No hay trilogía que se precie que no sea exprimida hasta la última gota. La película (también en tres partes). Papeles y más papeles que el hijo del autor no deja de encontrar entre carpetas olvidadas. Las oportunas precuelas. Los jueguetitos de Burger King. La serie de dibujos. Una cuarta parte que, sospechosamente, han encontrado en el disco duro de un ordenador. Etcétera. Un largo etcétera.
La Trilogía de Albacete no sé si se precia mucho o poco pero voy a exprimirla. Para estos casos vale una excusa cualquiera. Por si acaso tengo dos:
1. Cuenca no es Albacete pero es La Mancha.
2. Para ir a Cuenca salimos de Albecete.
Era la cuarta vez que iba a Cuenca.
La primera fue muy divertida. Era más o menos la época en la que la Real Sociedad ganaba las ligas a pares y teníamos esa edad en la que un chiste te hacía reír durante cuatro o cindo días. Un tipo entra a una bar y pregunta: ¿Tienen tabasco? Y el camarero le responde: Sí, en la masquina. Enrique se acordará. Nos fuimos seis o siete hijos con tres madres.
La segunda fue muy triste.
La tercera fue... compleja. Tuvimos uno de esos problemas de comunicación de pareja. Hice los planes y cada vez que le preguntaba a Mercedes qué le parecía lo de ir a Cuenca me decía que estaba bien. Lo que yo no sabía por aquel entonces era que en manchego "estar bien" quiere decir "No me apetece nada de nada; y cuando digo nada, quiero decir Nada. N-A-D-A". En realidad no fuimos a Cuenca sino a una zona de acampada cercana y pasamos medio día en la ciudad.
La cuarta todavía no sé cómo calificarla. Estoy pendiente por un lado del diagnóstico del traumatólogo. Es que Cuenca, el casco histórico, no está hecha para ir con carricoche. Y Darío no está hecho para andar. El resultado de esa combinación fue un niño de dos años y medio encaramado a mis hombros durante dos días. El diagnóstico que me temo vaya a darme el médico es que varias de mis vértebras cervicales se han fusionado entre sí y he perdido casi el 80% de la movilidad del cuello. Por otro lado, también nos tienen que llamar de la Fundación Antonio Pérez con el peritaje que están haciendo de unos daños provocados en su museo por Juan y Darío. Si es que ¿a quién se le ocurre montar una instalación que incluye un puñado de piedras? Y si haces eso ¿por qué permites la entrada de niños? La culpa, digan lo que digan, es de la Fundación, no de mis hijos.
No tenía un recuerdo acertado de Cuenca, por cierto. Es mucho más bonita de lo que recordaba. Pero mucho más. Tuvimos mucha suerte con el hotel (fuimos el lunes después de Semana santa) que tenía unas vistas increíbles. Desde la habitación se veía lo de la foto de arriba.
La Ciudad encantada, donde tampoco se puede ir con carricoche ni Darío
A mí lo que más me impresiona de la Ciudad encantada es el mar de piedra:
8 comentarios:
No me extraña que tocaran las piedras, por la foto parece que están ahí para eso.
Hace mucho mucho que fui a Cuenca y casi no lo recuerdo. Si te soy sincera, lo que más recuerdo era el grupo de pedigüeños que había en la parte de las casas colgadas, que eran muy pesados y casi amenazantes. Ya te digo que de esto hace muchos años, no sé si seguirá así...
Si necesitas recoger firmas para exonerarte decualquier culpa puedes contar con la mía que comprendo perfectamente la sensación de impotencia de tener que atar al niño ante un atractivo montón de piedras... ¿no se dió el caso un año de que un operario de la limpieza (un limpiador o limpidora) "desmontó" una instalación en ARCO porque era un montón de basura? supongo que conceptualmente la basura o las piedras "tendrán mucho arte" pero... a simple vista... yo que quieres que te diga... que comprendo a los niños...
Alguien sabe por qué Coque Maya decía eso de: me voy a Cuenca?
Hermano, cómo olvidar aquel viaje memorable...
Por cierto, me sigo riendo tres o cuatro días de los chistes. O más de veinte años... Todavía me río al recordar tu risa contagiosa aquella noche que te quedaste a dormir en mi casa de Mazarrón, el día que cumplía 15 años, y te presté un Mortadelo que me habían regalado...
Al día siguiente fuimos a tu casa, y nos recuerdo catando como chiflados el Voyage, Voyage frente al televisor...
¿Andó? ¿No sería anduvo?
Anónimo, el Diccionario panhispánico de dudas te da la razón pero es que en casa estamos en una época en la que conjugamos todos los verbos en forma regular.
Mamá (contra) corriente, a lo mejor era una instalación interactiva y los responsables del museo no lo saben.
Pilar, las piedras estaban apiladas de forma muy acertada y luego no hubo forma de dejarlas como al principio.
Anónima, porque Cuenda es una ciudad alejada del mundanal ruido, donde conviven historia, naturaleza y arte.
Owachy, es verdad, casi muero aquel día con Mortadelo y Filemón. Hace poco me pasó algo parecido una noche contándoles un cuento a los niños. Al principio les hizo gracia pero luego se enfadaron mucho conmigo porque me reía y no les hacía caso.
Sólo he estado una vez en Cuenca y me gustó mucho, creo que porque fuimos un día de agosto en el que no había nadie en la ciudad. Visitar el museo de arte abstracto vacío fue una gozada. Después descubrimos dónde estaba el 'mundanal ruido': el cámping de Cuenca, el más ruidoso que he visitado, y ya llevo unos cuantos... Nunca vi tantas teles rugiendo a la vez en un cámping. :S
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