Cada miércoles un cuento en El Estafador

miércoles, 8 de diciembre de 2010

Puente

El puente ha ido de más a menos. Podría haber ido de menos a más pero no, ha ido de más a menos. Y con un canto en los dientes porque lo de mal es de tamaño cotidiano pero si lo de esta mañana en la autovía hubiera pasado de un susto, gordo, pero susto, hubiera terminado con un mal de tamaño hospitalario.

El viernes por la noche, como tanta gente, estuve pendiente del rollo malvado de los controladores. La cosa me recordó a Watchmen. En este tebeo, un supertipo atómico algo regular de la cabeza supone que la mejor manera de acabar con las divisiones humanas es traer una amenaza exterior. Con el enemigo común, la humanidad se uniría y todos seríamos felices. Lo de los controladores es algo similar, este odio comunal y compartido es de lo más catártico. Deberíamos despedirlos, quitarles todos los bienes, meterlos en la cárcel... dejar salir todo el odio y la rabia acumulada. Y, después, más relajados, empezar a cambiar esto.

Respecto a lo de los controladores, leí una cosa en el facebook muy acertada. Estos tipos han puesto al país patas arriba para defender sus intereses económicos y el gobierno, para defender el bien común, les ha mandado al ejército a que los ponga firmes. ¿Para cuándo el ejército en los bancos?

El sábado estuvimos de boda. Nos llevamos a Juan y a Darío a la ceremonia religiosa y como son de ética, la liaron. En un momento dado, cuando sonó una canción de casarse, decidieron que era el mejor momento para bailar el moonwalk encima de los bancos. ¿Por qué el moonwalk? Yo tampoco lo sé pero tuvimos que salir corriendo de allí.

A la cena ya fuimos sin ellos porque mi madre se los quedó. Allí, tomando vinos y cervezas y degustando un queso de cabra que quemaba el paladar de lo rico que estaba y un foie a los 18 kilates, un grupo de hombretones que hace solo unos años se iban de acampada durante días, comiendo solo lo que podían llevar en sus mochilas, presumían de mal olor y tenían fantasías con panaderas de aldea de mejillas arreboladas, estuvimos contándonos de forma cansina toda clase de anécdotas sobre nuestros hijos. Ah, lo que te cambian los años.

Después de los postres, puro en mano, Mercedes me propuso un pasatiempo muy divertido. Nos íbamos poniendo detrás de los grupos que se estaban echando fotos para salir como extras de fondo.

Por cierto, lo de Mercedes reclamando sus derechos cuando le ofrecen una birriosa caja con cuatro cigarrillos en vez del puro que le dan a los hombres sí que es una verdadera lucha feminista. Y un espectáculo digno de ver.

Cuando me iba, me comprometí a escribir aquí una cosa. Y la voy a escribir porque me comprometí y porque es verdad. En el mundo hay mucha gente mala pero nosotros (los amigos de la boda) somos todos buenos. Nuestras cosas tenemos pero somos buenos o, dicho de otra forma, no somos malos.

Después de la boda, podíamos pasar los días en Murcia tranquilamente o intentar alguna salida. Como parece que hay que salir, nos fuimos a Albacete. Y allí la cosa se nos torció. Mal tiempo, ninguna peli interesante para ver en el cine, un implante molar desatornillado y un hijo con fiebre. Y para colmo, tuvimos un encuentro de lo más desagradable. Hasta este puente, en Albacete solíamos encontrarnos con gente de altura: Raúl Cimas, Isabel León, Joaquín Pascual... Pero hoy, camino del centro de salud, hemos ido un buen rato en paralelo con el coche de María Dolores de Cospedal. Repeluznor.

Y luego, volviendo a casa, una tía se pone a adelantarnos y cuando estaba a nuestra izquierda se cambia de carril, así, a lo bruto. Mercedes se ha puesto a pitar y el copiloto de la loca le ha tenido que agarrar el volante y devolverla al carril de la derecha con un volantazo. No ha pasado nada pero por los pelos. Cada vez me gusta menos el coche.

Lo del cuento que Juan dice haber inventado cuando era una simple mórula y que trataba sobre una impresora carnívora aficionada al salchichón y con poderes predictivos, lo contaré otro día.

5 comentarios:

Laube Leal dijo...

Qué susto lo del coche y qué susto lo de ir en paralelo con la Cospe. Oye, ya tengo ganas de que nos hables de esa impresora.
Un besote

Chelo dijo...

a mi también me gusta cada vez menos el coche y el inicio ya era bastante bajo así que...

lo de los niños con fiebre en festivo ya es el colmo de la mala suerte, cruzo los dedoo que se aproxima un fin de semana

Beso!

Chelo dijo...

por cierto, qué mala suerte lo de la Cospe, con la gente interesante que debe haber en Albacete para cruzarse uno... :-P

elhombreamadecasa dijo...

Laube, pues sí, un susto de los grandes. De esos de estar un tiempo sin hacer viajes largos.

Chelo, sí que es un fastidio pero cuando se ponen malos en laborable también. En nuestro caso porque uno siempre está en casa pero cuando los dos trabajan o hay uno solo, tiene que ser agobiante.

CELITA dijo...

Cuánto siento que tu excursión albaceteña te dejara tan mal sabor de boca. A quién se le ocurre venir para acá en un puente tan largo, si los buenos nos habíamos ido todos.
Si te sirve de consuelo, en noviembre me escapé a Madrid para pasar un día de exposiciones y comidas ricas con una amiga y nada más llegar me encontré a la Cospedal. Debe de ser ubicua, como el mal.