Cada miércoles un cuento en El Estafador

miércoles, 16 de julio de 2008

En el dentista

Aprovechando que en el mismo sitio en el que debían vacunar hoy a Darío se ofrece salud budodental, pedimos cita para Juan. Recuerdo muy bien mi primera visita al dentista. Mi madre me aseguró que no me iba a pasar nada. Solo van a mirarte los diente, me aseguró. Y me quitaron dos muelas. Aquello me dejó marcado de por vida y a día de hoy un escalofrío me recorre el cuerpo cada vez que pienso en el dentista y sus consultas convertidas en tiendas de los horrores. Madres del mundo, no mintáis a vuestros hijos, que está muy mal.




En la consulta de salud bucodental nos hemos encontrado con una amiga (y lectora de este blog) que trabaja por allí y ha pasado con nosotros. Quien le ha explicado a la dentista el motivo de la visita he sido yo pero ella se ha estado dirigiendo todo el tiempo a mi amiga. Eh, que estoy aquí y soy el padre, quería gritar. Pero todavía me queda algo de educación y no lo he hecho. De todas formas estoy acostumbrado a episodios como ese.

Habitualmente soy yo quien llevo a los críos a la pediatra y otros médicos. Debo decir que suelo ser el único padre que está en la sala de espera. Bueno, cuando se trata de especialistas es normal que haya alguno que otro y en las visitas a las revisiones también hay padres pero siempre acompañando a la madre. Padres solos como yo, ninguno. Supongo que esto ha creado en la profesión médica el tic de dirigirse siempre a la mujer más cercana.

El colmo fue una vista al endocrino. El tipo nos acribilló a preguntas. Yo respondía y él preguntaba a Mercedes. Yo respondía y él preguntaba a Mercedes. Yo respondía y él preguntaba a Mercedes. Así un buen rato. Mercedes no abrió la boca en todo el tiempo pero el tipo no se dio cuenta de lo que estaba pasando.

Alguien podría pensar: ya está bien que sean los hombres los ignorados. Bueno, así como planteamiento general puedo estar de acuerdo pero en lo personal, me molesta, que queréis que os diga.

5 comentarios:

Anónimo dijo...

Pues dilo, no te cortes.
Por cierto, me encanta esa película. Saludos.

Anónimo dijo...

Para mi tambien ha sido pelin violento, estabas muy mosqueado de que me explicara a mi las cosas, tan tranquila y fresquica en mi oficina y tu con la camiseta empapada de navegar con los hijos. Me preguntaba ¿por que se dirige a mi? debe pensar que soy la abu, hasta que al final le he tenido que decir: "es que yo trabajo aqui y ellos son unos amigos"...pero me da que seguia en sus trece. Pero tu no desfallezcas, que lo haces muy bien

elhombreamadecasa dijo...

En realidad, la camiseta no estaba empapada de lluvia sino de algo menos romántico. De lluvia se me empapó después, al bajar del tranvía, que cayó un pequeño diluvio. Por suerte pudimos llegar al coche antes de que empezara a diluviar. Y para más suerte tenía una camiseta tirada en los asientos de detrás, ser tan desordenado tiene alguna que otra ventaja.

Miriam Márquez dijo...

Acabo de encontrar por casualidad tu libro sobre el amor rodando por la redacción donde trabajo. Me lo llevo a casa para leerlo. Ya te contaré. Enhorabuena por tu blog. Si te gustan los cuentos, te invito al mío. Un saludo.

Anónimo dijo...

Acabo de encontrar tu libro sobre el amor rodando por la redacción donde trabajo y me lo voy a llevar a casa para leerlo. Enhorabuena por tu blog. Si te gustan los cuentos, te invito al mío.
www.miriam-marquez.blogspot.com