Cada miércoles un cuento en El Estafador

lunes, 25 de octubre de 2010

Servicio público: Fomento de la lectura.

Algunos trucos son infalibles. A pesar de eso, a veces hace falta que alguien los recuerde.

Juan ya lee pero le gusta más que lo haga yo. Hace unas semanas, puse voz de enfado y dije: Juan, ahí dejo ese libro, espero que no se te ocurra tocarlo porque como lo hagas y te pille leyéndolo, te la cargas. A los tres milisegundos lo estaba leyendo.

Visto el éxito, he decretado que en casa está prohibido leer para entretenerse. Solo se permiten leer prospectos médicos, etiquetas de geles y cereales y los deberes del cole. Por supuesto, hay una excepción y yo sí puedo leer para pasarlo bien. Ni que decir tiene que Juan hace caso omiso a la prohibición. Pues ahora voy a leer este libro, me amenaza. Ni se te ocurra, grito yo, mientras me doy la vuelta para no ver.

Ah, tantos años estudiando y leyendo cosas de educación para acabar triunfando con un clásico de toda la vida.


PD: Algo parecido me pasa conmigo mismo. Hace ya varios años que me prohibí leer a Dostoievski. Me sienta fatal. Pero no me hago caso. Cuando estuve en Barcelona, me compré una edición en bolsillo con varios de sus cuentos. Anoche leí "El sueño de un hombre ridículo". En él descubrí que el ruso trabajó ya la idea de las Tierras paralelas mucho antes de que los guionistas de DC exprimieran el concepto hasta lo inaguantable: Y si aquello de allí es una Tierra, ¿acaso es igual que la nuestra...?

En ese mismo cuento, encontré frases tan motivadoras como esta: Puede que fuera por aquello de que en mi alma crecía una terrible melancolía debido a un hecho, que era infinitamente superior a mí; para ser más exactos, se había apoderado de mí la única convicción de que en el mundo todo daba igual. O, si no, esta otra: ¡En la nuestra [Tierra], amar de verdad es sólo posible con el sufrimiento y a través de él. El viejo Dostoievski, siempre tan alegre.

1 comentario:

Lulu dijo...

Mi madre me castigaba sin libro de lo que me gustaba leer y consiguió que la lectura fuese uno de mis vicios, desde luego está claro que con los niños la psicología inversa ¡no falla!