Los gobiernos concebían a los hombres sólo como masa; pero nuestros hombres, al ser irregulares, no se reagrupaban en formaciones: seguían siendo individuos. La muerte de uno solo de ellos, como una piedra arrojada al agua, dejaba una señal durante un instante donde sucedía, pero de aquella muerte irradiaban círculos de dolor. Nosotros no podíamos permitirnos pérdidas.
Los siete pilares de la sabiduría, T.E. Lawrence
(a.k.a. Lawrence de Arabia)
Dejad ya misma de hacer deberes. Tomad aire. Pensad un poco. O un mucho. Lo que haga falta. Lo que os apetezca.
Durante el curso: horarios, exámenes, calificaciones, excursiones programadas y didácticas, competiciones deportivas, deberes. Durante julio: escuela de verano. En agosto: deberes. ¿Nos estáis tomando el pelo? Decimos ¡basta! ¡dejadnos en paz!
El tratamiento que recibimos de la escuela, los alumnos como tales y los padres como padres de alumnos, es de carne de cañón, carne de fábrica, carne de oficina de desempleo, carne de aula. Con espíritu prusiano, rutina embrutecedora y disciplina castradora hacemos deberes. Libros de vacaciones o, si la seño se tira al rollo, un puñado de fichas fotocopiadas (y elegidas al azar) para que las familias no gastemos el dinero que empezamos a no tener. Pero da igual. Fotocopias u originales, los deberes son deberes. Y no los queremos hacer.
Sabemos lo que pretenden. Temen a la imaginación, al espíritu absurdo y brillantemente bobalicón de la infancia, a las mentes cimarronas, al ronin que podríamos llegar a ser, al guerrillero general de sí mismo. Quieren convertirnos en soldados amorfos, números en un batallón. Nos resistimos. Vemos a nuestros compañeros esforzarse en hacer bien las sumas. Vemos a sus madres reñirles para que trabajen más y mejor. Oímos: Ya estás en 3º (¡¡¡de Primaria!!!) y esto va en serio. O: Debes convertirte en un hombre de provecho. Y nos negamos a ser provechosos... para otros. Vemos y oímos y lloramos por las pérdidas que la guerra interminable de la Dominación contra nosotros deja en el camino. Cualquier día de estos, nuestros amigos no querrán hacer campeonatos de pedorretas o escupir desde lo alto del árbol más alto o inventar platos nuevos combinando los restos de la comida. La piedra se hunde en el agua y los círculos de dolor que recuerdan al niño indomable que pudo ser nos arrugan el alma.
Actuemos.
Una vez más, se trata de golpear y desaparecer. Sabotaje es la palabra. Y el sabotaje ofrece una amplia gama de opciones.
Está la Total: Seño, había hecho todos los deberes pero me los dejé en el camping/la casa de mis abuelos/el hotel/el parque de al lado de casa... Evidentemente, se trata de una mentira. Los deberes no se han hecho, nuestro tiempo es demasiado valioso para hacer series de números que avanzan de tres en tres.
La modalidad Total tiene, a su vez, varias submodalidades. Una de las hojas, o varias, se pueden perder como quien no quiere la cosa. Por otra parte, algunos ejercicios, como ese que obliga a colorear los círculos de un color, los triángulos de otro y los cuadrados de otro a niños de ocho años, se pueden tachar directamente, sin concesiones.
Una aclaración antes de seguir. Una aclaración redundante porque debería estar claro que en esta batalla no hay niños y padres, hay unidades familiares que se organizan libremente para combatir con alegría y eficacia la alienación educativa. Es terrible imaginar a la madre que obliga a su hijo a sentarse solo a hacer deberes porque quiere un momento de tranquilidad. Todos queremos momentos de tranquilidad pero no a costa de convertir a los más pequeños en tuercas engrasadas de la máquina. El padre debe sabotear junto a la hija y, llegado el momento, asumir toda la responsabilidad que haga falta. Fin de la aclaración.
La otra opción es el sabotaje parcial. Nuestro favorito. En este caso no hay que mentir, da mucha risa mientras se ejecuta y hasta (¿cómo es posible?) se puede aprender algo de los deberes. El simple cambio en la frase de Nene, a hacer deberes a Nene, vamos a boicotear algunas fichas nos ofrece ya un nuevo mundo de posibilidades desternillantes. Pero, atención, se corre el riesgo de sufrir una especie de Síndrome de Estocolmo deberíl. No hay que perder de vista que si los deberes nos resultan divertidos y didácticos no es por ellos, claro que no, es porque les aplicamos nuestra imaginación y libertad de acción.
Un par de ejemplos.
Dice el enunciado: Escribe ocho números que tengan la misma cifra en la unidad.
Respuesta:
1
11
111
1.111
11.111
111.111
1.111.111
11.111.111
Bien. La respuesta es estrictamente correcta y tampoco muy arriesgada. Y, a pesar de todo, estamos casi seguros de que si la seño corrige ese ejercicio se mosqueará, aunque sea un poco.
Enunciado: Une para formar oraciones (y luego una serie de palabras que, sobre el papel, solo se pueden unir de una forma). Basta con añadir una s por aquí o cambiar una a por una o por allá para conseguir frases de una belleza maldoroniana como:
El pingüino bucea zorros.
En este caso, el conflicto está servido. La seño se enfurecerá porque (1) hemos alterado con nuestras propias manos las palabras impresas en el papel y (2) dirán que no es cierto que los pingüinos buceen zorros y que, para colmo, eso no significa nada.
En casos así, es necesario compartir el arsenal teórico. Podemos argumentar que se trató de un ejercicio de escritura automática, rollo surrealista, y que buscamos unir palabras de forma arbitraria para producir una belleza inquietante, inesperada. Podemos, también, hablar de su versión gráfica, el cadáver exquisito, y hasta dibujar alguno. Imaginad la cara de la seño cuando reciba esa respuesta de un niño de Primaria, niños a los que se les supone medio tontos y que si saben algo es porque lo han aprendido en el colegio.
Hay una opción de sabotaje dual, un dos en uno de lo más apasionante. Funciona de la siguiente manera. Quien hace deberes ya está cansando y harto. El que le hace compañía, cómplice boicoteador, se ofrece a dictarle las respuestas. Las va diciendo todas bien pero, sin previo aviso, dice una mal, a posta, claro. Si el que hace los deberes no se da cuenta, se le da una cariñosa colleja y se le recrimina: ¿Qué es eso de creer todo lo que te dicen? ¿Desde cuándo los padres o profesores tienen siempre razón? Una lección imprescindible. Vaya que sí.
Podríamos seguir pero lo divertido del sabotaje es que cada cual lo practique a su antojo.
¡¡SALUD Y GOMINOLAS!!
DULCE Y ESPONJOSA COMANDANCIA GENERAL DEL COMANDO CHUCHE
2 comentarios:
Oye, que los pingüinos sí bucean zorros, ¿eh? Vamos, día sí día también.
Supongo que el comando chuche habrá visto este documental, y si no es así, debería.
http://www.educacionprohibida.com/
Besos!
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