Cada miércoles un cuento en El Estafador

miércoles, 16 de marzo de 2011

La sed de los ciegos

A veces sé de lo que quiero hablar pero no doy con la forma de hacerlo.

Llevo desde el terremoto queriendo hablar de Japón pero me está costando mucho. Este tipo de blogs tienen un marcado caracter subjetivo y egocéntrico del que no reniego pero que me parecen muy inconvenientes para plantear una situación como la actual en Japón. ¿Qué relevancia pueden tener mis intensos vínculos ficticios con ese país frente a la desgracia? Ninguna. Y a pesar de ello debo explicar que hablo de vínculos ficticios porque mi pasión por Japón se debe a varios de sus escritores y autores de manga. Hace poco acabé la última novela de Murakami y ahora estoy leyendo "Adolf" de Osamu Tezuka (el dibujante que hizo que los ojos de los personajes de manga fueran tan grandes). Nunca he estado en Japón pero he perdido la cuenta de las veces que he querido pasear por Shibuya o perderme en alguno de esos increíbles paisajes nevados. Pero, repito, todo esto es irrelevante.

("53 estaciones del Tokaido: Nevada nocturna en Kambara" de Utagawa Hiroshige, visto aquí.) 



Pensé en plantear la entrada como una doble reseña sobre dos libros acerca del ataque atómico que sufrió Hiroshima. El título, la sed de los ciegos, es de la frase con la que se abre el prólogo que Elias Canetti ecribió para "Diario de Hiroshima" del Doctor Hachiya. La frase completa es: Rostros que se deshacen en Hiroshima, la sed de los ciegos. No se me ocurre mejor representación para la angustia. Iba a hablar de ese libro y de otro escrito por un periodista estadounidense, John Hersey, titulado escuetamente "Hiroshima". Son dos libros sobrecogedores. Pero, después de releer algunos pasajes, me he dado cuenta de que entrar en detalles resulatría escabroso y fuera de lugar.

Sin embargo, voy a usar algunas frases de los libros comentados para acabar. Son frases que hablan del silencio.

Cuando el doctor Hachiya, después de la explosión, camina desde su casa al hospital en el que trabaja, escribe: Había algo común a toda la gente con la que me crucé: el más absoluto silencio. Por su parte, Hersey escribe: Casi nadie en Hiroshima recuerda haber oído nada cuando cayó la bomba. Pero un pescador que estaba en su sampán, muy cerca de Tsuzu en el mar Interior, vio el resplandor y oyó una explosión tremenda. Estaba a treinta y dos kilómetros de Hiroshima, pero el estruendo fue mayor que cuando los B-29 atacaron Iwakuni, a no más de ocho kilómetros de allí.

Imagino el silencio alrededor de la central de Fukushima. Silencio espectante y aterrado. Ojalá no suceda nada más.

3 comentarios:

Leia Organa dijo...

Pero sucederá Fede, creo que ya está sucediendo...

Anónimo dijo...

El jueves en Santo Domingo, a las 20 horas, concentración antinucleares.
A.

elhombreamadecasa dijo...

Leia, ahora parece que lo van controlando... ya veremos.

A., allí estuvimos.