Marx: "...el Estado enmaraña, controla, regula,
vigila y tutela a la sociedad civil, desde sus manifestaciones de vida más
vastas hasta sus movimientos más insignificantes, desde sus formas de vida más
generales hasta la existencia privada de los individuos..."
Una idea central es amos sin esclavos. Ahora
vivimos en una situación de amos con esclavos (pocos amos, muchos
esclavos). La condición de esclavo es miserable pero no hay que envidiar la de
amo (Camus: "...el destino de los amos consiste en vivir eternamente
insatisfechos o ser asesinados."). Y no solo porque aspirar a ser amo con
esclavos es legitimar a los que hay ahora. Los amos, al exigir la existencia
de esclavos, y necesitarla, se degradan de manera intensa, se reducen a
subhumanos. Su degradación es mayor que la de los esclavos. El Estado es la base
actual de esta situación de amos con esclavos.
El Estado tiene como principal objetivo no solo su
autopermanencia sino la satisfacción de los deseos y ambiciones de los pocos
que lo dominan. (Y habría que pensar con atención si los que lo dominan forman
parte de cada Estado o si son una congregación supraestatal. Estado y
nación están identificados en la actualidad, cada uno de ellos tiene a sus
poderosos pero las decisiones que estos toman son menores ya que la mayoría de
ellas viene impuesta por una elite desconocida, hombres detrás de las cortinas.
Aunque, eso sí, cada elite local sabe adaptarse a esas decisiones
supraestatales para sacar provecho). Para justificar la existencia del Estado y
del gobierno que, temporalmente, atiende sus requerimientos, idearon el
concepto de cesión de poder y consentimiento. Esto
es, las personas que habitamos cada Estado cedemos voluntariamente el poder a
los gobernantes y consentimos que tomen decisiones por el bien común (risas).
Para asegurarse esta situación ideal, nos han ido manipulando durante siglos
para asegurarse que nuestra elección libre siga siendo ceder el poder y
consentir ser gobernados. De esta manera, nuestra vida es mentira
(Nietzsche: "Pero el Estado miente en todas las lenguas del bien y del
mal; y diga lo que diga, miente; y posea lo que posea, lo ha robado".)
Para asegurarse nuestro consentimiento, el Estado se muestra
como la única opción para que nuestras vidas sean seguras y
confortables. Los principales defensores del Estado somos nosotras mismas. Nos
hemos creído la idea de ciudadanía y todo lo que conlleva. Así,
defendemos el civismo (no manchamos, no rompemos, no levantamos la voz),
exigimos derechos y reconocemos obligaciones (los primeros son papel mojado,
los segundos, losas al cuello), identificamos democracia con votos, engordamos
tiranos... Somos la policía más eficaz. Marcuse tiene algo que decir a los ciudadanos, a los cívicos:
La ley y el orden son siempre y en todas partes la ley y el orden que protegen
la jerarquía establecida".
La manipulación que perpetúa el consentimiento es ubicua:
educación, familia, medios de comunicación, trabajo... Pero incluso siendo
libre, no dejaría de ser incomprensible. ¿Cómo es posible que alguien acepte
delegar en otros las decisiones que condicionan su vida? Ni siquiera las
supuestas necesidades de eficacia lo justifican. Ni el miedo a la guerra de todos contra todos de la
que habla Hobbes. Es él el que escribe de la cesión de poder en los siguientes
términos: "autorizo y otorgo mi derecho de gobernarme a este hombre o a
esta asamblea de hombres con la condición renunciar a mi derecho y a autorizar
de la misma manera sus acciones". Es interesante la verdad implícita en
esa frase: nuestro derecho a gobernarnos a nosotros mismos. Sabiduría infantil: Tú no
mandas en mí.
Como el Estado es la única opción posible y todas queremos
ser buenas ciudadanas, no se cuestiona y, como mucho, se plantean pequeñas
mejoras / reformas. La gran mayoría de la gente que ahora sale a la calle lo
hace en este sentido. Desaprueban este gobierno pero no al
gobierno, no son conscientes, en palabras de Gramsci, de que les interesaría el
derrocamiento de la dominación capitalista. La marea blanca defiende una sanidad en la que el Estado
se limita a mediar entre nuestra salud y los intereses de las farmacéuticas y
demás. La marea verde quiere recuperar los derechos perdidos (y no perder más) para
poder seguir educando en la sumisión. Los mineros quieren que el Estado siga
subvencionando a sus jefes para que ellos puedan cobrar. La PAH no deja de
pedir y pedir a los diputados que sean buenos (señora zorra, está bien, cómase
a las gallinas pero hágalo con cuidado)... Las cuestiones de fondo quedan
incólumes. Son invisibles.
Otra idea que justifica al Estado es el binomio
pastor-rebaño. El pastor (Estado-gobierno) está aquí para cuidarnos a
nosotras (rebaño), todo lo que hace es por nuestro bien, su máxima preocupación
es nuestra felicidad (claro que él, cuando quiere decir felicidad le
sale docilidad). Dejando a un lado las connotaciones religiosas de esta
justificación del Estado, hay que ponerla en cuestión por varias razones. El
Estado como pastor y la ciudadanía como rebaño (balando en las casas delante
del televisor, en las manifestaciones, en los colegios electorales...) es la
base sobre la que se asienta el Estado del bienestar. Un bienestar que
nunca fue tal o, en el mejor de los casos, nunca fue completo. Se añora la
España de hace unos años y ya nadie recuerda en su justa medida a los
mileuristas, los muertos de las pateras, los explotados en el campo o la
construcción, los excluidos de una u otra manera... El bienestar siempre fue
parcial y condicionado. No hay bienestar válido si una parte importante de
nosotras se queda fuera, aunque sean ovejas negras. Además, el Pastor-rebaño
remite a la relación paterno-filial. El Estado es el padre que nos ama y
cuida, que nos prohíbe cosas por nuestro bien, que nos dice qué decisión tomar
desde su indiscutible sabiduría. El poder parental es un mal inevitable
justificado solo en la falta de capacidad del niño para tomar sus propias
decisiones o para valerse por sí mismo. Pero el niño está desvalido solo
durante un tiempo. El poder paternal, menos mal, tiene fecha de caducidad. Por
su parte, el Estado del Bienestar, el Pastor-rebaño, nos trata eternamente como
seres inmaduros, incapaces y nos somete a su control permanente... por nuestro
bien.
2 comentarios:
Kontxo, que sorpresa ver en palabras de otros las ideas que se me agolpan en la cabeza durante los últimos meses. Será por eso que me ha gustado tanto leerte, y que a cada parrafo me venía a la mente el clásico "¡qué razón tiene!", o sea "tengo". En serio me ha resultado una letura lúcida y me quedo en espera de las próximas. Un abrazo.
Me alegran tus palabras. Ayer fuimos más de una docena de personas las que estuvimos debatiendo sobre estas cuestiones. Al final va a ser un poco verdad la frase situacionista de "nuestras ideas están en las mentes de todos". Ya está la segunda parte.
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