Cada miércoles un cuento en El Estafador

martes, 12 de julio de 2011

Londres, breves (*)


Comprended que no dé muchas explicaciones sobre mi temor de convertirme, a miles de metros de altura, en la Ana Obregón del sexo masculino.

Hay gente que, cuando el avión despega, siguen leyendo o a lo suyo, como si aquello no fuera con ellos. Creo que es una impostura, disimulan no estar asustados. Yo fijo la mirada al frente, respiro acompasadamente y echo en falta un agarrador como el de los coches al que poder sujetarme con todas mis fuerzas.

Volamos en Ryanair y todo salió bien.

Los aviones en el aire se convierten en mercadillos donde se empeñan en venderte desde rascas (como los de la ONCE) a perfúmenes caros a precios de infarto (según ellos).

Estaba tan subyugado que hasta los suburbios de Londres me parecieron encantadores.

Ya conté que nos encontramos por casualidad con el cambio de guardia en Buckingham. Nosotros y miles de personas más. Salimos de allí despavoridos.

Desarrollé la siguiente teoría: estamos acostumbrados a tomar referencias en el tráfico desde el lado habitual del conductor del coche. Al cambiar ese lado, todas nuestras referencias se van a tomar por saco. Y es por ello que el tráfico en Londres parece tan alocado. Bordeamos el atropello en dos ocasiones.

Admito mi gusto (estético, un poco carnal) por las inglesas neumáticas, de piel lechosa, melena rubia de más y ligeros ecos a mantequilla.

Mi hermana dudaba del apartamento. Lo había encontrado en una página que no controlaba, las fotos eran increíbles, el precio inmejorable y estaba en muy buen sitio. Muy sospechoso. Contra toda lógica, no tuvimos ningún problema.

Una libra no es un euro. Un euro no son cien pesetas. Parece fácil de retener, ¿verdad? Pues no os creáis.



Son muchos los ciclistas en Londres. Verdaderos héroes y heroínas que se juegan la vida a diario por un mundo menos contaminado.

Vi a mucha gente corriendo con mochilas. Según Mercedes, es que habían salido de trabajar, se habían puesto la ropa de correr y volvían a casa en carrera continua.

Me hice un montón de fotos con una famosa de la tele. Claro que, viajaba con ella. Unas girlscout de Extremadura se echaron una foto con la misma famosa de la tele que yo.

Por si el viaje en sí no era suficiente, mi hermana me tenía preparada una sorpresa. Qué sigo sorpresa, una megaultrahipersorpresa. La sorpresa de todas las sorpresas. Un concierto de Eels:



Las tres cosas que más le gustan al baterista de Eels son (1) ver bodas reales, (2) The Beatles y (3) cantar. A mí me encantan los bateristas que cantan pero toda regla tiene su excepción.

Que la originalidad me perdone pero el concierto de Eels fue en un marco "incomparable".




Antes del concierto, entramos a un pub que nos gustó mucho y cuyo nombre no consigo recordar. Una de las mesas estaba reservada para los "Gay Bird Watchers" (¿?). El camarero resultó ser un integrista de la Guinnes. No era un gay bird, más bien un gay bear. Y sí, le gusté.

Como somos de secano, nos gusta ver llover. Caminar con los zapatos mojados, no tanto.

Según Mercedes, el Parlamento se parecía a esos castillos de arena que se hacen dejando chorrear entre los dedos arena muy mojada. Yo no podía dejar de compadecerme de la persona a la que le tocara limpiar todo eso.

Debe haber alguna explicación psicológica para que la ropa rebajada sea siempre más fea que la de nueva temporada. Algo del estilo "si le han bajado el precio, por algo será".

Una nunca sabe lo suficiente. ¿Cómo he podido llevar hasta aquí sin saber nada de Penguin?

La página modculture ha resultado ser poco de fiar. Los locales que recomendaban en los que pinchaban soul o no existían o eran Starbucks.

Cuando entramos a Hyde Park, llovía y hacía frío. Luego salió el sol y fue verano. Al poco, volvió la lluvia y una ráfaga de viento arrancó hojas de los árboles. Hyde Park rota y se traslada con independencia del resto del planeta.

Estuvimos en la tienda de la marca de Liam Gallagher y para la que diseña Paul Weller. Mi hermana, una irreverente que arderá en el infierno, se atrevió a decir que Paul Weller (al que los mods llamamos "padrino") posa como Norma Duval para Punto Roma. A punto de perder la amistad.

Tampoco puedo contar el desafortunadísimo comentario que Mercedes le hizo al taxista que nos llevó a la estación Victoria. Se parecía a Mike Tyson y no estaba para tonterías. Qué mal rato.

Estrenamos avión en el viaje de vuelta. El pasaje estalló en aplausos al saberlo.

La realidad siempre está esperando a recibirte. Calor sofocante, frigorífico vacío, suelo con restregones, polvo en las estanterías, fiebre en los hijos. Pero no importa. Hemos estado en Londres.

(La anécdota y el gran misterio del paquete de tabaco, mañana.)

(*) No he estado muy acertado con el título, demasiado cacofónico. Tenía uno alternativo, ligeramete desconcertante pero fácil de entender en una segunda lectura: "Mi madre, esa santa".

5 comentarios:

Ana Saturno dijo...

Me da mucha envidia tu viaje.

Tu madre se quedó a cargo de Juan y Darío, sospecho. :-)

Saludos (no suelo comentar, pero siempre leo)

La chica automática dijo...

Acabo de descubrir tu blog, que si no te habria recomendado MI Londres. Saludos de una librera en Bloomsbury. Ps: tus hijos son lo mas!

mona dijo...

No coment

Fabi dijo...

Me encanta el post, me encanta el título elegido y el título alternativo. Un placer leerte, como siempre. Pero no puedo con la intriga de saber lo que Mercedes le dijo al taxista que se parecía a Mike Tyson, porfa cuéntalo algún día... Un abrazo.

elhombreamadecasa dijo...

Ana, sospechas bien. ¿Puede ser que ya te dijera que me encanta tu nombre?

Chica automática, no hay problema porque pienso volver.

Mona, pues te quedan un par de entradas más, paciencia.

Fabi, le pediré permiso, a ver qué dice.