Salones

Estoy suscrito a una colección de vinilos de Jazz. Ante según qué colecciones, adopto la actitud de héroe clásico, también conocida como Sé que es una trampa pero a pesar de todo voy a ir. Cada disco va acompañado de un folletito que explica cosas sobre los músicos y las canciones. En el de "Kenny Burrel" (con portadaca de Andy Warhol, ver arriba) se lee: Como todas las grabaciones de Blue Note de esa época, este disco se registró en lo que eufemísticamente se denominaba Van Gelder Studios, pero que, en realidad, era el salón-comedor de la casa de los padres del mítico ingeniero de sonido Rudy Van Gelder. Los aparatos se retiraban al acabar las grabaciones y los padres de Van Gelder volvían a usar su sala con normalidad hasta la próxima sesión.

Al leerlo, no pude evitar solidarizarme restrospectivamente con Mrs. Van Gelder. Pero ya está este chiquillo llenándome el salón de trastos. Estoy de sus inventos y de esos músicos drogadictos hasta el moño. Yo quería que estudiara Derecho. Pero no, su padre venga a decir que teníamos que dejarle hacer lo que él quisiera. En mis tiempos esto no pasaba. Qué desverguenza. Mira, otra colilla en la alfombra. Seguro que ha sido el trombonista.

Al poco de licenciarme en Veterinaria, empecé a trabajar en una agrupación de criadores de cabra murciana granadina y allí conocí otra versión de salón multiusos. Una de las cosas que tenía que hacer era lo que se llamaba control lechero. Una vez al mes, o así, no me acuerdo, iba a cada una de las granjas y tomaba muestras de la leche que daban las cabras. Una de las salas de ordeño en las que estuve era el salón de los ganaderos. Allí estaba el sofá, la tele, la mesa y los puestos de ordeño con sus ordeñadoras mecánicas. Todo limpio y pulcro a más no poder. Las cabras respetaban el sitio y entraban en el salón-sala de ordeño de puntillas, cuidando de no manchar nada. Ver para creer.