Cada miércoles un cuento en El Estafador

lunes, 18 de julio de 2011

Jugando al Scalextric

Caín y Abel tienen un Scalextric en Albacete. No es vintage. Pero da igual, despierta nuestro lado más competitivo y toda vale con tal de ganar. Véase si no esta foto:


Este fin de semana, estuvimos allí y echamos unas partiditas.

Sesión de mañana. El Scalextric no es un juego fácil. Necesita su espacio y montarlo lleva bastante tiempo. Hay que peraltar las curvas bien, ajustar las piezas, soplar los bajos del coche... Además, uno debe tener las articulaciones jóvenes y en forma. Ni mis rodillas ni mi espalda tienen ya edad para estar cada dos segundos recogiendo coches y poniéndolos en el carril. Pero un padre digno de tal nombre debe jugar con sus hijos, así pierda todo el líquido sinovial en el intento.

Empezaron jugando Juan y Darío. A Darío eso de ser sutil e ir despacio para que el coche no tome las curvas en línea recta no le va. Su Renault se salía cada dos por tres. Encima, a las pocas vueltas se empeñó en decir que él había dicho que quería el coche rojo cuando, estoy seguro de ello, había dicho antes que quería el azul. No voy a reproducir aquí todo lo que dijo, basta con saber que se enfadó y que los coches del Scalextric son más resistente de lo que parecen.

Sustituí a Darío y Juan y yo nos preparamos para revivir viejas rivalidades. El público rugió cuando mi coche calentó motores.

La primera carrera a veinte vueltas la perdí. La seguda carrera a cincuenta vueltas la perdí. No estaba dispuesto a perder la tercera carrera a sesenta vueltas. Conforme mi coche iba cogiendo ventaja, empecé a ser acusado de hacer trampas. Acusaciones a todas luces injustas. ¿Qué culpa pude tener yo de que mi pie o mi codo sacaran al Ferrari de Juan de la pista? Eso son accidentes. Además, nadie me vio desenchufar el mando de mi hijo. Decir que lo saqué de su sitio para ganar son excusas de mal perdedor.

Descanso. Mi suegro nos hizo de comer arroz señoret (no sé si lo escribo bien). Es un arroz hecho en paella, con fumet, y que tiene la gran virtud de que se come todo, sin tener que andar pelando marisco ni repelando huesos. Ah, que bien conoce mi suegro a sus niestos a su yerno.

De postre, comimos un melón Bollo. El melón llevaba una gran pegatina negra y dorada con todos los premios que había ganado la marca. Sujeto a la pegatina iba un grueso cordón del que colgaba ni más ni menos que la garantía del producto. Si no sale bueno, te lo cambian por otro. Flipé.

Sesión de tarde. Juan y yo nos dimos la mano, nos comprometimos a no hacer trampa (lo que no quiere decir que yo acepatara haberlas hecho antes) y nos dispusimos a competir de nuevo. Bauticé a mi coche con el nombre de Meteoro (ver dibujo abajo) pero ni con esas. Juan era imbatible.



Nuestro pacto de caballeros prohibía las trampas pero nada decía de hacer mejoras aerodinámicas en el coche. Pedí tiempo muerto, entré en boxes y apañé el alerón delantero de mi bólido. Había qué ver cómo se agarraba al asfalto y la manera espectacular en que tomaba las curvas. ¡La victoria iba a ser mía!

Me faltaban tres vueltas para ganar cuando intervino mi suegro con no sé qué rollo del Reglamento del Scalextric. Las mejoras que había hecho en mi coche eran antirreglamentarias y me descalificaban de la carrera. Maldición. Todas las injusticias se cometen conmigo.

PD: Los arroces de mi suegro tienen muchas virtudes. No sé si la que más aprecio es que siempre hace de más y me apaña la comida del día siguiente.

5 comentarios:

Anónimo dijo...

Era necesario?

elhombreamadecasa dijo...

Anónimo, si te refieres a la foto, no. Si te refieres a las trampas, yo no las hice. Si te refieres a si tuvimos que pedir que nos cambiaran el melón, no, estaba de vicio. Si te refieres a las mejoras aerodinámicas, sí, además, eran totalmente reglamentarias, me robaron el triunfo.

Andrea dijo...

Me parece terrible que un niño cometa tamañas injusticias contra un hombre transparente como tú... no te preocupes en otra ocasión Juan te dejará ganar ;)

mona dijo...

Mi marido,no aguantaba la presión,mi hijo sudaba y empeoraba de sus alergias.
Perdí el trasto y respire aliviada.
La competición paterno-filial,no es sana.
PD:Una buena tarde en familia,la foto
genial XD

elhombreamadecasa dijo...

Andrea, ¿verdad que sí? Es como cuando presume delante de mí de que juega mejor a tal o cual vídeojuego. Lo llevo fatal.

Mona, la competición paterno-filial es inevitable, se trata del misterio de la masculinidad, el dictado oculto de la testosterna.