Cada miércoles un cuento en El Estafador

domingo, 6 de abril de 2008

Domingo

Son las diez y pico de la noche pero igual podrían ser las tantas de la madrugada, para el caso es lo mismo: estoy muerto en vida. El cuerpo no me pido acostarme, más bien que lo deje caer en cualquier rincón. Los días son verdaderas carreras de obstáculos lo que convierte a cada semana en una gimkana casi intolerable.

De fondo suena el In Rainbows, de los Radiohead. Lo pongo porque me lo acabo de comprar y porque me gusta. Lo malo es que me produce cierta congoja. Hace un par de noches, me lo puse de fondo sin prestarle mucha atención. Al rato empecé a sentirme mal, como agobiado y triste. ¿Qué me pasa? me pregunté, si estoy bien a qué viene ahora esta angustia. Y era la música de fondo. Supongo que para eso escuchamos música: para que nos provoque cosas, aunque sean poco aconsejables.

De verdad que me dejaría caer en el sofá a ver cualquier cosa que echaran en la tele. Pero aquí sigo, con mi famosa fuerza de voluntad, tirando de mí y atendiendo este blog ahora porque no he encontrado otro momento en toda la semana. Voy a intentar lo siguiente: escribir varios posts de golpe y dejarlos como borrador y subirlos poco a poco a lo largo de los siguientes días y conseguir que parezca que escribo casi a diario. Pero no sé si me llegarán las fuerzas. Tengo la cabeza embotada y mis pensamientos tienen circulación lenta con paradas.

Tres párrafos y no he dicho nada, parezco un político o un tertuliano.

Podría seguir así un buen rato pero no lo haré. Estoy intentando contar algo con cierta sustancia pero no se me ocurre nada... Creo que narrar mi moderada satisfacción por haber hecho las tres cosas pensadas para hoy: poner una lámpara nueva de Ikea en el estudio, asegurar el espejo del baño antes de que se nos venga encima o cambiar el revistero de la salita al susodicho baño, no merece la pena. Podría contar algo de la comida familiar, hemos tenido un momento herencia entre lo lóbrego y lo surrealista, eso estaría bien. Pero me da algo de reparo. A ver qué cuento entonces...Vale, recurriré a mi chiquillo mayor que para estos casos es muy socorrido. Estaba durmiéndolo cuando de repente me dice: papá me pasa una cosa y tengo miedo. ¿De qué? le pregunto. De una película que no he visto de un monstruo que se come a un niño que está por la calle. La echan en el cine, sigue. Y acaba preguntando: ¿nos la podemos bajar de internet?


2 comentarios:

miguel dijo...

Bueno, has dicho más de lo que crees.

Lo de la música lo conozco. Hay días tontos en que uno se regocija con masoquista afán en su falta de ánimo escuchando la canción que más va a agujerearle el alma. Aunque también puede utilizarse en el sentido contrario: ¡hoy necesito una dosis de la sana mala leche que me causa escuchar a Extremoduro (por poner un ejemplo)! Y ahí que va. Gracias, Robe. En el fondo, somos previsibles.

Vaya, ¡qué rápido aprenden los niños la magia del pirateo informático! Nacen conectados ya a la mula, carajo...

Algún día tienes que contar (aquí o en privado) ese "momento herencia entre lo lóbrego y lo surrealista", que nos vamos a reir/llorar, seguro. Piensa que esto es acercarse un pasito a las sagas familiares de los escritores del realismo-mágico...

elhombreamadecasa dijo...

El momento lóbrego tuvo su parte de gracia, pero no lo voy a contar. He descubierto que me puede leer gente que me conoce (de hecho es lo más habitual) y he decidido ser prudente con lo que escribo. Cuando sea un escritor rico y famoso perderé los escrúpulos y me convertiré en todo un vampiro de vidas ajenas, que da mucho gusto y es muy inspirador.