1. Descansar es reaccionario. Entre eso y que de las cosas que me gustaría desconectar no puedo, afronto el mes que se avecina con el cuerpo raro. No me encuentro.
2. La pregunta anterior de Juan, la hizo encaramado a una estructura notablemeste inestable. Le está cogiendo el gusto a la pregunta retórica.
3. Doy por hecho que Juan seguirá preguntando en agosto y Darío echando pestes de su padre, pero la sección se toma un respiro hasta septiembre.
4. Cuando estoy fregando en sandalias y la fregona me roza los pies, me muero del asco.
5. Nos han invitado a participar en un concurso nuevo de la tele pero los niños son todavía muy pequeños. Pongo la información por si alguien está interesado:
El canal infantil BOING está preparando "Juegos en Familia", un nuevo concurso de televisión basado en juegos de mesa.
¿Te gustaría participar? Buscamos familias divertidas (padre, madre y dos hijos de entre 8 y 14 años aproximadamente) que quieran pasarlo muy bien y ganar un gran premio final. Para que te hagas una idea de la juerga que te ofrecemos, puedes echar un ojo a la versión americana, que se llama Family Game Night. El nuestro es una adaptación igual de divertida... ¡pero en castellano!
Si te apetece participar o conoces a alguien a quien pueda apetecerle, llámanos al 91-829 77 40 o al 638-935779. O, si lo prefieres, envíanos un email con todos tus datos (nombres de los cuatro concursantes, edades y teléfono de contacto) a juegosenfamilia@islaproducciones.es.
(Yo creo que han visto la entrada del Scalextric y han pensado que igual la liábamos en el plató.)
6. El año pasado me tomé unos días de vacaciones del blog. Pero este año, no sé, como que me da cosa. Así que he optado por un punto medio, que no es donde está la virtud y sí los cobardes. Seguiré subiendo posts pero al ritmo que vayan saliendo.
7. Todo apunta a la vuelta de la Familia Click.
domingo, 31 de julio de 2011
Agosto y cosas varias
Publicado por
elhombreamadecasa
Enviar por correo electrónicoEscribe un blogCompartir en XCompartir con FacebookCompartir en Pinterest
3
comentarios
viernes, 29 de julio de 2011
Juan pregunta
Publicado por
elhombreamadecasa
Enviar por correo electrónicoEscribe un blogCompartir en XCompartir con FacebookCompartir en Pinterest
3
comentarios
Etiquetas:
Juan y Darío preguntan
jueves, 28 de julio de 2011
Amy
Pues sí, voy a dedicarle una entrada a Amy Winehouse, me sale del alma (y de algún otro sitio que no consigo situar).
Tenía pensado un post sobre política para la semana pasada pero no lo escribí. Pereza. Iba a ser de esos que van dando tumbos de un tema a otro sin mucha complicación. Iba a empezar, más o menos, así:
En una entrevista aparecida en 2008 en la revista Rockdelux, Amy Winehouse daba su visión del amor romántico: Cocinaré y limpiaré para él, le plancharé las camisas. Pero eso significa que cuando quiera que se porte como un hombre deberá hacerlo. Si alguien se pasa conmigo, será él quien se presente en su casa con un bate de béisbol. Pues bien, algo así es lo que yo espero de nuestros gobernantes. Nosotros les damos los votos, pagamos impuestos para que puedan ganar sus sueldos y si las agencias de rating o los bancos se pasan con nosotros, queremos que vayan con un bate de béisbol y les partan las piernas (metafóricamente hablando).
Pero Amy ha muerto. No sé dónde, leí que se hacía el moño más o menos grande en función de lo insegura que se sintiera. En otro sitio leí que debía ser insoportable cantar tan a menudo las canciones de "Back to Black", tan llenas de fantasmas y dolor. He puesto el disco en el coche, a los niños les gusta pero la parte protectora del padre que soy siente que no hace bien poniéndoles esas canciones. Se parecen un poco a esos pellizcos de abuela que por un lado te gustaban pero por otro te dolían.
Hay algo perverso en la admiración que sentimos algunos fans por las biografías dramáticas de nuestros artistas favoritos. Billie Holiday. Brian Jones. Amy Winehouse. Es injusto. Ellos sufren y nosotros disfrutamos de lo que crean.
Como el apartamento en el que estuvimos en Londres estaba en Candem, mi hermana, Mercedes y yo llamábamos a Amy, "la vecina". Y a mí, tan insoportablemente snob, me daba igual que te pudieras bajar Rehab, enviando No, No, No al teléfono que fuera.
PD: Joserra ha puesto en su Land una playlist del verdadero club de Amy. Nada que ver con la muerte y sí con la vida.
Tenía pensado un post sobre política para la semana pasada pero no lo escribí. Pereza. Iba a ser de esos que van dando tumbos de un tema a otro sin mucha complicación. Iba a empezar, más o menos, así:
En una entrevista aparecida en 2008 en la revista Rockdelux, Amy Winehouse daba su visión del amor romántico: Cocinaré y limpiaré para él, le plancharé las camisas. Pero eso significa que cuando quiera que se porte como un hombre deberá hacerlo. Si alguien se pasa conmigo, será él quien se presente en su casa con un bate de béisbol. Pues bien, algo así es lo que yo espero de nuestros gobernantes. Nosotros les damos los votos, pagamos impuestos para que puedan ganar sus sueldos y si las agencias de rating o los bancos se pasan con nosotros, queremos que vayan con un bate de béisbol y les partan las piernas (metafóricamente hablando).
Pero Amy ha muerto. No sé dónde, leí que se hacía el moño más o menos grande en función de lo insegura que se sintiera. En otro sitio leí que debía ser insoportable cantar tan a menudo las canciones de "Back to Black", tan llenas de fantasmas y dolor. He puesto el disco en el coche, a los niños les gusta pero la parte protectora del padre que soy siente que no hace bien poniéndoles esas canciones. Se parecen un poco a esos pellizcos de abuela que por un lado te gustaban pero por otro te dolían.
Hay algo perverso en la admiración que sentimos algunos fans por las biografías dramáticas de nuestros artistas favoritos. Billie Holiday. Brian Jones. Amy Winehouse. Es injusto. Ellos sufren y nosotros disfrutamos de lo que crean.
Como el apartamento en el que estuvimos en Londres estaba en Candem, mi hermana, Mercedes y yo llamábamos a Amy, "la vecina". Y a mí, tan insoportablemente snob, me daba igual que te pudieras bajar Rehab, enviando No, No, No al teléfono que fuera.
PD: Joserra ha puesto en su Land una playlist del verdadero club de Amy. Nada que ver con la muerte y sí con la vida.
Publicado por
elhombreamadecasa
Enviar por correo electrónicoEscribe un blogCompartir en XCompartir con FacebookCompartir en Pinterest
3
comentarios
miércoles, 27 de julio de 2011
Buenas noticias
Me ha llegado una carta certificadísima de Hacienda. Tuve que firmar en varios sitios. Imposible hacerme el tonto y fingir que no me llegó. Me han hecho una paralela, creo que se dice. Al parecer había un error en la casilla 742, la correspondiente a RETENCIONES Y DEMÁS PAGOS A CUENTA por rendimientos del trabajo.
El caso es que me devuelven 7 euros menos de lo previsto. Y esto me hace muy feliz. Por un lado porque colaboro a auxiliar a las cuentas del Estado, tan malitas ultimamente. Por otro lado, y más importante, porque Hacienda demuestra su eficacia. Fueron capaces de darse cuenta de un error en sus propios datos. Yo me limité a decir que sí a todo lo que ponía en el borrador que me enviaron y que, delante mía, revisó uno de sus técnicos. Esto es muy gratificante porque ¿si son capaces de detectar un pequeño error en los rendimientos del trabajo, qué no harán con las grandes fortunas? Seguro que no dejan que se les escape ni un sólo céntimo de euro.
Publicado por
elhombreamadecasa
Enviar por correo electrónicoEscribe un blogCompartir en XCompartir con FacebookCompartir en Pinterest
7
comentarios
martes, 26 de julio de 2011
Ataque de risa
La penúltima canción de la cara A del disco "Bringing It All Back Home" es "Bob Dylan´s 115th Dream". Al poco de empezar a grabar la que sería la toma definitiva, a Bob Dylan y al productor Tom Wilson les da un ataque de risa, al parecer porque la banda entra a destiempo. Las risas interrumpen la canción y Wilson dice: Start again... hey, wait a minute fellas... OK, take two y arranca la canción con todo.
Ayer por la tarde, volvíamos de merendar en Ikea cuando sonó el sueño 115º de Dylan en el coche. Ponlo otra vez, ponlo otra vez, gritó Darío venga a reírse. Lo puse otra vez y a Darío le dio, definitivamente, un ataque de risa. En seguida se le contagió a Juan y luego a mí, que tuve que parar el coche hasta que se nos pasaron los espasmos y las lágrimas.
PD pedantilla: Al parecer, dejaron la toma falsa en homenaje a la grabación de "Milkcow Blues Boggie" que hizo Elvis Presley allá por 1954. Al comienzo de la misma se le oye decir al Rey del Rock tras parar la música: Hold fellas, that don´t... move me; let´s get real, real gone for a change (algo así como que no le molaba y que quería que le dieran más caña).
Lo anterior se cuenta en "Letras" un libro publicado a medias entre Globalrhythm y Alfaguara y que en la FNAC lo han rebajado desde 60 euros a 20. En cuanto lo vi tan barato, me lo compré.
Ayer por la tarde, volvíamos de merendar en Ikea cuando sonó el sueño 115º de Dylan en el coche. Ponlo otra vez, ponlo otra vez, gritó Darío venga a reírse. Lo puse otra vez y a Darío le dio, definitivamente, un ataque de risa. En seguida se le contagió a Juan y luego a mí, que tuve que parar el coche hasta que se nos pasaron los espasmos y las lágrimas.
PD pedantilla: Al parecer, dejaron la toma falsa en homenaje a la grabación de "Milkcow Blues Boggie" que hizo Elvis Presley allá por 1954. Al comienzo de la misma se le oye decir al Rey del Rock tras parar la música: Hold fellas, that don´t... move me; let´s get real, real gone for a change (algo así como que no le molaba y que quería que le dieran más caña).
Lo anterior se cuenta en "Letras" un libro publicado a medias entre Globalrhythm y Alfaguara y que en la FNAC lo han rebajado desde 60 euros a 20. En cuanto lo vi tan barato, me lo compré.
Publicado por
elhombreamadecasa
Enviar por correo electrónicoEscribe un blogCompartir en XCompartir con FacebookCompartir en Pinterest
2
comentarios
domingo, 24 de julio de 2011
Una ama de casa incomprendida
(Frase literal, según traducción de Amando Lázaro Ros, de "El signo de los cuatro", Sir Arthur Conan Doyle)
Publicado por
elhombreamadecasa
Enviar por correo electrónicoEscribe un blogCompartir en XCompartir con FacebookCompartir en Pinterest
3
comentarios
viernes, 22 de julio de 2011
Darío indignado con su padre (bonus track)
Publicado por
elhombreamadecasa
Enviar por correo electrónicoEscribe un blogCompartir en XCompartir con FacebookCompartir en Pinterest
5
comentarios
Etiquetas:
Juan y Darío preguntan
martes, 19 de julio de 2011
Tarde de verano
Una tarde de verano cualquiera, al amparo del aire acondicionado:
-Jugar a piedra-papel-tijera con los pies es más difícil de lo que parece. A mí siempre me sale papel.
-Le hicimos a Mercedes una exhibición de baile sincronizado de pies, con música fantasmal. Apabullada, lo único que atinó a decir fue: Voy a buscarme un trabajo para las tardes.
-Nos inventamos un superhéroe: Superalmohada. Su capa es una almohada y sufre narcolpesia (lo segundo explica lo primero).
-Estábamos hablando de uñas, cuando Juan gritó: "¡PAPÁ NO ES UN PADRASTRO, ES UN PADRE!
-Al parecer, los juegos que excluyen el riesgo de lesiones gravísima de espaldas son un rollo.
PD: ¿Es Henry James un One Hit Wonder de la literatura? Leyendo en diagonal, conseguí terminar "La fontana sagrada". Tostón mayúsculo. Cuando vi la estupenda edición que Valdemar había hecho de esta novela, me acordé de cuánto me gustó "Otra vuelta de tuerca" y me lo compré. El primer intento de leer "La fontana sagrada" fracasó. La semana pasada lo intenté de nuevo. Me lo he terminado por terminarlo. Pocas cosas me irritan más que una novela de más de trescientas páginas que en realidad es un cuento, regularcito, de veinte. En la contraportada pone "sin duda se trata de una de las novelas más insólitas y originales de la literatura moderna". Y sobre las contraportadas, Daniel Pennac dice "esas patéticas exhortaciones que aparecen en el dorso de los libros".
-Jugar a piedra-papel-tijera con los pies es más difícil de lo que parece. A mí siempre me sale papel.
-Le hicimos a Mercedes una exhibición de baile sincronizado de pies, con música fantasmal. Apabullada, lo único que atinó a decir fue: Voy a buscarme un trabajo para las tardes.
-Nos inventamos un superhéroe: Superalmohada. Su capa es una almohada y sufre narcolpesia (lo segundo explica lo primero).
-Estábamos hablando de uñas, cuando Juan gritó: "¡PAPÁ NO ES UN PADRASTRO, ES UN PADRE!
-Al parecer, los juegos que excluyen el riesgo de lesiones gravísima de espaldas son un rollo.
PD: ¿Es Henry James un One Hit Wonder de la literatura? Leyendo en diagonal, conseguí terminar "La fontana sagrada". Tostón mayúsculo. Cuando vi la estupenda edición que Valdemar había hecho de esta novela, me acordé de cuánto me gustó "Otra vuelta de tuerca" y me lo compré. El primer intento de leer "La fontana sagrada" fracasó. La semana pasada lo intenté de nuevo. Me lo he terminado por terminarlo. Pocas cosas me irritan más que una novela de más de trescientas páginas que en realidad es un cuento, regularcito, de veinte. En la contraportada pone "sin duda se trata de una de las novelas más insólitas y originales de la literatura moderna". Y sobre las contraportadas, Daniel Pennac dice "esas patéticas exhortaciones que aparecen en el dorso de los libros".
Publicado por
elhombreamadecasa
Enviar por correo electrónicoEscribe un blogCompartir en XCompartir con FacebookCompartir en Pinterest
3
comentarios
lunes, 18 de julio de 2011
Jugando al Scalextric
Caín y Abel tienen un Scalextric en Albacete. No es vintage. Pero da igual, despierta nuestro lado más competitivo y toda vale con tal de ganar. Véase si no esta foto:
Este fin de semana, estuvimos allí y echamos unas partiditas.
Sesión de mañana. El Scalextric no es un juego fácil. Necesita su espacio y montarlo lleva bastante tiempo. Hay que peraltar las curvas bien, ajustar las piezas, soplar los bajos del coche... Además, uno debe tener las articulaciones jóvenes y en forma. Ni mis rodillas ni mi espalda tienen ya edad para estar cada dos segundos recogiendo coches y poniéndolos en el carril. Pero un padre digno de tal nombre debe jugar con sus hijos, así pierda todo el líquido sinovial en el intento.
Empezaron jugando Juan y Darío. A Darío eso de ser sutil e ir despacio para que el coche no tome las curvas en línea recta no le va. Su Renault se salía cada dos por tres. Encima, a las pocas vueltas se empeñó en decir que él había dicho que quería el coche rojo cuando, estoy seguro de ello, había dicho antes que quería el azul. No voy a reproducir aquí todo lo que dijo, basta con saber que se enfadó y que los coches del Scalextric son más resistente de lo que parecen.
Sustituí a Darío y Juan y yo nos preparamos para revivir viejas rivalidades. El público rugió cuando mi coche calentó motores.
La primera carrera a veinte vueltas la perdí. La seguda carrera a cincuenta vueltas la perdí. No estaba dispuesto a perder la tercera carrera a sesenta vueltas. Conforme mi coche iba cogiendo ventaja, empecé a ser acusado de hacer trampas. Acusaciones a todas luces injustas. ¿Qué culpa pude tener yo de que mi pie o mi codo sacaran al Ferrari de Juan de la pista? Eso son accidentes. Además, nadie me vio desenchufar el mando de mi hijo. Decir que lo saqué de su sitio para ganar son excusas de mal perdedor.
Descanso. Mi suegro nos hizo de comer arroz señoret (no sé si lo escribo bien). Es un arroz hecho en paella, con fumet, y que tiene la gran virtud de que se come todo, sin tener que andar pelando marisco ni repelando huesos. Ah, que bien conoce mi suegro a sus niestos a su yerno.
De postre, comimos un melón Bollo. El melón llevaba una gran pegatina negra y dorada con todos los premios que había ganado la marca. Sujeto a la pegatina iba un grueso cordón del que colgaba ni más ni menos que la garantía del producto. Si no sale bueno, te lo cambian por otro. Flipé.
Sesión de tarde. Juan y yo nos dimos la mano, nos comprometimos a no hacer trampa (lo que no quiere decir que yo acepatara haberlas hecho antes) y nos dispusimos a competir de nuevo. Bauticé a mi coche con el nombre de Meteoro (ver dibujo abajo) pero ni con esas. Juan era imbatible.
Nuestro pacto de caballeros prohibía las trampas pero nada decía de hacer mejoras aerodinámicas en el coche. Pedí tiempo muerto, entré en boxes y apañé el alerón delantero de mi bólido. Había qué ver cómo se agarraba al asfalto y la manera espectacular en que tomaba las curvas. ¡La victoria iba a ser mía!
Me faltaban tres vueltas para ganar cuando intervino mi suegro con no sé qué rollo del Reglamento del Scalextric. Las mejoras que había hecho en mi coche eran antirreglamentarias y me descalificaban de la carrera. Maldición. Todas las injusticias se cometen conmigo.
PD: Los arroces de mi suegro tienen muchas virtudes. No sé si la que más aprecio es que siempre hace de más y me apaña la comida del día siguiente.
Este fin de semana, estuvimos allí y echamos unas partiditas.
Sesión de mañana. El Scalextric no es un juego fácil. Necesita su espacio y montarlo lleva bastante tiempo. Hay que peraltar las curvas bien, ajustar las piezas, soplar los bajos del coche... Además, uno debe tener las articulaciones jóvenes y en forma. Ni mis rodillas ni mi espalda tienen ya edad para estar cada dos segundos recogiendo coches y poniéndolos en el carril. Pero un padre digno de tal nombre debe jugar con sus hijos, así pierda todo el líquido sinovial en el intento.
Empezaron jugando Juan y Darío. A Darío eso de ser sutil e ir despacio para que el coche no tome las curvas en línea recta no le va. Su Renault se salía cada dos por tres. Encima, a las pocas vueltas se empeñó en decir que él había dicho que quería el coche rojo cuando, estoy seguro de ello, había dicho antes que quería el azul. No voy a reproducir aquí todo lo que dijo, basta con saber que se enfadó y que los coches del Scalextric son más resistente de lo que parecen.
Sustituí a Darío y Juan y yo nos preparamos para revivir viejas rivalidades. El público rugió cuando mi coche calentó motores.
La primera carrera a veinte vueltas la perdí. La seguda carrera a cincuenta vueltas la perdí. No estaba dispuesto a perder la tercera carrera a sesenta vueltas. Conforme mi coche iba cogiendo ventaja, empecé a ser acusado de hacer trampas. Acusaciones a todas luces injustas. ¿Qué culpa pude tener yo de que mi pie o mi codo sacaran al Ferrari de Juan de la pista? Eso son accidentes. Además, nadie me vio desenchufar el mando de mi hijo. Decir que lo saqué de su sitio para ganar son excusas de mal perdedor.
Descanso. Mi suegro nos hizo de comer arroz señoret (no sé si lo escribo bien). Es un arroz hecho en paella, con fumet, y que tiene la gran virtud de que se come todo, sin tener que andar pelando marisco ni repelando huesos. Ah, que bien conoce mi suegro a sus niestos a su yerno.
De postre, comimos un melón Bollo. El melón llevaba una gran pegatina negra y dorada con todos los premios que había ganado la marca. Sujeto a la pegatina iba un grueso cordón del que colgaba ni más ni menos que la garantía del producto. Si no sale bueno, te lo cambian por otro. Flipé.
Sesión de tarde. Juan y yo nos dimos la mano, nos comprometimos a no hacer trampa (lo que no quiere decir que yo acepatara haberlas hecho antes) y nos dispusimos a competir de nuevo. Bauticé a mi coche con el nombre de Meteoro (ver dibujo abajo) pero ni con esas. Juan era imbatible.
Nuestro pacto de caballeros prohibía las trampas pero nada decía de hacer mejoras aerodinámicas en el coche. Pedí tiempo muerto, entré en boxes y apañé el alerón delantero de mi bólido. Había qué ver cómo se agarraba al asfalto y la manera espectacular en que tomaba las curvas. ¡La victoria iba a ser mía!
Me faltaban tres vueltas para ganar cuando intervino mi suegro con no sé qué rollo del Reglamento del Scalextric. Las mejoras que había hecho en mi coche eran antirreglamentarias y me descalificaban de la carrera. Maldición. Todas las injusticias se cometen conmigo.
PD: Los arroces de mi suegro tienen muchas virtudes. No sé si la que más aprecio es que siempre hace de más y me apaña la comida del día siguiente.
Publicado por
elhombreamadecasa
Enviar por correo electrónicoEscribe un blogCompartir en XCompartir con FacebookCompartir en Pinterest
5
comentarios
viernes, 15 de julio de 2011
Juan pregunta
Publicado por
elhombreamadecasa
Enviar por correo electrónicoEscribe un blogCompartir en XCompartir con FacebookCompartir en Pinterest
9
comentarios
Etiquetas:
Juan y Darío preguntan
jueves, 14 de julio de 2011
Londres, misterio y anécdota
Misterio. La calefacción del apartamento en el que estuvimos, estaba camuflada detrás de la pared. Para poder acceder a ella, había que quitar una pequeña tapa de madera, según nos explicó la encargada. Cuando se marchó, lo hice para ver cómo se ponía en marcha y descubrí un paquete de tabaco sin abrir (y todavía precintado) escondido junto al radiador. Las advertencias infernales sobre las consecuencias de fumar estaban escritas en alemán y en italiano. Nos pasamos los tres días divagando sobre el paquete de tabaco. ¿Qué hacía allí? ¿Quién lo había colocado? ¿Alguien estaba dejando de fumar pero se guardaba un as en la manga? ¿El apartamento era el escondrijo de unos estraperlistas? ¿Cómo es posible que el tabaco sea tan caro en Londres?
Cuando nos marchábamos, mi hermana le habló del paquete a la encargada y yo se lo enseñé. La encargada sonrió asombrada y se quedó el tabaco, como si no supiera nada del asunto. Twenty cigarettes free, dijo. Pero, al guardárselo, descubrí en su rostro una mueca sospechosa. Al salir del edificio, hizo el amago de dárselo a una vecina pero esta la miro con cara extrañada, como diciendo "si sabes que no fumo, ¿para qué me das eso?".
No consigo resolver el asunto. Mi última suposición incluye una cámara ultrasensible bien escondida entre cigarro y cigarro, así como una sofisticadísima red de espionaje.
Anécdota. El vuelo de vuelta salía a las siete y media de la tarde y habíamos acordado dejar el apartamento a las diez de la mañana. No nos seducía nada la idea de pasarnos el día con las maletas de aquí para allá. Nuestra primera opción fue dejarlas en una taquilla en la estación de Victoria pero no teníamos la certeza de que las hubiera. Además, un amigo nos advirtió de que tal vez las hubiera pero que, entonces, nos obligarían a pasar todo tipo de controles desagradables por culpa de las medidas antiterroristas.
Optamos por la segunda opción: pedirle a la encargada del apartamento que nos las guardara en su oficina hasta la hora de irnos. No nos puso ninguna pega y, de paso, nos recomendó una empresa de taxis con la que solían trabajar y que hacía buenos precios.
Después de un largo paseo por Hyde Park, pensamos que perderíamos mucho tiempo si íbamos hasta la oficina a por el equipaje y volvíamos a Victoria. Mi hermana llamó a la encargada y le preguntó si sería tan amable de llamar a un taxi de la empresa que nos había recomendado, meter nuestras maletas y decirle que nos las llevara a la esquina de Carnaby con Great Marlborough. Le respondió que por supuesto sería tan amable.
Felices y contentos, seguimos paseando. Después de meternos entre pecho y espalda un estupendo fish and chips y una espesa pinta de Guinnes, con esa espuma digna del mejor café con leche, nos fuimos al punto de encuentro unos minutos antes de la cita. Habíamos quedado a las cuatro y media, con tiempo de sobra para llegar a Victoria, y el taxista debería identificarnos porque llevaríamos un paraguas rojo abierto.
No llovía. Tal vez esa fue la razón por la que todos los que pasaban a nuestro lado nos miraban como diciendo: Están locos estos turistas.
A las cinco menos veinte, empezamos a ponernos nerviosos. Fui de la opinión de que no debíamos dejarnos llevar por el pánico hasta diez minutos después. La comida no había consegido pasar de nuestros esófagos y amenazaba con volver al aire libre. A las cinco menos cuarto, mi hermana dijo que pasaba de todo y que se iba a aeropuerto. Yo no lo tenía tan claro. En mi maleta iban todas mis compras y me resistía a perderlas. ¿Cómo seguir viviendo sin
Tal y como estaba previsto, a las cinco menos diez nos dejamos llevar por el pánico. Con el paraguas rojo abierto de par en par, empezamos a corretear por Great Marlborough Street. En apenas cinco minutos, habíamos recorrido seis millas y no sé cuántas yardas.
Entonces pasaron dos cosas: (1) el taxista llamó diciendo que estaba en el número 40 de dicha calle y (2) pasó Helena Bonham Carter vestida como una espantaja.
Corrimos al número 40. Allí, por supuesto, no había nadie. Eso, junto al impacto que nos había producido ver a una estrella de Hollywood tan mal vestida, acabó definitivamente con nuestra cordura. Nos separamos de forma imprudente y empezamos a parar taxis, meter cabezas por las ventanillas bajadas y perseguir cualquier cosa parecida a una maleta roja.
Al final, en el proverbial último segundo de los tebeos y las pelis de acción, Mercedes encontró un coche sin señal alguna que lo identificara, lejos del número 40, con Mike Tyson al volante (ver entrada anterior) y nuestras maletas en el asiento de atrás.
-Rápido -le gritó mi hermana-, a la estación de Victoria.
-Serán 20 libras más las 13 de traer el equipaje.
-Lo que sea, pero rápido (*).
Una vez dentro del taxi, nos dio un ataque de risa. Y fin.
(*) Conersación en inglés en el original.
Cuando nos marchábamos, mi hermana le habló del paquete a la encargada y yo se lo enseñé. La encargada sonrió asombrada y se quedó el tabaco, como si no supiera nada del asunto. Twenty cigarettes free, dijo. Pero, al guardárselo, descubrí en su rostro una mueca sospechosa. Al salir del edificio, hizo el amago de dárselo a una vecina pero esta la miro con cara extrañada, como diciendo "si sabes que no fumo, ¿para qué me das eso?".
No consigo resolver el asunto. Mi última suposición incluye una cámara ultrasensible bien escondida entre cigarro y cigarro, así como una sofisticadísima red de espionaje.
Anécdota. El vuelo de vuelta salía a las siete y media de la tarde y habíamos acordado dejar el apartamento a las diez de la mañana. No nos seducía nada la idea de pasarnos el día con las maletas de aquí para allá. Nuestra primera opción fue dejarlas en una taquilla en la estación de Victoria pero no teníamos la certeza de que las hubiera. Además, un amigo nos advirtió de que tal vez las hubiera pero que, entonces, nos obligarían a pasar todo tipo de controles desagradables por culpa de las medidas antiterroristas.
Optamos por la segunda opción: pedirle a la encargada del apartamento que nos las guardara en su oficina hasta la hora de irnos. No nos puso ninguna pega y, de paso, nos recomendó una empresa de taxis con la que solían trabajar y que hacía buenos precios.
Después de un largo paseo por Hyde Park, pensamos que perderíamos mucho tiempo si íbamos hasta la oficina a por el equipaje y volvíamos a Victoria. Mi hermana llamó a la encargada y le preguntó si sería tan amable de llamar a un taxi de la empresa que nos había recomendado, meter nuestras maletas y decirle que nos las llevara a la esquina de Carnaby con Great Marlborough. Le respondió que por supuesto sería tan amable.
Felices y contentos, seguimos paseando. Después de meternos entre pecho y espalda un estupendo fish and chips y una espesa pinta de Guinnes, con esa espuma digna del mejor café con leche, nos fuimos al punto de encuentro unos minutos antes de la cita. Habíamos quedado a las cuatro y media, con tiempo de sobra para llegar a Victoria, y el taxista debería identificarnos porque llevaríamos un paraguas rojo abierto.
No llovía. Tal vez esa fue la razón por la que todos los que pasaban a nuestro lado nos miraban como diciendo: Están locos estos turistas.
A las cinco menos veinte, empezamos a ponernos nerviosos. Fui de la opinión de que no debíamos dejarnos llevar por el pánico hasta diez minutos después. La comida no había consegido pasar de nuestros esófagos y amenazaba con volver al aire libre. A las cinco menos cuarto, mi hermana dijo que pasaba de todo y que se iba a aeropuerto. Yo no lo tenía tan claro. En mi maleta iban todas mis compras y me resistía a perderlas. ¿Cómo seguir viviendo sin
Tal y como estaba previsto, a las cinco menos diez nos dejamos llevar por el pánico. Con el paraguas rojo abierto de par en par, empezamos a corretear por Great Marlborough Street. En apenas cinco minutos, habíamos recorrido seis millas y no sé cuántas yardas.
Entonces pasaron dos cosas: (1) el taxista llamó diciendo que estaba en el número 40 de dicha calle y (2) pasó Helena Bonham Carter vestida como una espantaja.
Corrimos al número 40. Allí, por supuesto, no había nadie. Eso, junto al impacto que nos había producido ver a una estrella de Hollywood tan mal vestida, acabó definitivamente con nuestra cordura. Nos separamos de forma imprudente y empezamos a parar taxis, meter cabezas por las ventanillas bajadas y perseguir cualquier cosa parecida a una maleta roja.
Al final, en el proverbial último segundo de los tebeos y las pelis de acción, Mercedes encontró un coche sin señal alguna que lo identificara, lejos del número 40, con Mike Tyson al volante (ver entrada anterior) y nuestras maletas en el asiento de atrás.
-Rápido -le gritó mi hermana-, a la estación de Victoria.
-Serán 20 libras más las 13 de traer el equipaje.
-Lo que sea, pero rápido (*).
Una vez dentro del taxi, nos dio un ataque de risa. Y fin.
(*) Conersación en inglés en el original.
Publicado por
elhombreamadecasa
Enviar por correo electrónicoEscribe un blogCompartir en XCompartir con FacebookCompartir en Pinterest
4
comentarios
miércoles, 13 de julio de 2011
Del centro de planchado al recurso literario
Los niños ya se habían dormido, más o menos, y me asomé a la salita para decirle algo a Mercedes. No me acuerdo si iba a decirle que me iba a la cama a leer, si le decía que mi vida sin ella no tenía sentido porque era el sol que iluminaba mis días y la luna que plateaba mis noches o a pedirle que no hiciera tanto ruido cuando se levantara por las mañanas porque yo no tenía que madrugar. Sea como fuere, no pude hablar. Me quedé embobado mirando el anuncio de un centro de planchado que echaban en la tele. La plancha tenía un diseño espectacular y cuando la actriz la pasaba por un camisa arrugadísisma, esta (la camisa, no la actriz) (*) se quedaba lisa a más no poder. Cuando me recuperé de la emoción conseguí decir: La... quiero... para... reyes.
PD: Me han entrevistado en el blog Smokinrolls. Podéis no pinchar en el enlace, pero os quedaríais sin ver una foto muy divertida.
PDII: Según yo y el pediatra de los niños, un hecho puntual que provoque mucho estrés puede desencadenar la enfermedad. Mercedes dice que somos unos flipados. Y añade: Vaya par.
PDIII: Propongo convocar con urgencia un congreso de padres y madres para consensuar unos estándares mínimos de calidad que justifiquen la frase Papá/mamá, mira. Ya está bien de que nos obliguen a dejar lo que estamos haciendo para ver cualquier tontería sin sustancia.
PDIV: Terrible caballo de troya. En el equipaje de los niños que nos devolvió mi madre, había un par de DVDs de Cantajuegos. Le he dicho a Darío que en ningún aparato de casa se pueden ver esas atrocidades. No se lo cree.
(*) Pensaba que este tipo de aclaración entre paréntesis era un recursos que le copiaba a David Foster Wallace pero acabo de descubrir que Charles Dickens lo usaba varios siglos atrás. ¿Todo está inventado?
Publicado por
elhombreamadecasa
Enviar por correo electrónicoEscribe un blogCompartir en XCompartir con FacebookCompartir en Pinterest
8
comentarios
martes, 12 de julio de 2011
Londres, breves (*)
Comprended que no dé muchas explicaciones sobre mi temor de convertirme, a miles de metros de altura, en la Ana Obregón del sexo masculino.
Hay gente que, cuando el avión despega, siguen leyendo o a lo suyo, como si aquello no fuera con ellos. Creo que es una impostura, disimulan no estar asustados. Yo fijo la mirada al frente, respiro acompasadamente y echo en falta un agarrador como el de los coches al que poder sujetarme con todas mis fuerzas.
Volamos en Ryanair y todo salió bien.
Los aviones en el aire se convierten en mercadillos donde se empeñan en venderte desde rascas (como los de la ONCE) a perfúmenes caros a precios de infarto (según ellos).
Estaba tan subyugado que hasta los suburbios de Londres me parecieron encantadores.
Ya conté que nos encontramos por casualidad con el cambio de guardia en Buckingham. Nosotros y miles de personas más. Salimos de allí despavoridos.
Desarrollé la siguiente teoría: estamos acostumbrados a tomar referencias en el tráfico desde el lado habitual del conductor del coche. Al cambiar ese lado, todas nuestras referencias se van a tomar por saco. Y es por ello que el tráfico en Londres parece tan alocado. Bordeamos el atropello en dos ocasiones.
Admito mi gusto (estético, un poco carnal) por las inglesas neumáticas, de piel lechosa, melena rubia de más y ligeros ecos a mantequilla.
Mi hermana dudaba del apartamento. Lo había encontrado en una página que no controlaba, las fotos eran increíbles, el precio inmejorable y estaba en muy buen sitio. Muy sospechoso. Contra toda lógica, no tuvimos ningún problema.
Una libra no es un euro. Un euro no son cien pesetas. Parece fácil de retener, ¿verdad? Pues no os creáis.
Son muchos los ciclistas en Londres. Verdaderos héroes y heroínas que se juegan la vida a diario por un mundo menos contaminado.
Vi a mucha gente corriendo con mochilas. Según Mercedes, es que habían salido de trabajar, se habían puesto la ropa de correr y volvían a casa en carrera continua.
Me hice un montón de fotos con una famosa de la tele. Claro que, viajaba con ella. Unas girlscout de Extremadura se echaron una foto con la misma famosa de la tele que yo.
Por si el viaje en sí no era suficiente, mi hermana me tenía preparada una sorpresa. Qué sigo sorpresa, una megaultrahipersorpresa. La sorpresa de todas las sorpresas. Un concierto de Eels:
Las tres cosas que más le gustan al baterista de Eels son (1) ver bodas reales, (2) The Beatles y (3) cantar. A mí me encantan los bateristas que cantan pero toda regla tiene su excepción.
Que la originalidad me perdone pero el concierto de Eels fue en un marco "incomparable".
Antes del concierto, entramos a un pub que nos gustó mucho y cuyo nombre no consigo recordar. Una de las mesas estaba reservada para los "Gay Bird Watchers" (¿?). El camarero resultó ser un integrista de la Guinnes. No era un gay bird, más bien un gay bear. Y sí, le gusté.
Como somos de secano, nos gusta ver llover. Caminar con los zapatos mojados, no tanto.
Según Mercedes, el Parlamento se parecía a esos castillos de arena que se hacen dejando chorrear entre los dedos arena muy mojada. Yo no podía dejar de compadecerme de la persona a la que le tocara limpiar todo eso.
Debe haber alguna explicación psicológica para que la ropa rebajada sea siempre más fea que la de nueva temporada. Algo del estilo "si le han bajado el precio, por algo será".
Una nunca sabe lo suficiente. ¿Cómo he podido llevar hasta aquí sin saber nada de Penguin?
La página modculture ha resultado ser poco de fiar. Los locales que recomendaban en los que pinchaban soul o no existían o eran Starbucks.
Cuando entramos a Hyde Park, llovía y hacía frío. Luego salió el sol y fue verano. Al poco, volvió la lluvia y una ráfaga de viento arrancó hojas de los árboles. Hyde Park rota y se traslada con independencia del resto del planeta.
Estuvimos en la tienda de la marca de Liam Gallagher y para la que diseña Paul Weller. Mi hermana, una irreverente que arderá en el infierno, se atrevió a decir que Paul Weller (al que los mods llamamos "padrino") posa como Norma Duval para Punto Roma. A punto de perder la amistad.
Tampoco puedo contar el desafortunadísimo comentario que Mercedes le hizo al taxista que nos llevó a la estación Victoria. Se parecía a Mike Tyson y no estaba para tonterías. Qué mal rato.
Estrenamos avión en el viaje de vuelta. El pasaje estalló en aplausos al saberlo.
La realidad siempre está esperando a recibirte. Calor sofocante, frigorífico vacío, suelo con restregones, polvo en las estanterías, fiebre en los hijos. Pero no importa. Hemos estado en Londres.
(La anécdota y el gran misterio del paquete de tabaco, mañana.)
(*) No he estado muy acertado con el título, demasiado cacofónico. Tenía uno alternativo, ligeramete desconcertante pero fácil de entender en una segunda lectura: "Mi madre, esa santa".
Publicado por
elhombreamadecasa
Enviar por correo electrónicoEscribe un blogCompartir en XCompartir con FacebookCompartir en Pinterest
5
comentarios
lunes, 11 de julio de 2011
Crueldad femenina
Ayer fuimos a la piscina. Mercedes se ofreció a echarme la crema para el sol. Empezó por los hombros y la espalda. Cuando llegó a la cara me preguntó: ¿te echo también en las entradas?
Publicado por
elhombreamadecasa
Enviar por correo electrónicoEscribe un blogCompartir en XCompartir con FacebookCompartir en Pinterest
4
comentarios
domingo, 10 de julio de 2011
Londres, después
A continuación una primera narración/valoración del viaje. Para llevar un poco de orden, usaré de guía la entrada anterior.
Si estáis leyendo esto es que (1) todo ha salido como estaba previsto, (2) blogger ha publicado, por fin, una entrada programada y (3) estoy en Londres (a punto de volver, pero en Londres). Pues sí, Blogger cumplió con su palabra y publicó la entrada tal y como habíamos quedado. Los vuelos también fueron puntuales, los taxistas amables, el apartamento tan modernísimo como en las fotos y el tiempo variado.
Mi hermana mayor (pero más pequeña que yo) me ha regalado el viaje por mi cumpleaños. Ella es así. También se viene Mercedes, así que los tres nos lo vamos a pasar chupi lerendi. Chupi lerendi es poco pero no sé qué va por delante de Chupi Lerendi.
No he hecho muchos planes. Es lo mejor. Si haces un viaje de tres días con la agenda muy apretada, lo normal es que te pases todo el tiempo corriendo de aquí para allá y no disfrutes nada. De todas formas, esto es lo que quisiera hacer:
-Pasear por Hyde Park. Hecho. Fuimos la tercera mañana, con las plantas de los pies y el cuerpo en general bastante perjudicados. Pero el lugar nos hizo olvidar el cansancio. Vi a corredores avanzar sin esfuerzo y pensé que yo también correría en estado de ingravidez si lo hiciera en Hyde Park. Vimos a la ardilla que sale en el vídeo de Hyde Park (ver post anterior). Y si no era la misma, se le parecía un montón.
-Pasear por Regent´s Park, donde se conocieron Pongo y Perdita. Aquí no llegamos. Pero está bien dejar cosas pendientes para la próxima visita.
-Empuarme de por vida en Carnaby Street. Esto resultó algo inexacto. Primero porque no me empué de por vida, solo por cinco o seis años. Y después, porque no lo hice en Carnaby Street, también en Camden Town y en Covent Garden.
-No comprar ningún vinilo de 12 pulgadas para no tener problemas con el equipaje de mano. Por dios, qué estrictos son. Me hubieran cabido en la maleta, la verdad, pero no quise forzar la situación. Los que fueron comodísimo, y bien protegidos por unos polos y camisas monísimos, fueron varios singles de la Motown y de Stax. Y uno con esta cancionzaca:
-Hacer cucamonas a los guardias del Palacio de Buckingham. Esto lo puse para hacer gracia. No me interesaba nada de nada este asunto. Además, de haberlo hecho, estoy convencido de que hubiera sido el primer turista en recibir un guantazo de un guardia real. Es la clase de cosas que me pasan. Curiosamente, al salir de la estación de Victoria, decidimos dar un paseo antes de coger el taxi y nos topamos con el cambio de guardia. Así que, sin querer, lo vimos.
-Comer fish and chips y desayunar bacon and eggs. Francamente, el Fish and chips me decepcionó un poco. Me lo imaginaba más grasiento y cutre. El desayuno estaba a la altura de mis mayores expectativas. Ese bacon requemado, esa salchicha de gran calibre, y esas judías... ah, las judías. No entiendo las críticas a la cocina británica. Me parecen profundamente injustas.
-Quedarme con las ganas de montar en el London Eye. Todavía no se ha fabricado la pastilla de biodramina lo suficientemente grande para evitar que me maree en una noria. Tampoco monté en barco por el Thames ni en barca por el Serpentine.
-Perderme en los mercados de Portobello y Candem. En Portobello no estuvimos. En Candem sí. Vaya que sí.
-Lucir palmito con mi polo negro (ribete amarillo) con corbatín a juego de Ben Sherman. Lo que voy a contar ahora es estrictamente cierto. Un nativo de Londres me felicitó por mi corbatín a juego con el polo y otro no tuvo más remedio que parar su bicicleta y piropear a mi hermana y a Mercedes. No quepo en mí de orgullo.
-Comprar algún libro de viejo de Stevenson, Kipling o Conrad. Otra de las cosas que quedan pendientes. Pero me hice con el especial de la revista Mojo de los años sesenta y por poco no me hago con el último ejemplar del NoW.
-Esconderme detrás de las faldas de Mercedes y mi hermana, que sean ellas las que hablen en inglés. Mi hermana parecía una inglesa más. Menuda suerte viajar con alguien así. El inglés de Mercedes oscilaba entre el de Nigeria y el de las antiguas Miladys. Es que muchas de las mujeres con las que trabaja son nigerianas y está estudiando inglés con un antiguo curso de la BBC. La gente la miraba con extrañeza cuando se dirigía a ellos con expresiones que, traducidas, venían a ser algo así como "Vuesencia sería tan amabale de..."
-Beber cerveza bien caliente. Más que caliente era del tiempo. Pero una Guinnes bien tirada es un placer digno del Rey Arturo. (La sidra con hielo está bien pero molan más los culines escanciados.)
-Comprar para los niños sendas camisetas con el lema "Someone who loves me very much was in London and brought me this t-shirt". Esto era broma y copiado tal cual del Google Translator. Los regalos, tras un primer momento de desconcierto, gustaron.
-Etcétera. En la siguiente entrada (incluida la gran anécdota, mitad terror mitad comedia, que todo buen viaje debe incluir).
Publicado por
elhombreamadecasa
Enviar por correo electrónicoEscribe un blogCompartir en XCompartir con FacebookCompartir en Pinterest
5
comentarios
jueves, 7 de julio de 2011
Londres
Si estáis leyendo esto es que (1) todo ha salido como estaba previsto, (2) blogger ha publicado, por fin, una entrada programada y (3) estoy en Londres (a punto de volver, pero en Londres).
Mi hermana mayor (pero más pequeña que yo) me ha regalado el viaje por mi cumpleaños. Ella es así. También se viene Mercedes, así que los tres nos lo vamos a pasar chupi lerendi.
No he hecho muchos planes. Es lo mejor. Si haces un viaje de tres días con la agenda muy apretada, lo normal es que te pases todo el tiempo corriendo de aquí para allá y no disfrutes nada. De todas formas, esto es lo que quisiera hacer:
-Pasear por Hyde Park.
-Pasear por Regent´s Park, donde se conocieron Pongo y Perdita (ver dibujo arriba).
-Empuarme de por vida en Carnaby Street.
-No comprar ningún vinilo de 12 pulgadas para no tener problemas con el equipaje de mano. Por dios, qué estrictos son.
-Hacer cucamonas a los guardias del Palacio de Buckingham.
-Comer fish and chips y desayunar bacon and eggs.
-Quedarme con las ganas de montar en el London Eye. Todavía no se ha fabricado la pastilla de biodramina lo suficientemente grande para evitar que me maree en una noria.
-Perderme en los mercados de Portobello y Candem.
-Lucir palmito con mi polo negro (ribete amarillo) con corbatín a juego de Ben Sherman.
-Comprar algún libro de viejo de Stevenson, Kipling o Conrad.
-Esconderme detrás de las faldas de Mercedes y mi hermana, que sean ellas las que hablen en inglés.
-Beber cerveza bien caliente.
-Comprar para los niños sendas camisetas con el lema "Someone who loves me very much was in London and brought me this t-shirt".
-Etcétera.
Publicado por
elhombreamadecasa
Enviar por correo electrónicoEscribe un blogCompartir en XCompartir con FacebookCompartir en Pinterest
5
comentarios
martes, 5 de julio de 2011
The People´s Choice
Fragmento de "Tumble Home" de Amy Hempel:
...es igual que el caso de aquellos dos pintores que contrataron a una empresa de marketing para saber cuáles eran los gustos pictóricos de los estadounidenses. Aquellos artistas pintaron un cuadro según el resultado de la encuesta, y lo que nos gusta se supone que es un cuadro del tamaño de un lavaplatos, con un fondo azul, con un personake bíblico y un paisaje.
...es igual que el caso de aquellos dos pintores que contrataron a una empresa de marketing para saber cuáles eran los gustos pictóricos de los estadounidenses. Aquellos artistas pintaron un cuadro según el resultado de la encuesta, y lo que nos gusta se supone que es un cuadro del tamaño de un lavaplatos, con un fondo azul, con un personake bíblico y un paisaje.
Publicado por
elhombreamadecasa
Enviar por correo electrónicoEscribe un blogCompartir en XCompartir con FacebookCompartir en Pinterest
3
comentarios
lunes, 4 de julio de 2011
Dos huevos
Algunos refranes cuentan con su antirrefrán. No por mucho madrugar, amanece más temprano. A quien madruga, Dios le ayuda. Otros son, por si mismos, ambivalentes. Un amigo, que va a ser padre de una niña dentro de poco, pasó muchos años intrigado por el verdadero significado de este refrán: Cuando seas padre, comerás dos huevos. A veces, parecía significar que cuando uno fuera padre, sería el rey y mientas todos se conformaban con un huevo, uno podría comerse una gran torrilla. Otras veces, parecía significar que cuando uno fuera padre, los problemas llegarían a pares. Del verdadero significado del dichoso refrán dependían una serie de decisiones trascendentales a tomar en la vida.
Esta mañana, les he propuesto a los niños ir a la piscina. Se han puesto muy contentos y han empezado a buscar los bañadores. Darío había dado por sentado que nos iríamos con su prima. Juan que con uno de sus amigos. Al enterarse de que se iban solo conmigo, se han negado a ir. Me he quedado con la crema solar en la mano y con cara de circunstancias.
Lo anterior me ha recordado a una escena que vivimos mi padre y yo hace muuucho tiempo. Estábamos en Mazarrón. Era verano. Habíamos quedado con un vecino y su hijo (mi amigo) para ir los cuatro juntos a la playa. A última hora, ellos dijeron que no y yo me negué a ir solo con mi padre. A él le hacía ilusión que nos bañáramos juntos y se llevó un gran disgusto.
Cuando eres padre, da igual todo lo que supieras antes y tus miles de ideas sobre el asunto. Se empieza de cero y vas aprendiendo poco a poco. Al principio, eres más que suficiente para tu hijo. Tu sola presencia le reconforta y hace feliz. No necesita nada más (salvo a la madre, huelga decirlo). Pero luego crecen y te vas quedando al lado. Uno lo sabe y afirma que es bueno, pero, a veces, se queda sin saber qué hacer con la crema solar.
Tampoco tengo muy clara la relación entre todo esto y el refrán de los huevos.
Esta mañana, les he propuesto a los niños ir a la piscina. Se han puesto muy contentos y han empezado a buscar los bañadores. Darío había dado por sentado que nos iríamos con su prima. Juan que con uno de sus amigos. Al enterarse de que se iban solo conmigo, se han negado a ir. Me he quedado con la crema solar en la mano y con cara de circunstancias.
Lo anterior me ha recordado a una escena que vivimos mi padre y yo hace muuucho tiempo. Estábamos en Mazarrón. Era verano. Habíamos quedado con un vecino y su hijo (mi amigo) para ir los cuatro juntos a la playa. A última hora, ellos dijeron que no y yo me negué a ir solo con mi padre. A él le hacía ilusión que nos bañáramos juntos y se llevó un gran disgusto.
Cuando eres padre, da igual todo lo que supieras antes y tus miles de ideas sobre el asunto. Se empieza de cero y vas aprendiendo poco a poco. Al principio, eres más que suficiente para tu hijo. Tu sola presencia le reconforta y hace feliz. No necesita nada más (salvo a la madre, huelga decirlo). Pero luego crecen y te vas quedando al lado. Uno lo sabe y afirma que es bueno, pero, a veces, se queda sin saber qué hacer con la crema solar.
Tampoco tengo muy clara la relación entre todo esto y el refrán de los huevos.
Publicado por
elhombreamadecasa
Enviar por correo electrónicoEscribe un blogCompartir en XCompartir con FacebookCompartir en Pinterest
7
comentarios
viernes, 1 de julio de 2011
Suscribirse a:
Entradas (Atom)