Cada miércoles un cuento en El Estafador

viernes, 28 de septiembre de 2012

Estúpidos

Nota: Lo que sigue es un artículo que empecé hace mucho tiempo y que me he animado a terminar después de lo sucedido el 25S en Madrid. Terminar es un decir. Al texto le faltan un par de repasos pero si me espero a tenerlo bien acabado, bueno, puedo no acabarlo. Considerad, pues, que está en modo beta.




El premio Nobel de Medicina de 1996, Rolf Zinkernagel sostiene que el "mayor problema sanitario es la estupidez humana" (El País, 07/10/2003). Así, tal cual y fuera de contexto, la frase promete, miles de corolarios se amontonan en la puerta para salir en tromba. Pero, ay, Rolf el médico lo estropea todo al matizar que se refiere a la estupidez relacionada con el hecho de que los humanos deberíamos cuidarnos más de lo que lo hacemos en lo relativo al tabaco, las dietas, el ejercicio. Otro discurso médico aburrido y moralizador. Donde falta un cura, aparece un médico.

Sea como fuere, Zinkernagel ha dejado planteada la cuestión de la estupidez como uno de los principales problemas de la especie humana. Y algo así no se puede dejar pasar como si tal cosa. Un par de aclaraciones antes de seguir: estupidez, gilipollez, idiotez, tontuna... cada palabra introduce un interesante matiz que, aquí, dejaremos de lado usando todas estas expresiones como si de sinónimos se trataran. De la misma manera, en un irresponsable ejercicio de imprecisión, se usarán de forma intercambiable términos como Poder, Dominación, Capital, Espectáculo...

La estupidez, basta con echar un vistazo al azar, campa a sus anchas en nuestro aquí y ahora, campó en nuestro allí y antes, campará en nuestro allá y después. Domina el espacio, el tiempo y los detalles. Este texto, sin ir más lejos, puede convertirse en una estupidez al menor descuido, si no lo ha hecho ya. Lo mejor será ir, de una vez por todas, al grano, si esto ha de ser estúpido que, al menos, sea breve.

No se sabe si el Nobel se refirió también a la estupidez que cometemos al dejarnos gobernar, en general, y al dejarnos gobernar por quienes nos gobiernan, en particular. En este caso, se ve la paja en el ojo ajeno y no la viga en el propio. Muchos se llenan la boca hablando de la estupidez de los poderosos y olvidan la nuestra, la de los gobernados. El paradigma de tío tonto en el poder sería George W. Bush, respondiendo como un analfabeto a preguntas de cultura popular, leyendo un libro al revés o haciendo las mismas muecas que un primate. Una pena que la Operación Pretzel fracasara. Pero hay más. ¿Qué decir de Aznar hablando a lo tejano? ¿Y lo tonto que nos parece ahora Rajoy, escondido como una alimaña o paseando por Nueva York y fumándose un puro como si aquí no pasara nada? ¿Y los economistas del FMI? ¿Y la policía que se infiltra en las manifestaciones con un brazalete fluorescente que pone POLICÍA? Pero ¿son tan tontos como nos hacen creer? ¿Es posible que lo sean y, al mismo tiempo, hagan y deshagan en nuestras vidas a su antojo?


La Dominación pretende básicamente dos cosas: (1) mantener el poder y (2) aumentarlo. Si para eso deben hacerse pasar por tontos, o ponernos delante peleles idiotas de los que nos podamos reír, pues lo hace. No hay problema. Las ventajas de esto son varias. El Pueblo menosprecia al Enemigo, lo cree idiota y eso, paradójicamente, lo refuerza porque nuestras respuestas nunca se ajustarán al verdadero perfil del Poder. Miramos por encima del hombro a los que nos gobiernan, siempre tan idiotas, y nos olvidamos de la inteligencia caníbal de los hombres detrás de la cortina. Al mismo tiempo, la supuesta gilipollez del que manda crea una barrera protectora contra las acciones que lleva a cabo. Lo que sucede siempre se muestra como algo casual o accidental, nunca hay responsables, solo técnicos y políticos desorientados en su buena voluntad por servir al público. O, en su defecto, como algo inevitable: Es la única opción posible. La tontuna suplanta a la maldad, los palos de ciego a la estrategia capitalista, los balbuceos salivosos de Rajoy al plan a largo plazo del Imperio, el azar a las acciones dirigidas a destruir cualquier situación contestataria...

“Los poderosos son tontos del culo” es una premisa que deja en ridículo algunas cuestiones de considerable importancia. Cuestiones para las que, además, se ha diseñado una categoría a medida: teorías de la conspiración. Esta categoría tiene tan mala fama que, probablemente, ya mismo, después de haber leído la palabra “conspiración”, el 80% de quienes leáis esto hayáis dejado de darle credibilidad a este texto, como si estuviera a punto de enseñaros un cocodrilo gigante recién salido de las alcantarillas de Manhattan.


De conspiración solo se puede hablar si se ven implicados cuatro infelices que quieren hacer la revolución poniendo bombas. Pero si alguien intenta decir algo acerca de gente poderosa reunida en un despacho decidiendo qué hacer para solucionar sus problemas de la mejor manera posible se le trata de un loco que da por hecho que Armstrong y Aldrin pisotearon un desierto terrestre y no suelo lunar. Porque, claro, son los mandamases, los que mueven los hilos, los dueños y señores pero jamás se juntarían para planear cómo conseguir más poder o cómo quitarse de en medio un problema incómodo. Eso lo haría gente lista, como mis colegas y yo, que nos hemos pasado un mes planificando cómo abordar tal o cual cuestión, pero ellos... nah, ellos no, ellos son gilipollas y ya está. Si no fuera por el temor de llevar la cuestión a un nudo gordiano que anule el texto, afirmaría que hay una gran conspiración del Poder para hacernos creer que las conspiraciones del Poder no existen. Avancemos, sin embargo.

Lo que en presente es conspiración y, por tanto, asunto de pirados, con el paso del tiempo se convierte en evidencia más o menos argumentable. En “La relación capital/trabajo durante el Franquismo” (capítulo del libro “Luchas autónomas en los años setenta”), Santiago López Petit explica cómo actuó el Capital español para anular al movimiento obrero autónomo en la España de finales de los 60 y comienzos de los 70. Se hizo todo lo posible por aislar la fábrica de la Sociedad, intentando transmutarla de foco de rebeldía a nido de maleantes. Se aprovechó la diferencia entre los trabajadores de grandes fábricas y de pequeñas fábricas para conceder más ventajas a los primeros que a los segundos. (El divide y vencerás parece la única divisa conspiratoria que todavía conserva algo de crédito.) Y, por último, se usó la inflación; es decir, se la dejó subir para anular los aumentos de sueldo conseguidos con las huelgas y, así, hacerles perder fuerza desmotivando a los trabajadores. Todo esto se decidió en reuniones entre hombres trajeados y en cómodos despachos. Hombres que miraban los informes de la policía y de la patronal, que estudiaban los informes de los técnicos y que tomaban decisiones para anular el poder popular y seguir, ellos, apoltronados en sus sillones de piel.

Algunos años más tarde, otro gobierno español se enfrentó a una situación que se le fue de las manos. Después de un accidente in itinere en Lorca en el que murieron diez trabajadores ecuatorianos indocumentados, comenzaron a sucederse las luchas de los sin papeles por toda España. Encierros, manifestaciones, huelgas de hambre... El gobierno llevó a cabo toda una serie de iniciativas encaminadas a (1) no aceptar las demandas de los sin papeles (básicamente, un proceso extraordinario de regulación) y (2) anular cualquier posibilidad de que ese movimiento espontáneo se transformara en una fuerza social estable. Para ello maniobró en varios frentes. Por un lado se sacó de la manga el llamado Retorno Voluntario por el que se pagaba el viaje a aquellos que quisieran volver a su país. Puente de plata para que el enemigo huya. Se ofreció regularizaciones solo para los inmigrantes encerrados cuando estaba claro que la reivindicación era un proceso de regularización general. Y, bueno, se recurrió a otro clásico: la manipulación. Los trabajadores inmigrantes, esos mismos que habían cruzado continentes y se habían jugado la vida para llegar a España, eran unos atolondrados con minoría de edad mental que se dejaban manipular por los ubicuos antisistema de este país.

Volvamos al aquí y al ahora. Miremos con la dificultad de la cercanía y hagamos suposiciones. Pero no las desechemos pronto. Dejémoslas ahí, que se aposenten y que dejen un rastro de certidumbre o falsedad, según nos suenen más o menos acertadas. Pensemos en la policía, con perdón.


De nuevo, tras los incidentes del 25S en Madrid, se denuncia a diestro y siniestro la presencia de policías infiltrados en la manifestación dedicados a provocador violencia. Se denuncia con una candidez sorprendente. La gente se asombra de que la policía pueda hacer algo así. Pero, pardiez, ¿es que no hemos aprendido nada? Infiltrados han existido siempre. No solo chivatos ocasionales o el típico secreta que se mete en una asamblea a ver si se entera de algo. Infiltrados en el sentido amplio de la palabra, gente que finge ser lo que no es y que consigue formar parte de colectivos para influir en sus decisiones, para saber de primera mano lo que se pretende hacer, para señalar con el dedo a los culpables.

Se trata de controlar a toda costa. El infiltrado no solo tiene la misión de conocer e informar. También se le pide que incite, que provoque hechos que favorezcan al Poder. El infiltrado provoca violencia y esto permite que, por un lado, los salvajes uniformados den rienda suelta a sus impulsos bárbaros (son policías y esto no acepta matices, no son pueblo, no son clase trabajadora, no son compañeros, coño, son personas que han renunciado a su humanidad a cambio de un sueldo que les permita impunemente dar palizas, insultar, torturar...). Por otra lado, se envía un mensaje a la mayoría de la sociedad. Un mensaje más o menos así: Vale, como gobierno somos un desastre pero ¿acaso no veis que tenemos un enemigo en común? Los violentos, los terroristas quieren acabar con nosotros, amenazan al Sistema y te amenazan a ti, ciudadano normal y corriente. Pero, no te preocupes, el Poder te protegerá, la policía velará por tu seguridad. Parecerá imposible, pero la gente muerde el anzuelo. Si pudiéramos mirar el interior de la garganta de nuestros vecinos, veríamos cómo se desangran poco a poco, heridos por un hierro curvo.

Lo anterior está explicado de forma certera por el situacionista italiano Gianfranco Sanginetti en el libro “Sobre elterrorismo y el Estado”. Sanginetti explica cómo los atentados de la Piazza Fontana (1969) y el secuestro de Aldo Moro y su posterior asesinato (1978) fueron actos de terrorismo organizados y ejecutados por el Estado. El tablero de ajedrez es suyo, juegan con blancas y con negras, ganan siempre. La bandera falsa del atentado en Milán fue la fascista. La masacre fue una de las razones que llevaron a la creación del grupo Brigadas Rojas, las mismas a las que luego se les atribuyó el asesinato de Moro.


Sanginetti hace un repaso a la historia de la Okhrana, los servicios secretos zaristas, pioneros en esto de las infiltraciones y las conspiraciones y que exige siempre el uso del epíteto temible. La temible Okhrana sabía que se avecinaba una revolución en 1905. Para adelantarse a la jugada, decidieron matar al ministro de interior ruso de la época y, no contentos con esto, acabaron con el gran duque Sergio, tío del zar. El terror permite la represión, asusta a al gente, resta argumentos a los contestatarios, engorda al Poder.

Por si acaso alguien tiene la tentación de pensar que todo esto es cosa del pasado puede ver los vídeos del 25S o recordar que el 15M de Sevilla tuvo una experiencia al respecto no hace mucho. Y son innumerables los casos documentados en nuestro contexto actual. Va uno copiado de un artículo aparecido en Nodo50:

Joaquín Gambín Hernández fue un confidente infiltrado conocido como el Grillo, el Legionario o el viejo anarquista. Bajo las órdenes del comisario Manuel Gómez Sandoval, viajó a Barcelona desde Murcia, donde actuaba bajo las órdenes del comisario J.M. Escudero. Fue el impulsor del atentado a la sala Scala de Barcelona (enero de 1978), episodio de terrorismo de Estado para aislar y desprestigiar a la CNT. Fue detenido en 1981 después de un tiroteo en Valencia. En 1983 fue condenado a siete años de cárcel de los que cumplió dos. En 2002, con 71 años vivía plácidamente en Murcia.”

Y, a pesar de todo, nos sorprendemos de ver a encapuchados arrestando a gente mano a mano con los policías acorazados. El Espectáculo lleva años idiotizándonos. La tele, el fútbol, el sistema educativo, el trabajo asalariado, los centros comerciales, el consumismo... Pero, por si acaso alguien quiere ponerse a leer, a conocer lo que sucedió y a averiguar lo que pasa, vuelve a lanzarnos la zanahoria de la estupidez de los que gobiernan. Barcelona fue el escenario elegido. Primero fueron esos tiarrones con pinganillo y vestidos de manual que cantaban a la lengua. Después, por si no había quedado claro, salieron de manifestación con un brazalete fluorescente con la palabra “POLICÍA”. En letras rojas, bien clarito. Fijaos en lo gilipollas que somos, nos dice la Dominación. No os preocupéis por nosotros, los servicios de inteligencia son una broma, los comisarios tiene el coeficiente intelectual de un puñado de musgo, los jefes políticos son gañanes franquista sin dos dedos de frente. Somos tontos, no sufráis.


Pero no es así. De nuevo la temible Okhrana. Cuenta Sanginetti que Lenin tuvo acceso a los archivos de la policía secreta del Zar en 1919. Había 55 provocadores profesionales a sueldo, 20 se repartían el control de los bolcheviques. Y Lenin tuvo la amarga sorpresa de tener que constatar que los provocadores son casualmente siempre estos mismos camaradas por los que tenía, él tan prudente y tan experto en materia de clandestinidad, la más profunda estima y la mayor confianza por los servicios prestados y la audacia mostrada en varias ocasiones.

Esos supuestos imbéciles conspiran contra nosotros cada día, cada hora, cada minuto. Y lo hacen muy bien. Somos su sustento pero también su máximo terror. Qué inteligente sería convertir sus pesadillas en realidad.

4 comentarios:

Redacció dijo...

Excelente texto. Hay que tener los pies en el suelo y no dejarse llevar por la violencia inducida por el estado. La violencia en cualquiera de sus formas no es buena. Pero... cuando a un padre le falte que darle de comer a su hijo, o cuando una familia tenga que vivir debajo de un puente por que les quitaron la casa, entonces aflorará una violencia por la superviviencia, y que estos imbéciles, los encapuchados y los que se sientan en despachos, empiecen a temblar.
Saludos y un abrazo.

Raquel dijo...

Muchas gracias por decidir acabarlo y compartirlo. Como siempre, un placer leerte. Sí, es cierto: de la estupidez del represor nos damos cuentas muchas veces. No deja de ser curioso cómo funciona esto. Verás: hace años, al lado justo de mi pueblo, incumpliendo cualquier normativa legal o moral, la Junta de CyL y el ayuntamiento de turno decidió construir una incineradora de neumáticos disfrazada de proyecto ecológico. Sólo las manifestaciones de los pocos vecinos que no se dejaron manipular por todo tipo de sobornos o aterrorizar por amenazas surrealistas, con el apoyo de ecologistas y médicos que avalaban las consecuencias reales de ese negocio consiguieron parar esa pesadilla, al menos hasta hoy. Dentro de ello, viví situaciones de todo tipo, claro, pero lo más llamativo fueron dos cosas. La policía secreta en mi casa recomendándonos medidas de seguridad por unas amenazas de muerte a través de teléfono -ahí quedó la cosa, luego apáñese como pueda- y los antidisturbios pertrechados y plantados heroicamente delante de una concentración de personas que, por la hora, se reducían a gente de edad avanzada, amas de casa, niños, estudiantes, a los que no dejaron moverse de la acera. En esa pequeña parcela de despropósitos, un pequeño pueblo consiguió algo que otros más grandes no lograron; y todo lo vivido, las disensiones internas a pesar de un objetivo tan claro, y la nula protección policial hacia las verdaderas víctimas, me hace pensar al menos que todos lo que ahora se asombran por la actuación de la policía muy pronto dejarán de hacerlo. A ver si es pronto.

Aia dijo...

Hola:
Es la primera vez que comento en tu blog del cual soy lectora asidua. ¿Qué ocurre cuando uno de los instrumentos de dominación del estado se revuelve contra el gobierno? Quiero pensar que la policía ha dado un toque de atención a los altos cargos que ordenan cargas que no están justificadas para mantener el orden público, que son simplemente opresivas. Han dado un toque de atención: ellos no están para defender los intereses de ningún cargo público. Creo que un paso en el camino correcto.
Un saludo.

paparracho dijo...

Brillantísimo, Fede. No se puede poner ni un pero al contenido ni a lo bien que está escrito.

Tú podrías dedicarte a esto! ;)

Un pequeño apunte nada más: la mítica fotografía de Bush con el libro al revés es un fake. De todas formas, bien podría haber pasado (conocido al personaje).