Un bar. Muy tarde o, al menos, bastante
tarde. La cerveza servida en minis y bebida a grandes tragos. Los
distintos nombres que reciben los recipientes de gran tamaño de
cerveza a lo largo y ancho de la geografía española son la prueba
irrefutable de que hay muchas Españas, ni una ni dos. Minis, cachis,
macetas... Humo por doquier. Alguno enriquecido a las finas hierbas o
a las burdas resinas. Música irregular, y gracias. Un grupo de
amigos intenta, otra vez, arreglar el mundo. Ya casi lo tienen cuando
uno de ellos dice que no merece la pena seguir con el asunto, que no
hay nada que hacer, que se opte por el sistema que se opte acabaremos
mal, que los seres humanos somos naturalmente corruptos, egoístas,
violentos y patatín y patatán. Silencio desconsolado. Un último
trago. Una última calada. De vuelta a casa.
Momentos así, con distintos
protagonistas, distinto escenario y a lo largo del tiempo se repiten
sin cesar. Abunda la visión pesimista sobre el ser humano y sus
capacidades. Se trata de un pesimismo desmovilizador porque anuncia
que sea cual sea el planteamientos y el nudo, el desenlace ya está
escrito. Es una de esas ideas que vence por cuestiones cuantitativas
y no cualitativas: está tan extendida que parece complicado imaginar
siquiera que no sea acertada.
El que se llena la boca enumerando los
despreciables defectos de todos los seres humanos acaba la frase
mordiéndose la lengua. Le gustaría decir que eso es así de manera
universal, cósmica y totalitaria menos, salta a la vista, en su
caso. Él sí es inteligente, bueno, generoso pero se calla por falsa
modestia. Al mismo tiempo, dicho argumento exculpa al que lo enuncia.
¿Qué más da, qué importa si pienso o no pienso, si actúo o sigo
cruzado de brazos si todo acabará estropeado por nosotros mismos,
intrínsecamente perversos?
Los ewoks sí que son de natural maligno. |
Pareciera que el origen de todo
estuviera en la violencia, en el crimen. El mito fundacional de Caín
matando a Abel o de Rómulo matando a Remo. Maldito empeño en dar
por hecho, como explica Hannah Arendt, que “toda fraternidad de la
que somos capaces surge del fraticidio”. Esta idea, continúa
Arendt, se ha ido configurando como una “metáfora convincente” o
“una fábula universalmente válida”. Por fortuna, no hay verdad
inherente al ser humano. La misma Arendt explica cómo se consideraba
indisoluble a nuestra condición como especie la existencia de ricos
y pobres. Esto estaba dispuesta así y fin del debate. Pero esta
convicción fue aniquilada por la Revolución Americana que afirmó
que la vida podía ser “bendecida por la abundancia en vez de ser
maldecida con la escasez”.
Rómulo y Remo poniéndose tibios a leche en su postura habitual para estos casos. |
El quid de la cuestión estaría en el
contexto, en la anulación del mismo, para ser más preciso. Se hace
un juicio de valor del ser humano de forma absoluta cuando debería
hacerse de forma relativa. El ser humano no ES de esta forma o de la
otra. El ser humano SE COMPORTA así o asá en función de las
condiciones en las que se encuentra. Asumimos como defectos
inherentes lo que son síntomas del contexto al que nos vemos
sometidos. Obviamos las potencialidades, todo aquello de lo que
podríamos ser capaces. Juzgamos el futuro con argumentos del pasado:
La revolución menganita y fulanita acabó en dictadura y lo mismo
pasará con todas las que se intenten. Valoramos nuestras capacidades
en función de los fracasos propios o ajenos: Mejor no te molestes,
nadie lo ha conseguido. ¿Cómo sabré si soy bueno o no tocando
cierto instrumento si nunca lo he intentado? ¿Cómo sabré del
placer de decidir sobre las cuestiones que me atañen si lo habitual
es que otros decidan por mí? ¿Cómo sabré si soy más o menos
inteligente si desde pequeño me han medido con el mismo rasero que a
todos y en función de unos cánones aleatorios? ¿Cómo sabré
cuánto amor puedo dar y recibir si los sentimientos deben cumplir
una serie de reglas estrictísimas que nadie se puede saltar?
Etcétera.
Si las circunstancias cambiaran, si en
vez de sobrevivir pudiéramos vivir, si no tuvieron que pelear con el
vecino por un poco de miseria, si no fuéramos carne de mercado,
¿hasta dónde podríamos llegar? ¿qué mundo podríamos construir?
¿cuantos errores podríamos sortear, por fin? Es irracional
pretender que sabemos de antemano las respuestas a esas preguntas. El
ser humano es mezquino, es malo, es blablabla. Las respuestas
llegarán solo cuando las circunstancias cambien y nos veamos actuar,
pensar, sentir en un mundo distinto. La cantidad de posibilidades es
ingente. El optimismo se desborda. Nuestros corazones palpitan al son
de ese mundo nuevo. Ventrículo Libertario. Aurícula Fraternal.
Sístole de Igualdad. Diástole de Justicia.
¿No os pica la curiosidad?
2 comentarios:
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besoss
Emilia
Si, me pica la curiosidad y creo que es hasta deber moral/etico autoimpuesto, porque, que mundo le voy a dejar a mi churumbele?
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