Cada miércoles un cuento en El Estafador

sábado, 29 de diciembre de 2012

Asaltar los diccionarios

Que las palabras puedan tener efectos mágicos es algo que se puede discutir pero no negar de entrada. Un niño lo sabe bien, le basta con decir en cualquier momento HIJO DE PUTA, CABRÓN o, simplemente, MIERDA  para que todo el mundo le preste atención, buena o mala pero atención al fin y al cabo. Los que ponen bombas confían en la metralla y el fuego pero no pueden evitar acompañarlas de un comunicado. La belleza y la conmoción de los comunicados de la Angry Brigade explotan más que las bombas que pusieron (*). Los que lanzan misiles también recurren a las palabras y se inventan sucias expresiones como "víctimas colaterales". Sus macabras manipulaciones nunca serán hermosas, alguna maldad será siempre horrible.




Dadá comprendió el poder de las palabras y, especialmente, su sumisión, de ellas, al Poder. Dadá era una fuerza anticivilizatoria que llegó a este mundo para acabar con todo, para ser amigo de todo látigo que azote al hombre sentado. Dadá dijo que era necesario oponerse al arte porque entendió que su engaño era una válvula de escape de seguridad moral. El arte como cómplice del sistema debía ser derruido, al igual que el propio sistema. Y las palabras eran parte esencial del arte.



Así, llevaron a cabo poemas fonéticos como los de Hugo Ball o poemas letristas como los de Raoul Hausmann. 

Del primero:

Gadji beri bimba
plandridi lauli lonni cadori
gadjama bim beri glassala
Glandradi glassla tuffm i zimbrabim
blassa galassasa tuffm i zimbrabim

Del segundo:

KP´    ERI     UM´    LP´    ERIOUM
NM´      PERIII        pernoumum
bpretiberrerrebee onnooooooooooh gplanpouk
komnpout   perikoul
rreeeeeEEEErreeeee      A
oapderre     mglpepadonou   mt    nou
         tnoumt

Con estos poemas sonoros queremos renunciar al lenguaje devastado y vuelto imposible por el periodismo. Deberíamos retirarnos a la alquimia más profunda de la palabra e, incluso, abandonar la palabra, reservando así a la poesía su dominio más sagrado...



Mustapha Khayati, miembro de la Internacional Situacionista y, por tanto, descendiente directo de Dadá, escribió un artículo titulado "Las palabras cautivas, prefacio para un diccionario situacionista" en el que decía cosas como: Cuando el poder economiza el uso de sus armas, es al lenguaje a quien confía la responsabilidad de mantener el orden opresor o La crítica del lenguaje dominante, su desvío, va a convertirse en la práctica permanente de la teoría revolucionaria. También calificaba a nuestros adversarios como los amos del Diccionario.

Para los situacionistas, teoría y práctica eran lo mismo. Dadá reclamó la lucha por la vida cotidiana (¡¡¡DADÁ ESTÁ POR LA PROPIA VIDA DE CADA UNO!!!). Teniendo en cuenta todo esto, además de la máxima dadaísta de que cualquier puede ser dadaísta, propuse dedicar una sesión con el grupo de mujeres con el colaboro una vez a la semana a destruir el diccionario, nuestro pequeño acto de rebeldía cotidiana. Elegimos palabras al azar, palabras raras y jugamos a inventarnos su significado.

Algunos resultados:

Lampo: Interjección que se grita antes de abofetear a alguien. / Campo grande donde la gente va a descargar su furia.

Gnóstico: Persona diplomática y recta.

Rearme: Prenda de ropa interior que se pone el hombre en Nochebuena. / Enredadera gigante.

Azafate: Azafata pequeña.



(*) En los comunicados de la Angry Brigade, nuestra rabia está organizada, se podían leer cosas como: Hermanos y hermanas, ¿cuáles son vuestros deseos reales? ¿Estar sentado en la cafetería, con la mirada distante, vacía, aburrida, bebiendo un café que no sabe a nada... o quizás volarla o pegarle fuego. (Ninguna de sus bombas mataron a nadie: Atacamos la propiedad, no a la gente.)

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