Humor clásico

Holgazaneábamos felices. Estábamos de vacaciones (nunca una cursiva significó tantas cosas) y nos lo habíamos tomado con calma. Veíamos dibujos, nos disfrazábamos de nuestros personajes favoritos, jugábamos a la Nintendo, leíamos... Ah, pero como padre responsable que soy, no puedo dejar que mis chiquillos se pasen el día encerrados en casa. Hay que salir a pasear, que nos de el aire y el sol, que se desfoguen. Disfrutar de la estupenda mañana que hacía.

Después de prepar las mochilas (salir a pasear sin más no se puede, a cambio de hacerlo exigen toda clase de parafernalia) como si nos fuéramos a atravesar el desierto de Sonora, nos hemos ido a una ruta muy chula que hay cerca de casa. Es la antigua vía ferroviaria Murcia-Madrid Caravaca reconvertida en senda.

Al poco de empezar el paseo, tres o cuatro pasos, nos ha entrado hambre y sed urgentes. Había que parar sin más remedio. A lo lejos he visto algo que parecía una sombra y les he propuesto descansar allí. Para llegar había que salirse del camino principal y bajar un terraplén. Por supuesto les he aleccionado sobre no bajar a lo loco y la importancia de ser precavido. Dicho lo cual, cómo no, he resbalado y he caído de culo. Ha sido un golpe tremendo, de los que para describir debes recurrir a expresiones inconvenientes, de esas que suenan a iglesia y comunión. Que me he dado una hostia soberana, vamos.

Me he hecho tanto daño que he estado un buen rato aullando de dolor. Por suerte, los chillidos me han salido graves y no agudos. Así mi dignidad amoratada no se ha visto más perjudicada. He gritado como todo un hombre.

Estoy fatal, con deciros que escribo esto de pie.

PD: El camino por el que íbamos es de tierra. A lo lejos hemos visto venir un caminón y nos hemos apartado. Levantaba una nube de polvo enorme y he empezado a maldecirle. Pero el conductor, al vernos, ha reducido la velocidad y ha pasado a nuestro lado muy despacio para no levantar mucha polvareda. Me emocina encontrarme con buena gente.