentas.
Inverosímil, diría que has hecho pleno.
Enrique, no querer llegar a ningún sitio sería muy liberador, justo lo contrario de querer llegar a muchos sitios a la vez o llegar para descubrir que no eran tan bueno como pensabas.
Chelo, unos calzoncillos pueden estar lavados y aun así avergonzarte si caen en el patio de una vecina. Es lo que tiene la ropa interior, como crees que no te la ven, te relajas y dejas que se vaya desmejorando hasta que una ráfaga de viento te pone en evidencia.
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