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sábado, 20 de octubre de 2012

A propósito de Wilco: Música versus Literatura


En su libro “31 canciones”, NickHornby cita a un tal Walter Pater: “Todo arte aspira constantemente a la condición de música”. Esta frase, endiabladamente acertada, implica una gradación de las artes. Puede resultar divertido entretenerse pensando si la Pintura es mejor que el Cine o la Escultura mejor que la Danza. Pero más allá del juego, se esconde un drama para los que no sabemos hacer música y nos dedicamos a otra cosa: no hay nada como la Música y es por ello que todo arte aspira a serlo.

Comparemos a continuación Música y Literatura, aunque solo sea para que el que suscribe acabe mal parado. Podría irme por el lado demagógico y poner a un lado de la balanza la presentación de un libro y en el otro un concierto. Ni siendo una realizada por el mejor de los escritores y otra por un grupo del montón se pueden comparar. Pero más vale que elabore un poco más la comparación.

Es verdad que las comparaciones son odiosas y que no son necesarias. Se puede disfrutar de una canción tanto como de un cuento. Pero, en mi condición de lector compulsivo no he sentido nunca la emoción desbocada que siento a menudo como oyente compulsivo. Hay canciones que me hacen llorar todas las veces que las escucho. Y otras que me ponen de buen humor incluso en el peor de mis momentos. Y eso no me pasa cuando leo. Me atrevería a decir que es algo habitual.

Y no es solo una cuestión emocional. Desde el punto de vista técnico, con la Música se pueden hacer cosas que son imposibles en Literatura. 

La cuestión no es cuantitativa. Si en Música se cuentan con varios instrumentos y acordes, en Literatura contamos con un buen arsenal de figuras retóricas y hace mucho que nos liberamos de los géneros o de ciertas trabas formales. Escribiendo se pueden conseguir algunos efectos similares a los que se encuentra en las canciones más molonas. Por ejemplo, el ruido. Ahí está el comienzo de “Art of Almost”. La segunda canción que Wilco tocó en el que concierto que dio en Murcia el pasado 19 de octubre. La canción que abre “The Whole Love”. La canción que no puedo dejar de escuchar una y otra vez. 




El ruido inicial es fácil de trasladar técnicamente a un texto. Se puede ir a lo bruto, dando, por ejemplo, un puñetazo en el teclado y dejar sin más el ruido que surja. Allá voy: 23354hgjhj hr665dctfgvybunhjtfr gyvbhunj. Se puede meter un monólogo interior de forma imprevista, tirar a tope de hipérbaton o ser Faulkner y escribir “El ruido y la furia” o David Foster Wallace y conseguir que el ruido sea más interesante que la música. El efecto puede ser mejor o peor pero se puede hacer.

Los coros también se pueden trasladar a un texto. Basta con contar una historia con algún personaje secundario que remarque lo que le pasa al protagonista. Ese momento en que la canción desaparece, uno piensa que ha acabado y luego sigue, también se puede poner por escrito. Sin ir más lejos, una de mis dos novelas inéditas (¿cómo es posible?) tira de este recurso. Frank Miller también lo usó al final de “Ese bastardo amarillo” (título en español de una de sus historias de Sin City, que, vale, es un tebeo, pero para el caso creo que sirve igual).

Pero hay algo imposible de conseguir cuando se escribe. Yo no lo he conseguido nunca, ni remotamente. Tampoco he leído nada parecido. Atención a lo que empieza a pasar en el minuto 4:20, te agarra bien fuerte en el 4:42 y te destroza en el 6:13. Rendición incondicional.  Id al vídeo de arriba y presenciarlo.

Ese clímax, propio de los desastres naturales, riadas, terremotos, huracanes, no se puede conseguir en Literatura. Es por ello que los escritores odiamos a los músicos.

3 comentarios:

Félix dijo...

La discusión sobre el arte sublime se remonta a Grecia, la clásica, no la actual y expoliada. No hay un consenso, ni siquiera en el Romanticismo, donde se llegó a la hipérbole, sobre cuáles de las manifestaciones artísticas estaba por encima de las demás, por fortuna, añado.
Pero lo cierto lo apuntas cuando expresas tu envidia y, supongo como me ocurre a mí, frustración por serte ajenas en refinación esas habilitades de expresión. De ahí que dentro de las vanguardias, la musical sea la de menos aceptación, pues el común de los mortales manejamos con mayor o menor destreza los lenguajes de las otras (escribir, pintar, esculpir, danzar, actuar e incluso cantar que no deja de ser una manera de hablar). Es común el rechazo a la música "clásica" contemporánea, pues no controlamos ese lenguaje, nos parece mágico o diabólico, segun los casos.
A ello se une, que es el único arte abstracto, pues los compositores y músicos trabajan con algo casi intangible, las notas que pululan en nuestro rededor, pero que, paradójicamente, obeceden al rigor matemático, por otra parte íntimamente ligada al instinto y la emoción, de ahí que la literatura, incluida la prosa, se muevan también con armonía y melodía.
Pero, así a bote pronto, creo que la música es superior por la única capaz de ser dinámica, capaz de metamorfearse en cada interpretación,-bueno está el teatro y la ópera-, según quién la reviva, algo que también experimenta el oyente. No en vano todas las músicas del mundo son rítmicas al compás del corazón, en el sentido fisiológico y psicológico.
Pero qué carajo, lo estupendo e importante de la música es que está muy por encima de las teorías y está a alcance de todo ser humano, pues la puede crear con su voz, con las palmas y los pies. Otra cosa es emocionar a otros.

Unknown dijo...

Bueno, música y literatura son conceptos que están íntimamente unidos. Muchos discos de metal se han inspirado en la literatura fantástica o en la épica, y muchos artistas, como por ejemplo Bowie han estadio muy influidos por Borroughs. Grandes Wilco, muy grandes. Un saludo.

lu dijo...

La música tiene un componente físico que ninguna otra disciplina artística puede transmitir. Las ondas llegan a nuestra sangre, influyen en el ritmo de bombeo de nuestro corazón, podemos sentirlas en las tripas. Yo también me he quedado pillada con "Art of almost", Fede, me alegra coincidir contigo. Hasta enlacé el mismo vídeo que has puesto tú en mi blog. Entiendo perfectamente que los odies. El concierto de Sevilla fue APOTEÓSICO.
Besos!