Cada miércoles un cuento en El Estafador

jueves, 23 de julio de 2009

Pensamiento único


Calor. No puedo pensar en otra cosa. Será porque acabo de llegar al trabajo y he estado veinte minutos dentro de un coche sin aire acondicionado a las tres y media de la tarde. Llevo cinco veranos trabajando con este horario inmisericorde y apostaría a que hoy ha sido el día en que más me ha costado llegar al trabajo. Debo tener el tejido pulmonar lleno de quemaduras de primer grado de respirar este aire infernal. La pasta de mis gafas se ha calentado tanto que he temido que empezaran a deshacerse. No he hecho la prueba pero juraría que se me han quedado pegadas y ya nunca más me las podré quitar.

Cuando conduzco, llevo preparada una serie de planes de contingencia para saber cómo actuar ante posibles sucesos:

a) Me quedo ciego
b) No me quedo ciego pero se me caen las gafas
c) No me quedo ciego ni se me caen las gafas pero me entra una pestaña en el ojo
d) Una cucaracha empieza a corretearme por entre los pies con sandalias
e) Me rodean una banda de Ángeles del infierno
f) Me atrapa el rayo tractor de un platillo volante
g) La carretera empieza a empinarse porque resulta que estaba encima de un puente sobre un río navegable como en las películas

Pero hoy he sufrido un ataque de pánico al darme cuenta que había algo que no había contemplado. ¿Qué hacer si, cual grano de maíz al fuego, hago ¡pop! y me transformo de golpe en una palomita de maíz? ¿Podría seguir conduciendo? ¿Podría salir volando por la ventanilla y volver a casa para que Juan construyera alguna máquina con la que revertir el proceso? Afortunadamente, esto no ha sucedido, aunque tendré que tenerlo en cuenta para la siguiente vez.

(Esta tarde, los pinos de la calle Los pinos, de ahí su nombre, hacen un ruido muy raro. Como si cientos de ardillas estuvieran royendo sus piñas. Pero no es eso. No hay tantas ardillas. Me asusta pensar qué puede ser.)

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