Cada miércoles un cuento en El Estafador

martes, 11 de septiembre de 2012

El picotazo de la curiosidad


Un bar. Muy tarde o, al menos, bastante tarde. La cerveza servida en minis y bebida a grandes tragos. Los distintos nombres que reciben los recipientes de gran tamaño de cerveza a lo largo y ancho de la geografía española son la prueba irrefutable de que hay muchas Españas, ni una ni dos. Minis, cachis, macetas... Humo por doquier. Alguno enriquecido a las finas hierbas o a las burdas resinas. Música irregular, y gracias. Un grupo de amigos intenta, otra vez, arreglar el mundo. Ya casi lo tienen cuando uno de ellos dice que no merece la pena seguir con el asunto, que no hay nada que hacer, que se opte por el sistema que se opte acabaremos mal, que los seres humanos somos naturalmente corruptos, egoístas, violentos y patatín y patatán. Silencio desconsolado. Un último trago. Una última calada. De vuelta a casa.

Momentos así, con distintos protagonistas, distinto escenario y a lo largo del tiempo se repiten sin cesar. Abunda la visión pesimista sobre el ser humano y sus capacidades. Se trata de un pesimismo desmovilizador porque anuncia que sea cual sea el planteamientos y el nudo, el desenlace ya está escrito. Es una de esas ideas que vence por cuestiones cuantitativas y no cualitativas: está tan extendida que parece complicado imaginar siquiera que no sea acertada.

El que se llena la boca enumerando los despreciables defectos de todos los seres humanos acaba la frase mordiéndose la lengua. Le gustaría decir que eso es así de manera universal, cósmica y totalitaria menos, salta a la vista, en su caso. Él sí es inteligente, bueno, generoso pero se calla por falsa modestia. Al mismo tiempo, dicho argumento exculpa al que lo enuncia. ¿Qué más da, qué importa si pienso o no pienso, si actúo o sigo cruzado de brazos si todo acabará estropeado por nosotros mismos, intrínsecamente perversos?

Los ewoks sí que son de natural maligno.

Pareciera que el origen de todo estuviera en la violencia, en el crimen. El mito fundacional de Caín matando a Abel o de Rómulo matando a Remo. Maldito empeño en dar por hecho, como explica Hannah Arendt, que “toda fraternidad de la que somos capaces surge del fraticidio”. Esta idea, continúa Arendt, se ha ido configurando como una “metáfora convincente” o “una fábula universalmente válida”. Por fortuna, no hay verdad inherente al ser humano. La misma Arendt explica cómo se consideraba indisoluble a nuestra condición como especie la existencia de ricos y pobres. Esto estaba dispuesta así y fin del debate. Pero esta convicción fue aniquilada por la Revolución Americana que afirmó que la vida podía ser “bendecida por la abundancia en vez de ser maldecida con la escasez”.

Rómulo y Remo poniéndose tibios a leche en su postura habitual para estos casos.

El quid de la cuestión estaría en el contexto, en la anulación del mismo, para ser más preciso. Se hace un juicio de valor del ser humano de forma absoluta cuando debería hacerse de forma relativa. El ser humano no ES de esta forma o de la otra. El ser humano SE COMPORTA así o asá en función de las condiciones en las que se encuentra. Asumimos como defectos inherentes lo que son síntomas del contexto al que nos vemos sometidos. Obviamos las potencialidades, todo aquello de lo que podríamos ser capaces. Juzgamos el futuro con argumentos del pasado: La revolución menganita y fulanita acabó en dictadura y lo mismo pasará con todas las que se intenten. Valoramos nuestras capacidades en función de los fracasos propios o ajenos: Mejor no te molestes, nadie lo ha conseguido. ¿Cómo sabré si soy bueno o no tocando cierto instrumento si nunca lo he intentado? ¿Cómo sabré del placer de decidir sobre las cuestiones que me atañen si lo habitual es que otros decidan por mí? ¿Cómo sabré si soy más o menos inteligente si desde pequeño me han medido con el mismo rasero que a todos y en función de unos cánones aleatorios? ¿Cómo sabré cuánto amor puedo dar y recibir si los sentimientos deben cumplir una serie de reglas estrictísimas que nadie se puede saltar? Etcétera.

Si las circunstancias cambiaran, si en vez de sobrevivir pudiéramos vivir, si no tuvieron que pelear con el vecino por un poco de miseria, si no fuéramos carne de mercado, ¿hasta dónde podríamos llegar? ¿qué mundo podríamos construir? ¿cuantos errores podríamos sortear, por fin? Es irracional pretender que sabemos de antemano las respuestas a esas preguntas. El ser humano es mezquino, es malo, es blablabla. Las respuestas llegarán solo cuando las circunstancias cambien y nos veamos actuar, pensar, sentir en un mundo distinto. La cantidad de posibilidades es ingente. El optimismo se desborda. Nuestros corazones palpitan al son de ese mundo nuevo. Ventrículo Libertario. Aurícula Fraternal. Sístole de Igualdad. Diástole de Justicia.

¿No os pica la curiosidad?

2 comentarios:

Emilia S dijo...

Tu blog está excelente, me encantaría enlazarte en mis sitios webs. Por mi parte te pediría un enlace hacia mis web y asi beneficiar ambos con mas visitas.

me respondes a munekitacat19@hotmail.com
besoss
Emilia

Anónimo dijo...

Si, me pica la curiosidad y creo que es hasta deber moral/etico autoimpuesto, porque, que mundo le voy a dejar a mi churumbele?