miércoles, 30 de septiembre de 2009
Servicio público: Hacer cola en el supermercado
1º Conoce a tu cajero o cajera. Si algo ha demostrado Mercadona, además de que las marcas blancas molan un montón, es que la unión inseparable de mujer y caja registradora no era más que un mito. En Mercadona igual te cobra un hombre que una mujer. Pero bueno, lo importante es conocerlos. Los que te cuentan algo interesante y los que te hacen observaciones nada oportunas. Las que te ayudan a guardar la compra en bolsas y las que te lo van amontonando todo de golpe. Las que son rápidas y las que son lentas. Por eso hay que conocerlas.
2º Atención a las señoras mayores con monedero. Si hay que elegir entre una cola de veinte personas y una de dos pero que una de ellas es una mujer mayor con un monedero, más vale quedarse con la primera opción. A no ser que se quieran pasar unos interminables minutos viendo cómo la señora en cuestión vacía una montaña de calderilla en la caja y empieza a contar los 23,45 euros de su cuenta céntimo a céntimo. (Existe toda una taxonomía en este sentido pero, ofendidas ya las señoras mayores con monedero, más vale no engrosar las filas de los agraviados.)
3º Elija con cuidado la caja. Los supermercados tienen un punto de entrada, un recorrido más o menos dirigido y habitual y un punto de salida. Las cajas más concurridas son siempre las que están cerca de dicho punto de salida. Andando unos pocos metros se llegará a alguna con menos cola, seguro.
1º más 3º Huya de la combinación cajera tranquila y parlanchina con caja que tiene un teléfono de comunicación interior y de anuncios de megafonía (menganito de tal acuda a la caja seis). La mezcla es soporífera, cuando no irritante.
4º Una vez tomada una decisión, manténgala. Es inevitable dudar sobre la elección hecha, mirar a derecha e izquierda pensando si la caja de al lado va más rápida que la propia. Pero si se duda, entre que se da un paso para ir a la caja aparentemente más rápida y se da otro para volver a donde se estaba, alguien ocupará su lugar.
5º No escuche el canto de sirena de las cajas nuevas. Cuando las abran, deje que sean los otros los que desoigan eso de pasen a esta caja en el mismo orden que llevaban y se den de codazos por ser los primeros. Quédese donde está y verá que, sin ningún esfuerzo por su parte, avanza varios puestos mientras los que estaban delante se baten en batalla campal.
Y recuerde que dejar el carro o la cesta en la cola guardando el turno y seguir haciendo la compra como si nada está muy feo.
Perfección
En un mundo perfecto, no existirían los problemas. En un mundo un poco menos que perfecto, habría problemas pero el metabolismo se aceleraría lo justo para poder consolarse comiendo toda clase de pasteles y guarrerías sin engordar. Cuando tenía la suerte de trabajar con I.sana (así firma sus comentarios aquí) los viernes de reunión en los que nos encontrábamos con problemas terribles (casi siempre) cambiábamos el solo del almuerzo por un capuccino con nata, mucha nata.
Hoy ha sido un mal día. Un día horrible en el que el despiste, acto fallido o lo que sea (I.sana y yo somos verdaderos convencidos de la teoría conspirativa) de otras personas nos han puesto ante un abismo (perdonad que no dé detalles, a lo mejor tampoco los queréis). Así que, con el metabolismo acelerado o no, voy a comerme un Donut de esos blancos y negros que sobró de la merienda del domingo y a los que Juan llama Donuts demats. Y la leche me la voy a poner entera.
PD (escrita a la mañana siguiente): Siendo grave, que lo es, el problema no es mortal. Quizás la palabra "abismo" se quedaba algo grande. En la primera versión que subí del post, me refería de forma explícita al asunto. Después recordé que este blog no es tan anónimo como a mí me gustaría algunas veces y me autocensuré. ¿Cobardía? ¿Prudencia? Como cantan en casa de mis suegros: Qué sssabe nadie. De todas formas si ayer el día acabó fatal, hoy lo he iniciado con una buena noticia: Javier Gallego vuelve a Radio3, y al mediodía, la franja horaria favorita de quienes ejercemos de amas de casa matutinas. ¡LARGA VIDA A LA ESPECIA MELANGE! (adictos a la Especia, atención al link, lo acabo de descubrir y es muy interesante).
martes, 29 de septiembre de 2009
Crónicas birmanas
Este sábado saqué de la biblioteca el tebeo "Crónicas birmanas" de Guy Delisle, publicado por Astiberri. Delisle es un dibujante y guionista de tebeos canadiense. Su pareja trabaja para Médicos Sin Fronteras - Francia y él la acompaña a todas partes. En el viaje que hicieron a Birmania-Myanmar ya había nacido su hijo y allá que se fueron los tres. Eso me recordó el encuentro que he contado en el primer párrafo.
Me ha encantado el tebeo de Delisle, sobre todo porque me he sentido muy identificado con su labor de padre. Pongo algunas viñetas que me han gustado especialmente:
Radicalmente cierto:
Desplazado, no solo geográficamente:
Quién no ha espiado el recreo:
PD: Las cinco profesiones que me hubiera gustado tener (sin orden de preferencias):
1. Dibujante de cómics.
2. Trompetista de jazz.
3. Librero (según tenga el día, de una librería cool, o de una librería de viejo, o una especializada en libros raros)
4. Ayudante de cocina en un barco mercante.
5. Rentista (vale no es una profesión, pero no me negaréis que sería estupendo)
PDII (escrita unos segundos después): Los anuncios de Google son más rápidos que Lucky Luke. Conforme subo este post me aparece en el escritorio de Blogger un anuncion de viajes baratos a Birmania/Myanmar.
domingo, 27 de septiembre de 2009
Mi primera hoja de reclamaciones (que pongo, no que me ponen, claro)
En el aparcamiento murciano que hay en el Plano de San Francisco, cerca del Mercado de Verónicas, de la empresa Car Parking SL, no hay ascensor. Sí, habéis leído bien, no hay ascensor.
El viernes por la tarde queríamos ir a visitar a Mercedes al trabajo. Yo soy de los de dejar el coche a tomar por saco con tal de no pagar en zona azul (que siempre está llena) o en un aparcamiento. Pero el viernes por la tarde estoy ya tan cansado que no me quedan fuerzas para cruzar la ciudad tirando de dos niños. Así que dejé el coche en el susodicho aparcamiento, en concreto en la segunda planta (hacia abajo). Coloqué a Darío en el carricoche y a Juan en el patín supletorio (invento diabólico donde los haya) y me recorrí la planta de un lado para otro en busca de la salida con ascensor. ¡Y no había! Al final subí por la rampa, sin acera, maldiciendo la cutrez murciana. Estaba tan enfadado que pedí una hoja de reclamaciones, cosa que no había hecho hasta entonces. Se me da mejor lo de echar pestes en silencio y luego tomarme el café con leche que me han traído en lugar de la caña de cerveza. La reclamación había que ponerla al irse porque el tipo debía quedarse la tarjetita esa que dan. Vale, la pondré cuando me vaya a ir, anuncié.
Lo bueno de decir las cosas en voz alta es que compromenten. Si además tienes que volver a bajar al aparcamiento de forma miserable, cumples con lo dicho. Rellené la hoja de reclamaciones diciendo lo del ascensor y pidiendo que pusieran uno. El tipo dice que muy bien y me da una copia para mí y otra para Consumo. Ahí pone que hace falta la firma y el sello de la empresa, le digo señalando la esquina inferior izquierda de la hoja. Sí, me dice, pero es que no tengo el sello, tendrá que volver usted mañana a ver si están los de la empresa y le ponen el sello. ¿Que vuelva mañana? Yo no puedo estar viniendo aquí cada dos por tres. Usted sabrá lo que hace. Esta frase tuvo que producir algun efecto misterioso en mi interior porque cambié el tono y actué de una forma irreconocible. Yo sí sé lo que hago, dije, lo que no tengo muy claro es que sea legal que usted no me selle y firme la hoja de reclamaciones en el acto. Y dicho esto, ¡llamé a la policía! Yo mismo soy el primer sorprendido, lo reconozco. Cuando me vio llamar, él llamó también pero por un walky talky (¿se escribe así?) a un compañero que, casualmente, tenía la llave del cajón en el que estaba el sello. En un santiamén tenía la hoja firmada y sellada.
Bajé hasta el segundo piso echando pestes y al llegar a casa, colgué la hoja de una pizarra imantada (Ikea) que tenemos en la entrada deseando que no pasen meses antes de que la lleve a Consumo.
Por cierto, el policía me dijo que no hacía falta que me la firmaran y me la sellaran. Pero ellos no lo oyeron.
PD: Ahora empezaréis a hacer comentarios diciendo que si aquí o allá hay aparcamientos sin ascensores y estropearéis mi mito de Murcia como distopía y ciudad horrible.
viernes, 25 de septiembre de 2009
Juan advierte
jueves, 24 de septiembre de 2009
Requetevínculo
Karpov versus Kasparov
Estos dos vuelven a verse las caras. Por fin tengo una excusa para poner mi testimonio favorito de La hora chanante... chanante. Ahí va:
El libro de un amigo
Después de ganar un concurso de microrrelatos de El país, un amigo ha publicado un nuevo libro. Así que hay que recomendarlo.
Podéis leer el microrrlato ganador aquí.
Podéis leer las primeras páginas de la novela aquí.
Y podéis ver el tráiler, sí el tráiler, aquí.
miércoles, 23 de septiembre de 2009
El correo del zar
Ayer, al salir del cole, Juan me dio una hoja. Al principio pensé que se trataba de alguna nota informativa. Pero luego vi que la hoja llevaba un montón de firmas y sentí un escalofrío. ¿Tan pronto? Pensaba que tardarían más tiempo en citarnos en dirección por alguna cosa de Juan. Seguro que le había contado a la seño los planes que hizo con L., un amigo, para deshacerse de sus padres mientras dormían.
Cuando lo leí, me tranquilicé. Era una cita para el primer consejo escolar del año. Después me volvieron los nervios. ¿Una reunión mañana a la una? ¿Y me avisan el día antes? ¿Qué hago con los niños? Y más importante todavía, ¿qué me pongo, dios mío, qué me pongo?
Una madre, solidaridad en la crianza, se ofreció a llevarse a Juan y Darío a su casa pero es que ella ya tiene dos y me parecía demasiado. Por suerte, hoy vienen mis suegros y he podido apañar un plan.
Ya conté cómo llegué a estar en el Consejo escolar pero como es muy triste, voy a repetirlo. El curso pasado se hicieron elecciones para cubrir dos plazas. Nos presentamos tres candidatos. Yo quedé, lo habéis adivinado, el tercero. ¿Y cómo es que un perdedor acaba entrando en el Consejo escolar? puede estar preguntándose alguien. Pues porque el hijo de uno de los padres que ya estaba dentro terminó en junio y su plaza ha pasado a mí.
PDI: Ayer comenzamos un taller de teatro en mi trabajo. La monitora que lo ha hecho otros años no ha podido seguir (cosa que NO tiene que ver con la crisis, por cierto). Así que nos hemos hecho cargo mi compañera y yo. Quise empezar con unos ejercicios de relajación y respiración. Salió tan mal como esperaba pero al menos no me lincharon. Se limitaron a expresar su opinión: "Maestro, esto es una mierda, yo no lo voy a hacer". Tampoco se alteraron mucho porque les pusiera la canción "The Greatest" de Cat Power para que se relajaran (una canción que, como su propio título indica, está dedicada a Cassius Clay / Muhammad Alí):
PDII: Como hoy vienen mis suegros, he ordenado y limpiado la casa. Esto ¿es más un gesto de respeto hacia los invitados (consideras que se merecen llegar a un lugar en condiciones) o un gesto de hipocresía con el que quieres hacer pasar tu casa por lo que no es? (No me entendáis mal, no es que mi casa sea un desastre pero cierto desorden basal es inevitable).
PDIII (escrita después de la reunión): Resulta que como formo parte del Consejo escolar, soy CONSEJERO. Ahí es nada.
martes, 22 de septiembre de 2009
Insultos saludables
La ventaja de ser el segundo es que puedes aprender ciertas palabras que se aprenden en el recreo pero sin tener que ir al colegio. Para eso está el hermano mayor. Darío cuenta ya con un amplio vocabulario de insultos y palabrotas, como si fuera a tercero de infantil de un colegio público de Espinardo.
Este verano le dio por decir puta cada dos por tres. Si bien en nuestra casa esa palabra se usa para denominar a un tipo de profesión no reconocida y que necesita urgentemente tener derechos laborales, no queda muy bien que un niño de menos de dos años se dedique a gritar puta a la más mínima contrariedad. Decidimos actuar de la forma más efectiva y difícil: no hacer ningún caso cuando lo decía. Darío decía puta una y otra vez pero nadie movía un músculo, ni un comentario, ni siquiera una mirada de perfil. La cosa dio resultado y como nadie le hacía caso, redujo la palabra. Ahora dice pu-ti-ta y, francamente, es más difícil mostrarse indiferente.
En todo caso, putita lo emplea para designar cosas que le molestan y no personas. Un cajón con el que se se ha dado un golpe es putita. Una camiseta que le pica es putita. Una comida que no le apetece también.
A la hora de denominar a las personas que no le son simpáticas suele recurrir al clásico e infalibre tonto. Lo usa con una gracia y savoir faire del todo insuperables. Es una maestro en el insulto tradicional. Pero también le gusta innovar. Cuando se enfada de verdad, te espeta a la cara: Pa-ta-ta, como si fuera lo peor del mundo. No sabemos cómo ha llegado a esa conclusión, porque las patatas le gustan mucho, la verdad. Cuando nos llama patata, contraatacamos con otras hortalizas. Ah, sí, con que soy patata, pues tú coliflor o berenjera o calabación o puerro. De esta manera le animamos a practicar la dieta mediterránea, que, como todo el mundo sabe, es muy sana. A pedagogos no nos gana nadie.
PDI: Hoy Darío se ha levantado con el pie izquierdo, bueno, con el pie izquierdo y con la oreja izquierda y el ojo izquierdo y el moflete izquierdo y el pulmón izquierdo y el muslo izquierdo. Estaba de tan mal humor que no ha querido que le eche colonia, con lo que le gusta que le eche colonia. Eso es que tienen la gripe A, me ha explicado Juan, porque una de las cosas que te pasa cuando tienes la gripe A es que no quieres que te echen colonia. Para que luego los periodstas y resposables políticos y sanitarios presumen de lo bien que están informando sobre el tema.
PDII: Leo en 20minutos: "Murcia va a quitar 250 barreras de sus calles. El ayuntamiento construirá rampas o vados en el barrio edl Carmen, El Infante, La Flota...". Pero yo sé la verdad y toda la verdad, y voy a compartirla. De lo que se trata en realidad es de una campaña encubierta para aumentar el número de plazas de aparcamiento en el centro. A mí no me engañan.
sábado, 19 de septiembre de 2009
Y van tres (Francisco Nixon en directo)
A este paso podría crear una nueva sección titulada: "Mis conciertos en solitario". Hace ya más de un año fui a mi primer concierto yo solo (aquí). Hace ya unos meses fui a mi segundo concierto yo solo (aquí). Y este viernes pasado fui a mi tercer concierto yo solo. Cuánta soledad. Actuaba Francisco Nixon y no me lo podía perder.
Me tocaba dormir a los chiquillos y eso siempre implica el terrible riesgo de ser uno el que se duerma a traición, con la rabia que da. Mercedes se ofreció a dormirlos ella, pero soy inflexible con los turnos, a saber por qué. Les conté el cuento de Los tres cerditos poniendo voces y sobreactuando y después me puse a leer "Acción de gracias" mientras ellos se dormían. Por suerte, Richard Ford me tiene fascinado y no me dormí. La emoción del concierto también hizo lo suyo.Según Internet, el concierto era a las ocho, a las diez y media y a las once. Ante la variedad de opiniones, decidí que fuera a las once porque me venía mejor.
Me puse unos vaqueros comprados en las ultimísimas rebajas de Zara y una camisa Merc. Delante del espejo repetí el clásico debate último botón abotonado o no. En este caso, el último botón está adornado con el target mod y mola un montón, lo que inclina la balanza a favor de abotonarlo para que se vea mejor. Pero, lo reconozco, fui débil y ya en el coche me lo desabotoné porque iba algo incómodo.
Desde el mismo momento en que me bajé del coche empecé a sentir esa dasagradable sensación que suelo tener cuando voy solo a los conciertos de que todo el mundo me mira y dicen señalándome con el dedo: Mira, ese va solo. Cualquier día de estos soy capaz de empezar a gritar: Sí voy solo, ¿qué pasa? ¿es que vosotros no vais solos a ningún sitio?
Compré mi entrada, me lié un cigarrillo, me pedí una cerveza y me acomodé en un rincón. Por suerte, el concierto empezó casi puntual.
Francisco Nixon tienen unos discos con el siguiente superpoder: cuanto más los escuchas, más te gustan. Yo estuve muy enganchado a "El perro es mío", del que ya conté algo. Empezaron con una de mis canciones favoritas, "Brackets". Es de esas canciones que te recuerdan cosas muy personales. Al llegar a casa, escribí un cuento basado en esa canción. Lo podéis leer en el blog de cuentos pop. Lo he subido sin corregir, lo digo por si veis fallos que no os alarméis mucho.
Una curiosidad. Había varias mujeres con grandes cámaras fotografiando a los músicos. Por el contrario, los hombres que echaban fotos lo hacían con los móviles o con alguna pequeña cámara compacta.
A mitad de concierto, anunciaron que habían traído singles en vinilos de "Erasmus borrachas" para vender. Me eché mano al bolsillo maldiciendo mi costumbre de ir siempre con el dinero justo. Por suerte, llevaba los cinco euros (ni uno más) que costaba el disco. Al acabar el concierto, me acerqué a Fran Fernández, compré un single, me lo firmó y hasta hablé un poco con él y todo.
viernes, 18 de septiembre de 2009
Juan pregunta... a Darío
jueves, 17 de septiembre de 2009
Un par de actos fallidos
El segundo. De vez en cuando, Mercedes no sujeta bien alguna prenda de ropa al tender. Curiosamente, siempre es una prenda mía. Hace poco, uno de mis calzoncillos salió volando y acabó en el patio de una vecina. Eran unos recién comprados, por suerte. ¿Simple casualidad o hay algún mensaje encerrado? ¿Nos falla la comunicación? ¿No repartimos bien las tareas del hogar?
martes, 15 de septiembre de 2009
Darwinismo
Hoy ha sido fiesta en Murcia. Una de esas fiestas en las que se sube o se baja a una virgen del monte a la ciudad o viceversa. Por la mañana me he llevado a los chiquillos al parque y he constatado que a la hora de decidir quién se lleva el gusanito (de maíz) a la boca rige un estricto darwinismo. A saber, y de menos a más: gorriones, palomas (las ratas del aire), patos, Darío, Juan.
El mismo principio es el que se impone en los parques murcianos para ver quién se monta primero en los columpios, toboganes y demás juegos. El más fuerte sube primero. Las colas y el orden las dejamos para otras ciudades. Si uno como padre quiere intervenir de forma educada y explicar que hay que esperar y guardar turno, debe primero ver si los otros padres le superan en darwinismo porque si es así, más vale no meterse.
Aparte de ser día festivo, también ha sido día de lluvias, rayos y truenos, por fin. Pero que nadie se alarme, porque eso ha sido por la tarde así que la virgen, que también es generala y muy madrugadora, habrá llegado sana y salva a su santuario. Menos mal.
Mi padre tiene miedo a las tormentas. Eso me dejaba perplejo. Se hace raro cuando uno es pequeño, descubrir que tu padre le teme a algo que tú no. De todas formas no me toméis por un valiente. Las tormentas se encuentran entre las dos o tres cosas que no me dan miedo en la vida.
Hombrecitos de jengibre
Para este blog, o sea, para moi, una lectora es multitud y un lector muchedumbre. Así que, por petición popular va la receta de las galletas de jengibre y, para satisfacer los gustos de Miguel-On, le añadiremos unos toques involuntarios de plastilina rosa.
La receta está sacada de un libro titulado "Pequeños grandes pasteleros", obra de Esmeralda Berbel y publicado por Alba editorial.
Ingredientes:
300g de harina
50g de mantequilla
25g de azúcar moreno
Medio vaso de leche
1 cucharada de jengibre en polvo
1 cucharada de levadura
1 pizca de sal
Decoración
pasas, almendras, avellanas, coco, palitos de zanahorias, caramelos de colores...
Cartulina para dibujar los hombrecitos
Elaboración:
1. Dibujamos en una cartulina un hombrecito y lo recortamos.
2. En un cuenco hondo echamos la harina, el jengibre, la levadura, el azúcar y una pizca de sal y mezclamos bien.
3. Echamos la mantequilla a trocitos y vamos mezclando con las manos hasta que se disuelva.
4. Echamos poco a poco la leche hasta formar una masa.
5. Aplanamos con un rodillo, ponemos encima la cartulina y vamos recortando la masa con la ayuda de un cuchillo.
6. Decoramos libremente a los hombrecitos.
7. Se hornea a fuego medio durante media hora.
Variación:
Se pueden usar otros moldes para darle forma a la masa, por ejemplo los que usan los niños en sus juegos de plastilina, de esta manera salen galletas más pequeñas (de las que hacen creer que comes menos) y, con suerte, se pilla un poco de plastilina rosa.
lunes, 14 de septiembre de 2009
Más colegio
Juan ha trabajado mucho este verano. Hizo el cuaderno de vacaciones que le recomendó su seño y un montón de fichas que le bajé de Internet para practicar el trazo.
Esta mañana se ha llevado al cole todo el trabajo hecho y la seño le ha dado no uno, sino DOS premios.
- Papá, la seño me ha dado DOS premios.
- ¿Sí? ¿Y qué era el regalo?
Juan suele evadir las preguntas que tienen que ver con el cole, así que he tenido que insistir.
- ¿Sí? ¿Y qué era el regalo?
- Pastillitas.
Después de lo cual he decidido no seguir preguntando.
Colegio
Cuando era hombre sin hijos, no como ahora, y escuchaba a los padres y madres lamentarse por las vacaciones escolares y celebrar el inicio de curso, pensaba que eran personas horribles, egoístas y mezquinas, que no querían a sus hijos como es debido. Digamos que hoy, catorce de septiembre, he matizado esa opinión.
La felicidad es casi completa: Juan ha ido al cole contentísimo (una vez se le ha pasado el disgustazo de madrugar). El que se ha quedado muy enfadado ha sido Darío, que quería quedarse con su hermano.
PD: Ayer hice unas galletas de jengibre con la inestimable ayuda de Juan, Darío y Laura (una amiga). La niña es la nieta de una vecina que pensó en pedirme la receta de las galletas. Había pensado pedirte la receta, me dijo después de probarlas, pero te han salido muy duras así que mejor no me la des. La sinceridad es una virtud sobrevalorada.
PDII: También ayer pensé en escribir un post titulado "Domingo de rabia" enumerando todas las cosas que me estaban enfureciendo ese día. No lo escribí porque me parecía de un ombliguismo aburrido, podéis agradecérmelo. Pero, cómo no enfadarme después de leer el suplemento dedicado a la vuelta al cole de El País con cosas como (en la sección de compras guays): En tiempos de crisis... ahorra espacio en tu mochila gracias a estos lápices Alpino de dobre punta y color. ¡2, 95 euros! (el subrayado y los signos de admiración son míos). Lo mejor de ese post iba a ser un vídeo de Cooper:
SubPD (o PD a la PDI): Esta mañana, Juan quería llevarse un montón de galletas para compartir con sus compis. Mejor no, Juan, le he dicho, es que me salieron muy duras. No pasa nada, papá, masticamos fuerte. (Malditas galletas). La generosidad es otra virtud sobrevalorada.
viernes, 11 de septiembre de 2009
Juan pregunta.
jueves, 10 de septiembre de 2009
Las increíbles aventuras del niño catódico. Hoy: El origen
Nota: Para proteger la identidad secreta de sus protagonistas, los nombres que aparecerán en esta historia serán ficticios ... nunca se sabe si hay algún supervillano leyendo elhombreamadecasa.com
Las cosas sucedieron de la siguiente manera:
Agosto llegaba a su fin y con él las vacaciones. Fede se sentó a la entrada de la casa y suspiró, cansado. El enésimo intento de tener un baño tranquilo en la piscina había fracasado. Para Juan y Darío bañarse consistía en ponerse al borde de la piscina, saltar con todas sus fuerzas, ser recogidos en pleno vuelo por su padre, atizarle alguna que otra patada con la emoción del salto, ser colocados en el borde de la piscina y vuelta a empezar. El papel de Mercedes tampoco era muy agradable. A pleno sol, debía vigilar que ninguno de los niños se resbalara y se rompiera la crisma. En todo caso, agosto llegaba a su fin y se acabarían los baños desquiciados. Ambos suspiraron aliviados.
Estaban pasando un par de días en Albacete antes de volver definitivamente a ese agujero negro llamado Espinardo. Los treinta y tantos grados centígrados alejaban Gijón en la memoria a pasos agigantados. Habían estado allí hacía apenas unas horas pero ya parecían años.
Fede acabó de liar el cigarrillo y aplastó el tabaco con una bala del 22. Con una de esas mataron a Kennedy, le dijo una vez su suegro. Dio una calada y pensó que se estaba fumando un cigarrillo macábramente pop.
Hora de comer. Mientras ponían la mesa, Juan se entretenía viendo El último superviviente, un programa de esos que si has visto dos, los has visto todos. En esta ocasión, el antiguo miembro de las fuerzas especiales británicas, Bear Grylls, estaba perdido en mitad de Alaska o del desierto de Nevada y estaba buscando un río porque si sigues un río llegas a la civilización. Juan es de hacer varias cosas a la vez. Mientras veía la tele, dibujaba. También es de no estar mucho tiempo en la misma postura ni en el mismo sitio. Cada vez que cambiaba de lugar, Juan giraba la tele para poder verla bien. La tele, por cierto, era una de esas grandes y con fondo, de las viejas. Tenía tanto fondo que no llegaba a aposentarse del todo en el mueble y un poco de ella sobresalía.
La comida en casa de sus suegros, obligaba a Fede a calcular calorías más de lo habitual. Esa mañana había corrido los cuarenta minutos de rigor, así que masticó el queso sin mucho remordimiento. Mientras decidía qué pimiento de padrón se llevaba a la boca, le gustaba acertar con los que picaban, notó algo raro en el rabillo del ojo. Miró un poco mejor y vio que Juan volvía a girar la tele. Pero algo no estaba bien. Primero notó una ligera inclinación en la tele que antes no estaba. Después notó una tensión en los brazos de su hijo distinta a la habitual. ¿Por qué sus músculos parecían hacer tanta fuerza? Cuando supo lo que estaba pasando y quiso reaccionar, ya era demasiado tarde. La tele gigante estaba cayendo encima de Juan.
Mientras corría y gritaba ¡NOOOOOOOOOOOO! (¿demasiadas películas?) se lamentó de no tener la velocidad de Flash o la telequinesis de la malograda Jean Grey. También recordó una y mil veces lo que le decían de pequeño: Llevad cuidado con la tele, que si se cae explota. Es tremenda la cantidad de cosas (horribles) que la mente de un padre puede pensar viendo a su hijo en peligro.
Corrió todo lo que pudo pero no llegó a tiempo. A cámara lenta, cómo no, vio la tele caer encima de Juan. El niño hizo lo posible por sujetarla pero no fue suficiente. Los cables se desenchufaron bruscamente y alguna pieza metálica chocó contra el suelo haciendo un ruido que hizo que Mercedes creyera que la pantalla había explotado.
Cuando llegó a su lado, Juan todavía se esforzaba por quitarse la tele de encima. Fede la cogió y la volvió a colocar en su sitio. Efectivamente, pesaba. Mercedes recogió a Juan del suelo y lo protegió con un abrazo consolador. El niño lloraba cargado de razón pero ni se veían rostros desfigurados, ni manchas de sangre ni señales de huesos rotos. Nada había explotado. Darío empatizó con su hermano y también lloró. Los abuelos de Juan y su tío se arremolinaron alrededor suyo preguntándole cómo estaba. Por suerte, todos fueron lo suficientemente sensatos para no echarle la culpa de lo que había pasado. A veces, los adultos saben estar a la altura de las circunstancias.
Al cabo de unos minutos, pudieron hacer balance. La tele no se había roto porque cayó en blando, o sea, encima de Juan. Juan tampoco se había roto, un chichón por delante, otro por detrás y la cara magullada. Daba mucha pena verlo. El resto pasó lo que quedaba de día con temblor de piernas y un nudo en el estómago.
Parecía que la cosa no había pasado a mayores.
* * *
- Papá, quiero ver Bob Esponja -dijo Juan esa misma noche.
- Pero, Juan, es que los abuelos no tienen TDT en la parcela. Venga vamos a la cama.
- No, a la cama, no, es un rollo...
Después de un buen rato de discusión, Juan, Darío y Fede se fueron a la cama a dormir. Al padre todavía le temblaban las piernas. Darío repetía de vez en cuando que la tele se había caído encima de Juan. Juan, por su parte, parecía más tranquilo que nadie. Quizás notara algún temblor relajante en su interior. Quizás supiera que había pasado algo. Algo increíble. Al fin y al cabo, el suyo había sido uno de esos accidentes que dejan alguna que otra secuela.
Fede acabó de leer las seis páginas de rigor de cada noche y anunció que debían dormirse.
- Vaya, rollo -dijo Juan-. Yo voy a ver Bob Esponja.
- Bob Esponja -repitió Darío.
- Venga, Juan, cierra los ojos y duérmete.
Juan hizo caso a lo primero pero no a lo segundo. Cerró los ojos y decidió estrenar sus recién adquiridos poderes catódicos para proyectar en la cara interior de sus párpados un par de capítulos de Bob Esponja.
Continuará...
miércoles, 9 de septiembre de 2009
Planificación familiar
La semana pasada me reencontré con varias chiquillas y chiquillos de mi trabajo. Entre ellos, A. Once años, casi doce. Repasamos, de nuevo, la brillante temporada del Barça y ridiculizamos al contrario como debe ser (a veces olvido mi juramento de educador), me estuvo explicando las distintas formas en que se puede liquidar una PS2 después de cabrearte por no pasar de nivel (martillazos, fuego, patadas...) y, finalmente, me preguntó:
- ¿Has visto a la Gripe A?
Barejé varias posibles respuestas, todas alrededor de la inesperada preposición, y opté por la más neutra:
-Y quién no, si no se habla de otra cosa.
- Tu mujer ya no va a poder parir, ¿eh?
- Pero A., si mi mujer no está embarazada.
A. se quedó unos segundos pensativo y añadió:
-Pues entonces mejor no la dejes preñada.
Volví a barajar varias respuestas. Esta vez opté por la más evidente:
- Descuida, que no lo haré.
(También me reencontré con M. Me contó cómo le fueron las vacaciones en Marruecos y me hizo saber una cosa muy interesante: los niños musulmanes no tienen que empezar a hacer el Ramadán hasta que les salen pelos en los sobacos. Dichosos los imberbes porque de ellos serán las comilonas a pleno sol.)
lunes, 7 de septiembre de 2009
En el Lemon Pop
El sábado por la noche estuvimos en el Lemon Pop. Hubo festival el jueves y el viernes pero solo pudimos ir el sábado, y gracias.
Me gusta ir a los conciertos con Mercedes pero una vez allí me suelo preguntar cómo es que me gusta ir a los conciertos con Mercedes. Es cuando hace preguntas del tipo ¿Demasiado pelo? (refiriéndose al bajista de Zodiacs) o ¿A que se parece a Joaquín Reyes caracterizado de Chuck Norris? (refiriéndose al xilofonista de The School) o ¿Cómo puede estar comiéndose una manzana entre canción y canción? (refiriéndose al cantante de BMX Bandits que, las cosas como son, se comió una manzana entre canción y canción).
Iba tan guapa y tan bien vestida, Mercedes, que uno del público no paraba de decirle que ella debía estar al otro lado del escenario. (Vestía un conjunto de dos piezas que se compró en una tienda de Gijón que estaba de liquidación. Era una tienda super molona que se llamaba To Die For. Tenía una mesa baja llena de libros ilustrados. A Juan le encantaba uno de la Taschen con carteles bizarros de películas que a todas luces no eran apropiados para su edad. A Darío le gustaba más una silla blanca giratoria donde no paraba de dar vueltas mientras su madre se probaba modelitos. Me da mucha pena cuando una tienda así cierra porque no puedo evitar pensar en todas las ilusiones y sueños que sus dueños depositaron en ella y que tienen que olvidar al echar el cierre.)
Ha habido cierta polémica con esta edición del Lemon Pop. Este tipo de festivales se sostienen con dinero público y Pedro Alberto Cruz, Consejero de Cultura de Murcia, ha decidido que este año (y probablemente los siguientes) no iba a poner dinero. Se ve que con el SOS 4.8, que es más mediático y hasta lo entrevistaron en Radio3, con lo que mola que te entrevisten en Radio3, tiene bastante. Ante estos hechos, y el futuro incierto del festival, me gustaría decir lo siguiente:
1. Considero necesario que el dinero público se gaste en eventos así. Me parece una buena inversión.
2. Si los responsables políticos de turno son unoz cazurros, habrá que seguir adelante como sea.
3. Si hay que pagar entrada, se paga.
El punto 2 tiene mal apaño. El 3 también, más que nada porque siendo gratuito como era, fuimos cuatro gatos. La cosa pinta fea.
Gracias al Lemon Pop de este año hemos descubierto a Nick Garrie y ya hemos firmado nuestra más absoluta rendición, y sin condiciones.
PD: Escribir esos tres puntos tipo comunicado me ha hecho recordar mi añorada época de propagandista. Nos pasábamos los días venga a hacer notas de prensa, escritos de denuncia y hojas volantes. Con lo bien que nos salían, todavía no me explico cómo no cambiaron el mundo.
sábado, 5 de septiembre de 2009
Bolt, el videojuego
Ayer, viernes por la tarde, nos falló el plan A (merendar en Ikea con un amigo con dos hijos) y nos falló el plan B (ir al parque con dos madres del cole y sus criaturas). Así que recurrimos al plan C y nos fuimos a un centro comercial. Y, cómo no, consumimos. Darío se compró un Lolly Pop, Juan el videojuego de Bolt en una tienda de esas de segunda mano y yo la edición de bolsillo de "Acción de gracias" de Richard Ford.
Juan llegó a casa loco por probar el videojuego. No te preocupes, Juan, se me ocurrió decir, si mañana tenemos todo el día para jugar. Y me tomó la palabra.
Antes de seguir, debo aclarar que Juan tiene un forma de jugar a los videojuegos algo particular. Me hace jugar a mí mientras él mira y me grita y me riñe cuando me matan o lo hago mal.
Ahora son algo más de las siete y media de la tarde del sábado y he conseguido dejar de jugar, o sea, he conseguido que Juan me deje dejar de jugar. Para ello he tenido que suplicar, llorar, decirle que me estaban dando calambres, que tenía ampollas en los dedos... Ante todas mis súplicas se mostraba insensible. Pero, papá, es que ahora nos tenemos que pasar esta pantalla. Pero, papá, es que Bolt tiene que destruir todo eso, se lo ha dicho Penny. Pero, papá, ¿no ves que estamos a punto de destruir la base de Cálico?
En realidad, las cosas como son, no es que Juan me haya permitido dejar de jugar es que se han peleado Darío y él y he visto una vía de escape. Juan, castigado a no juagr más a Bolt. Soy un padre lleno de recursos.
jueves, 3 de septiembre de 2009
miércoles, 2 de septiembre de 2009
Tormentas
Antes (no me gustan mucho las entradas con tono nostálgico pero en algunos casos no hay más remedio)... Antes, las útimas tardes del mes de agosto se llenaban de cielos encapotados, nubes negras, rayos, truenos, centellas y mucha lluvia. Las tormentas dotaban al final de las vacaciones de un marco la mar de romántico y muy propicio para la melancolía. Llorabas, te lamentabas de que todo hubiera acabado tan pronto y, hala, vuelta al instituto.
Ahora ya ni eso. Según el recuadrito del tiempo que aparece en la página igoogle mañana y pasado rondaremos los 39º. Sigue haciendo un calor infernal que no es nada bueno para actitudes afectadas y tristes, que es lo que se necesita para acabar las vacaciones bien acabadas. Para lo único que sirve tanto calor es para andar todo el día cabreado y echando pestes. Al menos, cuando salí a las nueves del trabajo ya era casi de noche y el sol no me cegó cuando intentaba volver a casa conduciendo.
PDI: Ayer fui a Mercadona muy interesado en saber qué pensaban hacer con las bolsas de plástico. No me enteré de las intenciones del supermercado pero vi a varias personas acumulando bolsas de plástico. La verdad es que el personaje que echa mano a un montón de bolsas después de haber recogido toda la compra siempre ha existido así que no tengo que pensar que lo que vi se debiera a la amenaza de retirar las bolsas de plástico. De todas formas es un tema algo turbio. Vale. El plástico es malísimo, no dé usted bolsas de ese material pero delas de papel, que si no es un follón. Y más todavía. Creo que la inmensa mayoría usábamos luego esas bolsas para la basura por lo que no se producía un gasto extra de plástico. ¿Habrá que tirar ahora la basura en bolsas de papel? ¿Habrá que ir con el cubo de la basura llenado de cualquier manera y vaciarlo tal cual en el contenedor?
PDII: Estamos preocupados por una vecina que se ha pasado todo el verano en Espinardo con dos hijos de la misma edad que Juan y Darío. La hemos llamado un par de veces y no nos ha cogido el teléfono. Nos tememos lo peor.
PDIII: Darío se acaba de comer una tiza azul. Eso sí, bien masticada. ¿Será cierto lo que contábamos de pequeño de que si te tragabas una tiza te subía la fiebre? Si fuese así, si dentro de un rato tiene 38 ó 39º, ¿podré evitar irrumpir en el centro de salud gritando que mi hijo tiene gripe A?
PDIV: En A la caza del amor, Nancy Mitford se refiere a las postdatas como costumbre femenina de funestas consecuencias.
martes, 1 de septiembre de 2009
Uno de septiembre
Tenía pensado escribir: Darío se despertará de un momento a otro. Se bajará de la cama. Recorrerá la casa con pasos vacilantes frotándose los ojos y llamando lloroso a su mamá. ¿Cómo voy a explicarle que no está, que se ha ido a trabajar?
La segunda frase no está muy conseguida pero, incluso así, no era mal comienzo para un post. Pero eran las ocho y diez cuando salía de la ducha y antes de empezar a secarme ya estaba allí Darío reclamando a su mamá. Agobia, aunque pueda no parecerlo, secarse a toda prisa mientras un niño pequeño suplica por su madre como si le fuera la vida en ello.
Podría haber empezado el post como lo tenía previsto, al fin y al cabo no podéis saber si Darío se ha despertado antes o después, pero no me gusta apartarme de la realidad ni un milímetro.
El caso es que son esas pequeñas cosas, no poder ducharse con un poco de tranquilidad, desayunar con dos niños en brazos dándose golpes con objetos contundentes...
Darío ha vuelto a despertarse y he tenido que salir corriendo porque estaba pegando a Juan. Todavía no son las nueve de la mañana y ya estoy de los nervios. Y ofuscado, no puedo contar bien lo que tenía previsto.
En fin, que acaba de empezar un nuevo curso.
PD: Empiezo el curso con una gran duda. Carrefour y Eroski anuncian que van a dejar de dar bolsas de plástico. Pero ¿qué hará Mercadona?