
Leí el "Bésame mucho" durante las primeras noches que Juan durmió en casa. Me parecía una imprudencia por mi parte dormirme: ¡y si le pasaba algo durante la noche! Así que me dediqué a leer. Siempre que me ha tocado pasar por la escena del parque, he procurado mantenerme al margen lo que no ha impedido que le haya enseñado a Juan que compartir es bueno. Otra cosa es predicar con el ejemplo.
La otra noche cenábamos en el patio. A las nueve sigue haciendo calor, menos que a las dos del mediodía, pero calor. Lo que pasa es que nos da cierto apuro ecológico estar a esas horas con el aire acondicionado puesto, así que nos salimos al patio para sudar un poco menos que en la casa. Al terminar, me tomé de postre una horchata a la que, para mi gusto, le sobraban dos o tres grados centígrados, quizás cinco. Juan la vio y, como es un catacaldos, fue corriendo a pedirme. Es mía, le dije, tú toma tu cena que la horchata me la tomo yo. Entonces Juan me respondió cargado de razón: Hay que compartir. Con gesto avergonzado, le alcancé la botellita y él, satisfecho y orgullosos, le dio un buen trago.
No hay comentarios:
Publicar un comentario