Según el “Diccionario político”
de Haro Tecglen, alienación es un fenómeno por el cual el hombre se
convierte en el extranjero de sí mismo, en ajeno a sí mismo...
[para que esto se produzca] es preciso que ciertas fuerzas invisibles
lo impulsen a este estado fuera de su naturaleza y de sus intereses
hacia otros que no son los suyos, pero que ellos creen que lo son.
Véase a la cajera del Mercadona enfrentándose a los compañeros del
SAT que estaban expropiando carros llenos de comida.
El concepto de alineación presupone la
existencia de una naturaleza humana, una forma de ser primigenia de
la que nos arrancan a la fuerza. La naturaleza tiene mala prensa,
huele a reacción. Pero hagamos una enumeración rápida de las
virtudes de la infancia: espontaneidad, sinceridad, juego,
imaginación, presencia, hegemonía de los deseos, rechazo al
control... Todas ellas virtudes incompatibles con el estado de cosas
de la Dominación. Y, hay que decirlo, virtudes muy respetables. Por
eso la alienación se da desde el comienzo y en todas partes. Tiqqun
lo dice así:
Cada cuerpo, para llegar a ser sujeto
político en el seno del Estado moderno, debe pasar por el proceso de
fabricación que lo convertirá en tal: debe comenzar por dejar de
lado esas pasiones, impresentables, sus gestos, irrisorios, sus
inclinaciones, contingentes, y debe dotarse en lugar de esto de
intereses, que son con certeza más presentables y hasta
representables. Es así por tanto que cada cuerpo, para llegar a ser
sujeto político, debe empezar por proceder a su autocastración en
sujeto económico.
De tal forma que, extirpadas las
gónadas, como dijo Guy Debord, en ninguna parte existe el adulto dueño
de su vida. De nuevo la cajera de Mercadona.
Fue Marx el que popularizó el término
de alineación. Para Marx, el quid de la cuestión estaba en el
trabajo y, en concreto, en la división del mismo. Al encargarse de
una parte del trabajo, la persona deja de participar de la actividad total de la
sociedad. La sociedad pierde su carácter humano pero no porque el
trabajo esté dividido sino por la mera existencia del trabajo. No
hay que trabajar. Hay que negarse a realizar las tareas que otros nos
asignan: recordemos al niño peleando como gato panza arriba para no
madrugar o para no hacer los deberes.
Pero, en fin, las cosas son como son y
hay que trabajar. Hay que dar gracias si tienes un trabajo es la
nueva frase de moda. El colmo de la alienación es desear un trabajo
a toda costa, sean cuales sean las condiciones. Sin embargo, hay vida
ahí fuera. Que se lo digan si no a las monitoras de comedor deAragón, que están dando un ejemplo emocionantísimo con su huelgaindefinida.
Las monitoras de comedor suelen
responder a dos perfiles: chicas jóvenes que están terminando la
carrera o madres de familia que trabajan algunas horas a la semana
para sacarse un dinero. Se trata de un trabajo complicado y poco
valorado. Hacer que los 15 ó 20 niños a tu cargo se coman toda la
comida y no armen mucho revuelo es misión casi imposible. Cobran un
sueldo ridículo y deben soportar que otras madres les exijan que
consigan lo que ellas no pueden: que sus hijos se coman la verdura,
el pescado, la fruta... Tienen contratos precarios y viven en la
cuerda floja laboral. Sobre el papel, no son un colectivo con muchas
papeletas para llevar a cabo una huelga indefinida. Pero ahí están,
dándole en los morros a tanto trabajador pusilánime que hay por ahí
suelto. De hecho, le están echando tanto valor que hasta están desobedeciendo los servicios mínimos. Tal vez estén formulando un nuevo lema a tener en cuenta:
Lucho por un trabajo mejor porque el trabajo que tengo es tan
horrible que no me importa perderlo. Dignidad es la palabra.
PD: La excusa más habitual para no ir
a la huelga es el dinero. Enmarquemos este argumento en un par de
citas. La primera es de Marx: La necesidad del dinero es pues la
verdadera necesidad producida por la economía política, y la única
necesidad que ella produce. Autocastrados, aceptamos trabajo a sueldo
de quien se tercie porque nos han metido a fuego en el cerebro que el
dinero es imprescindible y por ese mismo dinero asumimos cualquier
imposición laboral. Algunos círculos no serán perfectos pero les
falta poco. La segunda cita es de Hegel, al que recurren los franceses
de Tiqqun para decir que el dinero es la vida de lo que está muerto,
moviéndose en sí misma. Las monitoras de comedor de esta historia
podrán acabar en el paro o ganar la batalla pero, sea como sea,
están vivas, por fin.
2 comentarios:
Me citas a Haro Tecglen (un señor encantador además de un autor más que respetable) a Marx y a Engels con una frescura y una tranquilidad que me pasma... pero sí, estamos descubriendo que aún a pesar del sistema a pesar de los pesares, aún estamos vivos y algunos incluso recuperan su dignidad... aunque eso parece que siempre es a costa de su cuenta corriente...
¡Aún hay esperanzas!
Los romanos acabaron con la esclavitud porque les salía muy caro dar alojamiento y techo a los siervos. Mejor pagarles menos de lo que les costaba ser sus amos y luego cobrarles lo que producían muy por encima del costo de producción, producción monopolizada desde luego.
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